Tras la constitución del Gabinete de Donald Trump y 365 días de acción de gobierno, ya es posible formular una valoración de lo que dicho gabinete ha hecho para el país y para sus votantes. El país, es notorio, no se ha hundido, aunque haya habido muchos sobresaltos. Desde mediados de 2017 la Casa Blanca quedó sometida a una disciplina y su funcionamiento ha sido bastante normal. Las investigaciones sobre la injerencia de Rusia.
Hoy, día 20 de enero, se cumple un año de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos.
Entonces, únicamente podían formularse pronósticos y hacer cábalas sobre lo que esperaba a ese país. Un año más tarde, la perspectiva es totalmente diferente; hay 365 días de acción de gobierno para poder emitir un juicio con bastante fundamento.
Un número predominante de los medios de comunicación de EE.UU., y también de los españoles, tienen hecho un juicio previo y no quieren dejar que 12 meses de experiencia les estropee su retórica alarmista. El juicio sobre Trump primer año lo tienen escrito desde hace mucho tiempo.
Desde el primer día dichos medios afirmaron que iba a producirse un desastre nacional en muchos ámbitos y no desean apearse de su burro, aunque la economía nacional se esté acelerando al entorno del 3% (fue del 1,6% en el último año de Obama, 2016); aunque la tasa de desempleo se encuentre en el valor más bajo de los pasados 17 años (4,1%, de octubre a diciembre 2017); a pesar de que el índice de confianza de los consumidores se ha situado últimamente en el punto más elevado de 17 años; sin importarles que el empresariado esté viviendo una etapa de prácticamente euforia por la rebaja de la imposición federal y las buenas perspectivas para sus negocios, con aumentos previsibles en sus inversiones y en su contratación. ¿Por qué habría de importarles lo anterior a aquellos medios y al Partido Demócrata? A ellos solo les importa “lo suyo”: tratar de mantener confundidos a los ciudadanos sobre lo que realmente está haciendo la nueva Administración y buscar la destitución de Trump como sea y a costa de lo que sea.
Dos presidencias en un solo año
Este es el expresivo título de un artículo de Daniel Henninger, subdirector de la página editorial del principal diario de derechas de Estados Unidos, el Wall Street Journal (WSJ), valorativo del año 2017.
Hemos pasado un año con “el Trump de Twitter y con el Trump de los logros”.
Los medios de izquierda y también bastantes de los conservadores, pretenden que únicamente ha existido el primero de ellos: el Trump de las expresiones extremistas, el de los malos modales, el de las palabrotas e insultos, el que no da la talla de un presidente de la primera potencia del mundo libre.
Esta personalidad de Donald Trump es tan evidente que nadie la ignora y no son muchos quienes no la rechazan: parece que el 30% de la población estadounidense, que constituye el núcleo duro de sus seguidores, que le han llevado a la Casa Blanca, sabiendo muy bien a quién estaban votando. En esto no ha habido dobles juegos del candidato.
Daniel Henninger prosigue: ”Las dos presidencias Trump existen en universos paralelos”. “Gran parte de la población de EE.UU. está sobrecogida por el Trump de Twitter”. “El nivel de asentimiento hacia su presidencia ha oscilado por debajo del 40% a lo largo de estos 12 meses”.
“Pero simultáneamente Trump estuvo efectuando nombramientos de personas de calidad, excelentes, tanto en su Gabinete, como en puestos relevantes de la Casa Blanca”.
Alejados cuanto podían del barullo Trumpiano en la Casa Blanca, aquellos Secretarios de Departamento, los directores de las respectivas agencias federales han ido proponiendo y sacando adelante numerosas medidas que respondían a muchas de las promesas electorales hechas por Donald Trump durante la campaña. La frecuente doblez de muchos de los aspirantes a un cargo público (prometer algo popular, sin intención de cumplirlo), ha estado prácticamente ausente del estilo de Donald Trump en la campaña.
Más adelante se repasará en detalle aquellos logros, en multitud de áreas de gobierno, que la prensa convencional viene arrinconando en sus ediciones o, simplemente, ignorando.
“Durante seis meses –añade Henninger- los cortesanos de Trump realizaron filtraciones autodestructivas [sobre sus rencillas internas] a unos medios hostiles y Trump, más que como un presidente, aparecía como el jefe de un carnaval ambulante”.
