
James Comey. Director del FBI, nombrado por Obama, hasta mayo 2017
En 2013 la senadora demócrata por California Dianne Feinstein fue informada por el FBI -a iniciativa de éste- sobre la casi segura implicación de su chofer y colaborador en San Francisco con el espionaje de China. La cuestión, no pintaba bien.
Se había llegado a la conclusión de que dicha complicidad había durado una década. Además, la senadora era entonces la presidente del Comité de Inteligencia del Senado, uno de los puestos más delicados de todo el Congreso.
Para acabar, esa persona “hacía de recadero de la senadora, actuaba de enlace con la comunidad asiática [de San Francisco] e incluso asistía a actos en el Consulado de China en representación de la senadora”. Dianne Feinstein inmediatamente despidió a esa persona. Y así acabó todo.
Sin embargo, la actuación del FBI ante la posible interferencia de Rusia en el equipo de campaña de Trump, en 2016, fue totalmente diferente, como si de una entidad hostil o extranjera se tratara.
Las dos formas de actuar del FBI en función de quien sea el investigado
Los hechos sobre San Francisco salieron a la luz a comienzos de agosto de 2018 y, como manifestó el Consejo Editorial del Wall Street Journal (WSJ), lo que el FBI hizo [en el caso de la senadora demócrata] … “es lo que se debe hacer … La cuestión es por qué [el FBI, en 2016] no trató igual al potencial presidente [Trump], con la misma cortesía”.
“El FBI sostiene que en la primavera de 2016 comenzó a sospechar que los colaboradores de bajo nivel del equipo de campaña [de Trump] Carter Page y George Papadopoulos estaban colaborando con rusos. Pero, en lugar de haber informado discretamente al equipo de Trump, el FBI [aún bajo Barack Obama] emprendió una investigación de contraespionaje, sin precedentes, contra el equipo electoral de Donald Trump, empleando informantes y obteniendo órdenes judiciales de vigilancia” (warrants of surveillance), engañando para ello a un tribunal de contrainteligencia (FISA o FISC).
Para el WSJ, “la gran diferencia en el trato dispensado por el FBI [en ambos casos] evidencia que en 2016 abusó de su autoridad, con independencia de que actuará o no con un sesgo partidista. El FBI habitualmente advierte a los políticos, a los equipos de campaña y a otros personajes sobre los posibles riesgos de espionaje”.
Mientras los dos años que duró la investigación del fiscal especial Robert Mueller, hasta el pasado día 22 de marzo, el anterior Secretario de Justicia (Jeff Sessions) no quiso iniciar una investigación sobre aquellos comportamientos del FBI durante la campaña de 2016.
El Fiscal General William Barr se dispone a emprender una investigación sobre el FBI
Ahora, no obstante, el nuevo Fiscal General (esto es, el nuevo Secretario de Justicia), William Barr, expresó anteayer (dia 10 de abril) en el Capitolio que “no cabe duda de que se produjo un espionaje de agentes de inteligencia [del FBI] contra el equipo de campaña” de Donald Trump, en 2016. Añadiendo que “la cuestión decisiva es si dicha actividad [de espionaje] fue legal o apropiada”. El diario de centro izquierda The Washington Post, acérrimo opositor de Trump, lo explica a su modo.
En el centro de todas estas sospechas sobre la posible ilegalidad de la actuación del FBI durante 2016, se encuentra la figura de su director, James Comey, quien había sido nombrado por Barack Obama y que permaneció en el cargo (ya bajo Trump) hasta mayo de 2017, cuando el nuevo presidente le destituyó, al considerar que le estaba haciendo la cama -aunque nunca lo dijo de este modo, sino acusándole directamente de traición-.
La investigación interna, iniciada de oficio, por el Inspector General de Justicia
Según expliqué en mi artículo del 2 de abril, una iniciativa distinta de investigación sobre estos asuntos, en el ámbito del Departamento de Justicia, la puso en marcha [en marzo de 2018] “el denominado Inspector General del Departamento de Justicia, Michael Horowitz, por su cuenta e iniciativa (como parte de sus competencias) …”.
Horowitz está “investigando minuciosamente las irregularidades o delitos cometidos por su departamento y el FBI para conseguir en 2016 una orden de registro del delicado tribunal FISA, sobre contrainteligencia. Probablemente estas indagaciones concluyan durante el presente año, lo que muy seguramente pondrá en un aprieto a exaltos funcionarios de la izquierda”, de 2016.
En la Administración central de España, desgraciadamente, no existe una figura análoga a la de inspector general en cada departamento federal, que cuenta con amplios poderes y cuya finalidad es prevenir (o investigar a posteriori) casos de grave ineficacia u operaciones ilegales.
Los inspectores generales en EE,UU, normalmente, actúa de oficio, con independencia del jefe del departamento.
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