Acusada de manejar mal la información de más de 50 millones de usuarios (En realidad, han sido 87 millones … o más)
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Facebook: 2.000 millones de usuarios. Confianza ciega de los usuarios en la privacidad con que Facebook manejaría todo tipo de informaciones privadas que -alocadamente- volcaban en la red social, de la mañana a la noche. Ascenso fulgurante de Facebook: creada en 2004 en la habitación de una residencia universitaria, en 2017 ha facturado 40.600 M$. El 16 de marzo se hizo público que los datos sobre más de 50 millones de usuarios de Facebook están en manos de otra empresa, Cambridge Analytica, desde hace años. Se inicia el escándalo Facebook. En dos semanas (del 16 al 29 de marzo), su cotización en bolsa cae un 13,7%; un auténtico desplome. El joven Consejero Delegado, Mark Zuckerberg (de 33 años), es llamado de urgencia a declarar ante un comité de la Cámara Baja del Congreso los días 10 y 11 de abril. Por cierto, deberá comprarse una camisa blanca. El 4 de abril se sabe que fueron, al menos, 87 millones de usuarios los afectados, no 50. Suma y sigue.
La tercera semana de marzo se produce el hundimiento de la confianza de los estadounidenses en Facebook, según una encuesta para Axios.
Este grave cambio en la estimación respecto a Facebook, arrastra a la baja el aprecio ciudadano hacia Amazon, Google y Apple.
Este serio incidente, ha multiplicado la preocupación –que ya existía- hacia las prácticas de Facebook y de las otras tres empresas respecto a la privacidad de los datos que les han sido confiados por los usuarios.
Como han afirmado estos días multitud de analistas de internet, en Facebook tú no eres el cliente, sino el producto mismo con el que la compañía negocia. Se refieren a tus datos, claro.
El activo más valioso con el que cuenta Facebook, es la abundante información sobre cada uno de los 2.000 millones de sus usuarios, alrededor de todo el mundo.
Facebook no ha vendido a terceros sus bases de datos con la información de sus usuarios.
Pero Facebook vende a multitud de anunciantes la capacidad de que sus anuncios se envíen justamente a aquellos usuarios que hayan mostrado inclinación hacia sus productos o servicios.
El día 16 de marzo la sociedad Facebook reconoce que la compañía estadounidense de análisis electorales Cambridge Analytica había retenido indebidamente durante años abundante información sobre muchos millones de usuarios de Facebook.
La gran mayoría de los usuarios víctimas del escándalo Facebook residían en EE.UU., pero el 20% residen en otros países y continentes: Filipinas, Indonesia, Reino Unido, Méjico, Canadá, Alemania …
Una grave equivocación de Facebook fue prácticamente desentenderse de las posibles fugas de datos de sus usuarios que estuviesen teniendo lugar, incluso aunque detectaran indicios de ellas.
Otro serio error fue proporcionar excesiva información sobre bastantes de sus usuarios a la compañías y personas que fueran a desarrollar alguna aplicación para esta red social, para ampliar su atractivo y base de usuarios. Perdieron el control de su uso, hacia prácticas abusivas por terceros.
El equipo de campaña de Donald Trump en 2016 contrató a la compañía Cambridge Analytica para diseñar una acción política dirigida específicamente a los votantes más receptivos a sus mensajes. Dicha compañía fue la responsable de hacer mal uso de los datos de Facebook.
Pero el que Trump se haya podido beneficiar electoralmente en 2016 de ese tipo de publicidad muy orientada, ha enfurecido a los demócratas. Sin embargo, Barack Obama en 2012 hizo el mismo tipo de publicidad con los datos de Facebook; pero eso no mereció la condena de la izquierda, ni siquiera su mención. Facebook tampoco protestó, porque sus dirigentes –como casi todos los dirigentes empresariales de Silicon Valley- son rabiosamente pro-demócratas. Practican el monocultivo político dentro de sus empresas, aunque no dejan de hablar de “la diversidad”.
La crisis en torno a Facebook arranca realmente de fines de 2016, por un escándalo diferente: la casi total indiferencia de Facebook ante la contratación de anuncios (unos tres mil) en su red social por parte de empresas y personas ligadas al Estado ruso para intentar influir en los votantes estadounidenses en las presidenciales.
Lo de ahora, llueve sobre mojado, para Facebook.
