Desde hace unos veinte años hay que esforzarse para identificar la presencia de naturalistas entre la pléyade de organizaciones del ecologismo radical compitiendo por ocupar la posición más sensacionalista en este campo. Muchas de ellas cuentan ahora con presupuestos multimillonarios, impensables en la época «gloriosa» y sacrificada de los 70s: WWF (que en España actúa a través de Adena) dispuso en 2013 de 654 millones de dólares, a nivel global. Hoy en día, estas organizaciones se han convertido en otra cosa.
Al Gore. Quitaesencia del ecologismo radical. Cartel: «No se admite a los humanos», en la Tierra.
Félix Rodríguez de la Fuente
Como es bien conocido, el papel del alarmismo ecologista en Europa en la cuestión del fracking ha sido, para no variar, el de su total rechazo. Su propósito no es buscar la compatibilidad, el compromiso, que es imperativo en cualquier campo de la vida económica entre la necesidad de nuevas infraestructuras y nuevos procesos de fabricación y materiales y la definición de requisitos mínimos que reduzcan los efectos negativos que puedan ocasionar sobre el medio ambiente y la salud de las personas y los animales.
Las propuestas del ecologismo radical están guiadas por el fanatismo y un espíritu retrógrado, difícilmente compatible con el avance de la sociedad y la reducción de la pobreza en el mundo.
Los naturalistas sensatos en España
¡Qué diferencia con la actitud de los naturalistas razonables que actuaron y actúan con mérito, esfuerzo, sin apriorismos y con apego a la elaboración científica de sus postulados! La mera propaganda no figura entre sus ocupaciones, a diferencia de la divulgación de los conocimientos científicos y de los comportamientos sociales que de ellos se derivan.
Evidentemente existen cuestiones en las que se puede discrepar de sus análisis o de las medidas correctoras que propugnan, pero con ellos se tiene un terreno común: el método de partir del análisis de los problemas –por complejos que sean-, sin prejuzgar las conclusiones y la intención de buscar medidas proporcionadas y específicas para cada asunto, rechazando las soluciones únicas, milagrosas.
Hoy en día la principal de estas pócimas milagrosas es la lucha contra el cambio climático: pretender que combatiendo el cambio climático se solucionará el hambre en el mundo, mejorará las condiciones sanitarias generales, se conseguirá la suficiencia de alimentos, sobrevivirán miles de especies ahora en peligro, los corales y la fauna marina en conjunto experimentarán una edad dorada, etc.
Refiriéndonos específicamente a los españoles, hasta los años 80 destacaron Félix Rodríguez de la Fuente y José Antonio Valverde Gómez; este segundo contribuyó a fundar la Estación Biológica de Doñana y en 1969 ayudó en la creación del Parque Nacional de Doñana, del que él fue nombrado su primer director.
Entre los naturalistas más recientes, cabe mencionar a Miguel Delibes de Castro, Javier Castroviejo Bolívar, (director de la Estación Biológica de Doñana, de 1975 a 1988, y en 1992-2002 desarrolló una extensa obra de conservación del medio natural en Hispanoamérica) y el divulgador científico Manuel Toharia. Hoy se les considera obsoletos, desfasados, casi peligrosos porque ponen en evidencia el daño que causa el extremismo en boga entre el movimiento ecologista.
«Han aparecido ciertos fundamentalismos excluyentes»
“Han aparecido en los últimos años ciertos fundamentalismos excluyentes e intereses no siempre claros, que han hecho que algunos de nosotros lo haya pasado mal por el único pecado de intentar que la conservación tenga una base científica”. Quien así se expresaba, con ese tono de desánimo (“estuvimos tentados de tirar la toalla”), es Miguel Delibes de Castro, en el prefacio de su obra La Naturaleza en Peligro (2001).
El divulgador Manuel Toharia, en la introducción de su libro “El Clima. El calentamiento global y el futuro del planeta” (2006) expone las siguientes consideraciones: “Existe un consenso científico acerca de cuestiones difícilmente discutibles: por una parte, está aumentando muy deprisa y de manera constante la concentración de los gases de efecto invernadero».
Y Toharia continúa: «Por otra parte, las temperaturas parecen crecer en promedio de manera bastante clara, aunque en este caso con altibajos todavía difíciles de explicar. Y, finalmente, existen indicios pero no todavía pruebas de que los fenómenos meteorológicos extremos … estén agudizándose. Todo lo demás, son predicciones y temores.”
“Las predicciones tienen siempre un margen de error considerable.” “Al mismo tiempo se están alzando voces … en la comunidad política y económica del mundo entero, que dicen que hay que tener cuidado de tomar medidas drásticas … (de forma) que acabe siendo peor el remedio que la enfermedad”.
