EE.UU. está muy cercano a conseguir una total independencia para su suministro de gas natural, lo que no sucedía desde 1955. Además, su precio es tres o cuatro veces inferior al existente en Europa. La exportación de gas de EEUU continuará incrementándose.
Durante el mes de noviembre de 2016 EE.UU. ha efectuado un mayor volumen de exportaciones de gas natural que las cantidades que ha adquirido del exterior. Desde hace 60 años (1955) el país no había sido un exportador neto de gas, durante un periodo anual, conforme al U.S. Energy Information Administration (EIA).
Aunque los previstos repuntes de la demanda interior de gas en EE.UU. a lo largo de este invierno (debido al enfriamiento que ya se percibe) posiblemente revierta transitoriamente la situación, la tendencia a medio plazo está claramente fijada; la dependencia de EE.UU. del gas importado está a punto de concluir, lo que le proporciona no solo beneficios económicos sino una gran libertad de movimiento en la arena internacional.
Este logro histórico de autosuficiencia energética de gas se debe enteramente a la gran expansión en EE.UU. de la tecnología de extracción de gas de las formaciones de esquistos mediante fracturación hidráulica (fracking), lo que da lugar al shale gas, tan imprudentemente denostada en Europa occidental.
Dicho sea de paso, no solo Estados Unidos está a punto de conseguir la independencia en el suministro del gas natural, en contraste con el peligroso sometimiento de Europa al gas de Rusia (de donde procede la tercera parte de todo su consumo de gas), sino que en EE.UU. el precio medio del gas para usos industriales es entre 3 y 4 veces inferior a los existentes en Europa (según la Comisión Europea); en España es 4 veces superior al de EE.UU. (de acuerdo al Ministerio de Industria, Energía y Turismo). No es de extrañar que numerosas empresas altamente consumidoras de gas (químicas, transformación de metales, refinerías de petróleo, cerámicas, vidrio …) se estén desplazando de Europa a EE.UU., contribuyendo a la insensata desindustrialización de nuestro Continente, en aras a la más que discutible política contra el cambio climático.
Desde 2010, año en el que se consolidó el sector del gas de esquisto, las exportaciones de gas de EE.UU. han crecido más del 50%.
La agencia federal EIA, en su Annual Energy Outlook 2016, prevé que la producción de gas de esquisto (shale gas) en el país continuará expandiéndose a un fuerte ritmo hasta por lo menos 2040 –último año considerado- (ver gráfico en pág. ES-5, del informe) a pesar de los adversos precios internacionales existentes en la actualidad. Desde aproximadamente 2018 EE.UU. efectuará exportaciones netas de gas a lo largo de las siguientes décadas.
Los principales países destinatarios del gas de EE.UU. vienen siendo los otros dos integrados en el Acuerdo de Libre Comercio (ALC) NAFTA: Méjico y Canadá, adonde se dirige más del 93% del total, gracias a una considerable red de gasoductos, que han escapado al obstruccionismo del movimiento ecologista.
Exportación de gas de EEUU por barco GNL
No obstante, desde febrero 2016 ha comenzado (por primera vez en la historia de EE.UU.) la exportación por barco de gas natural licuado (LNG, en inglés) desde la terminal Sabine Pass (de la compañía tejana Cheniere Energy), situada en el borde entre Luisiana y Tejas, lo que está permitiendo surtir a clientes en otros continentes. Países como Corea del Sur y Singapur (que ya disponen de ALC con EE.UU.) comenzarán en breve a recibir GNL
Sabine Pass ha sido la primera terminal de exportación de LNG autorizada por la Administración Obama.
Otras dos compañías estadounidenses tienen avanzados sendos proyectos de instalaciones para exportar gas licuado. En la Chesapeake Bay (en la costa atlántica) la compañía Dominion Resources comenzará sus embarques en 2017 con destino a Japón e India. En 2018 emprenderá la exportación una tercera planta de licuefacción, de la sociedad Freeport LNG, situada en la costa de Tejas.
Ciertamente la elevada disponibilidad de gas en EE.UU. –hasta hacer posible su exportación- ha sido un fenómeno reciente pero, de todos modos, la Administración Obama ha impuesto un complejo y largo proceso administrativo para conseguir la autorización federal para la construcción de terminales para la exportación de LNG, en su obsesiva política en contra del reducido cambio climático que se ha producido en las pasadas décadas. A esto se une otras muchas nuevas regulaciones aplicables como requisitos a la propia extracción del gas de esquisto; unas, son normas técnicas necesarias, pero no así otras muchas, que buscan estrangular la extracción de los hidrocarburos para intentar cambiar el clima del planeta.
No cabe duda que el gran desarrollo del shale gas (y del shale oil) en EE.UU. se ha producido a pesar de la Administración Obama, no gracias a su actuación … y sin recibir un centavo en ayudas, a diferencia de las renovables.
El electo Presidente Donald Trump ya ha hecho saber que se dispone a suprimir gran parte del exceso de reglamentación introducida por Obama para dificultar el crecimiento de los sectores del gas y el petróleo, lo que augura una intensa expansión de ambos y la casi desaparición de la dependencia energética del país.
De acuerdo al U.S. Energy Information Administration (http://www.eia.gov) en 2015 la importación neta de petróleo y sus derivados supusieron el 24% del consumo nacional estadounidense, representando el porcentaje más bajo desde 1970. En el conjunto de la Europa no rusa la dependencia del petróleo y derivados importados en 2014 superó el 70%.
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