Insatisfacción sobre la marcha de la economía. Inseguridad internacional e interior. Inmigración ilegal. Persecución de los opositores políticos. La tiranía de lo políticamente correcto. Contra la familia. Ideología de género. El Tribunal Supremo. Buenismo e islamofobia. Algunas de las razones del triunfo Trump 2016.
La presidencia de Barack Obama ha introducido, de momento, una amplia impronta en la sociedad estadounidense. Buena parte de su legado recibe una valoración negativa de los ciudadanos conservadores. No es de extrañar, ya que Obama fue el presidente con políticas más de izquierda de toda la historia del país, forzando un cambio social a un ritmo hasta ahora desconocido. Estos experimentos suelen provocar una reacción en contra.
Desde el comienzo de la precampaña en 2015 todo el mundo sabía que Hillary Clinton se disponía a practicar una política continuista respecto a su predecesor. Por ello, en cierta forma podría decirse que la contraposición electoral del 8 de noviembre en realidad se producía entre Trump y Obama.
I) Insatisfacción sobre la marcha de la economía (La gran recesión)
Trump ganó las elecciones, principalmente, porque los ciudadanos buscaban un cambio en la economía del país y en la personal: un mayor crecimiento económico, la creación de más empleos y una mejora de los salarios más bajos e intermedios.
El 52% de los votantes de Trump consideraban el 8 noviembre que ése era el principal problema del país, conforme a las encuestas a pié de urna la noche electoral.
Desde 2009 (primer año de Obama) hasta la actualidad las tasas de crecimiento anual del PIB oscilaron en torno al 1,7%, la mitad que en el periodo anterior, lo que supone un cambio de tendencia. A esta lenta recuperación económica, se la conoce allí como la Gran Recesión (aunque técnicamente, la recesión supone caída de la actividad).
El desempleo se ha ido contrayendo y a comienzos de 2016 se situaba en un saludable 5%. Ahora bien, los ingresos medios de buena parte de las clases medias apenas han crecido desde mediados de 2009, cuando finalizó la crisis económica en EE.UU. y Obama ya ocupaba la presidencia.
En España esos datos macroeconómicos serían bien acogidos, pero para la sociedad estadounidense resultan muy insatisfactorios, acostumbrada a mejores resultados durante las décadas precedentes. Las encuestas sobre el estado de ánimo de los ciudadanos así lo indican.
De hecho, a mediados de los 2000s parte de los trabajadores manuales, sobre todo los de raza blanca, se pasaron del Partido Demócrata al Republicano, al sentirse olvidados por la coalición progresista en la que los ecologistas, feministas radicales, LGTB y otros colectivos han pasado a ocupar el centro de las preocupaciones del partido de la izquierda. Ahora, esos mismos sectores de trabajadores se están revelando en el interior del Partido Republicano, apoyando a Trump, ante lo que viven como una potencial segunda marginación.
II) Inseguridad internacional e interior
El 18% de los votantes de Trump consideraban el 8 noviembre que el principal problema del país era el terrorismo; las encuestas no diferenciaban entre terrorismo en el exterior o interior del país.
Tras seis años de guerra civil en Siria y su desmembración territorial de facto, el surgimiento del Estado Islámico y su conquista de un tercio de Siria e Irak, el hundimiento de Libia en una situación de estado fallido, al igual que Yemen, la sociedad estadounidense ha llegado hace tiempo a la conclusión de que gran parte de Oriente Medio está fuera de todo control, en una crisis imparable … y tiene razón.
El resumen de la situación actual, en boca de Kenneth M. Pollack (Foreign Affairs, marzo 2016), es el siguiente: “El moderno Oriente Medio no ha sido muy tranquilo, pero nunca estuvo tan mal” (como en la actualidad). “No se conocía semejante caos en la región desde las invasiones de los mongoles en el siglo XIII”. “Es más, resulta improbable una mejora a corto plazo”.
Internamente en Estados Unidos, tanto la presidencia de Bush como la de Obama han conseguido un gran logro: evitar durante 15 años la repetición de otro gran atentado como el del 11 de septiembre de 2001. Los intentos han sido numerosos, pero todos fueron abortados a tiempo. La seguridad no cae del cielo, como una manzana madura. Ambas Administraciones merecen reconocimiento por este destacado éxito.
No obstante, a partir de 2009 han ido teniendo lugar graves atentados islamistas, aunque hayan sido protagonizados siempre por uno o dos individuos, lo que dificulta mucho su prevención. El total de víctimas mortales del terrorismo islamista en EE.UU. entre 2009 y la actualidad ha sido de 99 y unos 385 heridos. El más reciente y mortífero atentado fue en Orlando (Florida), en junio de 2016; un estadounidense musulmán, de padres afganos, disparó y mató a 50 personas e hirió a otras 53; simultáneamente, anunció su lealtad a ISIS.