Desde la tercera semana de marzo, congresistas de derecha y de izquierda están presionando con fuerza para investigar a fondo lo sucedido. Además, han empezado la búsqueda de posibles normas para enderezar las prácticas de Facebook, y también de las grandes empresas tecnológicas de EE.UU.
Hasta ahora, estas empresas han ido logrando que la Administración federal apenas las haya sometido a regulación alguna. Parece que esto se va a acabar, finalmente.
En este asunto, los estados europeos van muy por delante de EE.UU. Los principales países europeos y la Comisión Europea han reaccionado casi con indignación, porque muchos millones de sus ciudadanos también están afectados.
Es probable que Europa responda con una mayor introducción de normas y que éstas causen un efecto arrastre entre autoridades nacionales de muchos países del mundo, incluido Estados Unidos.
Los mercados internacionales dejarán de ser el patio trasero de Silicon Valley, en contra de lo que ansian sus dirigentes empresariales.
Parece que la absoluta e incomprensible libertad de actuación de las gigantes compañías tecnológicas de EE.UU. va a ser paulatinamente sometida a regulaciones federales –como cualquier otro sector-, y que sus multimillonarios dirigentes de ideas culturales y sociales de la izquierda extrema, van a tener que rendir cuentas de los abusos que hayan podido cometer.
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La semana en que cambió la confianza ciega hacia Facebook
Facebook: 2.000 millones de usuarios. Confianza ciega de los usuarios en la privacidad con que Facebook manejaría todo tipo de informaciones privadas que -alocadamente- volcaban en la red social, de la mañana a la noche.
Ascenso fulgurante de Facebook: creada en 2004 en la habitación de una residencia universitaria, en 2017 ha facturado 40.600 M$.
El 16 de marzo se ha hizo público que los datos sobre más de 50 millones de usuarios de Facebook están en manos de otra empresa, Cambridge Analytica, desde hace años. Se inicia el escándalo Facebook.
En dos semanas (del 16 al 29 de marzo), su cotización en bolsa cae un 13,7%; un auténtico desplome bursátil.
El joven Consejero Delegado (CEO), Mark Zuckerberg (de 33 años), es llamado de urgencia a declarar ante un comité de la Cámara Baja del Congreso los días 10 y 11 de abril. Por cierto, deberá comprarse una camisa blanca.
El 4 de abril se sabe que fueron, al menos, 87 millones de usuarios los afectados, no 50. Suma y sigue.
Una encuesta telefónica llevada a cabo para el diario digital Axios, una semana después de la primera noticia sobre el escándalo, muestra un hundimiento de la confianza de los estadounidenses en Facebook.
El índice más significativo es el de opinión favorable neta (esto es, la diferencia entre quienes opinan positiva y negativamente de Facebook). Este índice cayó 28 puntos entre octubre de 2017 y el 23 de marzo de 2018, situándose en sólo 5 puntos (positivos). Dicho de otra manera, la semana pasada el 48% de los estadounidenses expresaron una opinión favorable de Facebook, frente al 43% que la tenían desfavorable.
La tercera semana de marzo ha marcado el punto de inflexión del escándalo Facebook.
Por cierto, este grave cambio de estimación respecto a Facebook, parece haber arrastrado a la baja con cierta fuerza el aprecio hacia Amazon, Google y Apple: más de 10 puntos negativos de cambio de la opinión favorable neta. Sin embargo, Microsoft es vista por los estadounidenses como una empresa de otro carácter; apenas se ha visto afectada.
Ha de resaltarse que aquel empeoramiento de la valoración se refiere a aquellas 4 empresas, no a sus tecnologías que concitan la confianza de más del 70% de los encuestados.
¿De qué trata este escándalo?
Este serio incidente, ha multiplicado la preocupación –que ya existía- hacia las prácticas de Facebook y de las otras tres empresas respecto a la privacidad de los datos que les han sido confiados por los usuarios.
La crisis actual se abrió, realmente, hace unos 18 meses, en torno a octubre de 2016, cuando se supo que los hackers del Estado ruso habían podido utilizar Facebook para atizar conflictivos en la sociedad de EE.UU. por medio de anuncios comprados a la red y dirigidos a ciertos usuarios durante la campaña electoral presidencial de aquel año.
Como han afirmado estos días multitud de analistas de internet, en Facebook tú no eres el cliente, sino el producto mismo con el que la compañía negocia. Se refieren a tus datos, claro.
El activo más valioso con el que cuenta Facebook, es la abundante información sobre cada uno de los 2.000 millones de sus usuarios, alrededor de todo el mundo.
