Las cuatro congresistas demócratas. Alguna, iluminada
El Presidente Donald Trump nunca debió escribir en Twitter sus palabras denigratorias del 14 de julio contra las cuatro congresistas, pertenecientes a minorías étnicas, de que “se vuelvan a sus países”. Ha sido un exabrupto más de este presidente, al utilizar una expresión que de modo habitual se emplea en las calles de EE.UU. para injuriar a personas de supuesto origen extranjero. Su afirmación fue claramente xenófoba y, por tanto, rechazable. Que multitud de figuras públicas le hayan criticado es, por consiguiente, comprensible. Pero ahí no acaba esta cuestión.
Por desgracia, la mayoría de los políticos estadounidenses de izquierda cuentan con muy poca autoridad para descalificar al actual presidente por sus insultos de la pasada semana. Esto resulta una desgracia para el país, porque supone que casi la mitad del espectro político ha caído muy bajo, no solo Donald Trump.
En concreto, como uno de los mejores ejemplos de ese desprecio hacia el contrincante, puede citarse lo sucedido durante la fase final de la campaña electoral de 2016, cuando la corrupta -y derrotada- candidata a la presidencia, Hillary Clinton, calificó de “puñado de deplorables” [basket of deplorables] a las decenas de millones de seguidores del candidato Donald Trump.
Es también lamentable que en España puede que esta descalificación de grandes sectores de la población no nos sorprenda. Pero, en EE.UU., eso es simplemente muy inusual y no se tolera fácilmente.
Ahora bien, pueden contarse con los dedos de una mano los políticos de izquierda que criticaron a la candidata Hillary Clinton por ese grave insulto.
También bastan los dedos de una mano para contar los medios de comunicación estadounidenses -y españoles- que se desmarcaron de la afrenta de Hillary Clinton. Es como si a la izquierda no se le pudiera pedir cuentas por nada.
Dicho sea de paso, los “deplorables” se desquitaron colocando en la Casa Blanca a su candidato, hartos de los desprecios de las élites progresistas de EE.UU. (académicas, mediáticas, de Silicon Valley, etc.) durante muchos años. Una muestra ilustrativa de eso, es lo que el candidato Barack Obama afirmó en 2008 sobre más o menos aquellos mismos ciudadanos:
“No es sorprendente que [los habitantes de zonas industriales en decadencia, como Pennsylvania] se sientan amargados y que se aferren a las armas y a la religión, sintiendo antipatía hacia las personas que no son como ellos …”.
Evidentemente, nada de lo que acabamos de decir justifica el desprecio que Trump expresó hace una semana hacia dichas cuatro congresistas, por muy impresentables que sean varias de ellas.
Presentemos, brevemente, a las cuatro joyitas.
Ilhan Omar. Inmigrante de Somalia, nacionalizada en EE.UU. Edad: 36 años. Religión: musulmana. Congresista demócrata desde 2019, por un distrito de la ciudad de Minneapolis (Minnesota), en el que anteriormente habían elegido a un musulmán negro extremista: Keith Ellison, quien además perteneció a la organización radical la Nación del Islam. Es la primera mujer musulmana negra que ha accedido al Congreso.
Alexandria Ocasio-Cortez (AOC), hija de padres de Puerto Rico. Edad: 29 años. Profesión: camarera y activista, mucho activismo. Miembro de la organización Socialistas Demócratas de América (Democratic Socialists of America – DSA). Congresista demócrata desde 2019, por el distrito del Bronx (N.Y.). Personaje al que dediqué un artículo a comienzos de este año.
Rashida Tlaib. Hija de inmigrantes palestinos. Edad: 42 años. Religión: musulmana. Profesión: abogada. Fue congresista en la cámara baja del estado de Michigan. Miembro de la organización Socialistas Demócratas de América (Democratic Socialists of America – DSA). Congresista demócrata desde 2019, por un distrito de Detroit (Michigan).
Ayanna Pressley. Edad: 45 años. Estudió en la Universidad Metropolitana de Boston. Profesión: trabajó en diferentes actividades. Concejal de la ciudad de Boston entre 2010 y 2019. Congresista demócrata desde 2019, por un distrito de la ciudad de Boston.
La izquierda extrema del Partido Demócrata pugna por el control
Las cuatro congresistas constituyen parte de lo peor de lo que hoy en día hay en el Partido Demócrata. Ellas, junto con el senador “socialista” Bernie Sanders y la senadora extremista Elizabeth Warren -ambos precandidatos a las presidenciales de 2020-, constituyen las cabezas visibles del ala de izquierda extrema de los demócratas, que están combatiendo por hacerse con el dominio sobre el partido, desplazando a los políticos centristas del establishment. Hacía décadas, que no sucedía nada semejante en ese partido.