III) Inmigración ilegal
El 13% de los votantes de Trump consideraron la inmigración como el principal problema del país, en las encuestas a pié de urna el 8 de noviembre.
Pocos de esos votantes negarían que conviene que EE.UU. continúe siendo un país de (nuevos) inmigrantes. Ciertamente, cada año están entrando en el país más de 1,6 millones de inmigrantes, si se cuenta tanto los que lo hacen legalmente (casi un millón) como los otros. Lo que no evita que en España algunos descerebrados aseguren que EE.UU. es un país “xenófobo” y otras lindezas semejantes.
Se ha estimado (Pew Research Center. Hispanic Trends) que la mitad de los aproximadamente 11,5 millones de residentes indocumentados que hay en Estados Unidos en la actualidad, accedieron al país por la frontera sudoeste, con Méjico; esto hace unos 6 millones de personas, la mayoría de las cuales se han incorporado al mercado de trabajo.
Por otro lado, cada año entran por tierra, por la frontera con Méjico, una cifra considerable de inmigrantes por medios ilegales. En el año fiscal 2015, último número disponible, el Departamento de Seguridad Interior estima que entraron unos 280.000.
Finalmente, son casi el doble las personas extranjeras que entran en EE.UU. –casi siempre por avión- con algún tipo de visado transitorio y permanecen en el país fuera del plazo de validez, esto es, ilegalmente (overstays). Son unos 500.000 al año quienes actúan de este modo.
Apenas se habla de estos últimos, entre otros motivos porque la gran mayoría son licenciados universitarios y por lo general acaban encontrando algún acomodo laboral. Por el contrario, quienes entran por tierra desde Méjico –los “espaldas mojadas”- suelen tener poca cualificación profesional, aceptan sueldos y otras condiciones laborales peores, lo que perjudica al estrato inferior de los trabajadores estadounidenses. Estos mismos trabajadores poco cualificados de EE.UU. son también los que más están soportando la competencia de los bajísimos sueldos en los países emergentes –como China- a través de los productos importados.
Para ese sector de la población estadounidense, inmigración ilegal –descontrolada- y comercio exterior se han convertido con los años en la imagen del origen de la degradación de sus condiciones de vida en la pasada década y media.
Por otro lado, el 81% de los votantes de Trump apoyaban la construcción del muro en la frontera con Méjico en las encuestas a pié de urna.
Apenas se ha informado de que ya hay un muro construido en la tercera parte del total de la frontera: unos 1.040 km. de los 3.200 kms. totales. Ni que el primer tramo se construyó en 1993. Por tanto, lo que Trump propone y sus votantes aprueban es completar el muro, sobre todo en territorio de Tejas, a lo largo de Rio Grande. Tampoco se informa de que en el año fiscal 2016 (que terminó en septiembre) la policía de fronteras ha echado el alto (aprehenssions) a una media mensual de 34.073 personas sin documentación en la frontera sudoeste (408.870 al año).
Aún menos se habla del riesgo de avalancha inmigratoria con que vive en la actualidad Estados Unidos. Según una encuesta de 2014 del Pew Research Center, un 34% de los 120 millones de los ciudadanos mejicanos que residen en su país (esto es, 40 millones) desearían trasladar su residencia a su vecino del norte. Al igual que sucede en el conjunto de las naciones del mundo, nunca antes la humanidad había expresado una intención tan viva y extendida de buscar fortuna en otro país. De acuerdo a la encuesta Gallup realizada en 151 países en el periodo 2009 a 2011, 640 millones de personas del mundo desean emigrar.
IV) Persecución de los opositores políticos
Se trata del conocido como “escándalo IRS”, del que no había precedente en décadas.
En mayo 2013 se destapó que la Hacienda Federal (IRS – Internal Revenue Service) había estado obstaculizando durante unos dos años la inscripción (que comporta exención fiscal) de unas 250 organizaciones cívicas y sociales conservadoras, particularmente ligadas al movimiento Tea Party, que venían desplegando una campaña de crítica contra determinadas políticas de la Administración Obama. Durante el verano de 2010 el propio Obama había calificado esa campaña de “peligro para la democracia”, aunque ni siquiera se presentó una demanda judicial en contra de dicho supuesto peligro. Más tarde, Obama declaró no saber nada de esta persecución a los conservadores.