En qué se ha llegado a convertir ahora la mayor red social del mundo, lo explicaba del siguiente modo el diario digital de centro-izquierda Politico. “Para decirlo llanamente, Facebook es una compañía profundamente opaca que está fuera de control, invade la privacidad de sus usuarios, se resiste a que se le someta a supervisión pública y que se abstiene de vigilar a malos agentes (internautas) bien conocidos, cuando estos se inmiscuyen en su plataforma”.
No conviene confundir las cosas. Facebook no ha vendido a terceros sus bases de datos con la información de sus usuarios. Pero si ha proporcionado excesivo acceso a parte de esos datos a quienes desarrollan aplicaciones para esa red social. Algunos de estos (como Cambridge Analytica), si vendieron esos datos o los emplearon para su beneficio.
Por otro lado, Facebook vende a multitud de anunciantes la capacidad de que sus anuncios se envíen justamente a aquellos usuarios que hayan mostrado inclinación hacia sus productos o servicios. Eso es lo que utilizaron las compañías rusas para dirigir sus anuncios políticos a ciertas personas, e intentar manipular la campaña electoral.
El incidente
El día 16 de marzo la sociedad Facebook, cuando parece que sabía que el suceso iba a ser hecho público de manera inminente, anunció que había conocido que la compañía estadounidense de análisis de datos con fines políticos Cambridge Analytica había retenido indebidamente durante años un gran volumen de información sobre usuarios de Facebook.
Luego se ha sabido que el delator (whisleblower) que estaba a punto de hablar era un antiguo investigador de Cambridge Analytica, llamado Christofer Wylie.
A comienzos de 2014 Facebook proporcionó a un profesor de la universidad británica de Cambridge (Aleksandr Kogan) información sobre varios cientos de miles de sus usuarios, para efectuar unos estudios académicos para desarrollar una aplicación destinada a Facebook.
Durante bastantes años Facebook estuvo entregando mucha información sobre sus usuarios a quienes se comprometieran a elaborar aplicaciones para su plataforma, lo que incrementaría el número de usuarios. Prepararon juegos, webs para encuentro de parejas y otras muchas aplicaciones.
El profesor Kogan, de nacionalidad rusa, tras preparar su aplicación (“thisisyourdigitallife”) la remitió a la lista de usuarios recibida por Facebook, junto a un amplio cuestionario sobre la personalidad del destinatario, sus gustos, opiniones y sus amigos en Facebook, a cambio de una pequeña cantidad de dinero.
270.000 usuarios –alegremente- respondieron a dicho cuestionario. Escavando en toda esa información se elaboró la lista de más de 50 millones de usuarios de Facebook, junto con muchos datos acerca de ellos.
El profesor ruso de Cambridge (Al. Kogan) fue ayudado en esta tarea por la sociedad Cambridge Analytica. Según algún ex-empleado, esta sociedad fue constituida en EE.UU. precisamente para “explotar” la lista inicial entregada por Facebook, de cara a las elecciones presidenciales de 2016.
La gran mayoría de los usuarios víctimas del escándalo Facebook residían en EE.UU.
La compañía Facebook hizo firmar a Aleksandr Kogan, como a los demás desarroladores de aplicaciones para la red social, diversos documentos comprometiéndose a no compartir dicha información con otras personas ni empresas. Actuó como si eso fuera a ser suficiente garantía del uso que hicieran de los usuarios de Facebook.
El primer grave error de Facebook, fue no colocar en la información entregada a quienes estaban desarrollando aplicaciones algún mecanismo informático que avisara a Facebook si aquella obligación era vulnerada por terceros.
La segunda gran equivocación fue prácticamente desentenderse de las posibles fugas de datos de sus usuarios que estuviesen teniendo lugar, incluso aunque detectaran indicios de ellas.
De hecho, a finales de 2015 Facebook tuvo conocimiento de que se había producido una millonaria fuga de información sobre sus usuarios, relacionada con el profesor Kogan, pero no avisó a los millones de usuarios, ni prácticamente hizo nada por recuperar la información. Facebook se limitó a retirar de la red social la aplicación del profesor Kogan y hacerle firmar que debía borrar toda la información que se hubiese filtrado, cosa que naturalmente no se hizo.