“Esto no podía seguir así, y no siguió. (A finales de) julio Trump nombró como Jefe del Gabinete de la Casa Blanca al general de Marines retirado John Kelly”. “Es por todos conocido que John Kelly ha impuesto disciplina en la Casa Blanca … de modo que las realizaciones de la presidencia paralela han podido pasar a primer plano” de la actualidad, como repasaremos más adelante.
Tanto antes como después de dicha mejoría en la situación en la Casa Blanca, los medios han seguido una segunda línea de ofensiva (desde el comienzo mismo de 2017) que, cada mes que pasa parece que no les va a llevar a su objetivo de derribar a Trump. Nos referimos a las diversas investigaciones que forzaron a poner en marcha para esclarecer la supuesta connivencia del equipo de campaña de Trump con las autoridades rusas durante 2016 para alterar el resultado electoral.
Una cosa es que el Gobierno ruso haya intervenido en la campaña que condujo al 8 de noviembre de 2016 –lo que parece casi seguro-, y algo muy diferente que los colaboradores de Trump intervinieran en dicha interferencia rusa. Aún no hay resultados definitivos, nadie puede tener certeza, pero tras más de 1 año de investigación en ambas cámaras del Congreso (y 8 meses del fiscal especial Robert Mueller), todavía no han aparecido evidencias incriminatorias, más que en asuntos muy secundarios, o ajenos a la campaña, de hace años. Salvo sorpresas de última hora, ésta está siendo una vía muerta … pero que les está sirviendo todo este tiempo para mantener una duda de sospecha y hasta de traición por parte del equipo de campaña de Trump. De no conseguirse pruebas de estas graves acusaciones, tras las 3 investigaciones exhaustivas en marcha (que el Partido Demócrata quiere prolongar indefinidamente, año tras año), quedaría en evidencia que únicamente se habría buscado enlodar el ambiente político y distraer y obstaculizar la acción de gobierno.
Por otra parte, los dirigentes de cierta edad del Partido Demócrata, que ahora se dicen escandalizados por el “Trump de Twitter”, por sus indudables excesos, ¿es que pretenden haber olvidado el apoyo sistemático que prestaron durante 1995 y 1996 al Presidente Bill Clinton, quien estuvo arrastrando por el suelo la dignidad de Estados Unidos ante los ojos atónitos de todos los países del mundo, por su comportamiento indecoroso, mientras era presidente, dentro de la propia Casa Blanca, con la becaria Monica Lewinsky? ¿Dónde escondieron entonces su sentido del escándalo y el amor hacia su país? Todos ellos antepusieron la defensa de “su presidente” (el presidente de su partido), aunque ahora digan que se equivocaron al hacer eso … a buenas horas. ¿Qué ha hecho Donald Trump en la Casa Blanca que se asemeje a las proezas de Bill Clinton hace 20 años? Se echan en falta que se hubieran producido entonces protestas en las calles, frente a la Casa Blanca, de las muy progresistas feministas estadounidenses. ¿Pueden imaginarse Vds. la furia feminista que se desataría hoy de saberse que Trump hubiera dicho en la Casa Blanca un respetuoso piropo (sí, un piropo) a una becaria? Parecería que la ira de aquellas tiene un carácter eminentemente partidista, manipulador.
Los logros del primer año
Como se mostrará a continuación, una buena parte de las promesas que formuló Trump durante la campaña electoral consistían en desmontar y anular muchas de las políticas que había aplicado su antecesor, Barack Obama. No hay duda posible sobre el intenso anhelo de la mitad del electorado estadounidense en zafarse de gran parte de la obra de Obama, el presidente más de izquierdas que ha habido en toda la historia del país. Un elevadísimo número de votantes se sintió extrañado durante los dos mandatos de Obama, como si no fuese ya el país que conocían y en el que querían seguir viviendo. Independientemente de nuestra valoración personal, desde España, en EE.UU. ese era un ardiente deseo de la mitad de la población y lo sigue siendo. Muchos lo descalifican como una actitud destructiva; sí los es, destruir lo que de destructivo introdujo Obama en la sociedad estadounidense es merecedor de elogio y expresión de valentía, en lugar de resignación.
