Los ciudadanos estadounidenses son muy conscientes de la profunda y duradera influencia que el Alto Tribunal juega en el rumbo que siga su nación. El juez propuesto, Neil Gorsuch, es un sólido jurista que está en sintonía con las profundas preocupaciones de los votantes conservadores.
El 31 de enero, solo once días después de tomar posesión, el nuevo Presidente Trump anunció su propuesta del juez Neil Gorsuch para ocupar el noveno puesto del Tribunal Supremo que permanece vacante desde la muerte repentina del magistrado Antonin Scalia en marzo de 2016. En la terminología de EE.UU. a los magistrados del Supremo se les antepone el término Justice, como sería el caso del Justice Gorsuch. El presidente del Supremo es el Chief Justice.
Gorsuch es desde hace diez años juez del tribunal de apelaciones del 10º circuito, con sede en Denver (Colorado). Estos tribunales son los que ocupan el nivel inmediatamente inferior al Supremo, por tanto son parecidos a los Tribunales Superiores autonómicos. Fue propuesto por el Presidente Bush en 2006 y tuvo que ser confirmado por el Senado, consiguiendo entonces un voto unánime.
Como es lo habitual, Trump discutió su propuesta con los congresistas del comité judicial de su partido, quienes aprobaron de inmediato al candidato.
Se ha sabido, luego, que Trump tuvo el gran acierto de asesorarse para este nombramiento con uno de los principales directivos (Leonard Leo) de la más importante asociación judicial conservadora, The Federalist Society (www.fed-soc.org).
Gorsuch estudió humanidades en la Universidad de Columbia, pasando luego a la Facultad de Derecho de Harvard (de donde salen muchos de los miembros del Supremo). Más tarde, se graduó en filosofía del derecho en la University College, de Oxford (Inglaterra).
Trabajó unos años en un prestigioso bufete de abogados de Washington, y luego como alto funcionario del Departamento de Justicia.
Gorsuch es un sólido juez conservador, con prolongada y amplia experiencia y con una fina pluma. Pertenece a la corriente judicial denominada “originalista” o “textualista” que prima la aplicación de la Constitución y las leyes conforme a su literalidad y al sentido que los legisladores le quisieron dar, en lugar de acometer su propia interpretación en base a las convicciones morales personales o teniendo en cuenta las consecuencias políticas de las sentencias. El recientemente fallecido Magistrado Scalia era la cabeza más visible de esta corriente.
Gorsuch se ha pronunciado con frecuencia en contra de que los tribunales desborden sus atribuciones, invadiendo el campo de los legisladores o del poder ejecutivo. Pero al mismo tiempo, ha criticado el excesivo poder acumulado por las agencias federales. Comprende perfectamente que las valoraciones de índole política deben hacerlas los legisladores, pero no los jueces. Este asunto subyace a la sentencia del Supremo de 2015 creando a nivel federal el llamado matrimonio homosexual, por ejemplo.
Reacciones a Neil Gorsuch propuesto
Todo el arco parlamentario republicano respaldó desde el primer momento al juez propuesto por Trump.
(Nota posterior: El propio editorial del diario de izquierda New York Times, del 24 de marzo, ha dicho: “El juez Gorsuch está claramente cualificado para el puesto”.)
El Procurador General del Departamento de Justicia (que es su número 3), bajo la Administración Obama, Neal Katyal, ha descrito estos días a Gorsuch como “una persona y un juez extraordinario” que “aporta al puesto un sentido de imparcialidad y decencia y un temperamento que encaja perfectamente con el alto tribunal de la nación”.
Recordemos que en 2006 Gorsuch obtuvo el voto unánime del Senado (demócratas incluidos) para su anterior puesto. Pero ahora, los demócratas se han echado al monte, arrastrados por el radicalismo de sus bases que promueven la “resistencia total” a Trump. Intentan negarle cualquier propuesta, cualquier decisión que tome, aunque sea una tan razonable como la de Gorsuch para el Supremo.