Cuando a mediados de este mes de marzo Facebook hubo de emitir un comunicado sobre la enorme fuga producida en 2014 y 2015, aludió a los acuerdos firmados a fines de 2015 por Kogan y por compañías, insistiendo que –en aquellos momentos- ya no tenía forma de comprobar si cumplieron con el compromiso.
En el comunicado de mediados de marzo de 2018 Facebook también afirmaba que habían cambiado su política, entregando mucha menos información a quienes desarrollen aplicaciones para su red social: tan sólo el nombre, la foto y la dirección de email. Pero durante años (desde 2007 hasta 2015) estuvo en vigor la anterior política. ¿Habrá sido el profesor Kogan el único que haya incumplido sus obligaciones de no retener ni revender los datos obtenidos de Facebook?
Lógicamente, la nueva política de Facebook sigue permitiendo que, si un usuario lo concede expresamente, puedan usarse muchos más de sus datos por parte de quienes desarrollen aplicaciones para Facebook.
Desde finales de 2016 la sociedad Cambridge Analytica prácticamente ha dejado de operar como consultor político en EE.UU. Eso refuerza la sospecha de que fue creada, principalmente, para las elecciones presidenciales de noviembre de 2016.
Ayer, 4 de abril, el delator Christopher Wylie (ex-empleado de Cambridge Analytica) anunció que el número de usuarios a quienes se habían robado sus datos, en realidad era por lo menos 87 millones.
Nadie se extrañaría de que en las próximas semanas o meses, aquel número de usuarios víctimas de la fuga de sus datos, volviese a revisarse al alza en muchos millones.
Cambridge Analytica y la campaña electoral de Trump. ¿Y la campaña de Obama?
El equipo de campaña de Donald Trump en 2016 contrató a la compañía Cambridge Analytica para diseñar una acción política dirigida específicamente a los votantes más receptivos a sus mensajes.
Parece probado que, en consecuencia, dicha compañía usó los datos obtenidos a partir de Facebook para favorecer a Trump y, quizá, ayudara a su victoria en noviembre de 2016 … aunque nadie ha sido capaz de cuantificar en cuanto lo habría ayudado.
Naturalmente, la responsabilidad de dicho mal uso residiría en Cambridge Analytica (y en el profesor de la Universidad de Cambridge, Aleksandr Kogan), que fueron quienes recibieron dicha masa de datos de Facebook y luego la ampliaron por su cuenta.
Pero la circunstancia de que finalmente esa fuga ayudara a la campaña de Trump ha enardecido a la izquierda, que trata por todos los medios de buscar el cuestionamiento de aquella victoria.
Durante la campaña electoral que dio a Barack Obama la reelección en noviembre de 2012, Facebook aun practicaba la política de compartir con diversos desarrolladores y grupos, y en concreto con el equipo de campaña de Obama los llamados “gráficos sociales”: los contactos, los intereses y los “me gusta” que definían a su base electoral.
El diario digital de centro-izquierda Politico, uno de estos días ha afirmado que: “Durante la campaña de 2012, el equipo del Presidente Obama diseñó una aplicación que extraía el mismo tipo de datos que en 2016 consiguió Cambridge Analytica [para Trump], con una diferencia crítica: el equipo de Obama extrajo cinco veces más información”. Los seguidores de Obama pudieron aportar y acceder a usuarios de Facebook proclives a dicho candidato, para tratar de influir en ellos.
La Sra. Carol Davidsen, miembro del equipo de Obama en 2012, del área de datos, hace no mucho reconoció que “Facebook fue muy sincero al darnos a entender que nos dejó hacer cosas (de extracción de sus datos) que no habría dejado hacerlo a nadie más, porque estaban de nuestro lado”. (Comprobar en el diario Politico)
Gracias, Sra. Davidsen, por aclararnos muy bien esta cuestión.
Entonces, en 2012, les pareció muy bien todo aquello a los demócratas que ahora andan alterados porque parecidos instrumentos puedan haber ayudado en 2016 en alguna medida a la llegada de Trump a la Casa Blanca.
Facebook y la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de EE.UU.
El presente escándalo Facebook tiene principalmente que ver con el pésimo uso que esta compañía ha hecho de los muchos datos que millones de usuarios le ha confiado.
Pero la crisis en torno a esta empresa arranca en realidad a fines de 2016, por un escándalo diferente: la casi total indiferencia de Facebook ante la contratación de anuncios en su red social por parte de empresas y personas ligadas al estado ruso para influir en los votantes estadounidenses. Fueron unos 3.000 los anuncios que Rusia utilizó en esta injerencia en las alecciones presidenciales de 2016, siendo la primera vez de la que se conoce una amplia injerencia de Rusia en unas presidenciales en EE.UU.
