Casi 9 meses después de que el Fiscal especial (Special counsel) Robert Mueller fuera nombrado para investigar la interferencia de Rusia en las elecciones presidenciales en EE.UU. de noviembre de 2016, no han aparecido evidencias sobre la supuesta colaboración (collusion) del equipo de campaña de Donald Trump con el complot ruso. La supuesta colaboración Trump Rusia sigue sin aparecer.
El diario digital de izquierda VOX opinaba ayer lo siguiente: “Hasta hoy (20 de febrero de 2018) ningún colaborador de Trump ha sido acusado específicamente de ningún delito relativo a colaboración con la interferencia de Rusia en las elecciones (presidenciales) de 2016”.
“Lo más cerca que se ha llegado de eso es con Papadopoulos y Flynn, quienes ahora aceptan haber mentido al FBI sobre sus contactos con personas relacionadas con autoridades de Rusia”.
En el cuadro, de elaboración propia, reproducido a continuación, aparecen todas las personas no rusas (seis) que han sido encausadas por el Fiscal especial durante estos casi 9 meses, fueran o no miembros del equipo de campaña de Donald Trump.
Todos ellos –excepto uno- han sido acusados de mentir a agentes del FBI o a la oficina del Fiscal especial, pero de momento no se les ha incriminado de realizar ningún acto de connivencia con agentes o autoridades de Rusia. ¿Donde está la colaboración Trump Rusia?
El sexto acusado, un joven estadounidense (Richard Pinedo), efectuó por su cuenta la venta a rusos de cuentas bancarias en EE.UU. (adquiridas mediante el robo de identidad), para que aquellos pudiesen operar (en las redes sociales, etc.) como si fuesen ciudadanos de EE.UU.
Es preciso aclarar que aunque el nombramiento de un Fiscal especial (Special counsel) por parte del Departamento de Justicia lleve siempre aparejada la definición de su principal cometido –en este caso, la injerencia de Rusia en las elecciones presidenciales de 2016- la oficina de este Fiscal especial puede investigar y poner en marcha procesos acusatorios sobre cualquier tipo de delitos de las personas indiciariamente relacionadas con el cometido principal. Por tanto, este Fiscal especial puede investigar el posible delito fiscal de, por ejemplo, Paul Manafort y Rick Gates en negocios particulares suyos realizados varios años antes de las elecciones y que no guarden ninguna relación con el complot ruso. También pueden acusar de operaciones bancarias dudosas en la compra de sus viviendas, años antes de las elecciones.
Este tipo de Fiscales especiales emplean estas actuaciones inculpatorias en temas ajenos al principal, como formas de presionar a ciertas personas a que colaboren con su oficina en el objeto central de su cometido. Esta actuación es perfectamente legal, pero supone un acoso a los investigados en todos los campos de su vida.
Por otra parte, hace menos de una semana que el Fiscal especial realizó acusaciones de interferencia en la campaña electoral de 2016 contra tres compañías rusas (de San Petersburgo) y 13 ciudadanos de esa nacionalidad, todos ellos residentes en Rusia.
La evidencia inculpatoria de esta reciente actuación del Fiscal especial compromete a aquellos 13 rusos (pero el Estado de Rusia no ha sido acusado). Ningún ciudadano estadounidense ha sido acusado, ni del equipo de campaña de Trump, ni ninguno otro.
¿Cuándo comenzaron los preparativos rusos para interferir en la campaña electoral?
El Viceministro de Justicia (Deputy Attorney General) Rod J. Rosenstein, que fue quien nombró al Fiscal especial Robert Mueller y quien sigue supervisando la investigación, ha declarado el día 16 de febrero que los sospechosos rusos “supuestamente llevaron a cabo lo que han denominado ¨guerra de información contra los Estados Unidos¨, con el propósito declarado de diseminar desconfianza hacia los candidatos (presidenciales) y hacia el sistema político en su conjunto”.
Puede accederse a la información del Wall Street Journal (pero requiere suscripción) y a la del Washington Post.
Rosenstein también afirmó que “no se ha acusado a ningún ciudadano estadounidense de haber participado en estos delitos con conocimiento” de lo que estuviera haciendo. Finalmente, manifestó que la investigación no sugiere que las actividades en consideración alterasen el resultado de las elecciones (presidenciales).
El escrito de acusación del Fiscal especial establece que las actividades de los rusos comenzaron en 2014, al iniciarse la localización y el estudio de los grupos que actuaban en las redes sociales y de su forma de actuación. Poco después, dos de los acusados visitaron EE.UU. para obtener más inteligencia de cara a las actividades que se proponían realizar durante la campaña.
Donald Trump anunció su intención de presentarse a las elecciones presidenciales en junio de 2015, más o menos un año después del inicio de los preparativos por parte de Rusia, por cuanto esta decisión rusa fue independiente de la candidatura del actual presidente.
El diario de centro-izquierda The Washington Post añade que el escrito de acusación del Fiscal especial afirma que “En febrero de 2016, los sospechosos ya habían decidido a quien respaldar en la carrera electoral”… recibiendo instrucciones los rusos de “aprovechar cualquier oportunidad para criticar a Hillary Clinton y a los otros (15 candidatos republicanos), excepto a Donald Trump y (al demócrata Bernie) Sanders, a quienes apoyamos”.
El escrito de acusación (de 37 páginas) explica, asimismo, que las cuentas de redes sociales (Twitter, Facebook …) creadas por los rusos, aparentando ser ciudadanos estadounidenses, se pusieron en contacto más adelante con los equipos de campaña en favor de Trump en varias localidades para ofrecerle su apoyo, pero la oficina del Fiscal especial estima que estas personas a nivel local desconocían la verdadera identidad de quienes se estaban poniendo a su disposición. Ninguno de estos estadounidenses ha sido acusado de colaboración con la trama rusa.
