De lo absurdo, a lo ridículo. Los muy progresistas directivos de la compañía de Seattle (estado de Washington, Costa Oeste), Starbucks, no paran de revisar su anterior revisión sobre su política de responsabilidad social corporativa, estirándola como un chicle: todo cabe en ella. ¿Desde cuando es función de una empresa participar en el activismo progresista?
En la búsqueda sin respiro de la corrección política, Starbuscks no logra satisfacer a la generación Obama de “justicieros sociales” (social justice warriors, SJW, –no es broma-), antes conocidos simplemente como extremistas de izquierda.
Hace ya tiempo que esta compañía se embarcó en este confuso y desafortunado periplo, como otras muchas sociedades de EE.UU., hacia la manipulación política de su propio negocio. Ojala que este disparate tarde mucho tiempo en llegar a España.
Poner orden en uno de sus locales causó un revuelo político nacional
El pasado 16 de abril, el encargado de un local de Starbucks en Filadelfia llamó a la policía local para que sacaran a la calle a dos personas de raza negra que permanecían sentados (esperando a unos amigos, dijeron) y, luego, deseaban usar los servicios, sin estar dispuestos a realizar ninguna consumición.
Hasta ahí, todo normal pero, primera rareza, varios de los clientes presentes se dirigieron a los agentes para que les soltaran y que pudieran usar los servicios. No se produjo ninguna violencia, pero esas dos personas se negaban a abandonar el local siendo esposadas y llevadas a comisaría.
Más anómalo es el alboroto nacional que se montó en las redes sociales y en los medios de comunicación, a partir de un vídeo sobre el incidente, y con concentraciones en el interior de varias cafeterías de la red.
Naturalmente, aquello es lo que habrían hecho los responsables de cualquier establecimiento de restauración, de cualquier país del mundo, fuesen los implicados negros, blancos o amarillos.
El consejero delegado se disculpó por haber puesto orden
Nada más conocer el incidente el consejero delegado (CEO) de Starbucks, Kevin Johnson, emitió un comunicado pidiendo disculpas a las dos personas de color e invitándoles a tener una reunión para pedirles perdón cara a cara.
Merece ser mencionado que el encargado del local había actuado conforme a las instrucciones generales vigentes en su compañía.
Un mes después, el 29 de mayo, cerraron casi toda la red de Starbucks en EE.UU. (unos 8.000 locales), para que todos sus empleados recibieran unas charlas contra la discriminación racial. ¿No es esto una reacción desproporcionada?
No lo es, si se piensa que las empresas deben transformarse en una palanca más del activismo progresista.
El pasado sábado, día 19 de mayo, fue el penúltimo episodio –por ahora- de este sainete. La compañía hizo saber que cambiaba sus normas corporativas y que, en adelante, permitiría la estancia en todos sus locales a cualquier persona que lo desee, incluido el acceso a los servicios, aunque no efectúe ninguna compra o consumición.
Reculando Starbucks disparaba a sus pies. Más desorden
Con ello, Starbucks salvaba su reputación de corrección política, pero se disparaba a su propio pié. Quienes saltaron esta vez a las redes sociales fueron muchos de sus clientes habituales, mostrando su disgusto ya que estas cafeterías iban a convertirse en un centro de acogida para los sin-techo (homeless). Otra desagradable evolución previsible sería la conversión de los Starbucks en centro de consumo de drogas. Ninguno de ambos temores, están infundados.
Según informaba el Wall Street Journal de ayer (al que solo se accede mediante suscripción), “Darrion Sjoquist, de 21 años, quien trabajó dos años de empleado en Seattle, dijo que el uso de drogas en los servicios no se producía diariamente, pero sí una vez a la semana”, y tenían que avisar a la policía.
Según otro empleado de estas cafeterías en la ciudad de Nueva York, a quienes Starbucks se refiere como “baristas” y también como “socios comerciales” (qué bonito), “el consumo de drogas en los servicios es frecuente”. De vez en cuando aparecen jeringuillas usadas en los servicios, para riesgo de los empleados.