Bernie Sanders Elizabeth Warren
De hecho, cuando Trump cometió el claro error de enviar su tweet las cuatro congresistas estaban enzarzadas en una agria discusión interna con la número uno del Partido Demócrata: la señora Nancy Pelosi, veterana del Congreso, dirigente moderada y actualmente jefe (Speaker) de la Cámara Baja.
Nancy Pelosi. Jefe (Speaker) de la Cámara Baja del Congreso
Desde hace meses las cuatro congresistas novatas vienen intentando presionar a la Sra. Pelosi en favor de medidas radicales que el establishment demócrata (el Comité Nacional Demócrata y los líderes en el Congreso) considera contraproducentes para el partido. Un ejemplo de ello está siendo la insistencia en emprender cuanto antes en el Congreso la recusación (impeachment) del Presidente Trump, lo que se volvería en contra de la izquierda en las elecciones de 2020.
La Sra. Pelosi, por su parte, cansada de la osadía de las bisoñas congresistas, les había dado a entender públicamente a mediados de abril que apenas disponen de seguidores en el partido, a lo que varias de ellas –arropándose en el buenismo imperante- respondieron airadas que era “abiertamente irrespetuoso” criticar a mujeres de color en cargos de representación, como si fuesen intocables y como si criticar a mujeres negras supusiera “racismo”.
El Presidente Trump les hizo el favor de ofrecerles sus tweets e interrumpir esa porfía, pero el duro enfrentamiento interno en la izquierda no ha hecho mas que suspenderse provisionalmente. En muy poco tiempo se reemprenderá a plena luz del día. Para algunos analistas conservadores, ambas posiciones presentes en el Partido Demócrata son escasamente compatibles. Ya se verá.
Cuanto más se prolonguen estas hostilidades, más posibilidades habrá para la reelección de Donald Trump. Si el ala izquierdista llegara a dominar el partido -lo que es poco probable-, tendrían perdidas las elecciones del próximo año, pero el daño al país sería enorme y duradero. El éxito del sector centrista de los demócratas, es lo deseable.
Las posiciones de las cuatro congresistas
Ilhan Omar
La congresista de origen somalí Ilhan Omar es la más nociva -casi venenosa- de las cuatro, con posturas claramente antiamericanas, favorables a los terroristas islamistas, equiparando a EE.UU. con Al Quaida y quitando importancia a los atentados del 11 de septiembre de 2001. Esta es la joyita del Partido Demócrata, que viene mordiendo la mano que le ha sacado de la miseria y del terror de su país de nacimiento.
Esta peculiar congresista declaró lo siguiente en su discurso del 23 de marzo de 2019 ante el CAIR (Council on American-Islamic Relations), en Los Angeles: “CAIR se estableció tras el 11 de septiembre, al reconocer que algunas personas hicieron algo y todos nosotros [los musulmanes que vivimos en EE.UU.] empezamos a perder acceso a nuestros derechos civiles”. Rematando con el nuevo victimismo de que “los musulmanes empezamos a sentirnos ciudadanos de segunda clase”.
Para quien le cueste seguir tan retorcido y despreciable razonamiento: “algunas personas”, para la congresista, son los terroristas de Al Qaida del 11 de septiembre. “Algo”, es su forma de referirse a los atentados.
Conmovedora descripción de quien ha aprendido muy rápido a instrumentalizar el complejo de culpabilidad y el izquierdismo (opresores / oprimidos) de los progresistas estadounidenses, incluso ante el peor ataque al país desde la Segunda Guerra Mundial. Y los ciudadanos musulmanes de EE.UU., pasan a ser las víctimas del 11-S … según esta individua.
Semejante desprecio hacia las casi 3.000 víctimas mortales y las decenas de miles de heridos de los atentados del 11 de septiembre y la “trivialización” de la matanza en sí misma -que pasa a convertirse en “algo”-, se (des)califica por sí mismo. Pero toda la brigada mediática de la izquierda salió en tromba a justificar las palabras de esta sujeta, pretendiendo que ella no dijo lo que dijo. Quien quiera comprobarlo por sí mismo, pinchando aquí escuchará la frase, al comienzo de la grabación.