¿Bajo qué Administración tuvo lugar la injerencia rusa?
El 14 de junio de 2016 el Comité Nacional de Partido Demócrata hizo público por primera vez que su sistema informático había quedado comprometido por una serie de ataques, que comenzaron a mediados de marzo de ese año.
A finales de julio de 2016 Wikileaks hizo públicos miles de emails comprometedores obtenidos del Comité Nacional Demócrata, que forzaron a dimitir a su número uno, la Sra. Debbie Wasserman. La dirección nacional había intervenido repetidamente, de forma encubierta, para favorecer a Hillary Clinton frente a su único contrincante demócrata: el senador por Vermont, Bernie Sanders.
Sólo un mes antes de las elecciones del 8 de noviembre, a comienzos de octubre de 2016, agencias de inteligencia de EE.UU. acusaron directamente al Estado de Rusia de haber llevado a cabo el robo de emails de la dirección nacional del Partido Demócrata, que Wikileaks difundió en julio.
1ª interrogante: ¿Realmente les llevó casi 4 meses a dichas agencias de inteligencia –dirigidas por personas nombradas por Obama- descubrir la mano rusa tras el ataque al sistema informático del Partido Demócrata, hecho público a mediados de junio?
2ª interrogante: ¿Por qué tardó el Presidente Obama desde comienzos de octubre a comienzos de diciembre de 2016 para anunciar la gravedad de esa interferencia extranjera y su voluntad de aplicar sanciones contra Rusia?
No pocos analistas, aunque carecen de evidencias, opinan que Obama esperó a conocer el resultado de la elección presidencial para decidir cómo reaccionar ante semejante ataque a la seguridad nacional de EE.UU.
Si Hillary Clinton hubiese ganado, seguramente Obama habría adoptado una respuesta débil. De no hacerlo así, hubiera enturbiado la victoria de la Sra. Clinton y en cierto modo deslegitimado su presidencia. Pero de esto no se puede tener seguridad.
Lo que sí que sabemos es que al ganar Trump, no importaba enturbiar ni deslegitimar, sino todo lo contrario. A las pocas semanas ya se podía hablar de ataque contra la nación y de asalto a la seguridad nacional. También convenía poner en marcha sendas investigaciones en cada cámara del Congreso, como se hizo en diciembre de 2016. También era lícito comenzar a acusar a Trump (sin pruebas) de haber colaborado con el complot ruso, y agitar el espantajo de la ilegitimidad con que Trump había llegado a la Casa Blanca, y lo aconsejable de su destitución (impeachment). La supuesta colaboración Trump Rusia sirve para justificar cualquier cosa.
Todo esto se puso en marcha a las dos o tres semanas de la victoria de Trump, y los demócratas han seguido en el mismo plan hasta hoy en día, empañando todo el primer año del Presidente Trump con este asunto.
Los últimos días de diciembre de 2016 Barack Obama anunció una serie de sanciones contra Rusia: 25 personas con puestos diplomáticos fueron expulsadas de EE.UU. La FSB (sucesora del KGB), así como la inteligencia militar (la GRU), y algunas de sus empresas colaboradoras, fueron sancionadas. Varios locales rusos en territorio estadounidense fueron cerrados, incluido el Consulado ruso en San Francisco.
Naturalmente que estas sanciones eran necesarias –y fueron apoyadas por varios congresistas republicanos-, como los senadores McCain y Lindsey Graham. Pero, ¿por qué esperó Obama al resultado de las elecciones? ¿Por qué tardaron tanto las agencias de inteligencia en apuntar a Rusia?
¿Por qué dejó pasar casi todo el año 2016 y se esperó a diciembre para llevar a cabo cualquier tipo de actuación pública de la Administración sobre lo que se hizo público a mediados de junio de 2016 –el ciberataque al Comité Nacional Demócrata- y que las agencias probablemente conocerían bastante antes?
No existen pruebas tangibles de lo que se insinúa, pero si la Administración Obama hubiese adaptado su respuesta a las necesidades electorales del Partido Demócrata, todo encajaría.
¿Cómo valoró Obama en la campaña electoral de 2012 el peligro ruso?
Desde que, tras la victoria de Trump, su posible connivencia con la trama rusa ha supuesto una gran oportunidad para el Partido Demócrata, sus dirigentes se han convertido en aparentes “halcones” anti-rusos, pero antes pensaban de otra manera.
Como ahora ha recordado un editorial del Wall Street Journal, el propio Presidente Obama, durante su segunda campaña, en 2012, protagonizó un sonoro encontronazo con su contrincante republicano Mitt Romney. En su tercer debate televisado, Romney tuvo el acierto de referirse a Rusia como uno de los mayores enemigos geopolíticos de EE.UU. Barack Obama se burló de esa afirmación, negándola, “porque la Guerra Fría acabó hace 20 años”. La prensa progresista aplaudió la posición de Obama de apertura hacia Rusia, considerando a Romney un halcón fuera de su momento.
El editorial de este diario de la derecha estadounidense, señala que “la interferencia (rusa en las elecciones de 2016) pudo desenvolverse sin oposición” por parte de la Administración Obama. Además, “ni Obama ni sus jefes de inteligencia previeron” este posible ataque.
“Ahora, de repente, con ocasión de la investigación del (Fiscal especial) Mueller sobre la elección presidencial de 2016, los demócratas parecen haberse convertido en unos halcones contra Rusia”.
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