Hay que destacar que, en paralelo a este vodevil, tras el incidente en Filadelfia una inmensa mayoría de los restaurantes en EE.UU. se mantuvieron en la cordura, colgando en el exterior de sus establecimientos carteles de “Servicios reservados a los clientes”. Por fin algo sensato.
El lunes día 21 de mayo la compañía revisó sus normas de dos días antes. Instruyendo a sus empleados (sus “socios comerciales”) cuándo deben entender que el comportamiento de un cliente es “perturbador”, consultar a uno de sus colegas y, finalmente, avisar a la policía, como siempre se hizo.
Antecedentes de activismo progresista de Starbucks
Desde hace bastantes años, Starbucks efectúa regularmente cuantiosas donaciones a la principal organización abortista de EE.UU.: Planned Parenthood.
Hasta que en 2015 el Tribunal Supremo legalizó en todo el país el mal llamado matrimonio homosexual, Starbucks participó en varias campañas en pro de dar el nombre de matrimonio a dicha unión cívica de personas del mismo sexo.
Cuando el gobernador de algún estado pone en marcha alguna iniciativa legislativa para garantizar la libertad religiosa (por ejemplo, concediendo la objeción de conciencia a dueños de restaurantes, floristerías, etc.), frente a las exigencias del lobby LGTB, Starbucks se suma a la denuncia y a las amenazas empresariales contra dicho estado.
En marzo de 2015 Starbucks puso en marcha una campaña, denominada “Race Together”, para que sus “baristas” [camareros] –reconvertidos al papel de activistas- incitaran a los clientes a emprender conversaciones (small talk) sobre el racismo.
En enero de 2017, al adoptar Trump unas medidas de restricción de la inmigración ilegal y los refugiados, Starbucks anunció su intención de contratar a 10.000 refugiados en los 75 países en los que está implantado.
Afortunadamente, esta nueva acción de activismo progresista se le volvió en contra, provocando numerosas protestas por privilegiar a extranjeros sobre los negros desempleados y otras minorías estadounidenses en difíciles condiciones laborales.
Como se decía en España hace algún tiempo, esto le ha pasado a Starbucks por meterse en camisa de once varas, echándose de cabeza en el activismo progresista.
El activismo progresista practicado por Starbucks y por muchas otras empresas
Los recientes acontecimientos que acabamos de repasar, que consisten en la manipulación política de la actividad empresarial de Starbucks, en modo alguno se circunscriben a esta compañía.
La izquierda política y académica de EE.UU. viene forzando desde hace unas décadas la politización de las grandes empresas, adulterando su verdadero cometido económico y social. Procuran colocar el activismo progresista a la par con la maximización del beneficio.
Aunque no son las únicas, las enormes empresas tecnológicas californianas de Silicon Valley son seguramente los ejemplos más cabales y aberrantes.
Lo que buscan no es estimular un debate en el seno de las empresas –lo que de todos modos sería inapropiado con respecto a muchos asuntos-. Persiguen el dominio ideológico de los consejos de administración, imponiendo luego lo políticamente correcto, al completo, asfixiando todo debate como improcedente.
La persecución al ingeniero discrepante de Google
Viene a cuento el caso del joven ingeniero de Google, James Damore, que en agosto de 2017 fue despedido por colgar en un foro interno un breve documento sobre el diferente rendimiento de los diversos sexos y razas, en base a las estadísticas de del personal de Google, como si fuese un tema tabú.
Desvirtuación de la responsabilidad social corporativa
Uno de los principales medios de aquel ativismo político está siendo la ampliación del contenido de la responsabilidad social de las sociedades.
Comenzaron por las medidas de recursos humanos en evitación de la discriminación racial, lo que tenía bastante sentido. Luego ampliaron a la promoción (por discriminación positiva) de las mujeres, minorías étnicas, inmigrantes, transexuales …
La protección del medioambiente al comienzo se hizo de manera juiciosa, pero ahora se ha extendido al combate al cambio climático y a la demonización de los insustituibles combustibles fósiles.
