Donald Trump Mike Pompeo
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Ayer, día 13 de marzo, el Presidente Donald Trump hizo pública la destitución del Secretario de Estado, Rex Tillerson, con quien había tenido frecuentes roces (privados y, en ocasiones, públicos) durante los pasados 13 meses. Tillerson, antes Consejero Delegado (CEO) de la petrolera ExxonMobil, es considerado un centrista, a pesar de que la izquierda viene repitiendo cosas como que Trump se ha rodeado sólo de personajes tan “derechistas” e “impresentables” como él. Únicamente cuando son destituidos, los medios progresistas descubren su aprecio y reconocimiento hacia los personajes salientes. La propuesta de sustituirlo por Mick Pompeo, actual director de la CIA, (pendiente de aprobación por el Senado) proporcionaría una acción exterior mucho más coordinada y coherente que hasta el presente, aunque –de vez en cuando- Trump seguirá sacando los pies del tiesto, mediante tuits o de viva voz. En la CIA la continuidad está garantizada, si el Senado aprueba a Gina Haspel, quien sería la primera mujer al frente del espionaje estadounidense, quien goza de una amplísima experiencia para el cargo; nada de cuotas.
Rex Tillerson carecía de cualquier experiencia en tareas de gobierno cuando fue nombrado; anteriormente, era consejero delegado del grupo ExxonMobil. Hasta ahora, todos los anteriores Secretarios de Estado habían tenido experiencia política federal o como altos cargos militares. Tillerson destituido.
Trece meses después de su nombramiento, no pocos analistas consideran que Tillerson no ha mostrado gran capacidad en su cargo, aunque Trump no se lo ha puesto fácil.
Tillerson creía en el carácter catastrófico del calentamiento global y se opuso a la salida de EE.UU. del Acuerdo del Clima de Paris. Su destitución ha debilitado mucho el ala dentro de la Administración que compartía esas creencias. Con ello, la Administración gana en coherencia y eficacia en su política energética y económica.
Durante los trece meses como Director de la CIA, Mike Pompeo ha conseguido tranquilizar a los altos cargos profesionales respecto a las invectivas de Trump y mantener la agencia ajena a cualquier escándalo en los medios de comunicación, que es lo que se necesita para su trabajo.
Está clara la mayor sintonía política entre el presidente y Mick Pompeo, que la que Trump mantuvo con Tillerson, lo que aminorará los posibles puntos de roce entre ambos.
La salida de Tillerson y su sustitución por Pompeo supone una reorientación general de la política exterior de EE.UU., hacia políticas de mayor dureza hacia sus enemigos, como Irán, Corea del Norte, China y Rusia, lo que podría proporcionar muchos resultados positivos, siempre que el nuevo Secretario de Estado sepa controlar los impulsos erráticos de Trump.
El congresista demócrata Adam Schiff, ha dicho que “necesitaremos un secretario de estado dispuesto a decirle al presidente unas cuantas duras verdades”.
No debería haber ningún problema para que Mick Pompeo obtenga la confirmación del Senado.
Gina Haspel ha sido propuesta por Trump como nueva directora de la CIA. De 61 años de edad, ha sido la Directora Adjunta (Deputy Director) de la CIA (la número 2) desde finales de enero de 2017. Ingresó en la agencia en 1985, permaneciendo en ella hasta la actualidad, por ello al ser propuesta ahora por Trump esto supone un gran reconocimiento de los altos cargos de la agencia, que no suelen llegar a la cúspide de la pirámide, lo que tranquilizaría los ánimos en la agencia.
Tras el 11-S, en 2001, Gina Haspel supervisó el funcionamiento de una cárcel clandestina de la CIA en Tailandia, por cuanto la izquierda posiblemente la cuestionará. Salvo alguna excepción, los senadores republicanos han expresado su conformidad con el nombramiento.
Ciertas prácticas de interrogatorio hoy consideradas torturas por parte de la Administración estadounidense, como la simulación de asfixia mediante el vertido de agua en la boca a través de una toalla (waterboarding), eran lícitas hasta aquellos años para la Administración federal. Más tarde, se han recortado las prácticas admisibles.
Por otro lado, la Sra. Haspel intervino hace tiempo en el Comité de Inteligencia del Senado, aclarando su intervención en Tailandia, a satisfacción de los senadores republicanos presentes.
Podría tener problemas en el proceso de su confirmación en el Senado.
