Notre-Dame en llamas
“Todo transcurre estos días como si una parte de los medios [de comunicación] y de nuestros gobernantes [de Francia], propensos a tratar como fascistas a aquellos que proclamen su apego a nuestra identidad, hubieran caído en la cuenta de la importancia del arraigo cultural. Y es que el arraigo cultural es algo natural, obvio y necesario para todo ser humano que aparezca en la tierra. Lo que resulta artificial, estúpido e ideológico, es intentar negarlo”, como han hecho estas pasadas décadas en Europa occidental los seguidores de la corrección política, empezando por la masonería, con Valery Giscard d´Estaigne a la cabeza.
El principal diario de derecha de Francia, el Le Figaro, ha publicado hace unos días un artículo de la filósofa e historiadora de las ideas políticas Chantal Delsol, al que pertenece el párrafo de arriba. (Nota: sin subscripción, sólo se accede a los primeros párrafos de los artículos)
A continuación, reproduciré algunos otros extractos de aquel artículo.
Antes, sólo quiero recordar un transcendental hecho histórico del siglo XX, que ha sido el periodo más mortífero de toda la historia de la Humanidad.
Los mayores genocidas del siglo XX fueron militantes del ateismo
De los aproximadamente 125 millones de víctimas, muertas a manos de su propio Estado, fuera de las guerras durante el s. XX, la inmensa mayoría lo fueron por Estados que se proclamaban militantemente ateos, sobre todo de izquierda pero también de derecha (el régimen de Hitler), y que persiguieron por todos los medios erradicar las creencias religiosas de la faz de la Tierra, lo que no consiguieron.
Ordenados por el orden de magnitud de sus genocidios y matanzas, aquellos Estados fueron los siguientes: la República Popular China (65 millones de muertos), el Tercer Reich alemán (25 millones), la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) -20 millones-, el régimen comunista de Pol Pot en Camboya (2 millones), Corea del Norte (2 millones), regímenes comunistas en África (Etiopía, Angola y Mozambique, 1,7 millones), el régimen pro-soviético en Afganistán (1973 a 1979; 1,5 millones), las democracias populares de Europa oriental (1 millón), el régimen comunista de Vietnam (1 millón) …
Las anteriores estimaciones proceden de El Libro Negro del Comunismo (Paris. 1997).
Y, en la guerra civil española, aunque los números de la retaguardia no se asemejaron -afortunadamente- a aquellos, las milicias populares (y la guardia motorizada -guardaespaldas- de dirigentes como Indalecio Prieto, del PSOE) asesinaron continuamente a sus oponentes políticos y a religiosos ya antes del inicio de la contienda, como al líder parlamentario de la oposición José Calvo-Sotelo, el 13 de julio de 1936.
La responsabilidad de los ateos tras el siglo XX
Quien en la actualidad se proclame ateo (otra cosa somos los agnósticos), tiene la obligación moral -que hay que exigirle- de explicar por qué su ateísmo puede ser de un tipo radicalmente diferente a los que he citado más arriba, que son los únicos que han adquirido una realidad histórica. Lo demás, son cuentos chinos. Palabrería de demagogos.
En España, los ateos militantes se tratan por lo general de personas especialmente amorales (además de ignorantes y zafios) como Pilar y Javier Bardem, Willy Toledo, Pablo Iglesias y otros personajes de la farándula progre, de igual calaña.
Sigamos con la filósofa Chantal Delsol.
“He aquí un pueblo [el francés] que no aprecia su historia, por colonialista y machista; que se niega categóricamente a que se haga mención de sus raíces en los textos de fundación de Europa” esto es, en el proyecto de Constitución para Europa, que finalmente rechazó Francia en un referéndum en 2008 y que ya desaprobó Holanda en otro referendo, en 2005. Un pueblo, decía la Sra. Delsol, que “no pierde ocasión de echarse la culpa a propósito de un pasado siempre maldito”, proclamado sin descanso por los historiadores franceses buenistas y neomarxistas.
“Es el triunfo del maniqueísmo. Mientras el historiador debe medir el peso sutil de los matices y las circunstancias … lo políticamente correcto borra la complejidad de la historia».
«Todo lo reduce al enfrentamiento del Bien y del Mal, pero un Bien y un Mal reinterpretados según la moral [predominante] de hoy en día … Se demonizan así personajes, sociedades y épocas enteras”. (Históricamente incorrecto. Jean Sévillia. Paris. 2003)
Valery Giscard d´Estaigne y el proyecto de Constitución europea
El asunto del -afortunadamente- fracasado proyecto de Constitución Europea de 2004, conviene ser recordado. Su elaboración se acometió en una convención europea, dirigida por un destacado miembro del masónico Gran Oriente de Francia: Valery Giscard d´Estaigne, quien fuera presidente de Francia durante el septenio 1974 a 1981.
Valerie Giscard, como sus hermanos masones, creía en “el “buenismo” seudohumanitario tradicional en la masonería, la aversión radical a la Iglesia católica y el “pacifismo” y tolerancia hacia quienes amenazan nuestra cultura”, en palabras del historiador Pío Moa, de 2005. Y una de las principales amenazas a nuestra cultura ahora es el islamismo y, en el pasado, en nuestro país, lo fue el terrorismo nacionalista de ETA, con el apoyo del PNV.