Finalmente, en mayo 2014 el Inspector General del Departamento del Tesoro (TIGTA) verificó que este amplio acoso partidista se había dirigido desde la sede central del IRS en Washington, que empleó “criterios inapropiados”, que provocaron “demoras ilegales” en el tratamiento de lo solicitado por dichas organizaciones. También se desveló que la dirección nacional del IRS había planteado al Departamento de Justicia la posibilidad de clausurar pura y simplemente esas organizaciones por cometer “delitos penales”, lo que no llegó a prosperar. Además, el senador demócrata Carl Levin, a punto de retirarse de la política por su edad, presionó reiteradamente a la agencia tributaria para que consiguiese clausurar las organizaciones conservadoras.
El senador republicano Marco Rubio acusó a la Administración Obama de emplear a la agencia tributaria “como instrumento político para atacar a sus enemigos, dificultando que los ciudadanos digan aquello que no le gusta” (a Obama). El senador republicano concluía que los escándalos IRS, el de Bengasi y otros desvelaban “una cultura de intimidación” desde la Casa Blanca.
El analista de la cadena ABC Terry Moran declaró que esto “ha sido un auténtico abuso de poder propio de Nixon, realizado por la Administración Obama”.
La encuesta NBC News/Wall Street Journal de mayo 2013, mostraba que el 55% de los encuestados creían que este asunto planteaba dudas sobre la honestidad e integridad de la Administración Obama y el 33% culpaba directamente al presidente.
Justo al hacerse público este escándalo, en mayo 2013, el director de la agencia tributaria, Steve Miller, se vio forzado a dimitir.
En Estados Unidos, esto supuso un gran escándalo político durante todo un año, hasta mayo 2014.
V) La tiranía de lo políticamente correcto
Como ha dicho una columnista del WSJ (que durante los 80s redactaba discursos a Ronald Reagan), Peggy Noonan: “durante el pasado cuarto de siglo (desde comienzos de los 90s) nadie en nuestro país se ha librado de ser reprobado o humillado alguna vez por usar un concepto equivocado o por tener ideas consideradas inapropiadas”.
La libertad de expresión y la tolerancia se han ido recortando en EE.UU. las pasadas décadas de forma sorprendente, tratándose de un pueblo celoso de su libertad y derechos. Esta progresiva tiranía del lenguaje y de las ideas, ha ido siendo impuesta por una estrecha alianza tejida entre el mundo académico progresista (dominante en la gran mayoría de las principales universidades estadounidenses), la red de medios de izquierda (encabezados por el New York Times y la CNN), el Partido Demócrata y los movimientos que han impulsado desde el hundimiento de la URSS en el verano de 1991 (que ocasionó un profundo vacío ideológico y de estrategia en la izquierda occidental): el feminismo radical, el ecologismo extremista, la ideología de género, el animalismo, el laicismo extremo y otros.
La idea de lo políticamente correcto, referido al lenguaje, la establecieron y emplearon profusamente los partidos comunistas desde comienzos del siglo XX en Europa –como un instrumento más de su tiranía-; la reciclaron algunos intelectuales franceses (como Michel Foucault …), llegando finalmente a EE.UU. donde su profesorado universitario progresista le dio más o menos su forma actual a mediados de los 80s. El New York Times lo popularizó durante los 90s.
Numerosos políticos y comentaristas de la derecha estadounidense han interpretado tras el triunfo de Trump en las elecciones que los votantes han repudiado muchas de las nuevas formas de vida que han ido implantándose en EE.UU. la pasada década. El anterior gobernador de Florida (1999-2007) y familiar de dos presidentes, Jeb Bush, se expresaba así: “los (norte)americanos han votado en contra de …. la cambiante cultura de este país”. En ese país el término de “cultura” recibe también el sentido de formas sociales de vida.
VI) Contra la familia. Ideología de género
Como es bien sabido, en toda su historia los estadounidenses han tenido un gran apego a la institución familiar. Desde la década de los 60s la evolución general del mundo occidental ha ido debilitando estos vínculos, también en EE.UU., pero sin cuestionar su papel central en la sociedad.
Sin embargo, el Presidente Obama ha intentado revertir esta sana realidad a toda prisa durante sus dos mandatos, impulsando un programa radical de aplicación de los postulados de la ideología de género, hasta el punto de hacer que para grandes sectores de la sociedad la situación actual les resulta tan irreconocible como inadmisible.