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Trump destituye al Secretario de Estado Tillerson
Reordenación de la acción exterior
El Secretario de Estado Rex Tillerson destituido por Donald Trump ayer, día 13 de marzo de 2018. Ambos políticos habían tenido frecuentes roces (privados y, en ocasiones, públicos) durante los pasados 13 meses. Tillerson, antes Consejero Delegado (CEO) de la petrolera ExxonMobil, es considerado un centrista, a pesar de que la izquierda viene repitiendo cosas como que Trump se ha rodeado sólo de personajes tan “derechistas” e “impresentables” como él. Únicamente cuando son destituidos, los medios progresistas descubren su aprecio y reconocimiento hacia los personajes salientes. La propuesta de sustituirlo por Mick Pompeo, actual director de la CIA, (pendiente de aprobación por el Senado) proporcionaría una acción exterior mucho más coordinada y coherente que hasta el presente, aunque –de vez en cuando- Trump seguirá sacando los pies del tiesto, mediante tuits o de viva voz. En la CIA la continuidad está garantizada, si el Senado aprueba a Gina Haspel, quien sería la primera mujer al frente del espionaje estadounidense, quien goza de una amplísima experiencia para el cargo; nada de cuotas.
Ayudantes del presidente han dado a conocer que Trump ha querido efectuar este relevo en Exteriores mucho antes de que se lleve a cabo la prevista reunión al más alto nivel con el dirigente de Corea del Norte, Kim Jong Un, y por otra parte con antelación al plazo del 12 de mayo para decidir si EE.UU. continúa manteniendo en suspenso las sanciones relacionadas con el acuerdo nuclear con Irán.
Ciertamente existen esas urgencias, pero la manera en que Trump ha efectuado la destitución –sin hablar previamente con el interesado – constituye una indudable e innecesaria descortesía, en contraste con las buenas formas de Tillerson hasta el último día (salvo cuando calificó de tonto al presidente hace varios meses en una reunión con otros departamentos, en ausencia de Trump).
Desde la Segunda Guerra Mundial, Rex Tillerson es el primer Secretario de Estado en ser destituido.
Rex Tillerson carecía de cualquier experiencia en tareas de gobierno cuando fue nombrado. Hasta ahora, todos los anteriores Secretarios de Estado habían tenido experiencia política federal o como altos cargos militares.
Trece meses después de su nombramiento, no pocos analistas consideran que Tillerson no ha mostrado gran capacidad en su cargo. Ni siquiera en la administración de una gran organización, lo que se le suponía su punto fuerte debido a su experiencia empresarial, ha logrado resultados destacados.
En enero de 2017 estos son los comentarios que formulé sobre el nuevo Secretario de Estado.
“Nadie cuestiona sus habilidades empresariales. No obstante, en ExxonMobil Tillerson introdujo unas ciertas medidas en base a la consideración del cambio climático como un serio problema mundial, lo que para algunos significa una actitud claudicante ante el movimiento ecologista, que podría repetirse en el Departamento de Estado”. “El Partido Demócrata ha anunciado que se opondrá fuertemente a su confirmación por el Senado”. Únicamente 4 de los 48 senadores demócratas le apoyaron, a pesar de que los cargos relacionados con la seguridad nacional suelen recibir un apoyo bipartidista en el Senado. Por ejemplo, John Kerry –el Secretario de Estado del último gabinete (2013) de Obama- recibió los votos de todos los senadores republicanos, salvo 3 de ellos, esto es 42.
Aquello fue lo que sucedió. Rex Tillerson fue uno de los secretarios (ministros) que más se opuso a la valiente y acertada decisión de Trump de iniciar el proceso establecido para abandonar el Acuerdo de Paris sobre el Clima (en 2021).
Por cierto Gary Cohn, quien la semana pasada dimitió como principal asesor económico del presidente, también se había enfrentado a aquella decisión, con lo cual estos días se ha debilitado mucho el ala dentro de la Administración que sigue creyendo en el carácter catastrófico del calentamiento global. Con ello, la Administración gana en coherencia y eficacia en su política energética y en el impulso al crecimiento económico nacional.
Mike Pompeo propuesto nuevo Secretario de Estado
Sus trece meses de experiencia a la cabeza de la CIA supone una valiosísima preparación para el nuevo cargo.
A fines de enero de 2017, le describí del siguiente modo.
