La entrada de John Kelly al frente de la administración presidencial puede representar un giro hacia una acción política más coordinada y de carácter más pragmático y eficaz. Los Departamentos ministeriales siguen operando con bastante normalidad. John Kelly en la Casa Blanca probablemente será muy beneficioso. La presencia en la Casa Blanca de familiares del presidente es inusual, pero no ilegal.
El 31 de julio el general de Marines retirado John Kelly tomó posesión como nuevo Jefe de Gabinete, esto es como el número uno de la administración de la Casa Blanca.
Cuatro días antes había dimitido Reince Priebus, quién venía desempeñando dicho cargo desde la toma de posesión de Trump a finales de enero.
Unos pocos días antes –el 20 de julio- había tenido lugar en la Casa Blanca otra sonada dimisión, la del Secretario de Prensa Sean Spicer quién también se había incorporado a finales de enero.
Lo cierto es que el medio año de la presidencia de Trump ha estado marcado por una considerable descoordinación en la Casa Blanca y por una casi constante pugna entre diversas personalidades y corrientes. Nada de esto es totalmente inédito en la residencia presidencial de EE.UU., pero sí lo es el grado de desorganización y la intensidad de los enfrentamientos internos. La ineficacia en la alta dirección de la política nacional cundió a lo largo de este medio año y, cual modernos penélopes, lo que unos tejían era deshecho por otros responsables.
Algunas corrientes políticas de la derecha han culpado de esta crisis al ahora dimitido Reince Priebus quien, a pesar de ocupar el puesto máximo en la Casa Blanca (el de Jefe del Gabinete) no conseguía imponer su teórica autoridad, ni tampoco que todas las peticiones de entrevistarse con el presidente pasaran por sus manos.
Sin embargo, tras este medio año ha quedado claro que el culpable de aquella falta de autoridad de Priebus y de la rampante desorganización interna (con líneas de actuación que topaban unas con otras) ha sido el propio Presidente Trump. Es él quien ha fomentado la existencia de varios núcleos de poder dentro de la Casa Blanca, minando con ello la posición de R. Priebus y manteniendo reuniones con numerosos consejeros excluyendo de las mismas al Jefe del Gabinete. Además, la presencia en la Casa Blanca de dos familiares del presidente, su yerno Jared Kushner y su hija Ivanka, ha favorecido que actúen por su cuenta, al margen de Priebus.
Quienes conocieron de cerca a Donald Trump en su etapa empresarial afirman que aquel fue su estilo de dirigir su emporio económico: estimular no sólo el debate interno continuo sino una pugna entre varios grupos de directivos, actuando Trump como el único coordinador.
Resulta ahora evidente que este estilo de dirigir está resultando perjudicial para la alta dirección política del país, y aún más tratándose de uno de tamaño continental y de gran complejidad como es Estados Unidos.
Al anterior error se suma el caótico uso que Trump hace de las redes sociales, colocando en su cuenta de Twitter numerosos mensajes redactados en términos inapropiados para un Jefe de Estado y, lo que es todavía peor, sin someterse a la consideración de ninguno de sus colaboradores. Su contenido político suele ser discordante con las propuestas que están siendo impulsadas en cada momento por los miembros del gabinete y, las más de las veces, resultan inoportunas al desviar a la opinión pública de los principales mensajes que sus Secretarios tratan de resaltar día a día.
Como se dice en Washington, Trump se siente muy incómodo con los modos de actuar que se han ido estableciendo durante siglos –necesarios para un funcionamiento eficaz de la Casa Blanca-, dando rienda suelta a sus impulsos de cada momento a través de Twitter sin tener en cuenta las consecuencias de sus mensajes.
A fin de cuentas, como es bien conocido en la capital de EE.UU., cada presidente tiene el tipo de administración de la Casa Blanca con el que se siente cómodo, y el caso del actual inquilino refleja perfectamente esta consideración.
Pero durante el medio año de aquel esquema de funcionamiento ha mermado seriamente la eficacia del equipo director de la política nacional, al tiempo que ha producido un desgaste político de la nueva Administración federal. Cierto es que los seguidores que apoyaban a Trump a finales del año pasado siguen haciéndolo hoy, pero no ha ganado todavía a nuevos sectores de la opinión pública.
