A comienzos de los años 2000s, como miembro del Senado de Illinois, Barack Obama votó en contra de proyectos de ley que obligaban a asistir médicamente a los fetos viables que sobrevivieran a una práctica abortiva, a los que normalmente se les dejaba morir. La Administración Trump está dando un drástico giro en favor del programa provida, internamente y hacia los países en desarrollo. Barack Obama, Trump y el aborto. Reacciones del feminismo radical, como fundamental fuerza demandante del que denominan «derecho al aborto».
Manifestación provida en Washington D.C. 2017
Barack Obama y el aborto
En Estados Unidos el asunto del aborto viene siendo muy controvertido a lo largo de décadas, a diferencia de lo que sucede en Europa. En la mayoría de los procesos electorales, tanto federales como de los Estados, constituye uno de los temas sometidos a debate.
En la campaña para las presidenciales del 8 de noviembre 2016 el aborto no ocupó un destacado primer plano, pero las diferencias entre ambos candidatos eran de sobra conocidas.
Hillary Clinton basaba sus propuestas en la total primacía del derecho de la mujer a «decidir sobre su cuerpo», sin considerar ninguna interferencia del Estado en este asunto, a pesar de que durante casi toda su vida política ella –así como su marido Bill Clinton- habían sostenido un planteamiento muy diferente.
El actual radicalismo de las bases activistas de izquierda determinó su cambio de postura. De hecho, tanto Hillary Clinton como el otro precandidato, el extremista de izquierda y senador por Vemont Bernie Sanders, llevaban en su programa una propuesta radical para el aborto: 1) debía ser financiado con fondos federales en todos los casos, y 2) podría realizarse libremente en cualquier momento de los 9 meses.
Donald Trump, por su parte, efectuó un viraje análogo, pero en sentido contrario. La relevancia de los planteamientos provida en amplias bases republicanas, a las que quiso ganarse desde el comienzo de su candidatura a mediados de 2015 le llevó a abrazar el ideario de aquellas.
Las elecciones de 2016 fueron un fracaso para las fuerzas abortistas
Los resultados de las elecciones presidenciales del 8 de noviembre de 2016 supusieron un rotundo fracaso de la propuesta radical del Partido Demócrata sobre el aborto, a manos del electorado nacional. Trump y la oposición al aborto salieron ganando.
Por otro lado, como se está poniendo de manifiesto desde la toma de posesión del nuevo presidente el 21 de enero 2017, el cambio de posición de Trump en este asunto no ha sido una mera estratagema electoral sino que desde el comienzo está introduciendo un pronunciado giro de la política federal en favor del programa provida, como no se conocía desde la presidencia de Ronald Reagan en los años 80s.
Todos los años (desde 1974) el movimiento provida de EE.UU. realiza a finales de enero (en torno a la fecha de la sentencia del Supremo de 1973, aprobatoria del aborto, el día 22) una marcha nacional en Washington: March for Life. En la marcha de este año 2017 (que aparece en la foto de cabecera), por primera vez el Vicepresidente de la nación –Mike Pence, que acababa de acceder al cargo- acudió en persona a dicho acto, interviniendo a petición de Trump. Con anterioridad, únicamente Ronald Reagan se había dirigido a los participantes en la marcha, pero a través de un mensaje grabado. Mike Pence ya había intervenido en 2010.
Barack Obama hizo más que ningún otro presidente en favor del aborto
El contraste es tanto más llamativo, ya que el anterior presidente, Barack Obama, dedicó sus 8 años a extender el programa y las concepciones abortistas y, muy en particular, a reforzar financieramente a la principal organización abortista del país (y la mayor del mundo): Planned Parenthood. Su empecinamiento era tal que no sentía vergüenza de declarar repetidamente: God bless Planned Parenthood (Dios bendiga a Planned Parenthood …).
Esta activa política formaba parte de su radical programa de transformación de la sociedad estadounidense en base a la ideología de género, al feminismo radical y al pensamiento políticamente correcto. En aquel país a estos asuntos se les denomina como “cambio cultural” de la sociedad o “asuntos sociales” y ningún presidente había adoptado un programa tan extremista, radicalizando al conjunto de la izquierda, como se puso en evidencia durante la pasada campaña electoral de 2016.