La ideología de género quedó también incorporada a la responsabilidad social, efectuando campañas en favor del llamado matrimonio entre personas del mismo género y, como no, siguieron los pronunciamientos en pro del denominado derecho al aborto. Y no pararán ahí.
Cuando esto sucede, la sociedad va a tener serios problemas, como ya es el caso en EE.UU., lo que resulta muy difícil de entender desde este lado del Atlántico donde, por el momento, se está evitando buena parte de este desquiciamiento empresarial.
En España y en tantos otros países europeos los sindicatos han ejercido de instrumento de presión en favor de los partidos y de los programas políticos de izquierda, lo que no es su cometido.
En EE.UU. la izquierda está haciendo jugar un papel algo semejante a muchas grandes empresas, lo que deforma su función económica y social, forzando al extremo lo que deberían ser sus responsabilidades sociales corporativas, hasta convertirlas en un caballo de Troya del izquierdismo.
Los progresistas vienen politizándolo todo
El columnista del Wall Street Journal Daniel Henninger, ha opinado que: “Desde aproximadamente el nacimiento de Starbucks (más bien, desde los 80s) los progresistas vienen politizándolo todo: las cuestiones raciales, el sexo, el género, el futbol (rugby), el café … El resultado es el caos”.
Con respecto a la compañía en cuestión, añadía que “Starbucks ha llegado al inevitable punto final de su politizado estilo de restauración. Su instinto le llevó a admitir transformarse en un centro de acogida de los sin-techo, pero sus clientes se lo vetaron”.
Y, “por mucho que se lo proponga, (Starbucks) nunca llegará a apaciguar el progresista espíritu de nuestro tiempo (zeitgeist)”, ya que es insaciable.
No todo es negativo
Lógicamente, en una gran organización y empresa como ésta no es difícil encontrar aportaciones positivas. A continuación, nos referimos brevemente a dos de ellas.
Entre las múltiples cuestiones debatidas en torno a esta compañía, figura su política de expansión territorial que, se afirma, desplaza a los pequeños establecimientos del mismo género, creando una situación cuasi-monopolista en multitud de localidades y barrios.
Personalmente, desconozco la veracidad de esta acusación respecto a los medios rurales y en las pequeñas ciudades. Pero tengo algún conocimiento de la situación en varias grandes ciudades de EE.UU.
Tras mantener inicialmente aquella misma opinión, con el tiempo yo llegué a la conclusión de que en las zonas metropolitanas Starbucks apenas pudo desplazar a sus pequeños competidores porque, sencillamente, no había ni rastro de ellos, con unas pocas posibles excepciones.
Dicho de otro modo, da la sensación de que Starbucks verdaderamente creó este tipo de establecimientos en muchas grandes ciudades de EE.UU., antes carentes de ellos.
No era, ni sigue siendo fácil, encontrar cafeterías y menos cafeterías que ofrezcan unas cómodas instalaciones a sus usuarios, distintas a las de la empresa que nos ocupa.
Realmente había en EE.UU. un vacío de este tipo de establecimientos
Algunas webs relatan que su histórico directivo (aunque no fundador), Howard Schulz, quedó sorprendido de ese tipo de establecimientos en un viaje por Italia en los años 80s. Sea eso cierto o no, el caso es que en las ciudades estadounidenses existía, en general, dicho vacío.
Otra cosa, es que una vez establecidos en EE.UU. los locales Starbucks, esta empresa haga lo posible por dificultar la presencia cercana de competidores. Eso no sería nada de extrañar, dado su actual poder económico y capacidad de manipulación política.
En segundo lugar, debe ser asimismo reconocido su mérito en extender la oferta en las ciudades de verdaderos cafés. Esto contrasta con el común “aguachirri” que era el único disponible en la mayoría de los restaurantes.
Gracias a esta compañía, la demanda de ese tipo de bebida debe haberse multiplicado. Frente a este nuevo producto, algunos criticaron que Starbucks estaba “quemando” los granos de café, por el color más obscuro de la bebida, lo que no parece que fuera cierto.
Pero, de todos modos, el activismo progresista de starbucks y otras muchas corporaciones de EE.UU. resulta insufrible.
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