El fracking no contamina el agua, según la Agencia de Protección Medioambiental de EE.UU. (EPA)
Los acuírefos (Groundwater) están a entre 100 y 300 metros de profundidad. Los yacimientos de esquistos, se encuentran por debajo de los 2.000 metros . Obervar el esquema de aquí arriba.
El informe más completo realizado hasta ahora en el mundo sobre el modo en que se están llevando a cabo en Estados Unidos las actividades de extracción de petróleo y gas mediante el fracking, concluye no haber encontrado evidencia de que afecte negativamente de manera generalizada al agua potable de las zonas aledañas. Alrededor del 90% de las perforaciones para fracking en el mundo, están teniendo lugar en Estados Unidos.
No se puede olvidar que la contaminación de las aguas potables superficiales, es en realidad el principal argumento del ecologismo radical en contra del fracking. Pues bien, ese problema realmente no existe.
Trascendencia de este informe de la Administración estadounidense
El informe de 2015 fue realizado por el principal organismo federal dedicado a la ecología del país: la Agencia de Protección Medioambiental (EPA, de sus siglas en inglés) y bajo el presidente de ideas más ecologistas que haya habido: Barack Obama.
Por consiguiente, mientras que no aparezca un informe de semejante amplitud y seriedad como el que comentamos que cuestione sus conclusiones, éstas son las únicas válidas, con alcance global en cuanto a la técnica del fracking, dada la total primacía de EE.UU. en este campo de la energía. Otra cuestión muy distinta sería que en algún país la fracturación hidráulica se aplicara de manera equivocada, alejándose de las seguras prácticas seguidas hasta ahora en Estados Unidos.
No obstante, como el movimiento radical ecologista nos tiene acostumbrados, éste no ha dejado de repetir machaconamente ni por un instante que las técnicas del fracking contaminan sistemáticamente las aguas potables superficiales. A menudo, siguen añadiendo que dicha contaminación resulta permanente, irreversible.
Ya se sabe, Joseph Goebbels (el Ministro para la Propaganda, de Hitler) descubrió que una mentira repetida cien veces, se convierte en una verdad incuestionable.
En junio de 2015 la Agencia (federal) de Protección del Medioambiente (EPA, de sus siglas en inglés), tras cuatro años de trabajo de docenas de sus técnicos, publicó un informe de cobertura nacional que concluía que el modo en que se está realizando en Estados Unidos la fracturación hidráulica [conocida también como fracking] “no está teniendo impactos[negativos] amplios ni sistemáticos sobre el agua potable” en torno a las zonas de explotación (pág. ES-6, línea 17, del Executive Summary).
Alcance internacional del informe sobre el fracking y contaminación agua
El alcance de esta conclusión es internacional ya que EE.UU. es, con mucho, el primer país productor de petróleo y gas de esquisto del mundo, seguido muy de lejos por Canadá. Entre 2011 y 2014 cada año se perforaban en EE.UU. unos 27.000 nuevos pozos de fracking. Tras la bajada de los precios del petróleo iniciada a fines de 2014, dicha cifra se ha reducido pero sigue siendo muy elevada.
El informe estudió durante 2011 a 2014 más de 38.000 pozos para la extracción de hidrocarburos por fracking constituyendo, por consiguiente, el informe más amplio jamás realizado. (Nota al pié, en pág. ES-5, del Exec. Summ.) EPA estudió pozos en 20 de los 25 Estados en que, en algún momento, se ha empleado el fracking en el país.
Este informe fue elaborado y publicado en 2015, bajo la presidencia de Barack Obama, quien adoptó una posición muy ecologista, excesivamente ecologista.
[En junio de 2017 publiqué un artículo sobre otro estudio acerca del fracking, esta vez de una prestigiosa institución científica del estado de Tejas, estado donde se realiza la mayoría de las perforaciones con este tipo de técnicas.]
En EE.UU. el fracking se realiza a menudo cerca de zonas habitadas, sin consecuencias
Además, en contra de la opinión extendida de que dichas decenas de miles de pozos se localizan en zonas inhabitadas, el informe encontró que unos 9,4 millones de personas vivían en el país a menos de una milla (1,6 km) de un pozo activo, cuya fuente de agua potable procedía de unos 6.800 acuíferos empleados por sistemas públicos de suministro (pág. ES-5, línea 28).
Con una relación tan estrecha entre el sector del fracking y núcleos de población, podían haberse producido numerosos impactos negativos sobre el agua. Dicho de otro modo, la experiencia de EE.UU. demuestra que es perfectamente posible la extracción por fracking en zonas pobladas, siempre que se tomen las medidas preventivas apropiadas que se han aplicado en ese país.
Dicho informe había sido solicitado por el Congreso, ante el amplio debate que estaba teniendo lugar en el país. Lo publicado en junio de 2015 fue el resumen (Executive summary) de un borrador de 1.399 páginas, cuya versión final aparecerá más adelante.
Que la agencia EPA haya alcanzado la conclusión de que el fracking “no está teniendo impactos[negativos] amplios ni sistemáticos sobre el agua potable” es especialmente significativo y supone que no encontraron ninguna evidencia que les hubiera permitido descalificar esta técnica de extracción.