Cuestiones ajenas a la verificación científica
Entre la multitud de asuntos que Toharia sitúa extramuros del consenso científico, figuran los siguientes:
a) si el calentamiento de las dos pasadas décadas (los 80s y 90s) es consecuencia principal del aumento del CO2 producido por los humanos o responde sobre todo a causas naturales que han venido actuando desde hace millones de años: el clima nunca ha permanecido constante durante mucho tiempo;
b) si el calentamiento va a continuar durante muchas décadas;
c) cuantos grados aumentaría la temperatura media de la Tierra si la concentración de CO2 en la atmósfera se duplicara, esto es, cual es la sensibilidad climática;
d) si los efectos beneficiosos del aumento del CO2 (mayor productividad de las cosechas, crecimiento de la masa vegetal a nivel mundial …) superan o no sus efectos negativos. La lista, es muy larga.
Concluida la introducción de su libro, Toharia se mete en faena: “Nuestro planeta nació hace unos 4.500 millones de años, poco después de aparecer el Sol …”
Nuestra especie, el Homo sapiens, arrancó hace unos 200.000 años (procedente de homínidos y humanos arcaicos), lo cual implica que en su evolución posterior estuvieron sometidos a las arduas condiciones que acompañaron a por lo menos la última de las glaciaciones del Cuaternario (iniciada hace unos 110.000 años), que no acabó hasta unos 13.000 años atrás.
Tuvieron que vivir durante casi cien mil años (en el Hemisferio norte) en un planeta con casquetes polares de varios kilómetros de espesor hasta donde ahora es Reino Unido, Alemania, Polonia y Suiza y hasta las ciudades de Vancouver, Chicago, Detroit y Boston. Y sobrevivieron.
Gran adaptabilidad de los humanos
Una enorme adaptabilidad es uno de los principales rasgos de nuestra especie, que le ha permitido habitar casi todos los ecosistemas de la Tierra. Es en ese marco en el que hay que situar las posibilidades de que los humanos hagamos frente hoy a cambios de un grado y medio o como máximo de dos grados en la temperatura del planeta, teniendo en cuenta que en los 160 años desde mediados del siglo XIX (1850 hasta 2009) el aumento de la temperatura ha sido de 0,845 grados centígrados (UK Met Office’s Hadley Centre), considerando que la disponibilidad de recursos económicos y tecnológicos en la actualidad es infinitamente superior a la de aquel periodo, y no cesa de incrementarse.
Y no obstante, cada poco tiempo escuchamos de la boca de supuestos sabios (auténticos activistas, como el ex Vicepresidente de EE.UU., Al Gore) que “la supervivencia misma de nuestra especie está seriamente cuestionada” …
“E pur si muove”, como protestó en voz baja Galileo. “Y sin embargo -la Tierra- se mueve” … y la Humanidad no deja de progresar.
Algunas de la infinidad de predicciones incumplidas del ecologismo radical
(Nota de 2021)
«Están desapareciendo ya los osos polares«. Mi artículo de marzo de 2021. expomgo que no hay fundamento científico alguno y que la población mundial de osos polares no deja de aumentar.
«Los incendios forestales no dejan de aumentar en el mundo«. Un amplísimo estudio llevado a acabo por la NASA, demuestra lo contrario. Ver mi artículo de abril 2021.
«El 60% de las barreras de coral del mundo desaparecerán antes de 2030” (Greenpeace). No existe ninguna evidencia de esta previsión catastrofista. La inmensa mayoría de loa atolones están libres de «amenazas existenciales». Ver mi artículo de mayo de 2020.
«Cientos de islas están en peligro de quedar hundidas bajo los mares cuyas aguas no dejan de elevarse«. No se conoce ninguna isla en esta situación. Tan sólo islotes, deshabitados, que apernas se levan unos pocoas metros sobre el nivel del mar. Ver mi artículo de mayo de 2020.
“El cambio climático está empeorando la producción de alimentos del mundo”
Pueden consultar las cifras récord de las cosechas mundiales de cereales, en mi artículo de diciembre de 2017.
“Las reservas globales de petróleo y de gas se están agotando”
En mi artículo de enero de 2019, se recogen las cifras -admitidas por los organismos internacionales- que demuestran lo contrario
“A medida que aumente la temperatura en la Tierra, morirán muchas más personas”
Como cualquier persona medianamente informada sabe, la verdad es la inversa, como se expone en mi artículo de abril de 2018 artículo de abril de 2018.
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