En octubre de 2017, esta joya de gratitud hacia quienes le han acogido con -excesiva- generosidad, envió un tweet considerando criminales a los soldados estadounidenses que en 1993 (“mataron a miles de somalíes”), cuando Somalia sufría una horrible hambruna provocada por una sequía y por los señores de la guerra islamistas que acaparaban la ayuda internacional, intervino el ejército de EE.UU. (bajo Bill Clinton) para intentar que la ayuda llegase realmente a quienes la necesitaban.
A quienes mataron los soldados americanos en Mogadiscio no fueron simples “somalíes”, sino a los terroristas a las órdenes de un señor de la guerra relacionado con Al Qaida, cuando les atacaron en el centro de la capital, Mogadiscio, como se exponía en la excelente película “Black Hawk Down”. Lástima que no cayeran más terroristas, aunque esto le entristeciera mucho a la desagradecida congresista de origen somalí.
Los comentarios antisemitas de la congresista Ilhan Omar han sido constantes, mucho antes de su llegada al Capitolio. A principios de este año, la señora Pelosi tuvo que someter a votación en la Cámara Baja una moción condenando el antisemitismo -que fue aprobada-, para que no se adjudicara a todos ellos los comentarios de la tal Ilhan Omar.
Esta radical hipócrita a menudo se ha retractado durante 2019 de sus afirmaciones impresentables cuando han levantado más polémica, para reafirmarse en ellas pocas semanas después. No parece que tenga arreglo.
Alexandria Ocasio-Cortez (AOC)
Las posiciones referentes a la congresista Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) ya las repasé en mi artículo del pasado mes de febrero. Sus comentarios antisemitas han sido frecuentes y sus pronunciamientos sobre Israel están a la altura de los de la rancia progresía española. AOC nunca ha ocultado su simpatía hacia el régimen chavista de Venezuela y, también, hacia el patán dictator que viene destrozando ahora el país: Nicolás Maduro. Se ha alineado con el propio Maduro y con el impresentable expresidente del gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero, en la fórmula para superar la gravísima crisis del país: negociar con Maduro.
En cuanto a la economía de EE.UU., se propone hundirla en unos pocos años, creando un desempleo de muchos millones de trabajadores, con su plan de choque: el New Deal Verde. En mi artículo de febrero lo explicaba de este modo:
“El propósito es desplazar completamente el uso de los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón, que hoy suponen el 81% del total) por las energías renovables, en 10 años, reduciendo casi a cero las emisiones de CO2 a la atmósfera de EE.UU., que es el segundo emisor mundial, sólo por detrás de China”.
“El potente organismo federal U.S. Energy Information Agency (EIA), en sus Previsiones 2019 (página 28), prevé que en 2050 (dentro de 30 años), los combustibles fósiles seguirán suponiendo un elevadísimo porcentaje, en torno al 78%, de la demanda primaria de energía en EE.UU.” Sin comentarios.
Rashida Tlaib
La congresista Rashida Tlaib, como hija de palestinos, ha expresado su extremismo particularmente en relación a la política hacia Israel.
De especial relevancia son lo que podríamos llamar sus malas compañías. El día de su toma de posesión en el Capitolio, Tlaib invitó a un activista palestino (Abbas Hamideh) para quien Israel es una “entidad terrorista“.
Rasmea Odeh, quien aparece en una foto conjunta con Tlaib, es un terrorista palestino que hace años asesinó a dos estudiantes israelíes en un mercado de Jerusalén mediante un atentado con bomba. Además, la congresista ha colocado una foto aprobatoria de Mohammed Ali quien acuchilló a tres soldados israelíes en Jerusalén, según recogió una grabación de vídeo. Y así un largo etc. mostrando relaciones de ese tipo, tan elocuente. Dime con quien vas (y quien te gusta) y te diré quién eres, como reza el refrán.
Esta congresista, amiga de indeseables, gusta en calificar a Israel de “estado racista”, a pesar de ser el único estado democrático de la región y permitir la participación en sus elecciones a los palestinos que viven en el país desde hace tiempo, de quienes hay 12 miembros en el parlamento israelí (Knesset), de un total de 120 diputados.
Además, Tlaib es partidaria de que en el futuro haya “un único estado” en lo que ahora es Israel y los territorios ocupados desde 1967, en el que convivan judíos y palestinos. Aparentemente es lo mismo que propugna Donald Trump y el Primer Ministro Benjamín Netanyahu: “un solo estado”, no dos, como viene promoviendo la comunidad internacional. Pero el nuevo país, que no se llamaría Israel, sería muy diferente al que aspiran Netanyahu y Trump, ¿quién puede dudarlo? Debería admitir a millones de palestinos emigrados y el reparto del poder sería el inverso que en la actualidad.