“Mick Pompeo es congresista en la Cámara Baja por Kansas, desde hace seis años. Llegó al Capitolio en 2010 con el movimiento Tea Party, centrando luego sus posiciones (políticas). En su juventud fue militar, graduándose en West Point y siendo destinado a Berlín (Oeste) y a la (primera) guerra del Golfo. Son conocidas sus decididas convicciones pro vida”. Conviene añadir, que al abandonar el ejército se graduó en derecho por la Universidad de Harvard, que es una de las facultades más prestigiosas para derecho, y luego emprendió un negocio, comprando unas empresas fabricantes de piezas para aviones.
“En la Cámara de Representantes trabajó en los subcomités sobre la CIA, el sistema de inteligencia, la energía y otros varios”.
“Se espera que dé un giro al modo de operar de la CIA. Se opuso con dureza al acuerdo nuclear con Irán, que ahora tratará de reformar o de aplicarlo de un modo muy restrictivo. Es partidario del mantenimiento del centro (de internamiento) de Guantánamo”.
“Pompeo ha criticado las políticas de cambio climático de Obama, calificándolas de radicales y contraproducentes para la economía y la seguridad de EE.UU. Durante la época de Obama la CIA también fue arrastrada a esta obsesión (climática)”.
Durante los trece meses como director de la CIA esta agencia ha permanecido “ausente” de los medios de comunicación, esto es que no se han conocido graves conflictos en su interior (aunque deberán haberlos habido), ni con las tres ramas del poder federal, que es uno de los requisitos necesarios para que la CIA pueda ejercer sus responsabilidades con eficacia. Ni siquiera la actitud negativa de Trump hacia esta agencia, ni de los altos cargos en ella hacia el presidente, han ocasionado noticias de portada en este periodo. En definitiva, Pompeo ha sabido nadar entre dos aguas (en el buen sentido del término), en tanto todo el mundo conocía que permanecía fiel al presidente, pero sin compartir sus críticas desabridas a altos cargos de la CIA. Algo que no debe haber sido fácil.
Esta cualidad le sería muy útil a Pompeo al frente de Exteriores, donde los altos cargos de carrera están en buena parte escorados hacia la izquierda, sin que Tillerson haya sabido ganárselos, a pesar de su centrismo. Trump ha mostrado muy escasas simpatías hacia ellos y el muy fuerte recorte en el presupuesto de este departamento para 2018 (casi el 40%, contando la ayuda al desarrollo) habrá perjudicado esas relaciones, pero en adelante será atribuible a Tillerson (aunque la Casa Blanca estaba detrás del recorte).
Por otro lado, está clara la mayor sintonía política entre el presidente y Mick Pompeo, lo que aminorará los posibles puntos de roce entre ambos.
Lo anterior sería deseable que produjera una disminución de las múltiples vías de comunicación de los países extranjeros con EE.UU. que ha ido induciendo la desconfianza de Trump hacia Tillerson. Esta creación de canales paralelos (y por tanto, competitivos e ineficaces) es la manera que Trump tenía de dirigir sus negocios y que resulta muy perjudicial en la labor de gobierno. Tras comprobar el alejamiento de Tillerson respecto al presidente, los estados extranjeros se dirigían a la embajadora estadounidense ante NN.UU., Nikki Haley; también al Consejero de Seguridad Nacional, el teniente coronel McMaster, quien –por cierto- también está en la cuerda floja; otros contactaban con el yerno y asesor de Trump, Jared Kushner, para asuntos de Oriente Medio, etc. Un gran desorden, al gusto de Trump.
La salida de Tillerson y su sustitución por Pompeo supone una reorientación general de la política exterior de EE.UU., hacia políticas de mayor dureza hacia sus enemigos, como Irán, Corea del Norte, China y Rusia, lo que puede proporcionar muchos resultados positivos, siempre que el nuevo Secretario de Estado sepa controlar los impulsos erráticos de Trump. Desde luego, son mayores las posibilidades de conseguir esto por parte de alguien de la confianza de Trump, que cuando lo intentaba Tillerson, con poco éxito. A juzgar por su labor en la CIA, parece que Pompeo podrá contener las equivocaciones hacia las que Trump se inclina de vez en cuando, que en política exterior podrían resultar muy dañinas. La dureza de Pompeo hacia los enemigos exteriores parece ir acompañada de la imprescindible sensatez y contención. Ojala sea realmente así.
