Reunidos en Bruselas los ministros de exteriores de la UE el 22 de febrero 2010, tras la vergonzosa derrota en Copenhague en diciembre 2009, por primera vez se han empezado a cuestionar la estrategia seguida.
Tras una década entera de empecinamiento en una política climática excesiva, costosísima y –como se ha comprobado en la cumbre de Copenhague- impracticable, la Unión Europea empieza a dar algunas muestras de sensatez, alejándose del proyecto maximalista que ha liderado a nivel mundial y que le condujo al aislamiento y al descrédito en la Conferencia de diciembre 2009 en Dinamarca.
Reunidos en Bruselas el lunes 22 de febrero 2010, los ministros de Asuntos Exteriores de los 27 Estados europeos, han cuestionado -implícitamente- por primera vez la estrategia de la UE contra el calentamiento global. Además, según ha declarado el Ministro Moratinos en su calidad de Presidente rotario del Consejo, han consensuado unas orientaciones para “la futura estrategia” en las negociaciones climáticas internacionales (en Bonn en junio y en noviembre-diciembre en Méjico).
Connie Hedegaard, la recién nombrada Comisaria europea para la Acción Climática, ha sido la encargada de presentar al Consejo las propuestas para la nueva estrategia, las cuales suponen “un enfoque prudente y gradual”, muy lejos del tono alarmista que predominó hasta diciembre 2009 como, por ejemplo, en la tantas veces repetida advertencia: “estamos ante la última oportunidad de salvar al planeta de un cambio climático catastrófico … para lo que no se deben escatimar medios”.
Conforme a lo informado ayer por la agencia de noticias de Bruselas “Europe”, el nuevo realismo de Connie Hedegaard comienza por la lección que ella extrae de la marginación sufrida por la UE en la cumbre de Copenhague: debemos definir “la mejor manera de negociar en una situación en la que el resto del mundo no está de acuerdo con nosotros”, con nuestros planteamientos. Nunca antes se había escuchado este reconocimiento en boca de un dirigente europeo, a pesar de los serios reveses que ya había sufrido la política climática de la UE, como en la cumbre del G8 en Heiligendamm (Alemania) en junio de 2007 y en la Conferencia climática de Naciones Unidas en Bali, en diciembre de 2007.
El realismo se extiende también a las previsiones sobre las negociaciones a lo largo de 2010. Connie Hedegaard, ante los 27 ministros, reconoció abiertamente que no creía posible que en la cumbre de Méjico (el próximo mes de noviembre) pueda lograrse el tratado internacional vinculante y ambicioso que se malogró en Copenhague. Hasta hace unos días la UE (y su actual Presidencia española) ha venido repitiendo machaconamente todo lo contrario.
El núcleo de la política climática de la UE (asumida también por Naciones Unidas) ha sido, precisamente, la necesidad de un acuerdo universal vinculante para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que, supuestamente, desde el siglo XIX determinan la evolución del clima mundial. La UE no contemplaba la posibilidad de ningún paso intermedio, de ningún otro acuerdo que no tuviese un carácter general y exigente. También esto parece estar siendo cuestionado.
La Comisaria de Acción Climática propuso en Bruselas a los ministros que en Méjico, a final de año, la UE debería plantearse un objetivo menos ambicioso, so pena de volver a cosechar una frustración como en la capital danesa. Los objetivos habrían de ser una serie de acuerdos parciales, sobre determinados aspectos: 1) medidas de adaptación a los cambios climáticos (en lugar de centrarse en la reducción de las emisiones globales), 2) instrumentos para la transferencia de tecnologías verdes al mundo en desarrollo y 3) mecanismos para detener la deforestación y la degradación de los bosques (medidas REDD).
Estas incipientes directrices apuntan hacia una rectificación en toda regla de la política climática de la Unión Europea, aunque se está tratando de disfrazarlas como meras cuestiones prácticas, de métodos de intervención en las negociaciones (“hablar con una sola voz”). No obstante, la decisión última corresponderá a los Jefes de Estado y Gobierno de los 27, en el Consejo Europeo los días 25 y 26 de marzo, en Bruselas y, quizá, en posteriores cumbres.
Los nuevos planteamientos y propósitos europeos para la política climática, de momento, apuntan en una dirección acertada y realista. En caso de que fueran realmente asumidos en marzo por el Consejo Europeo, lo que no es fácil tras diez años de políticas irresponsables de las que deberían dar cuenta a los ciudadanos, la Unión Europea podría empezar a conseguir la unidad interna de la que carece y jugar un papel mas efectivo en el plano internacional al contemplar acuerdos intermedios, en función de la variedad de intereses y enfoques existentes, que no pudieron ser acomodados en el planteamiento maximalista previsto para Copenhague.
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