A comienzos de los años 2000s, como miembro del Senado del estado de Illinois, Barack Obama votó en tres ocasiones en contra de sendos proyectos de ley que reconocían como personas a los fetos que habían sobrevivido a una intervención de aborto (lo que hubiese comportado la obligación legal de asistirles medicamente en todo lo posible), a los que normalmente se les dejaba morir sin atenderles, en base a que actuar de otro modo atentaría al derecho al aborto de la madre, según recogió entre otros medios el diario digital de izquierdas Político.
Lógicamente, tras alcanzar la Presidencia de la nación, Obama tuvo que atemperar (e intentar ocultar) la inhumanidad de sus creencias, tomadas del movimiento feminista radical. El diario digital y analista de sondeos electorales Real Clear Politics (de centro derecha), recogió las artimañas de Obama para encubrir el verdadero sentido de sus votos en Illinois.
Obama también expandió las políticas abortistas a los países en desarrollo
Además, el ex-Presidente Obama aprovechó los amplios recursos públicos de su país y su posición predominante en las instituciones financieras internacionales (Banco Mundial, Banco Africano de Desarrollo …) para forzar la introducción de sus políticas sobre el aborto y la ideología de género en todo el mundo en desarrollo, violentando a menudo las políticas y costumbres de los estados nacionales.
Pero en EE.UU. estos giros radicales en general pasan factura; la sociedad conserva una cierta consistencia política y moral. Sin la actuación proabortista de la presidencia Obama y sin la perspectiva continuista de Hillary Clinton, difícilmente Trump habría llegado a la Casa Blanca.
Trump y el aborto
El nuevo Presidente Trump, por otra parte, ha integrado en su gobierno y en la administración de la Casa Blanca como nunca antes el mayor número de secretarios de departamento (ministros) y consejeros declarados públicamente provida; 11 del total de 26 altos cargos. Durante la Presidencia de Obama no hubo ninguno, ni lo habría habido bajo Hillary Clinton.
Por otro lado, durante la campaña -a mediados de 2016- Trump se había comprometido ante el electorado de derechas a proponer para el Supremo a jueces con posiciones contrarias a los abortistas. Según las encuestas, este pacto verbal le proporcionó un buen número de votos. Lo prometió, y así lo hizo.
Un par de semanas tras la inauguración de su presidencia, a comienzos de febrero 2017, Trump propuso para el Tribunal Supremo a un juez, Neil Gorsuch, cabalmente conservador y con planteamientos muy claros en relación al aborto.
Si durante su presidencia, Trump tiene ocasión de realizar una segunda propuesta de parecidas características, el Supremo conseguirá una mayoría conservadora (5 – 4) que con toda seguridad cuestionaría la sentencia Roe vs Wade de 1973, limitando estrictamente los supuestos en que podría abortarse en EE.UU. Esto daría un vuelco histórico y permanente a la consideración legal del aborto en Estados Unidos, con la previsible incidencia en otros ámbitos del extranjero.
La nueva Administración ha desmontado medidas abortistas de Obama hacia el exterior
A mediados de mayo de2017 la Administración Trump ha revertido la posición proabortista que Obama había promovido en la arena internacional, ya que hacerlo forma parte de sus poderes presidenciales, sin necesitar legislación del Capitolio. Hasta ahora un gran número de organizaciones médicas de los países en desarrollo que practicaban abortos recibían muy elevadas sumas de ayuda federal de EE.UU.
Por el contrario, en cuanto la instrucción de la Casa Blanca pueda ser puesta en práctica no podrá dedicarse en el exterior fondos federales a prácticas abortivas, ni tampoco lo recibirán las organizaciones extranjeras que las lleven a cabo, aunque sea con fondos de origen no-estadounidense. Resumiendo, únicamente las organizaciones médicas que no practiquen abortos podrán ser receptoras de fondos federales estadounidenses.
En 1984 Ronald Reagan tomó unas medidas semejantes, pero el flujo de ayudas públicas a las que se aplicarán ahora (8.800 millones de US$) es 15 veces superior a las de 1984 (unos 600 M$). 8.800 M$ es el total de la ayuda sanitaria exterior de diversas agencias federales. De ese total se reorientarán las cantidades afectadas por la nueva prohibición. Además, el montante total previsto no se recortará, sino que se dirigirá a organizaciones médicas ajenas al aborto.