1) Aceleración de la actividad económica nacional
En el 2º y 3º trimestres de 2017 la economía creció por encima del 3%; el 26 de enero se conocerá el dato anual de 2017. La media anual del crecimiento económico bajo Obama, desde que se superó la recesión -en junio de 2009-, fue de 2,1%. La tasa general de desempleo ha bajado hasta el 4,1% en el 4º trimestre de 2017 (el más bajo en 17 años). La tasa referente a las personas negras ha alcanzado el nivel más bajo (6,8%, en diciembre de 2017) en 20 años.
A diferencia de Barack Obama, que durante sus dos mandatos puso como principal objetivo de su política económica realizar una enorme redistribución de la renta nacional, el nuevo Presidente Trump ha priorizado el máximo crecimiento posible de la economía nacional. Así lo expresó en la campaña y era perfectamente conocido y apoyado por quienes le votaron.
Las Bolsas estadounidenses no han dejado de crecer desde el día posterior a las elecciones del 8 de noviembre de 2016. El capital dio la bienvenida a la elección de Trump y ha mejorado su confianza en el futuro económico del país. Desde noviembre de 2016 las Bolsas se han revalorizado un 36% (hasta el 17 enero 2018), relativo al índice del Dow Jones industrial average. Sus índices se encuentran en los valores más altos de toda la historia: alcanzando un valor de 26.000 el 17 de enero de 2018. Sólo tras la elección de Ronald Reagan en noviembre de 1980 se había producido una revaloración tan intensa en el mercado de valores como la actual, a resultas de una elección presidencial
Los dos principales factores que han impulsado esta favorable coyuntura económica han sido:
i.- la liberalización (desregulation) de la actividad económica que la Administración ha puesto en marcha desde su constitución, eliminando o reduciendo trabas administrativas y prohibiciones que introdujo Barack Obama;
ii.- la perspectiva de una gran bajada del impuesto de sociedades, que se hizo realidad justo antes del día de Navidad de 2017.
2) Libweralización de la actividad económica
Desde las primeras semanas de la nueva Administración, a finales de enero de 2017, se empezó a llevar a cabo esta política. La Administración de Obama había hecho un uso a menudo abusivo de reglamentos de agencias federales para introducir sus políticas, sin pasar por el Congreso. Por tanto, sin pasar ahora tampoco por el Capitolio el gabinete de Trump está pudiendo paralizar o eliminar un elevado número de aquella normativa.
El propósito de Donald Trump –anunciado con claridad durante la campaña electoral- es efectuar una revisión y aligeramiento de la reglamentación federal a lo largo de todo su mandato. De momento, hasta septiembre pasado, 860 reglamentaciones que habían estado en trámite fueron suspendidas: de ellas, 469 fueron suprimidas definitivamente, mientras las otras 391 están siendo revisadas para sacarlas adelante con diferente contenido al previsto en 2016 por la Administración de Obama.
Seguramente, otros miles de reglamentos pasarán progresivamente por este proceso de reevaluación, dándoles una nueva redacción.
El sector donde más normas están siendo eliminadas o modificadas es el de la energía. Con el pretexto de la supuesta amenaza del cambio climático Obama había impulsado toda una batería de prohibiciones y de encarecimiento de la explotación de las minas de carbón, los yacimientos de petróleo y de gas natural. Arruinó a gran parte de las empresas mineras del carbón, deprimiendo las comarcas en que operaban (que votaron en bloque por Trump), y estaba desarrollando una similar política de empobrecimiento en el petróleo y el gas.
El propósito anunciado de Trump de revitalizar el sector energético, ha creado unas excelentes perspectivas en la explotación de aquellos tres combustibles. De cara al futuro se espera más de lo mismo, y sin necesidad de apenas proporcionar subvenciones públicas, en contraste con las renovables.
3) Bajada de impuestos y amplia reforma fiscal
El 22 de diciembre de 2017 quedó aprobada y sancionada la ley de reforma fiscal. El 80% de las familias pagarán menos impuestos. Las empresas tributarán por un tipo semejante a los de otros países competidores de EE.UU., esto es, el 21% en lugar del 35% vigente durante varias décadas. Millones de pequeñas y medianas empresas y negocios recibirán una reducción del 20% en los impuestos de pagaban hasta ahora.
Como indicio de los resultados positivos ocasionados por esta reforma, cabe mencionar el anuncio que acaba de efectuar la compañía Apple. Su consejo ha decidido efectuar el pago en una sola vez de 38.000 M US$ a la hacienda federal (el IRS) como forma de repatriar el inmenso volumen de beneficios que ha ido “aparcando” fuera de EE.UU. en estos pasados años, debido al impuesto del 35%.
