Soy economista. Fui profesor en la Universidad Complutense de Madrid. He sido Agregado Comercial en cinco países, de tres continentes: la última vez, en Washington DC. Bajo la dictablanda del general Franco, milité varios años en el Partido Comunista de España, en la clandestinidad. A comienzos del presente siglo, formé parte de la directiva de la asociación Foro Ermua, contra el terrorismo vasco de ETA y la negociación política del PSOE con ellos.
Mi blog está centrado en la política en EE.UU. (en un sentido amplio, que incluye el asunto del aborto, el feminismo …), pero aborda también cuestiones de la energía, del cambio climático internacionales y otros varios asuntos destacados de cada momento (como la política en Europa, el medio ambiente y las grandes empresas tecnológicas …).
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Roma, la capital del imperio del mismo nombre, estuvo ligada al río Tíber desde sus comienzos, como atestigua la leyenda de Rómulo y Remo. En los inicios de la ciudad de Washington, y de la que sería la nueva gran potencia mundial, su río Potomac le fue de ayuda, pero ayuda práctica: por el puerto de Washington llegaban las mercancías en barcos oceánicos. Hoy, el puerto ejerce de agradable paseo fluvial, el Georgetown waterfront, al que acercarse a pasear resulta una buena idea, en cualquier época del año.
Soy economista. Fui profesor de economía en la universidad. Trabajé en el departamento exterior de una empresa de electrónica profesional y en el de uno de los mayores bancos españoles de aquella época.
He sido Agregado Comercial en las Embajadas de España en Bucarest (Rumanía) y Sofia (Bulgaria), en la época soviética. También en Montreal (Canadá), Ankara (Turquía) y, recientemente, en Washington, DC (Estados Unidos).
En la actualidad, es perfectamente posible estar bien informado sobre casi todos los países a distancia, pero el contacto directo de vivir en uno de ellos siempre aporta facetas difíciles de percibir de otro modo. Así, por ejemplo, se conoce la afabilidad del estadounidense de la calle, su carácter resolutivo y su particular y envidiable actitud de valerse por sí mismos, lejos de la enfermiza disposición dependiente hacia el Estado del europeo contemporáneo.
Un periodista británico, que trabajaba en Washington, lo describía del siguiente modo: por término medio, un británico enfrentado a una tarea enrevesada y quizá comprometida diría que debía pensárselo, evaluar las posibilidades y cosas por el estilo. Un estadounidense, por lo general, tras una breve reflexión suele responder: ¡vamos a probar, seguramente saldrá bien! Ahí está la diferencia.
Ese envidiable optimismo vital -que se respira por doquier, incluso entre los inmigrantes, como nuestro jardinero colombiano-, es quizá el principal tesoro nacional de EE.UU. Quienes buscan su futuro en esa tierra, van a trabajar, a trabajar mucho y bien y aspiran a progresar por sus medios, no a mantenerse en el lloriqueo por las ayudas sociales de las administraciones públicas, como -desgracidamente- ocurre en Europa con tanta frecuencia.
Además, habiendo vivido en EE.UU. se comprende mejor, por ejemplo, que los sistemas económico y social de aquel país y el que suele llamarse modelo europeo, nunca van a converger; son distintos y lo seguirán siendo. Podrá haber periodos de aproximaciones, que irán seguidos de alejamientos. Ni los europeos debemos tratar de copiar todo lo suyo ni, desde luego, los estadounidenses «acabarán comprendiendo la superioridad» de nuestras recetas, como pretendían algunos de los bienintencionados -pero mal informados- funcionarios que aterrizaban por la Embajada española.
Ni el tamaño geográfico (continental, más del doble del territorio de la UE-28), ni su volumen de población (la tercera del mundo), ni mucho menos su sociedad, basada en el principio del esfuerzo e iniciativa individuales, que prefiere limitar el poder del Estado para ganar en libertad individual, es similar a ninguno de los países de Europa, salvando en cierta medida su más estrecho aliado secular e histórica madre patria,:el Reino Unido.
