Científicos del establishment del cambio climático del Reino Unido interfirieron para que no se publicaran artículos críticos con sus ideas, sabotearon a revistas que los publicaban y ocultaron sus métodos de trabajo. En Reino Unido, además de contrario a las prácticas científicas, todo aquello es ilegal. A este suceso se le denomina escándalo Climategate.
Un organismo supervisor británico, anunció anteayer que una conocida universidad actuó ilegalmente al negarse a proporcionar datos sobre estudios del cambio climático a diversos científicos escépticos que la habían solicitado formalmente durante años.
El supervisor es la Information Commissioner’s Office y se ocupa de hacer cumplir la legislación estatal sobre la libertad de información en los organismos públicos. La ley infringida es la Freedom of Information Act.
El centro docente es la Universidad de East Anglia, que sobresale por su participación en los estudios climáticos sobre Reino Unido e internacionales.
El pasado mes de noviembre, pocos días antes de la apertura de la cumbre climática de la ONU en Copenhague, estalló este escándalo al que se ha denominado “climategate”, por analogía al escándalo Watergate que acabó con la carrera del Presidente Richard Nixon en los 70s.
El principal diario británico de izquierda –The Guardian– también informó de este asunto.
Desvelado el acoso a científicos discrepantes y contra la libertad de pensamiento
Personas aun desconocidas colgaron en internet en noviembre 2009 cientos de e-mails que a lo largo de la pasada década se habían cruzado entre sí diversos científicos que propugnan la existencia de un cambio climático catastrófico que tendrá consecuencias desastrosas para la humanidad y para el propio planeta, al que desean “salvar”.
Dichos e-mails revelaban diversas maniobras emprendidas por aquellos científicos para tratar de impedir que científicos críticos con sus posturas pudiesen publicar sus trabajos de investigación en revistas de prestigio e, incluso, la intención de amenazar a estas publicaciones con sabotearlas si acogían artículos de científicos escépticos.
El escándalo Climategate
Por otra parte, muchos de los e-mails trataban sobre maneras para eludir la entrega de datos y metodología relativos a sus propios estudios. Los solicitantes eran científicos que dudaban del rigor científico y veracidad de aquellas investigaciones, quienes recurrieron a la ley británica de libertad de información (Freedom Information Act, FOA).
En el centro de estas maniobras de ocultación y secretismo se encontraba a menudo uno de los principales organismos que elaboran las estadísticas sobre las temperaturas mundiales y el cambio climático: el Climatic Research Unit (CRU), de la Universidad de East Anglia.
El director del CRU, el profesor Phil Jones, acuciado por el escándalo que ya había adquirido dimensiones internacionales, se vio obligado a abandonar su cargo en diciembre 2009 en tanto no concluya la investigación ordenada por la propia Universidad.
Paralelamente, algunos de aquellos científicos perjudicados por las intrigas de los climatólogos presentaron diversas denuncias ante el organismo supervisor británico cuyo veredicto, anunciado anteayer, establece que las tretas de ocultación de datos no sólo son contrarias a las sanas prácticas científicas, sino también ilegales.
Tras este escándalo se vislumbra la sospecha cada vez mas extendida de que buena parte de los pronósticos alarmistas efectuados durante años por numerosos científicos, carecen en realidad de una suficiente base científica.
Se tratarían, más bien, de maniobras políticas para forzar la adopción de medidas climáticas radicales, al tiempo que obtienen recursos multimillonarios para sus propias investigaciones y las de sus colaboradores.
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