Millones de personas contratadas por grandes empresas van a recibir de éstas en los próximos meses un bono extraordinario de 1.000$; otros cientos de miles de empleados, con sueldos bajos, van a obtener subidas permanentes en sus retribuciones, otros recibirán una mejor capacitación profesional, etc. Todo ello, merced al gran aumento de beneficios que conseguirán las empresas de forma permanente derivado de la reforma fiscal.
Ésta es la mayor reforma fiscal desde 1989, bajo Ronald Reagan.
La campaña electoral permitió que Donald Trump reiterara su determinación de recortar intensamente la imposición de sociedades y reformar el conjunto del sistema fiscal.
4) EE.UU. ahorra cantidades astronómicas al abandonar el Acuerdo de Paris sobre el clima
El 1 de junio de 2017, Trump anunció que EE.UU. saldría del Acuerdo de Paris y que dejaba de inmediato de atenerse a sus políticas de encarecer el precio de la energía (“descarbonizar la economía”) al priorizar las renovables, que siguen siendo mucho más caras que los hidrocarburos y la electricidad de origen nuclear.
Conforme a un estudio realizado en abril 2017 por la National Economic Research Associates (NERA), de haber continuado en el Acuerdo de Paris el empleo total en EE.UU. en 2025 podría haberse reducido hasta en 2,7 millones.
El coste para EE.UU. de impulsar la descarbonización de su economía conforme al Acuerdo de Paris, sería de varios cientos de miles de millones de US$, cada año.
El ahorro anual de semejantes cifras de fondos públicos y el mantenimiento de los bajos precios de los productos de la energía, incrementará sensiblemente el ritmo de crecimiento de la economía estadounidense en los próximos años.
Donald Trump había expresado clara y reiteradamente a lo largo de la campaña electoral que esta era su intención y millones de estadounidenses pensaban que sólo este candidato del Partido Republicano llevaría a cabo esta decisión. Había sido Barack Obama quien, al firmar el Acuerdo de Paris en 2015, carecía de legitimidad para hacerlo ya que durante la campaña de 2012 apenas habló del cambio climático y, aún menos, de imponer la carga financiera que implicaba un acuerdo de este género a varias generaciones de ciudadanos de EE.UU.
5) Nombramiento de un excelente miembro del Tribunal Supremo. Renovación del escalón justo inferior
La incorporación del juez Neil Gorsuch al Tribunal Supremo, a propuesta del Presidente Trump, cumple una de sus promesas electorales de contar con un juez de sólidas posiciones conservadoras, empezando por el derecho a la vida. Gorsuch permanecerá varias décadas (dada su relativa juventud) y devuelve un cierto predominio conservador al Alto Tribunal. Este nombramiento constituirá uno de los principales elementos del legado de Trump.
El segundo nivel del sistema judicial en EE.UU. son los Tribunales (federales) de Apelación, parecidos a los Tribunales Superiores Autonómicos en España. Hasta el pasado mes de noviembre, en 10 meses, Trump había conseguido que el Senado hubiera confirmado a 8 magistrados propuestos por él, mientras que Barack Obama obtuvo 3 en todo su primer año.
6) Decidido giro sobre el aborto, la libertad religiosa y la política relativa a la ideología de género
En estos tres campos, en los que Barack Obama protagonizó una verdadera –y desastrosa- revolución cultural, el nuevo presidente está imprimiendo un giro de 180 grados, como quería una amplia mayoría de los votantes conservadores. También en estos asuntos Trump había informado a los electores de cuáles eran sus preferencias.
Sólo la presidencia de Ronald Reagan (en los 80s) había llevado a cabo una política tan resuelta en favor del derecho a la vida. La satisfacción en las organizaciones que impulsan esta creencia es ahora plena, frente a su gran indignación frente a las actuaciones de Obama. En este blog se trata regularmente de este asunto.
Muchas de las cuestiones relativas a la libertad religiosa se encuentran en manos de los tribunales. De todos modos, la Administración federal cuenta con una extensa capacidad normativa que está siendo empleada en favorecer a las diversas confesiones religiosas y a sus creyentes –dentro de los límites de la Constitución-, frente a lo que fue un intento de avasallamiento por parte de la Administración de Barack Obama. La situación ha mejorado drásticamente en el Trump primer año.