El congresista Adam Schiff, el demócrata de mayor rango en el Comité de Inteligencia de la Cámara Baja, ha dicho que aunque ha discrepado de Pompeo a veces, le reconoce su inteligencia y su capacidad de trabajo, añadiendo que: “El Director Pompeo no ha respaldado siempre al presidente, especialmente cuando Trump ha cuestionado las conclusiones de la Comunidad de Inteligencia sobre (la interferencia de) Rusia, y necesitaremos un secretario de estado dispuesto a decirle al presidente unas cuantas duras verdades”.
Desde hace muchos meses, Mick Pompeo se venía reuniendo todos los días a primera hora de la mañana con el presidente, para informarle sobre la situación internacional y de las principales operaciones de la agencia. De este modo se ha constituido la relación de trabajo entre ellos y la confianza de Trump hacia Pompeo. Cuando éste estaba de viaje, era Gina Haspel –la directora adjunta de la CIA- quien efectuaba esa labor de información diaria. Ahora, es la persona propuesta para dirigir la CIA.
Cuando Pompeo ha sido preguntado sobre las frecuentes críticas de Trump a la Comunidad de Inteligencia (esto es, a las 16 agencias agrupadas en dicha organización paraguas), suele responder que “Siempre hemos conseguido (de Trump) lo que le pedimos”, dando a entender que una cosa es la palabrería (excesiva de Trump) y otra sus hechos, respaldando a los servicios de inteligencia.
Cuando Mick Pompeo se sometió al Senado en enero de 2017, catorce demócratas le apoyaron, por lo que ahora no debería haber ningún problema para que obtenga el consentimiento del Senado.
Gina Haspel propuesta como nueva directora de la CIA
Gina Haspel, de 61 años, ha sido la Directora Adjunta (Deputy Director) de la CIA (la número 2) desde finales de enero de 2017. Ingresó en la agencia en 1985, permaneciendo en ella hasta la actualidad (unos 32 años), por ello al ser propuesta ahora por Trump esto supone un gran reconocimiento a los altos cargos de la agencia, que no suelen llegar a la cúspide de la pirámide, para la que se nombra habitualmente a políticos experimentados o a altos cargos militares. Esto calmará mucho las aguas internas; este es uno de los modos (contradictorios) en que Trump opera a menudo.
La Sra. Haspel sería la primera mujer directora de la CIA.
La mayor parte de la carrera de Gina Haspel se ha desarrollado en la división de operaciones encubiertas (clandestine-operations), que maneja todas las fuentes humanas, por cuanto apenas se tiene referencias de su actividad (ni cuentas en redes sociales) hasta su nombramiento en enero de 2017.
Tras el 11-S, en 2001, Gina Haspel supervisó el funcionamiento de una cárcel clandestina de la CIA en Tailandia, por cuanto la izquierda posiblemente la cuestionará, aunque ésta se topa con la dificultad de la cuestión de los cupos (tentándoles a votar a su favor), que es cómo los progresistas ven los nombramientos a mujeres, aunque cuenten con gran capacidad y experiencia, como en este caso.
Ciertas prácticas de interrogatorio hoy consideradas torturas por parte de la Administración estadounidense, como la simulación de asfixia mediante el vertido de agua en la boca a través de una toalla (waterboarding), eran lícitas hasta aquellos años para la Administración federal. Más tarde, se han recortado las prácticas admisibles.
El jefe del Senado, el republicano Mitch McConnell, ha declarado que “la persona propuesta está perfectamente cualificada”. El Presidente del Comité de Inteligencia del Senado, el republicano Richard Burr, acaba de afirmar que “no tengo ninguna preocupación, ya que ella ha aclarado ya su intervención (en Tailandia) en nuestro Comité”, anteriormente.
El senador republicano McCain, quien durante la guerra en Vietnam estuvo varios años prisionero de la guerrilla comunista del Vietcong y sufrió graves torturas, mucho más allá de las que se achacan a la Sra. Haspel, ha solicitado el compromiso de ella en el Senado de que la CIA seguirá ateniéndose a las normas que prohíben la tortura, según la definición presente.
En una declaración en 2017, el ex–Director de la CIA y General retirado Michael Hayden aludió a aquella disputa, afirmando que “la Sra. Haspel ha actuado con dignidad, profesionalidad y honor a cuanto la CIA y esta nación le han pedido”.
Por aquellas circunstancias, la confirmación de Gina Haspel en el Senado podría encallar. El GOP sólo tiene dos votos de ventaja, contando el de desempate del Vicepresidente Mike Pence, aunque no puede descartarse que algunos demócratas voten en favor de su nombramiento.
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