Muchos estadounidenses apoyan a Trump
Tras casi dos años de la presidencia de Donald Trump, es mucho más fácil contestar a la pregunta: ¿qué es lo que hace que tantos estadounidenses apoyen a Trump -casi la mitad del electorado-?, un dirigente tan peculiar. ¿Cuál es el principal motivo de que en los actos electorales protagonizados por el presidente, miles de ciudadanos continúen vitoreándole y mostrando con continuos aplausos su entusiasta apoyo a las consignas del presidente?
El ensayista y escritor de relatos breves Joseh Epstein ofrece una explicación, en su reciente artículo titulado: “Los americanos se volvieron hacia Trump para detener la marea progresista”.
Al final de mi artículo, se realiza una escueta referencia a la política de identidades (identity politics), tan importante en EE.UU.
Joseh Epstein (nacido en 1937, en Chicago) ha ofrecido su explicación, convincente a la vez que sencilla al dilema inicial, en el Wall Street Journal. (El acceso por internet a este diario, solo es posible mediante suscripción) Las negritas que aparecen en las referencias entrecomilladas, son mías.
Quienes vivimos en EE.UU. durante los largos meses anteriores a las elecciones presidenciales de noviembre de 2016, recordamos con toda claridad la primera razón que aducían los estadounidenses que -se atrevían- a manifestar públicamente su intención de votar a Trump: “¡No podríamos soportar otros cuatro u ocho años de presidencia como la de Obama!”.
Era público que Hillary Clinton, en el pasado de posiciones políticas relativamente centristas -como su marido Bill-, había decidido ya adoptar desde la Casa Blanca una actitud fuertemente continuista con respecto a Barack Obama.
Barack Obama el presidente más de izquierda
Este presidente, tan erróneamente admirado por no pocos sectores de la derecha española -quizá por falta de información, lo que realmente es un serio obstáculo-, fue el presidente de EE.UU. que en sus 241 años de historia aplicó una política más de izquierda, que en varios aspectos (como en lo relativo a los valores sociales, familia, ideología de género, etc.) fue claramente izquierdista.
Allí se conoce esta negativa evolución social, entre otros términos, como una revolución cultural.
Aquella fue una política verdaderamente nefasta -por muy buenos modales personales que tuviese Obama, que nadie le discute-, como creo que se puede observar en muchos de los artículos de mi blog. No pierdo ni media ocasión de informar sobre esto; tal es la confusión de partida en España.
Por qué tantos estadounidenses apoyan a Trump
Epstein relata cómo en un encuentro con unos de sus amigos radicalmente opuestos a Donald Trump, le preguntaron: “¿Cuál es el atractivo [de Trump para los ciudadanos]? [¿Cómo es que tantos estadounidenses apoyan a Trump?] No lo comprendemos”.
A lo que Epstein contesta en su artículo que, “tras meditarlo, se me ocurre que lo que verdaderamente entusiasma a las multitudes seguidoras de Trump y las atrae hacia él, es la postura antiprogresista que comparten. No me refiero al progresismo que caracterizaba al Partido Demócrata del tiempo de nuestros padres [en los años 40 a los 70 del siglo pasado], que apoyaba a los sindicatos, las libertades civiles, la integración racial y la intervención en los asuntos internacionales».
El progresismo extremista
Y prosigue Epstein diciendo que «Me refiero al progresismo extremista en el que se ha metamorfoseado aquel otro, que constituye el núcleo del pensamiento de políticos demócratas tales como [la senadora y probable precandidata presidencial para 2020] Elizabeth Warren, [el senador de Vermont, que disputó a Hillary Clinton la candidatura para las presidenciales de 2016, que se autodenomina “socialista democrático”] Bernie Sanders, [el radical y ambicioso joven senador de Nueva Jersey] Cory Booker, [la senadora por California y probable precandidata presidencial para 2020] Kamala Harris … y otros”.
Elizabeth Warren. Kamala Harris. Cory Booker
Bernie Sanders
“Se trata del progresismo que se sitúa en el borde mismo del socialismo, que se dice que atrae a los jóvenes, que promete una nueva América, más amable; un progresismo que ensalza la “política de identidades (identity politics)” [ver explicación al final del todo] “y no tiene objeción alguna frente a la corrección política”.
“Cuando uno observa a las personas que participan en los mítines de Trump, se encuentra con los rostros …. de los proletarios de quienes se suponía que debería provenir la dictadura propuesta por Carlos Marx. Sin embargo, estas personas a pesar de las promesas progresistas de atención médica gratis para todos, educación universitaria también gratis y el resto del paquete [programático], no quieren saber nada de los senadores Warren, Bernie, Booker y compañía. Todo lo contrario: les aborrecen”.