Finalmente, la congresista propone suspender el apoyo financiero de EE.UU. a Israel, y respalda el movimiento izquierdista que desde EE.UU. promueve el Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) en contra del estado de Israel.
Claro que los primeros días de febrero de este año, 2019, 77 de los 100 senadores de EE.UU. (esto es, todos los republicanos menos uno y 25 demócratas) votaron en favor de una resolución “reforzando el apoyo estadounidense a Israel y Jordania, sancionando al régimen sirio de Assad, permitiendo que las administraciones estatales y municipales de EE.UU. no inviertan sus fondos en compañías que estén haciendo boicot a Israel o desinvirtiendo por motivos no comerciales”. Esto es, las empresas y fondos de inversión estadounidenses que boicoteen a Israel, podrán sufrir el mismo trato dentro de EE.UU. Bien hecho.
Ayanna Pressley
La cuarta congresista de dudosa respetabilidad, Ayanna Pressley, representa la intolerancia progresista frente a la libertad de expresión y a una verdadera diversidad de opiniones, que ellos siempre rechazan. Por ejemplo, en la conferencia Netroots Nation celebrada el sábado 14 de julio, Pressley se expresó del siguiente modo:
“No quiero incorporar una silla a una vieja mesa … Si alguien no está preparado a venir a esa mesa y representar la correspondiente voz, que no venga … No necesitamos ya rostros marrones [de personas cobrizas o mestizas] que no deseen hablar con una voz marrón. No nos hacen falta caras negras que no se expresen con voces negras …”
Está claro, ¿no? Sólo son bienvenidas las personas negras, marrones o de otras minorías -reales o inventadas-, si se expresan con las ideas que los progresistas les asignan y exigen que empleen.
Estas fanáticas censoras encajarían bien en la novela de George Orwell, 1984. Ellas cuatro y sus compadres progres de las universidades, los medios, etc., constituyen el Ministerio de la Verdad y ¡ay de quien se aparte de su estricto y obligado guion!
Las cuatro congresistas representan la intransigencia de todos aquellos progres que se niegan a reconocer a Margaret Thatcher como la primera mujer gobernante de uno de los grandes países, porque no repetía sus ideas descabelladas, feministas o de otro tipo. En EE.UU., no admiten que el magistrado del Tribunal Supremo Clarence Thomas sea la primera persona negra que ha accedido al Alto Tribunal, debido a su gran delito: ser conservador.
La realidad no es la realidad. Sólo ellos están capacitados para determinar -por razones ideológicas- la verdad y la mentira, por mucho que se alejen de lo real.
El programa electoral de máximos de la izquierda extrema
Por otro lado, las cuatro congresistas en cuestión, con distinto énfasis cada una de ellas, propugnan el programa maximalista que está delimitando un ala del Partido Demócrata:
— destrozar la economía con políticas climáticas extremas;
— introducir una enorme elevación de los impuestos, colocando en el 70% el tipo máximo, frente al 37% que introdujo Trump en 2017;
— ampliar -mediante una cacicada- el Tribunal Supremo, si gobierna la izquierda, para recuperar la mayoría que perdieron en 2018, tras los dos nombramientos de Trump (Gorsuch y Kavannaugh);
— fijar un único salario mínimo en todos los estados;
— ofrecer gratuidad universal en la educación universitaria, hasta cuatro cursos;
— extender al máximo -en los estados- las circunstancias en las que abortar después de las 20 semanas fijadas en la sentencia del Tribunal Supremo de 1973 (Roe vs Wade). Se podría abortar hasta el momento mismo del parto, legalizando el infanticidio;
— proporcionar una renta básica de subsistencia, aun a aquellas personas que no hayan querido trabajar durante los años de su vida laboral;
— extender la asistencia pública a todos los ciudadanos, que es una medida que ni siquiera Barack Obama -teniendo mayoría en ambas cámaras del Congreso en 2009 y 2010- propuso. Esto suprimiría los planes privados de asistencia que las empresas proporcionan a unos 170 millones de personas, que están satisfechas con este sistema;
— dar compensación económica histórica a los descendientes de las minorías que sufrieron esclavitud hace algunos siglos y también a los pieles rojas;
— suprimir el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, de las siglas en inglés), reduciendo a un mínimo la búsqueda de los inmigrantes que entraron ilegalmente en EE.UU., esto es, unos 10 millones de personas;
— echar abajo los muros y vallas existentes en la frontera con Méjico, que ascienden a unos 2.000 km. de longitud, construidos en su inmensa mayoría bajo presidentes anteriores a Donald Trump, facilitando una invasión de muchos millones de sin papeles.
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