Por último, el Presidente Obama introdujo imposiciones relacionadas con los homosexuales y transexuales en multitud de ámbitos: en el uso de baños y vestuarios en la enseñanza primaria y secundaria; en la cobertura de los gastos de las operaciones para el cambio de sexo; en la casi imposibilidad de que los propietarios de viviendas rechazaran las ofertas de miembros de estos colectivos; en la amplia aceptación de transexuales en las fuerzas armadas; en la exclusión de los concursos para proyectos federales de las empresas que no satisficieran un excesivo código de conducta frente a los colectivos LGBT, etc. Todo esto se encuentra actualmente en revisión, como ansiaban los ciudadanos de derecha estadounidenses.
7) Reorientación de la Política Exterior
En este importante terreno las modificaciones han de ser progresivas y lleva tiempo que se desvelen los cambios adoptados en la orientación general en cada asunto.
Por otro lado, todo el mundo conoce los zigzagueos seguidos por Donald Trump en el campo internacional y la frecuente poca coherencia entre sus pronunciamientos en diferentes momentos, lo que siempre perjudica a la acción exterior. Por ello no sorprende que el Secretario de Estado, Rex Tillerson, esté teniendo no pocos roces con el presidente.
Una de las principales acusaciones que se le ha formulado a Trump en este área han sido sus muy desafortunadas palabras de elogio hacia el presidente ruso Vladimir Putin durante la campaña y a principios de su presidencia. Sin embargo, doce meses después Estados Unidos sigue manteniendo íntegramente las sanciones económicas contra Rusia por su intervención en los asuntos de Ucrania y la anexión de la península de Crimea en 2014. No se conoce ningún pronunciamiento de Trump en pro de la reincorporación de Rusia al G7, de donde fue excluido en 2014, manteniéndole fuera hasta hoy en día.
De mayor alcance es la crítica de quienes afirman que la actuación exterior de Trump está debilitando el liderazgo internacional de Estados Unidos. A pesar de que algunas de sus decisiones apuntan en esa dirección, simultáneamente Trump está haciendo frente con mucha más determinación que Barack Obama a varios de los más difíciles asuntos, como es el programa nuclear y balístico de Corea del Norte y el continuo intervencionismo expansivo de la República Islámica de Irán.
Con respecto a Corea del Norte, tanto Obama como anteriores presidentes adoptaron lo que llamaron “paciencia estratégica” que venía a suponer, prácticamente, dejar hacer a Pyongyang mientras se esperaba que algún factor externo resolviera este peligro, casi por sí mismo.
Donald Trump, ha reconocido públicamente la gravedad del problema en torno a Corea del Norte y su carácter perentorio, movilizando a la comunidad internacional para presionar al máximo a dicho régimen comunista y a China mediante nuevas y rigurosas sanciones económicas y comerciales. Al mismo tiempo, está extendiendo los sistemas de defensa antibalísticos en torno a Corea del Norte y a China, que empieza a sentir la incomodidad de su nueva situación. Corea del Sur, Japón y buques de EE.UU. están siendo las plataformas para la extensión de dichos sistemas antimisiles. Trump primer año, está prestando mucha más atención que sus predecesores.
Frente a la amenaza que representa Irán en Oriente Medio, Obama se equivocó al afirmar repetidamente que una vez se firmara un acuerdo que paralizara por unos años el programa nuclear iraní, el poder se desplazaría en Irán hacia las fuerzas más moderadas, las que se aproximarían a Occidente y abrirían la sociedad iraní al mundo exterior.
Como demuestra la revuelta callejera que comenzó a mediados de diciembre de 2017 y la reacción desde el poder en Teherán, aquellas previsiones de Obama no pasaban de ser buenas intenciones, frustradas por la realidad. Algo puede afirmarse ya sin peligro a equivocarse: el acuerdo nuclear no es una llave que provoca la resolución casi automática de los demás riesgos: el programa balístico, la respuesta autoritaria a la insatisfacción popular, el cierre al exterior, el intervencionismo en los conflictos de la zona, la agresividad hacia EE.UU. e Israel, etc.
La Administración Trump todavía no ha mostrado una amplia estrategia ante esta grave amenaza, pero no se hace falsas ilusiones y trata a Irán como lo que es, un enemigo agresivo, y no como un socio en puertas, como le gustaba hacer a Barack Obama.
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