…
No desean que se justifique la violencia de los negros
“El participante (típico) en los mítines de Trump enciende su televisor y las noticias de la noche abren con las protestas en su ciudad del grupo [extremista y violento negro] las Vidas Negras Importan (Black Lives Matter). Si esa ciudad es Chicago [donde los alcaldes vienen siendo del Partido Demócrata ininterrumpidamente desde hace 87 años, 1931 -o sea, Andalucía elevada a la 3ª potencia-], seguramente recuerde que en lo que va de año 2.619 personas han sufrido disparos, de las que 475 han muerto, la mayoría de ellas se trataba de personas negras asesinadas por bandas de jóvenes negros. Si vive en otra ciudad, hay la posibilidad, como ya sucedía en el pasado, de que dichas protestas acaben en el saqueo de tiendas del barrio”.
…
“Nuestro hombre cambia de canal [en su televisor] y es recibido con una historia acerca de la larga y feliz vida de un matrimonio de lesbianas. Lee en los periódicos que [algunas] personas han sido despedidas de sus trabajos por algo que, en el reino de la corrección política, se interpreta como racista, sexista … o elija Vd. otro calificativo”.
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“No cabe duda de que más pronto que tarde se encontrará [este hombre] en los periódicos con la noticia sobre un niño de 11 años que habrá demandado [judicialmente] a sus padres por no permitirle cambiar de sexo”.
“Y pensará, Dios mío, “haz América grande nuevamente” [la principal consigna electoral de Trump en las presidenciales de 2016: MAGA], endereza nuevamente a América, haz de América cualquier cosa menos en lo que se está convirtiendo”.
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“El enemigo de mi enemigo, es mi amigo”
“Donald Trump fue elegido como un rechazo al progresismo que ha hecho que la vida en América parezca caótica, si no algo demencial, y que ahora amenaza con tomar el control del Partido Democrático”.
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La razón de que no pocas personas inteligentes hayan votado a Trump, aunque no les gustase sus modales y su forma de ser, tiene que ver con “el viejo proverbio de los indios: el enemigo de mi enemigo, es mi amigo”.
…
“Actualmente, el debate político [en EE.UU.] no es que esté dominado por dos diferentes partidos, sino por dos visiones radicalmente distintas sobre lo que debe constituir una buena vida. Y así es como estamos, dos extremos sin una alternativa intermedia. La desgracia es que la mayoría de los estadounidenses sienten pertenecer a dicho centro [hoy] inexistente, desamparados sin un partido [propio], desesperados sin contar con un líder” [que les satisficiera suficientemente]. “Raramente la política [en EE.UU.] ha resultado tan deplorable”.
Es indudable que numerosísimos estadounidenses apoyan a Trump como un mal menor que, tras casi dos años, está demostrando -además- que cumple rigurosamente con sus compromisos electorales (Promises Made. Promises Kept) y que está desplegando muchas políticas muy acordes con las convicciones de los conservadores, como nunca antes.
Nota aclaratoria sobre la “política de identidades” (identity politics)
Se trata de un concepto central de la política de todos los días de la izquierda en EE.UU., a todos los niveles territoriales, desde hace unas cuatro décadas, en los 80s. Y la izquierda ha introducido esta concepción en toda la estructura administrativa del país.
En la medida en que han podido, las fuerzas de izquierda en España también la han aplicado, pero prácticamente no se alude a ella por este nombre, ni conozco otro equivalente.
Mi exposición va a ser breve. Un futuro artículo lo tratará con cierto detenimiento.
A falta de mejor alternativa por mí conocida, remito al Wikipedia en inglés y al Wikipedia en español para una presentación general del asunto que, de todos modos, resulta de difícil lectura.
Sobre la orientación de Wikipedia
Todo el mundo empleamos Wikipedia, más o menos. Y hacemos bien. La mayoría de sus entradas están redactadas con rigor, por personas bien informadas. Pero Wikipedia no es como los ángeles del cielo, que carecen de sexo. Wikipedia responde claramente a una orientación política e ideológica de centro-izquierda que, en no pocas entradas se convierte en de izquierdas, a secas.
Sin ir más lejos, esto se aprecia en la exposición sobre “la política de identidades”: breve apartado en inglés sobre las críticas al concepto, exclusivamente desde la propia izquierda. Crítica totalmente ausente en la versión española.
La comunidad de ciudadanos iguales se fragmenta en una tropa de identidades
La visión ideológica de la política de identidades viene a romper la radical igualdad de todos los ciudadanos ante la ley en una sociedad democrática, segregándolos en grupos sociales, étnicos y de sexo, parcialmente contrapruestos. Es a estos grupos -realmente a las organizaciones ciudadanas (siempre creadas y controladas por la izquierda) que aspiran a representarlos- a las que se traslada la iniciativa política, quienes son convertidos en interlocutores privilegiados de los poderes públicos para administrar esta nueva invención social.