Además, el desenlace de esta crisis ha alejado algo a Trump de la dirección federal del Partido Republicano (P.R.), de la que procedían ambos dimisionarios: el Jefe del Gabinete Priebus y el Secretario de Prensa Spicer. No puede hablarse de ruptura de Donald Trump con la dirección del P.R. porque existen otros cauces activos entre ambos, pero sí de un debilitamiento. De llegarse algún día a aquella situación de ruptura –lo que es muy improbable que suceda- la Administración Trump se tambalearía.
Por otra parte, conviene recordar que la presencia de dos familiares de Trump en la administración de la Casa Blanca es muy inusual, pero no ilegal. De haber habido algún resquicio de ilegalidad la oposición ya habría emprendido acciones judiciales, lo que no es el caso.
Que Donald Trump va a continuar con un estilo atípico de dirigir la Casa Blanca mientras siga siendo presidente, ya nadie lo duda, pero el establishment republicano (congresistas, gobernadores …) demanda una reforma a fondo de la administración presidencial y la adopción de formas de funcionamiento menos disfuncionales que ofrezcan resultados superiores a los del primer medio año. Esto es lo que se espera del nuevo Jefe de Gabinete, John Kelly … si Trump se lo permite.
Durante estos primeros seis meses, John Kelly ha ocupado el destacado puesto de Secretario de Seguridad Interior (el equivalente a los ministros del interior en Europa). Entre otras dificultades ha debido hacerse cargo en primera persona de los avatares de la restricción de entrada de inmigrantes decretada por Trump tras su toma de posesión, que ha sido detenida por los tribunales en diversos momentos. La actuación de Kelly ha levantado menos críticas de envergadura de las que serían de esperar ocupándose de semejantes temas.
Este general de Marines en la reserva es muy probable que –a diferencia de su predecesor- vaya a ser escuchado por el presidente, ya que Trump ha mostrado un gran respeto hacia varios altos militares. También es previsible que logre constituirse en el único cauce para lograr entrevistas con el presidente, salvo quizá respecto a los dos familiares de Trump.
Una de las primeras medidas tomadas por Kelly –y aceptada por Trump- ha sido destituir a un estrambótico personaje de Nueva York que el presidente había nombrado 10 días antes como responsable de Comunicaciones de la Casa Blanca: Anthony Scaramucci. Este primer paso de Kelly ha resultado ejemplificador para el conjunto del equipo, que deberá adaptarse a los nuevos aires y abstenerse de sus comportamientos caóticos y de filtraciones noticias a los medios.
John Kelly Casa Blanca
Por otra parte John Kelly, como la mayoría de los altos cargos militares de EE.UU., contempla los problemas de un modo más pragmático que ideológico: los asuntos prioritarios del programa presidencial han de ser resueltos del modo que resulte posible en cada momento, inclinándose hacia una colaboración bipartidista que hasta ahora ha estado totalmente ausente (por la actitud de ambos partidos). Colaboración que es decisiva en el Senado ya que los proyectos de ley requieren una mayoría cualificada de 60 votos y el Partido Republicano dispone solo de una mayoría de 52 escaños de los cien totales.
Kelly asume su nueva responsabilidad por sentido de Estado, por patriotismo, para tratar de contribuir a la mayor eficacia de la Administración del presidente que los estadounidenses eligieron el pasado noviembre. Su cometido de poner orden podría producirle un cierto aislamiento de los principales consejeros, que ejercerán cierta resistencia y, por desgracia, nadie puede asegurar que no vaya a ser punteado por Trump en el futuro, lo que precipitaría su abandono de la Casa Blanca. Por otro lado, Kelly es apoyado por el establishment republicano, por personalidades militares y por el principal diario de la derecha, el Wall Street Journal.
Ante de concluir es preciso aclarar que el funcionamiento un tanto caótico y disfuncional al que nos hemos referido se produce ante todo en la administración de la Casa Blanca, en la cúpula del poder federal. El conjunto de los departamentos (ministerios) gozan de una estabilidad mucho mayor así como de un rendimiento considerable, que prácticamente no se ve reflejado en la prensa española. La gran mayoría de los secretarios (ministros) del Gabinete Trump constituyen unos gobernantes responsables y varios de ellos, muy cualificados. De todos modos, resulta inevitable que el barullo en la cúpula repercuta en los escalones inferiores.
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