¿Sería casualidad que fuesen justamente dos soldados estadounidenses, fuera de servicio, a miles de kilómetros de su tierra, quienes en agosto de 2015 redujesen contundentemente a un yihadista marroquí armado con una ametralladora AK-47 a bordo de un tren de alta velocidad francés, que viajaba entre Amsterdam y Paris, que se disponía a llevar a cabo una carnicería? Es cierto que un civil británico les ayudó, en un segundo momento. Bien por los británicos. No hubo ninguna víctima. En honor a la justicia, hay que reconocer el acierto y generosidad del Presidente François Hollande al concederles a aquellos tres héroes extranjeros una de las más altas condecoraciones francesas.
Llegados a este punto, aunque suponga dar un rodeo, me parece obligado recordar a Ignacio Echeverría, el joven y católico abogado español que a comienzos de julio de 2017 presenció en el centro de Londres un atentado de yihadistas, con grandes cuchillos.
Ignacio –sin tener preparación militar y con su monopatín como única arma-, sin pensárselo dos veces se abalanzó sobre los criminales islamistas para defender a un policía que estaba siendo atacado, lo que le costó la vida. La valentía y el altruismo que derrochó Ignacio Echevarría caracterizaron a los españoles durante siglos … y parece que -en algún grado- siguen vivos en nuestra sociedad. ¡Bravo Ignacio! ¡Gracias por tu ejemplo y generosidad! ¡Así se debe hacer!
El lamentable adocenamiento actual del ciudadano europeo medio de derecha está siendo muy inferior al otro lado del charco, a pesar de la diferencia en el nivel cultural. Además, la revuelta ciudadana que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca en las elecciones de 2016, supone una esperanza para todo aquel que –por uno u otro motivo, en mayor o menor medida- perciba la conveniencia de cuestionar la actuación de los políticos europeos de derecha convencionales y de la infumable burocracia de Bruselas.
En Francia se ha hundido la fuerza política de derecha convencional (a mediados de los años 2010), dejando el campo expedito a un centrista como Emmanuel Macron, quien debería recibir un 10% o un 13% de los votos. Alemania -aunque no se quiera reconocer- está siguiendo un camino semejante, con la canciller de centro-derecha Angela Merkel; aunque lo más llamativo está por llegar en el comienzo de esta nueva década. El preludio, está siendo el derrumbe del histórico Partido Socialdemócrata, que se resiste a renovarse, como la canciller Merkel.
Sin embargo, los británicos -tras muchas convulsiones y esfuerzos desde el referendum de 2016- están sabiendo reinventar y fortalecer el Partido Conservador, desplazando a su establishment tradicional. Para ello, se han abrazado a la democrática decisión ciudadana de abandonar la Unión Europea, dando la espalda a las élites cosmopolitas que desprecian a quienes no acepten sus consignas, empezando por los habitantes de las zonas rurales, de las pequeñas ciudades y los obreros industriales. Curiosamente, análogos sectores sociales y geográficos fueron los que auparon a Donald Trump a la presidencia de la primera potencia mundial.
Volviendo a Estados Unidos es evidente que, como a cualquier otra nación, se le puede hacer una lista más o menos larga con sus características y costumbres que no nos agradan o abiertamente reprobamos. Y, siendo el país líder, se le debe exigir más que a los demás, estamos de acuerdo.
Por otro lado, en mi caso, la experiencia de haber sido militante del Partido Comunista de España, en la clandestinidad, durante los siete años finales del franquismo ha disipado en mí la creencia en las utopías que perseguimos con tanto empeño, que ahora vuelven a levantar cabeza, con otros ropajes.
Creo que se entenderán mejor mis actuales puntos de vista y planteamientos sabiendo de una experiencia personal mía, mucho más reciente que aquella y realmente intensa y apasionante: los cinco años que pasé en la directiva del Foro Ermua -a mediados de los años 2000-, durante la época de las movilizaciones ciudadanas contra la política de negociación con ETA del presidente del gobierno izquierdista Rodríguez Zapatero, cuyos pactos con los terroristas luego, en no poca medida, mantuvo el nuevo presidente del gobierno, del Partido Popular, Mariano Rajoy.
Septiembre 2017 (Actualizado en febrero de 2020)