36 horas antes del cierre de la cumbre, hay una variedad de borradores -incompatibles entre sí- circulando por el centro de convenciones de Copenhague; unos de dos páginas y otros de veintitantas. A falta de un imprevisible milagro, una vaga declaración de intenciones parece lo único que podrán conseguir los líderes mundiales en día y medio.
En la mañana de hoy día 17 de diciembre, penúltimo día de la cumbre de Naciones Unidas en Dinamarca, la sensación entre la mayoría de los cientos de negociadores y ministros presentes en el Bella Centre era de que se estaba abocado a un fracaso en las negociaciones, a menos que los propios Jefes de Estado y de Gobierno de 115 naciones, que están llegando hoy a la capital danesa, logren in extremis una simple declaración política con suficiente contenido para que distraiga a la opinión pública del verdadero fracaso.
Desde hace dos años, en la COP-13 en Bali en diciembre de 2007, se fijó la actual cumbre en Copenhague como la ocasión inaplazable en que concluir y firmar un acuerdo internacional legalmente vinculante que abarcase los múltiples campos que se señalaron en el Plan de Acción de Bali.
El 15 de septiembre 2009 la ONU (a través del AWG-LCA) distribuyó un borrador de acuerdo para la actual cumbre de 181 páginas de extensión, si bien contenía cientos de cuestiones “entre corchetes”, esto es sobre las que no se había alcanzado un acuerdo y para las que figuraban textos alternativos.
Esta mañana, uno de los negociadores de China hablaba de la posibilidad de que los líderes se pusieran de acuerdo en una declaración política de dos páginas. Los ministros europeos, sin embargo, manejaban un borrador de un par de docenas de páginas.
Además de las serias diferencias de fondo sobre el contenido del acuerdo, en los tres últimos días se ha producido un intenso enfrentamiento sobre cuestiones de procedimiento e institucionales, que no dejan de tener su relevancia.
La inmensa mayoría de los países en desarrollo (PEDs) -que son más de 150- han tomado como bandera propia la reclamación que viene planteando desde hace meses China, esto es que el Protocolo de Kioto -cuya vigencia vence al final de 2012- sea prorrogado en vez de sustituirlo por un acuerdo internacional de nueva planta, que es lo que deseaban los países ricos y la propia ONU. Los países africanos y el conjunto del G-77, que agrupa a casi todos los PEDs, han logrado ayer una victoria y el Protocolo de Kioto, retocado, se intentará prorrogar hasta 2020. Pero esta victoria podría haber sido pírrica, ya que ha sumido las negociaciones en un marasmo muy difícil de enderezar. La victoria de los PEDs puede conducir a que no se logre acuerdo alguno significativo, tampoco respecto al Protocolo de Kioto. China es en realidad el responsable de este nuevo conflicto.
Esta confrontación no carecía de importancia. El Protocolo de Kioto tan sólo establece obligaciones de rebajar las emisiones de gases de efecto invernadero a los 39 países industrializados. Los países en desarrollo (PEDs), entre ellos China, India, Corea, Sudáfrica o Brasil, no se ven sometidos a ninguna obligación definida en dicho Protocolo, por lo que al prorrogar su vigencia eluden nuevamente todo compromiso legal hasta 2020. Ahora bien, si los PEDs no asumen compromisos los países ricos no aceptarán ningún acuerdo climático, a menos que se busque alguna vía indirecta, difícil de prever. Además, ni Estados Unidos ni Canadá forman parte hoy en día del Protocolo de Kioto, ni están dispuestos a incorporarse al mismo.
Ante este callejón sin salida, se está intentando una negociación sobre dos vías paralelas: la inmensa mayoría de países discutirá en los órganos existentes del Protocolo de Kioto y EEUU y Canadá se coordinará con ellos desde fuera, por medio de los órganos de la Convención Marco de la ONU de 1992 (UNFCCC), de la que si forman parte. Lo que supone una enorme complicación para cerrar un acuerdo de tal envergadura en tan sólo día y medio.
La ayuda financiera a los países en desarrollo para hacer frente al cambio climático, está resultando ser uno de los mayores puntos de discrepancia. En plena crisis económica los países ricos no están dispuestos a comprometerse formalmente con un elevadísimo flujo de ayuda a los PEDs (con fines exclusivamente climáticos) para el periodo 2013-2020 que, en este último año podría ascender a 100.000 millones de dólares. La Secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton, ha anunciado hoy que su país “contribuiría” con otras naciones ricas para intentar llegar a dicha cantidad, pero no ha especificado una cifra determinada.
Hillary Clinton, como plantea habitualmente la Administración Obama, ha condicionado su contribución financiera a que se establezca en Copenhague una serie de mecanismos internacionales para poder verificar, año a año, que todos los países -incluidos China e India- estén realmente ajustándose a ciertos compromisos de mejora de la eficiencia energética de sus economías. Hasta ahora, China se ha opuesto radicalmente a ser supervisada por organismos internacionales. Ayer dieron a entender una cierta apertura, pero vaga y parece que muy insuficiente.
Por otro lado, por imprecisa que haya sido la oferta de EE.UU. respecto a la ayuda a los PEDs, Obama puede encontrarse con una decidida oposición interna, en el Senado, que debe ratificar cualquier compromiso que se derive de un acuerdo climático, a pesar de que sea el Partido Demócrata el que ostenta la mayoría en ambas cámaras del Congreso. Algunos miembros de la Cámara de Representantes de EE.UU., presentes en la capital danesa, han advertido que parte de la ayuda ofrecida por la Secretaria de Estado Hillary Clinton parece proceder de compromisos ya adquiridos, que serían reorientados a este nuevo paquete, abandonando otras finalidades de la ayuda (sanidad, educación …). Lo mismo puede suceder en otros países desarrollados, en medio de la crisis económica: la prioridad que se pretende dar a las ayudas climáticas podrían detraer fondos de necesidades mucho más perentorias, como la lucha contra la pobreza, el suministro de agua o el desarrollo agrícola.
Los países en desarrollo, por su parte, han repetido en Copenhague que no firmarán ningún texto mientras no sea aclarada la cuantía y las condiciones de la ayuda financiera de los países ricos, tanto para el periodo puente 2010-2012, como para el resto de la década hasta 2020.
En estos momentos, salvando lo que los propios líderes mundiales puedan lograr entre ellos en poco más de 24 horas, el resultado mas previsible de la tan esperada cumbre climática es una breve declaración política para salvar la cara, confiando en que esto resulte suficiente para que en la primera mitad de 2010 se pudiese negociar el acuerdo legal y amplio, que no va a ser sido posible en Copenhague.
Como guinda exótica a toda esta convulsa situación, el Presidente de Bolivia Evo Morales ha reclamado solemnemente ante la asamblea general de delegados que “acabe la esclavitud de la Madre Tierra (la Pachamama) … a la que la someten los países capitalistas”. ¡Bravo, hermano Evo! y que no decaiga la rumba.
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