Partiendo de esa actitud, los demócratas están amenazando con aplicar el filibuster en el pleno del Senado para evitar la confirmación. Pero los republicanos tienen las de ganar; con el precedente de que los demócratas en 2013 evitaron el filibuster (60 votos de los 100) para la confirmación de casi todos los altos cargos de la Administración Obama, ellos pueden ahora repetir la jugada, en lo que se llama adoptar la “opción nuclear”, esto es cambiar las normas para que solo sean necesarios 51 votos (los republicanos tienen uno más, 52).
La principal excusa que aducen los demócratas es que los conservadores “le robaron el puesto” vacante desde la muerte del Magistrado Scalia, negándose a emprender en el Senado el proceso de confirmación de un juez propuesto por Obama en marzo 2016 (Merrick Garland), cuando le quedaba diez meses para dejar la Casa Blanca. El problema que tienen es que los senadores demócratas –que controlaban la cámara a comienzos de 2007-, cuando a Bush le quedaban dos años de mandato, le negaron la autoridad a Bush para que propusiera un juez para el Supremo.
Los votantes y el Tribunal Supremo
Los ciudadanos estadounidenses son muy conscientes de la profunda y duradera influencia que el Alto Tribunal juega en el rumbo que siga su nación. Hasta el punto de que con frecuencia rivaliza en importancia con la presidencia de la República. El poder judicial goza de una sólida independencia y los largos mandatos de sus 9 miembros hace que a menudo el Tribunal no esté en sintonía con la Casa Blanca, ejerciendo de verdadero contrapeso del Ejecutivo.
Por esta razón, en las encuestas a pie de urna la noche del 8 de noviembre pasado 7 de cada 10 votantes expresaron que la repercusión de su voto en el Tribunal Supremo (a través de las propuestas de miembros del nuevo presidente) fue un factor importante en su decisión, tanto de los votantes de derecha como de izquierda.
El nuevo equilibrio en el Tribunal Supremo
Si el juez Gorsuch consigue la confirmación del Senado –como es casi seguro-, el equilibrio en el Tribunal Supremo oscilará hacia su ala conservadora. En principio, habría 5 magistrados conservadores por cuatro progresistas. Pero sería más apropiado hablar de un empate de 4,5 a 4,5, ya que el Magistrado Anthony Kennedy -que fue propuesto por el Presidente Reagan- viene votando con los magistrados progresistas en casos muy relevantes, como en junio de 2015 al aprobar el llamado matrimonio homosexual en todo el país.
En cualquier caso, la incorporación de un magistrado conservador y de la valía del juez Neil Gorsuch aporta una gran tranquilidad a quienes no compartimos el ideario radical del progresismo actual. Además, la edad de Gorsuch -49 años- supone que presumiblemente estará en el Alto Tribunal como mínimo dos décadas y media.
Como es sabido, los magistrados del Supremo de EE.UU. ocupan su cargo de forma vitalicia, si bien desde comienzos del siglo XX lo abandonan voluntariamente cuando estiman que flaquean sus facultades. La repentina muerte del excelente magistrado conservador Antonin Scalia en marzo de 2016, estando en activo, fue una de las pocas excepciones que se han producido.
Por otro lado, es probable que durante la presidencia de Donald Trump se produzca otra vacante en el Alto Tribunal ya que el Magistrado Kennedy tiene 80 años, la Magistrada Ruth Bader Ginsburg, 84 años y el Magistrado Stephen Breyer, 78 años. Los dos últimos fueron propuestos por el Presidente Clinton (demócrata) y Anthony Kennedy, ya dijimos, suele ponerse del lado del progresismo en casos clave. En consecuencia, si Trump pudiese proponer un segundo miembro del Supremo éste quedaría firmemente anclado en una verdadera mayoría conservadora (5 a 4) para un largo periodo de tiempo. Estos dos nombramientos, muy probablemente, sería el mayor legado que dejase Trump a la nación y a la causa conservadora.
Barack Obama designó dos miembros del Tribunal, del ala más progresista: las Magistradas Sonia Sotomayor y Elena Kagan.
