Las amplias protestas que se están sucediendo en Francia desde hace unos diez días por el encarecimiento de los carburantes (gasóleo y gasolina) -debido al impuesto ecológico-, esto es la llamada revuelta de los “chalecos amarillos”, apenas están siendo explicadas por los medios de comunicación. Pero su trascendencia, es grande y seguramente a medio plazo no va a dejar de acentuarse.
El principal motivo de las protestas es el impuesto ecológico que grava los combustibles (el TICPE), que aumenta fuertemente cada año desde abril de 2014. Dicho impuesto -junto a otros impuestos, como el IVA- ya suponen en torno al 60% del precio de venta de los carburantes en Francia; en España se acercan al 50%. Y aquel impuesto, que responde a la más que cuestionable “transición ecológica” (¡para salvar al planeta!) va a seguir aumentando cada día 1 de enero, hasta 2022.
Este disparate es una de las principales medidas que el Estado francés está aplicando para llevar a la práctica el Acuerdo de Paris contra el Cambio Climático. No parece que los franceses vayan a aceptarlo.
La imposición sobre los carburantes en Francia
El TICPE es, en realidad, un conjunto de impuestos específicos sobre los carburantes; es el que más pesa, muy por encima del IVA.
En abril de 2014, bajo el presidente socialista François Hollande, se creó un nuevo impuesto que se integró en el TICPE, llamado Contribución Clima-Energía (CCE). Este nuevo impuesto es la forma que ha adquirido en Francia lo que se denomina también, de modo genérico, “impuesto sobre el carbono”: carbon tax o taxe carbone, en francés. La CCE se carga sobre el volumen de emisiones de CO2, de cada carburante.
Por simplicidad, en adelante nos referiremos al TICPE como el impuesto ecológico.
Para el gasóleo, el impuesto ecológico ha pasado de 42,84 céntimos de euros por litro, en abril de 2014, a 59,40 c€ en 2018; un aumento del 38,7%. En 2022, se situará en 78,23 c€; un aumento del 82,7% en ocho años. Al final del artículo, se muestra el calendario completo previsto.
No falta mucho tiempo para que los precios de los carburantes en los surtidores de Francia alcancen los 2 euros por litro, aunque también influirá la cotización internacional del crudo (que representa en torno a la cuarta parte del precio final). El conjunto de los impuestos, como dijimos, ya supone el 60% del precio al consumidor. El resto, son los costes de refino, transporte, distribución, otros y el margen comercial.
En mayo de 2018, el precio medio al público del gasóleo en Francia fue de 1,45 €/lt.
Desde su llegada al poder, en mayo de 2017, el Presidente Emmanuel Macron ha acelerado el calendario de elevación del impuesto de la transición ecológica. Decisión equivocada, de la que seguramente acabará arrepintiéndose.
Un movimiento apenas sin padrinos
No es extraño que esta manifestación de protesta general se haya realizado al margen de los principales partidos y sindicatos de Francia, empleando internet y las redes sociales como medio esencial para coordinarse y efectuar sus convocatorias. No es extraño porque todas esas organizaciones (salvo el partido de Marine Le Pen, esto es un hecho) están implicadas y son responsables de la errónea política energética que se está aplicando en Francia desde, por lo menos, 2014.
En Francia (como en toda Europa occidental, a diferencia de en Polonia, Chequia, Hungría, Eslovaquia, etc.) la derecha política se ha subordinado totalmente a lo que representa el Acuerdo de Paris, que sólo beneficia a la izquierda y perjudica al conjunto de la sociedad. Ya podían aprender de quien ha librado a la primera economía del mundo (EE.UU.) de las obligaciones del Acuerdo de Paris, definiendo ahora las políticas energéticas para asegurar los precios más bajos posibles y un suministro seguro, sin depender de países muy inestables (como Venezuela, Irak, Nigeria …) o de un peligroso enemigo ascendente, como es Rusia.
Lo que pone en cuestión este movimiento espontáneo en Francia, aunque sin formularlo con claridad alguna, es el núcleo mismo de las políticas para pretender detener el calentamiento global: el encarecimiento (artificial, intencionado) de los combustibles fósiles, para que se deje de consumir la gasolina, el gasóleo, el carbón, el gas natural … que son la base de nuestra economía y de todas las sociedades desarrolladas existentes.
No les va a ser fácil a los partidos convencionales -incluido el recién creado por Macron, La República en Marcha- llevar el agua a su molino, aunque lo están intentando desde el primer momento con “medidas compensatorias” y de “acompañamiento” (subvenciones a los más pobres, a los jubilados) y otras artimañas para dividir y debilitar la protesta.
Habitantes de áreas rurales y camioneros, los principales protagonistas
Junto a muchos de los ciudadanos de las zonas rurales, que inevitablemente dependen del coche particular para su vida diaria (que no puede ser sustituido por “transportes públicos”), se han incorporado a la revuelta los camioneros, quienes también están sufriendo el encarecimiento intencionado de sus carburantes. Y este último colectivo, ya lo sabemos bien los españoles, tienen una larga tradición de interrumpir las vías de comunicación (a menudo por motivos injustos), presionando a las autoridades.
Es cierto que tampoco será fácil que el movimiento se mantenga en el tiempo, sin un mínimo de soporte organizativo externo, que no se vislumbra, aparte del de los camioneros.
La promoción pública de los motores diesel en los 90s, otro escándalo ecologista
Desde hace unos tres años, cuando quedó demostrado que los motores diesel contaminan mucho más que los de gasolina, la izquierda ha desatado una especie de cacería contra los propietarios de estos vehículos, como si fuesen los responsables de este problema.