Al ataque a la familia tradicional efectuado por medio del llamado matrimonio homosexual, se suma la relativización de algo tan básico como es el sexo de las personas con la invención y entronización del concepto de identidad de género. Decenas de reglamentos, sobre los más diversos campos de la actividad económica, administrativa y social han sido trastocados para extender la aplicación de la ideología de género hasta el último rincón de la sociedad. Se ha expandido la imposición de la práctica del aborto en todo tipo de centros, al tiempo que se denegaba radicalmente cualquier objeción al personal sanitario.
Esta revolución cultural, como no podía ser de otro modo -en vista de su amplitud y radicalidad-, ha chocado con la libertad religiosa de los grupos y colectivos confesionales, libertad que está amparada por la primera enmienda a la Constitución. Centros educativos y sanitarios de inspiración cristiana se han visto forzados, por ejemplo, a facilitar todas las medidas anticonceptivas y a practicar el aborto.
Este intento de revolución cultural emprendida a marchas forzadas por Barack Obama, sin permitirse objeción o discrepancia de ningún tipo, parece ha ocasionado un hartazgo y un rechazo de la ingeniería social que representa.
VII) El Tribunal Supremo
Los ciudadanos del país son bien conscientes de la gran influencia del alto tribunal en asuntos que afectan profundamente a sus vidas y familias y, en particular, en los pasados años con Obama. Además, sabían que hay una vacante que cubrirá el nuevo presidente y que quizá se produzca una segunda vacante en los próximos años. Estos nombramientos determinarán el predominio conservador o progresista en el tribunal.
En las encuestas a pié de urna (exit polls) del 8 de noviembre una gran mayoría de los votantes consultados (alrededor del 70%) afirmaron que habían sopesado seriamente este factor a la hora de decidir su voto.
A continuación figuran algunas de las principales decisiones del Tribunal Supremo en asuntos morales y “culturales” de los pasados 8 años, que han causado un profundo malestar en los ciudadanos conservadores: el matrimonio gay, reafirmación de las amplias circunstancias en que se permite el aborto, la ampliación incesante de los llamados derechos de la comunidad LGTB y otras varias.
VIII) Buenismo y la llamada islamofobia
El 5 de noviembre de 2009 se produjo en la base Fort Hood (Tejas) la mayor matanza en una base militar en suelo de Estados Unidos. El mayor del Ejército Nidal Hasan asesinó a 13 militares e hirió a otros 30, crímenes de los que se declaró culpable en el consejo de guerra que le condenó a muerte, afirmando que actuó en defensa de los talibanes. Al comenzar la matanza Hasan grito “¡Allah akbar!” (“Alá es el más Grande”, en árabe). Este individuo nació en Virginia, pero lo que los medios políticamente correctos trataron de dejar de lado es que sus padres son musulmanes palestinos que emigraron a EE.UU. Él profesa y practica la misma religión.
Durante la investigación del atentado casi todos los superiores de Nidal Hasan informaron que desde hacía años conocían las declaraciones de Hasan de apoyo al terrorismo islamista (por ejemplo, justificando la decapitación de los infieles) y la preocupación que les había producido. El informe del Senado de febrero 2011 concluyó que “existía evidencia de extremismo (en las opiniones del militar terrorista) que debía haber provocado su expulsión del Ejército”, pero que “problemas culturales” habían impedido que los oficiales se percataran de su radicalización. El problema cultural era un eufemismo del buenismo.
Ante la pregunta de por qué no habían procedido a tomar medidas preventivas contra él la respuesta casi unánime fue que de haberlo hecho sus carreras en el Ejército se hubieran visto seriamente amenazadas ya que sus actuaciones habrían sido calificadas de islamofobia, conforme a las normas que se habían ido introduciendo en las Fuerzas Armadas.
Cuando se conocieron dichas explicaciones se originó un revuelo en el país.
La polémica se avivó y se prolongó en el tiempo por la negativa del Presidente Obama a calificarlo de atentado terrorista; tardó seis años en hacerlo. Hasta entonces, habló de “trágicos sucesos”, de “acto criminal”, etc. El Pentágono, se supone que en coordinación con la Casa Blanca, le asignó la categoría de “violencia en el lugar de trabajo”.
El anterior Presidente, George W. Bush -hasta enero 2009-, fue responsable de no parar la presión en pro de introducir dichas normas en las Fuerzas Armadas, pero durante los siete años transcurridos desde la matanza, bajo la presidencia de Obama, apenas han sido revisadas -menos aún revocadas- las normas militares concernientes a la islamofobia.
Que el mayor ejército del mundo occidental se vea atenazado y debilitado por las suicidas creencias del buenismo resulta muy preocupante y apenas es conocido en Europa. Se impone una vuelta a la sensatez, revisando a fondo aquellas normas y revocando varias de ellas.
Deja una respuesta