La contaminación de las aguas superficiales no ha aparecido por ninguna parte
Como dijo un periodista, “la contaminación del agua por el fracking ha sido para la Administración Obama algo semejante a las armas de destrucción masiva para la Administración Bush, que no aparecían por ninguna parte”.
A la Environmental Protection Agency (EPA) no solo le corresponde supervisar y cuidar las condiciones ambientales del aire y de los recursos hídricos del país, sino que bajo el Presidente Obama ha reclutado a una auténtica legión de activistas del ecologismo radical, cometiendo todo tipo de excesos y abusando a menudo de su autoridad.
No es por casualidad que, tras la agencia tributaria, la EPA sea el organismo nacional de EE.UU. que concita una peor opinión entre muy amplios sectores de la sociedad, que han sufrido la militancia de la agencia en contra de las empresas y de las granjas a lo largo y ancho del país.
Concretamente, en estos pasados años –a iniciativa de la Casa Blanca- ha introducido multitud de medidas y reglamentaciones en contra del fracking. Dicho de otro modo, la EPA ha sido la punta de lanza de Obama para intentar ahogar el desarrollo de la fracturación hidráulica; que haya tenido poco éxito no significa que no haya sido un intento muy intenso y perjudicial para el crecimiento del sector energético.
El objetivo de Obama y del extremismo ecologista era dejar enterrados todos los combustibles de esquisto
El objetivo final de la EPA, de Obama, así como del conjunto del ecologismo era conseguir que los inmensos yacimientos de hidrocarburos de esquisto (petróleo y gas) permanecieran enterrados, totalmente desaprovechados, en aras de evitar la supuesta catástrofe que comporta el cambio climático para la humanidad.
Con el propósito de sumar a su causa a las poblaciones cercanas a las plataformas para la fracturación hidráulica, se ha magnificado enormemente la dimensión de los posibles efectos adversos de esta nueva técnica de extracción de hidrocarburos.
El peligro que más se ha utilizado durante la década en que hemos conocido el boom del fracking (2009 hasta la actualidad), es el relativo a la contaminación del agua potable y la escasez de la misma que podría provocar.
Cualquier actividad minera e industrial comporta un cierto riesgo
Naturalmente, la amenaza al agua potable, así como las demás amenazas que se han aducido mil veces constituían riesgos reales, a priori, como sucede con todas las actividades industriales y extractivas. ¿Quién puede señalar una de esas actividades que sea totalmente ajena a peligros y amenazas de algún tipo?
El que existan “riesgos” –cuando éstos son reducidos- no es razón suficiente para prohibir una actividad. Si fuese así, habría que prohibir en todo el mundo la circulación de automóviles privados, ya que el número de sus víctimas mortales (1,3 millones, según NNUU) equivale al de una bomba nuclear … cada año.
En EE.UU., aún hoy en día, son las Administraciones Estatales las responsables de reglamentar y supervisar el fracking en sus respectivos territorios. En la década de expansión de esta actividad minera han elaborado una amplia regulación que, junto con la innovación técnica permanente de las empresas extractivas, ha permitido evitar que se hicieran realidad los diferentes riesgos existentes.
La campaña mundial desplegada en estos años por las organizaciones ecologistas carece de motivos fundados, tan sólo de peligros potenciales que no se han plasmado sino en muy pequeñas dimensiones.
Las conclusiones del presente estudio de 38.000 pozos activos, son inapelables, por mucho que las intenten retorcer y desvirtuar los ecologistas.
Los casos de derrames contaminantes verificados han sido muy escasos
Entre las conclusiones del informe de la EPA figura la siguiente: “El número de casos identificados en los que recursos de agua potable han sufrido impactos [negativos] es pequeño en relación al número de pozos de fracturación hidráulica” existentes. (Pág. ES-23, línea 36)
El informe constata que no existen estadísticas fiables, elaboradas con criterios homogéneas entre los Estados, de los derrames producidos cada año. La agencia EPA alude en su informe a 376 incidentes de derrames (spills) identificados entre 2006 y 2012; en 151 de ellos (pág. ES-13, línea 21) el elemento contaminante fueron los productos químicos utilizados para fracturar los esquistos y en 225 (pág. ES-17, línea 13) el agua de retorno, ya contaminada.
El fracking tampoco amenaza, en absoluto, la disponibilidad nacional de agua en EE.UU.
Finalmente, acerca de la posibilidad de que el empleo de agua potable para el fracking dejase desabastecida a la población estadounidense y a los otros demandantes de agua (agricultura, industria, …), el informe constata que cada pozo necesita por término medio un gran volumen de agua: 5,7 millones de litros, por término medio.
Ahora bien, cuando se agrega nacionalmente toda esta demanda y se compara con los otros usos, resulta que el fracking en EE.UU. emplea tan sólo el 1% del consumo nacional de agua (pág. ES-7, línea 1). Lógicamente a escala local, en algunos lugares, pueden darse problemas entre los diferentes destinos del agua, sobre los que ya existen experiencias de los modos para resolverlos.
En conclusión, ni la cantidad total de agua ni su calidad se ven seriamente perjudicadas por la amplísima actividad del fracking en Estados Unidos. Esto desmiente la excusa del movimiento ecologista para pretender que la humanidad deje bajo tierra esta enorme riqueza que, además, permite a los países productores independizarse de suministradores de hidrocarburos inestables o abiertamente hostiles, como los países de Oriente Medio y Rusia.
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