Es aconsejable recordar que las primeras injerencias rusas en las presidenciales que se empezaron a conocer en el verano de 2016, no tenían relación con Facebook. Se trataban de una serie de ciberataques que penetraron en el sistema informático del equipo de campaña del Partido Demócrata, de donde robaron copias de una serie de emails altamente escandalosos, ya que mostraban que el partido había favorecido sistemáticamente a la candidata Hillary Clinton, frente a su oponente el senador Bernie Sanders. La líder del Comité Nacional Demócrata, Amy Dacey, tuvo que dimitir el 2 de agosto de 2016. Estos ciberataques fueron los que desencadenaron unas represalias del Presidente Obama contra Rusia justo al finalizar diciembre de 2016 –cinco meses después de que se destaparan los ciberataques-.
Señalemos, de pasada, que Barack Obama esperó a conocer el resultado de las presidenciales (del 8 de noviembre) para adoptar serias represalias contra empresas rusas. Dichas represalias fueron lógicas, pero ¿hubiera colocado Obama en el primer plano de la política nacional la injerencia rusa y tomado represalias, si hubiera salido elegida Hillary Clinton? Nunca lo sabremos. Pero de haberlo hecho, hubiera puesto en cuestión la victoria de Hillary Clinton, del mismo modo que ha levantado sospechas sobre la de Trump con su ofensiva de diciembre 2016 contra Rusia.
Probablemente, Obama hubiera actuado con mucha mayor cautela y más en silencio, para no enturbiar el inicio de la presidencia de Clinton, aunque la injerencia era grave. Por otro lado, ¿hubieran impulsado los congresistas de izquierda la creación de comisiones de investigación en el Capitolio sobre la injerencia de Rusia y hubieran exigido el nombramiento de un Fiscal Especial, puesto para el que se nombró a Robert Mueller hace casi un año?
Reacciones políticas nacionales y germen del problema
Nada más aflorar el escándalo Facebook, toda una serie de políticos estadounidenses reclamaron de forma perentoria el inicio de amplias investigaciones sobre la vulneración de la privacidad de los datos de millones de usuarios de Facebook.
De la mano de esta reacción política inmediata, empezaron a barajarse las maneras posibles y más adecuadas para someter a legislación las operaciones de Facebook y de otras varias enormes empresas de Silicon Valley.
Desde el surgimiento del fenómeno tecnológico en el valle al sur de San Francisco, a partir de los años 70, prendió en las incipientes empresas (Apple, Atari, Oracle …) el espíritu “libertario” –esto es, anarquista- de izquierda que se había fraguado en California en el movimiento hippie y de radical oposición a la guerra de Vietnam. Semejante ideología se ha traducido en una visceral oposición de casi todas estas empresas tecnológicas en las recientes décadas a cualquier regulación pública (federal), procedente del Congreso de EE.UU. y del presidente de la Unión, sobre su actividad: internet, equipos informáticos, e-commerce, etc.
Quienes viajaron profesionalmente a Silicon Valley en fechas tan recientes como 2015, se encontraban con una sorprendente unanimidad, completamente incomprensible –e inaceptable- desde una perspectiva europea. Los dirigentes empresariales del valle pretendían únicamente reconocer al Estado de California autoridad para regular sus negocios. Naturalmente, el Estado de California nunca lo ha regulado, ni piensa hacerlo. Lo que querían decir, es que nadie debía fijarles ningún tipo de norma, en el mundo, en aras de la innovación liberadora. No aceptaban ser reguladas desde Washington, DC, y menos desde las capitales de los demás estados nacionales del mundo, ni los europeos, ni ninguno otro. Los nuevos y modernos anarquistas, en estado puro y con miles de millones de dólares de patrimonio personal.
Lo cierto es que las autoridades federales y, en concreto, los últimos presidentes del país han dejado hacer a Silicon Valley durante décadas, apenas han intervenido y, en el caso de Obama –durante la eclosión tecnológica final 2009 a 2016-, el laissez-faire, laissez-passer ha sido total.
Desde el 16 de marzo de 2018 –aparición del escándalo Facebook-, hay abundantes indicios de que ese periodo de total dejación regulatoria puede estar llamado a su fin, y no solo para aquella empresa.