Desfondar Planned Parenthood
La Administración Trump ha anunciado que su propósito para el interior del país es conseguir algo similar a lo que ya ha hecho respecto a la ayuda exterior; de forma simplificada se le denomina “desfondar a Planned Parenthood”.
Desde 1976 (tres años después de la sentencia del Supremo) hasta la actualidad, ha quedado prohibido por el Congreso (mediante la Enmienda Hyde – Hyde Amendment) que fondos federales financien intervenciones abortivas, incluidas las de Planned Parenthood. La enmienda Hyde permite financiar abortos en los casos de peligro para la vida o salud de la madre o en caso de violación o incesto.
El 24 de enero 2017, al poco de constituirse la Cámara de Representantes –bajo control republicano- adoptó la ley H.R. 7 que concede carácter permanente a la enmienda Hyde. No obstante, el Senado debe ratificarlo con 60 votos (los republicanos ocupan 52 escaños) por cuanto en la actualidad todavía no se ha logrado.
La enmienda Hyde que prohibe financiación federal del aborto
Lo que las organizaciones provida y gran número de congresistas republicanos vienen reclamando desde hace muchos años es retirar todo tipo de ayuda federal a organizaciones y compañías que practiquen abortos al mismo tiempo que brindan asistencia en muchas otras áreas médicas, especialmente relativas a las mujeres.
En la actualidad, Planned Parenthood recibe de la Administración federal unos 500 millones de dólares, que suponen más del 40% de su presupuesto anual. Medicaid, el programa federal de ayuda a la asistencia sanitaria a las familias pobres, es la componente más importante de aquellos fondos públicos. La mayoría de la otra mitad del presupuesto de Planned Parenthood corresponde a abortos.
Naturalmente, aquel elevado flujo anual para todo tipo de actos médicos debe estar sirviendo de soporte financiero indirecto para su práctica abortiva y, por ello, se pide la retirada de toda financiación federal.
De no ser así, ¿por qué Planned Parenthood se resiste a escindirse en dos organizaciones independientes, afirmando que es una propuesta “ingenua”? La hija medio progre del Presidente, Ivanka (consejera en la Casa Blanca), está promoviendo esta solución, sin éxito, afortunadamente.
A diferencia de la ayuda exterior, un cambio de ese sentido en la asistencia sanitaria interior requiere la aprobación de ambas cámaras del Capitolio, incluida una mayoría cualificada de 60 votos en el Senado, que los republicanos no ostentan: cuentan con 52. Por tanto, conseguirlo exige complicadas e intensas negociaciones con los demócratas en el Congreso que todavía no han dado frutos, dada su total oposición a dicha reforma legislativa.
Los demócratas no consiguen unirse del todo sobre el aborto
Es conveniente resaltar lo que se ha dicho anteriormente: en EE.UU. no puede dedicarse fondos federales a la realización de abortos, aunque en la práctica se hace en alguna medida de forma indirecta, como hemos explicado. Ciertamente constituye una gran diferencia con la situación en Europa.
Por otra parte, los Estados si que pueden decidir aportar fondos propios destinados a la práctica de abortos en Planned Parenthood y otras organizaciones análogas; 17 de ellos lo hacen en la actualidad, entre ellos California y Nueva York.
La gran mayoría de los congresistas del Partido Demócrata para las elecciones a mitad de mandato (midterm) de finales de 2018 han venido manteniendo una cerrada oposición a cualquier limitación de los supuestos legales para la práctica del aborto. Sin embargo, el considerable apoyo en algunos Estados a las propuestas provida (como en Nuevo Mexico, con un gran número de hispanos) está forzando a sus futuros candidatos a optar por respaldar dichas posiciones.
La discrepancia interna no deja de ahondarse. Hace una semana la jefe del grupo parlamentario demócrata en la Cámara Baja, Nancy Pelosi, declaró que su partido no va a exigir a sus candidatos respaldar el derecho al aborto.
El jefe del Comité Electoral Nacional Demócrata, Ben Ray Luján, ha anunciado que dicho organismo está dispuesto a financiar la campaña federal de varios candidatos provida, creando una considerable trifulca interna, que probablemente dure hasta noviembre de 2018.
Como han declarado varios activistas provida en los pasados meses: “Ahora somos nosotros quienes estamos en condiciones de llevar la iniciativa”, gracias a Trump.
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