Con este nombramiento de Neil Gorsuch como magistrado del Supremo recupera su integridad numérica (9 miembros) y el Presidente Trump cumple una de sus promesas electorales. En cualquier momento comenzará la renovación del segundo escalón del sistema judicial federal: los 13 tribunales de apelación. El mecanismo senatorial del filibuster se ha visto nuevamente cercenado.
El 10 de abril el juez Neil Gorsuch ha tomado posesión como miembro del Tribunal Supremo de Estados Unidos, quedando completados los 9 puestos del tribunal.
En el artículo del 6 de febrero pasado se trató sobre las circunstancias que habían creado un gran enfrentamiento entre los demócratas y los republicanos a cuenta de este nombramiento. Finalmente, el Senado lo aprobó con un cierto margen, pero conforme principalmente a la división partidaria: 54 a 45, con tres demócratas apoyándole y una ausencia involuntaria republicana. El respaldo de los conservadores a Neil Gorsuch fue total y firme, lo que no viene sucediendo últimamente. Con esta toma de posesión Trump ha cumplido una de sus promesas electorales: elegir para el Tribunal Supremo a candidatos con una clara inclinación conservadora y altamente capacitados.
Neil Gorsuch ha pasado a ocupar el puesto que durante tres décadas desempeñó el gran juez conservador Antonin Scalia, que falleció a comienzos de 2016, que representaba una coherente y potente línea de pensamiento jurídico.
La formación académica de neil Gorsuch la obtuvo en la Universidad de Columbia, en la Facultad de Derecho de Harvard y en la Universidad de Oxford (Reino Unido).
El hosco rifirrafe que los demócratas han organizado en el Senado se ha llevado por delante el mecanismo del filibuster (una mayoría cualificada de 60 votos, en vez de 50) para la aprobación de los propuestos al Tribunal Supremo. Este mecanismo se aplicaba desde hacía décadas, buscando con ello una cierta concertación entre ambos lados de la cámara alta.
En 2013, cuando Barack Obama no conseguía sacar adelante sus propuestas para los tribunales inferiores al Supremo, el sectario jefe demócrata del Senado, Harry Reid, fue el primer dirigente en dejar sin efecto la norma de los 60 votos. Hizo otro tanto para los propuestos a altos cargos de las agencias estatales. Ahora, el jefe republicano, Mitch McConnell, ha hecho lo mismo para los candidatos al Supremo ante el obstruccionismo de la izquierda frente a un candidato de la solidez de Neil Gorsuch.
Por consiguiente, en la actualidad el filibuster (la exigencia de 60 votos) se sigue aplicando en el Senado exclusivamente para la mayor parte de las leyes, pero no para los propuestos para los tribunales, ni para los directivos propuestos para muchas agencias federales.
Es muy probable que en los años de esta Presidencia de Donald Trump abandone –voluntariamente- el alto tribunal alguno o algunos de sus actuales miembros, ya que una tiene 84 años, otro 80 y otro 78 años; dos fueron nombrados por Bill Clinton y el tercero oscila entre ambas corrientes (Anthony Kennedy). Ello permitiría a Trump efectuar un nuevo nombramiento, inclinando definitivamente la orientación de la corte suprema hacia las interpretaciones conservadoras. La legislación sobre el aborto, entre otros varios asuntos, podría modificarse sustancialmente. Los demócratas han anunciado ya una pugna sin cuartel ante dicha eventualidad.
Por otro lado, en estos años se irá produciendo la retirada de varios de los integrantes del segundo escalón del sistema judicial federal estadounidense, esto es de los 13 tribunales de apelación que cubren el territorio nacional, a los que se les denomina Tribunal de Apelación del Circuito nº X. Su papel guarda alguna similitud con los Tribunales Superiores Autonómicos en España. Esas cortes ven las apelaciones presentadas a las sentencias de los 94 tribunales federales de distrito, que constituyen los tribunales de primera instancia. Los tribunales de apelación cuentan con unos 180 jueces que, al igual que en el Supremo, cuentan con cargos vitalicios, aunque muy a menudo dimiten en vida.
En paralelo a esta estructura judicial federal, en cada uno de los 50 Estados opera un sistema judicial propio para los casos que han tenido lugar enteramente dentro del territorio estatal.
Durante sus 8 años de presidencia Barack Obama efectuó muchos nombramientos en aquel segundo escalón, creando claras mayorías progresistas en varios tribunales de apelación, como el de la zona Oeste (con sede en San Francisco) y el del Distrito de Columbia, en el que se decide la mayoría de los litigios relativos a los poderes federales. En breve, Trump comenzará la labor de sustitución opuesta y hay indicios de que se seguirá dejando aconsejar por organizaciones muy respetables como la Federalist Society (http://www.fed-soc.org ).
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