Como estos días se dice en Washington, DC, en la comparecencia ante el Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes del consejero delegado (CEO) de Facebook, Mark Zuckerberg seguramente va a ser “abrasado” (grilled) por los congresistas. La comparecencia, lógicamente, se centrará en la escasísima protección de la privacidad de los datos de sus usuarios.
Congresistas de derecha y de izquierda ya están preparando nuevas audiencias públicas con los dirigentes de las grandes compañías de Silicon Valley. E indagando sobre posibles reglamentaciones.
La senadora demócrata (por Minnesota) Amy Klobuchar y el senador republicano John Kennedy (de Luisiana), en una declaración conjunta han dicho: “Facebook, Google y Twitter han amasado un volumen sin precedente de datos personales y los han usado cuando vendían servicios de publicidad, incluida la publicidad de carácter político”. Y continuaban, “la falta de supervisión (pública) sobre la manera en que dicha información es archivada y cómo se venden los anuncios políticos provoca preocupación sobre la integridad de las elecciones en América así como sobre los derechos de privacidad”. Ambos senadores pertenecen al Comité de Asuntos Judiciales del Senado.
El senador republicano John Thune (de Dakota del Sur), que es el presidente del Comité de Comercio del Senado –que se ocupa también de varios asuntos tecnológicos-, ha demandado de Facebook mucha nueva información.
Reacciones políticas internacionales al escándalo Facebook
Desde la Unión Europea, el Presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, declaró nada más conocer el escándalo que “el supuesto mal uso de la información de los usuarios por parte de Facebook es una inaceptable violación de los derechos a la privacidad de nuestros ciudadanos” (europeos) y anunció que el Europarlamento lo investigaría a fondo y diligentemente.
El Sr. Tajani aludía a varios millones de usuarios británicos y de otros países de la UE que han sido víctimas de esta fuga de sus datos.
En general, las sociedades europeas tienen una mayor conciencia sobre las cuestiones de privacidad en la red.
Además, los organismos reguladores de Europa han mantenido en el tiempo una actitud mucho más exigente con las compañías tecnológicas que sus contrapartes de EE.UU. Por ejemplo, proporcionan a los usuarios mucho más control sobre el uso de sus datos, aplicando a las compañías infractoras (empezando por las estadounidenses) multas mucho más elevadas.
Justamente en este campo, de la regulación de las actividades de las megaempresas tecnológicas, Europa va claramente por delante, indicándoles a las autoridades federales de EE.UU. las grandes líneas que deberán introducir en aquel país. Un campo en el que la Comisión Europea lo está haciendo bien.
Seguramente, a raíz del actual escándalo Facebook, se intensifique en Europa la regulación sobre las redes sociales y, de paso, es probable que esto impulse la adaptación de nuevas normas en otras zonas del mundo, quizá incluso en EE.UU.
De acuerdo con las estrictas leyes de privacidad de la UE, se autoriza el archivo de datos personales de ciudadanos europeos en territorio de EE.UU., únicamente si las empresas en cuestión (como Facebook) se comprometen formalmente a garantizar el alto nivel de protección vigente en la UE.
El escándalo Facebook parece haber anulado, de momento, la confianza de la UE en el sistema bilateral que se puso en marcha en julio de 2016 denominado Legislación Marco del Escudo de la Privacidad EU – EE.UU. (EU-U.S. Privacy Shield Framework). Sin este marco, cientos de empresas estadounidenses no podrían almacenar en su territorio datos sobre sus clientes europeos, lo que paralizaría parcialmente el funcionamiento de muchas de ellas, en tanto no construyeran o ampliaran sus centros de datos en territorio de la UE.
Desde la última semana de marzo de 2018 la Comisión Europea y EE.UU. han retomado negociaciones para apuntalar el sistema y darle una solución duradera, lo que va a llevar tiempo conseguir, dada la gran desconfianza que se ha creado en Europa.
El gobierno británico ha emprendido ya una profunda investigación; al menos un millón de británicos han visto sus datos filtrados fuera de Facebook. El nuevo gobierno alemán se lo está planteando seriamente.
Por su parte, incluso el gobierno indio está reclamando información de Facebook, ante el medio millón de sus ciudadanos que se han visto afectados por el escándalo Facebook.
En Australia, el regulador (Office of the Australian Information Commissioner) ha abierto ya una investigación sobre las prácticas de Facebook, por si ha violado la correspondiente ley (the Privacy Act of 1988).
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