Posible influencia de Gorsuch en los principales litigios pendientes
a) El denominado derecho al aborto
Mientras persista la distribución de magistrados tras la incorporación de Gorsuch, será muy difícil que el Supremo pueda revisar de alguna forma indirecta su sentencia de 1973 del caso Roe v. Wade, que estableció el derecho a abortar. El propuesto juez Gorsuch es partidario de llevar a cabo de alguna manera una revisión de tan cuestionable derecho, pero no podrá tomarse ninguna decisión hasta que otro juez de talante conservador se incorpore al Tribunal.
b) La discriminación racial positiva (en inglés, affirmative action)
En este asunto, nuevamente, haría falta la incorporación de un segundo magistrado conservador, porque en junio pasado el Magistrado Anthony Kennedy votó con los progresistas, resultando 5 a 3 para los criterios de admisión de estudiantes en la Universidad de Tejas, a pesar de su escepticismo en anteriores casos.
En los pasados años se está cuestionando repetidamente el mantenimiento de los mecanismos de discriminación positiva para la admisión de alumnos negros y de otras minorías (como los hispanos) en las universidades. El argumento de quienes propugnan una admisión “a ciegas”, sin que puntúe decisivamente la raza de los aspirantes, es que los más de 60 años en que se han aplicado esos mecanismos son suficientes para haber corregido las circunstancias adversas creadas por las políticas de segregación racial del pasado, convirtiéndose ahora en una política racista, antidemocrática. En 1954 el Supremo adoptó la primera sentencia en contra de la segregación racial en los colegios públicos. Le sucedieron varias otras. Al ser tan apreciable el tiempo de aplicación de aquella política, la izquierda la justifica ahora como un instrumento para “reforzar la diversidad” en las aulas, al no querer renunciar a esta palanca de lo políticamente correcto. Al parecer, las encuestas suelen mostrar una mayoritaria oposición ciudadana a la discriminación positiva, en la actualidad.
c) Los sindicatos de empleados públicos
El componente más destacado de este asunto se refiere a los sindicatos de profesores de las escuelas públicas. La incorporación de Gorsuch debería preocuparles. Hay varios casos pendientes en relación a si los empleados públicos de un cierto sector pueden ser obligados a pagar, contra su voluntad, las cuotas de afiliación sindical. Los magistrados conservadores consideran que eso sería una vulneración de la Primera Enmienda, relativa a la libertad de reunión y de expresión, entre otras. Durante sus dos mandatos, Obama ha tomado muchas medidas en favor del movimiento sindical.
d) Reglamentaciones medioambientales y contra el cambio climático
Días antes del fallecimiento del Magistrado Scalia, el Tribunal se había pronunciado (5 a 4) por la paralización preventiva del principal plan de Obama contra las emisiones de gases de efecto invernadero de las centrales térmicas de electricidad, conocido como el Clean Power Plan (plan de electricidad limpia). Fue la primera vez que el Supremo paralizaba un plan del presidente contra el cambio climático, evidenciando un cierto hartazgo de los conservadores con la actuación de hechos consumados de Obama en este campo. Es muy previsible que el nuevo Supremo continúe en esta línea.
e) Medidas contraceptivas y libertad religiosa
También están pendientes litigios relativos a políticas adoptadas por Obama que obligaban a médicos y sanitarios a participar forzosamente en prácticas abortivas, entre otras normas en el llamado Obamacare. En bastantes de estas discrepancias intervienen grupos cristianos y otros que alegan objeción de conciencia. Es posible que el gabinete Trump, en la reforma sanitaria del Obamacare invalide aquellas imposiciones, por lo que se retirarían los casos del Supremo. De no ser así, o el Supremo instará al tribunal inferior a que busque con entendimiento entre las partes –ahora con el respaldo de la nueva Administración- o se estará a lo que decida el magistrado Kennedy.
Los informativos en España
Cuando el Telediario de la televisión pública española anunció la propuesta de Trump para el Alto Tribunal, lo hizo más o menos en los siguientes términos: “Trump ha elegido a un juez ultra para el Tribunal Supremo de Estados Unidos”. Como se habrá podido comprobar por lo ya dicho, aquella calificación está totalmente fuera de lugar. En realidad, el único ultra en esta historia televisiva ha sido el redactor de la noticia.
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