En este caso, ahora, se emplea correctamente el término contaminación, y se refiere al dióxido de nitrógeno (NO2) y a las partículas en suspensión, dos de los principales contaminantes del aire, que empeoran seriamente las condiciones sanitarias para los humanos, llegando a producir cáncer de pulmón.
Pero casi siempre se recurre al tótum revolútum -interesado-, calificando al CO2 emitido por los automóviles de “gas contaminante” o “contaminación por carbono”, lo que es radicalmente falso. El CO2 es un gas inodoro, incoloro e insípido, que no perjudica en absoluto a la salud humana.
Están aumentando especialmente los impuestos sobre el gasóleo y sobre los propios vehículos tipo diesel; se les prohíbe o encarece su acceso al centro de las ciudades y toda otra serie de discriminaciones desmedidas.
Con estas decisiones, además, prácticamente se dejan sin valor alguno los coches diesel de segunda mano, dañando a sus actuales propietarios.
¡Incluso se pretende prohibir la producción de automóviles que usen gasóleo o gasolina, dentro de unas pocas décadas: en 2030 o 2040! No lo conseguirán. Los consumidores los seguirán demandando durante décadas. No habrá ninguna alternativa viable hasta bien mediado el siglo. En cualquier caso, no es una decisión que deban adoptar unilateralmente las autoridades nacionales, salvo para quienes prefieren la planificación centralizada de la economía.
En este asunto, y sin que sirva de precedente, deberíamos retomar una de las consignas del mayo de 1968: ¡Prohibido Prohibir!
Los gobiernos europeos estimularon la compra de coches con motor diesel
En Francia los automóviles con motores diesel representan cerca del 80% del parque automovilístico del país. En España, también aumentaron rápidamente desde fines del siglo pasado.
Y las autoridades nacionales de Europa occidental y de la UE (como la Comisión Europea), con un descarado cinismo, eluden toda responsabilidad en la creación de este problema sanitario y económico.
Pero fueron precisamente dichas autoridades las que, a partir de comienzos de los años 90, estimularon con todos los medios a su alcance la producción y compra de los vehículos con motores diesel.
En EE.UU., por ejemplo, nunca se ejerció tal presión de los poderes públicos sobre los fabricantes y los consumidores -en favor del diesel- y en todo este periodo de tiempo la gran mayoría de los automóviles comprados han seguido siendo los de gasolina.
¿Cuál era el motivo que aducían las autoridades de Europa, desde comienzos de los 90s? Que los motores de gasolina producen más gases CO2, lo que perjudicaría el clima mundial … y generaron un problema mucho mayor y más acuciante, en las condiciones sanitarias de las ciudades.
Las autoridades europeas se equivocaron entonces y ahora lo intentan corregir de un modo abusivo hacia los propietarios de automóviles tipo diesel.
Todo esto, constituye un caso emblemático de una excesiva intervención de las autoridades públicas, un desmesurado dirigismo ecológico y económico, limitando la libertad de los consumidores en sus decisiones de compra de vehículos.
¿Por qué se producen las protestas ahora? El impuesto ecológico
Durante dos y medio años (de enero de 2015 a junio de 2017) la incidencia del aumento anual del impuesto ecológico (desde abril de 2014) quedó tapada por la baja cotización del precio internacional del petróleo crudo (Brent): en torno a los 50 US$/lt.
Pero desde mediados de 2017 (con el Brent oscilando entre 60 y 80 US$/lt) los precios de venta al público en Francia de ambos combustibles no han dejado de crecer, como se observa en el gráfico de abajo, poniendo en evidencia el quebranto causado por la nueva política fiscal y ecologista. Además, la subida está siendo bastante más fuerte para el gasóleo, afectando a más automovilistas. En 2 años, entre junio de 2016 y junio de 2018, el precio medio para el consumidor del gasóleo aumentó el 26,5%.
Evolución de los precios de los carburantes en las estaciones de servicio de Francia, entre enero de 2007 y octubre de 2018. (©Connaissance des Énergies)
Este gráfico muestra también que las autoridades francesas -mediante las medidas fiscales- mantuvieron más bajo el precio del gasóleo en todo el periodo expuesto (2007 a mediados de 2017), para favorecer la venta de automóviles con motores diesel. Política que fue cambiada durante la segunda mitad de 2017.
Calendario de las subidas previstas de los carburantes
El próximo día 1º de enero, un nuevo aumento fiscal tendrá lugar. Y lo mismo cada doce meses.
Cotización internacional del crudo tipo Brent. Periodo 2013 a mediados de 2018
El cuadro inferior muestra el calendario previsto por el Estado francés para los aumentos de la fiscalidad especial sobre los carburantes, hasta 2022, ante el que los automovilistas franceses se están movilizando.
Evolución de los impuestos interiores sobre el consumo de los productos de la energía (TICPE).
En céntimos de euro. (©Connaissance des Énergies. www.connaissancedesenergies.org )
En la actualidad, el impuesto ecológico (el TICPE) ya es el cuarto gravamen que más recauda para la Hacienda de Francia, sólo por detrás del IVA, del impuesto de las rentas personales y del de sociedades.
En 2016 recaudó cerca de 28.500 millones de euros. Comparando dicha recaudación con los casi 67 millones de habitantes franceses, a cada uno le correspondería unos 425 euros al año por el impuesto ecológico: unos 1.700 € al año para una familia de cuatro miembros ... y subiendo. Para las familias de áreas rurales, con dos coches obligatorios -como mínimo- y considerables desplazamientos diarios, la carga ha de ser muy superior a aquella cifra media.
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