Las organizaciones feministas, las “ongs” de la ideología de género, los colectivos homosexuales y transexuales, las asociaciones de personas negras, los grupos de emigrantes hispano, etc. se autoposicionan, con la ayuda decisiva de los políticos del Partido Demócrata, como los principales definidores de cuáles son los intereses de cada uno de estos grupos sociales, que ellos ayudarán a gestionar.
Lo hacen en el sistema educativo, en las instituciones sanitarias públicas, en la contratación de grandes y pequeñas obras públicas (definiendo cuotas, etc. para cada grupo) … y así hasta agotar el completo presupuesto de gastos de las administraciones públicas.
La Comisión Europea también la ha hecho suya
En Europa, su introducción real se produjo a lo largo de los años 90 y, en gran medida de la mano de esa burocracia -cuasi autónoma- que se llama la Comisión Europea. Ningún parlamento nacional les había dado velas en los actos de la alta política, pero las organizaciones interpuestas la ha colonizado. Las antesalas de los ministros y parlamentarios, son el nuevo medio ambiente de estos onegeros, supuestamente sin ánimos de lucro.
Creo que cualquiera comprenderá que no me refiero a, por ejemplo, las Hermanitas de los Pobres, que son algo muy distinto a una ONG progre, que va por los países atrasados dándoles ordenes (de obligado cumplimiento) a alcaldes y ministros, tratándoles con altivez, a menudo sin respeto.
Las políticas de identidades son contrarias a la igualdad constitucional
En EE.UU., los críticos de la derecha señalan el carácter contrapuesto entre los mecanismos de la política de identidad, y la Declaración de Independencia, en cuyo segundo párrafo se enuncia uno de sus conceptos nucleares: “Todos los hombres fuimos creados iguales”.
Los grupos interpuestos fueron creados para todas aquellas (infinitas) minorías a las que se considera “desventajadas” e incluso “oprimidas”. Los únicos que quedan excluidos son los hombres en general y muy especialmente los hombres blancos heterosexuales, que reciben el trato de grupo opresor, a ser sometido en todos los campos a los privilegios inventados para aquellas minorías.
¿A alguien le sorprende que los hombres blancos (suponemos que los heterosexuales, porque los demás forman una muy escasa minoría) constituyeran el principal grupo social que aupó a Donald Trump a la Casa Blanca?
Los sectores progresistas de todo este montaje organizativo “identitario”, no pierden ocasión de recordar a los muchas decenas de millones de ciudadanos supuestamente organizados como minorías, que su obligación es votar siempre a favor de quienes los defiende, la izquierda, y nunca a sus enemigos: la derecha.
Quien no lo haga, puede ser ridiculizado, criticado y sometido al ostracismo. Nos referimos a colectivos como el de mujeres, negros, hispanos, asiáticos, inmigrantes en general, transexuales y demás “identidades” que se vayan añadiendo a la sopa de letras LGTB-etc.
Ejemplos de la política de identidades
Barack Obama echó mano de la política de identidades en sus campañas electorales, por ejemplo, pidiendo a los votantes hispanos que “castigaran a nuestros enemigos”.
La primera mujer hispana (descendiente de puertorriqueños) en convertirse en magistrada del Tribunal Supremo, en 2009, Sonia Sotomayor, es además la más progresista del Tribunal.
Fue propuesta por Obama, a pesar de que anteriormente ella había realizado públicamente afirmaciones de carácter totalmente “identitarias”, como que que “una inteligente mujer latina nombrada magistrada, alcanzaría mejores conclusiones [judiciales] que un hombre blanco”. ¡Olé, la genio!
Y el Senado la confirmó … incluso con votos conservadores, y todo porque era una mujer … Menudo error. Aquello, también constituye una expresión de feminismo radical, decisiva parte integrante del paquete radical completo de la izquierda postmoderna.
Un elevado número de profesores y directores -progresistas- de colegios e institutos públicos de EE.UU., no paran de presionar para que todas las asignaturas, incluida matemáticas, sean enseñadas de un modo diferente a cada colectivo definidos conforme a la política de identidades: blancos, negros, hispanos, nativo-americanos (o sea, indios) …
Ya sean los estados o las agencias federales, equipos de funcionarios están encomendados en vigilar que la composición de las plantillas de sus contratistas guarden una cierta cercanía con la distribución estatal o nacional de los diversos grupos sociales constituidos, en muchos de sus proyectos de inversión en infraestructuras, y otras.
Y así, ad infinitum, a lo largo y ancho del presupuesto federal y de los estatales.
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