Siguiendo con Pio Moa, “Las convicciones y políticas de Giscard causaron muy graves daños a España: apoyó a la ETA y boicoteó los esfuerzos de Madrid en la persecución de la banda terrorista. Durante la presidencia del actual “padre de la constitución europea” la ETA tuvo en Francia un santuario seguro desde el cual planificar sus crímenes, gracias a lo cual conoció su época de mayor auge, con 85 asesinatos en 1979 y un centenar en 1980 … ”.
Volviendo al tema del proyecto de constitución europea, Valery Giscard d´Estaigne se opuso -con éxito- a que el cristianismo fuese señalado en el Preámbulo del texto como uno de los principales fundamentos de la civilización europea. ¿Cuál serían para el expresidente francés los fundamentos de nuestra civilización? ¿Quizás el laicismo, el multiculturalismo, la naciente ideología de género …?
Gran éxito del Gran Oriente
Aquello constituyó un gran éxito del Gran Oriente de Francia, siempre presto a hundir a Occidente con sus conspiraciones políticas (¿por qué, si no, necesitan un extremado secretismo?), sus corrupciones políticas y sus equivocados remedos de valores.
“La masonería siempre ha prestado especial atención a los cargos políticos, militares, judiciales, etc.”, recuerda Pío Moa, para interferir ilegítimamente en el funcionamiento de esas instituciones del Estado en pro de su oculto programa político y de sus intereses personales.
No es difícil llegar al siguiente paso: ¿por qué se legalizan semejantes sociedades secretas, intrínsecamente contrarias a un régimen de libertades políticas, que no rinden cuentas ante nada y ante nadie?
Una organización que es profundamente antidemocrática, aunque probablemente se proclame partidaria de las actuales políticas de inclusión, en las que cabe todo lo peor siempre que se envuelva en el apropiado celofán ideológico.
Sus “valores” se parecen como una gota de agua a otra gota de agua a todo el desastroso programa de la corrección política que ha guiado Europa, desde Bruselas, su Comisión Europea y su Europarlamento, durante las pasadas décadas, debilitando y desorientando a nuestras sociedades hasta la triste y decadente situación actual.
Por cierto, de la mano del partido Ciudadanos ha entrado en España como candidato a la alcaldía de Barcelona un destacado personaje francés, Manuel Valls (exprimer ministro del país vecino), perteneciente a la masonería.
Hay que reconocer que en su alta responsabilidad en la República francesa, Manuel Valls aplicó una política bastante firme y razonable frente a la inmigración ilegal y aún más decidida en combatir el yihadismo islamista. Lo cortés no quita lo valiente.
Las raíces culturales de Francia y sus odiosos detractores
Intentaré volver a las inteligentes consideraciones de la Sra. Chantal Delsol.
Tras referir el desprecio de los historiadores y gobernantes políticamente correctos hacia las raíces culturales de los franceses, de los ciudadanos de a pie, prosigue la Sra. Delsol: pero “el día en que se quema y se viene abajo el símbolo más auténtico de ese pasado que aparentemente detestan, el mismo pueblo queda paralizado de tristeza, llora sobre las ruinas y abre generosamente su bolsa [de los dineros] para emprender sin demora una reconstrucción ciclópea. ¿Qué significa esta contradicción?”
“La dolorosa emoción de los franceses ante la aguja en llamas de Notre-Dame es la prueba de su necesidad de identidad, tan natural y espontánea, incluso más al verse constantemente ridiculizada y forzada a anonadarse. Nuestra identidad secular comprende a un mismo tiempo la trascendencia, la monarquía y la revolución …”
“Nuestras raíces nos importan (¡las nuestras!, ¡no las de otros!) porque es gracias a ellas que cada generación puede alumbrar nuevas épocas”, en desarrollo de las anteriores en su historia.
La realidad humana (e ideológica) actual, es la que es. Por ello, junto a este esperanzador despertar de la identidad cultural francesa y -en parte- del sentido de trascendencia, asomó la oreja de algo de lo peor de la sociedad, el buenismo desintegrador.
La brunete mediática francesa, los políticos y las élites que desprecian el sentimiento popular agachan su cabeza, estos días; aparentan -hipócritamente- haber aprendido la lección. Pero siempre hay miserables que actúan a las claras, a quienes debemos agradecer recordarnos que la actitud y el pensamiento degradantes siguen ahí.
Buenistas y multicultutralistas odian la identidad francesa y Notre-Dame
Esta vez se ha expresado a través de dos dirigentes nacionales del sindicato de estudiantes universitarios L´Unef, como nos informa la Sra. Delsol y Le Figaro.
El mismo día 15 de abril, mientras las llamas destruían parte de Nore-Dame, aquellos dirigentes enviaron tuits rencorosos, mofándose de la reacción ciudadana ante la tragedia. Una de ellos, Hafsa Askar, estudiante de origen marroquí, de Lille, se expresó con tanta claridad como intolerancia y desprecio:
“¿Hasta cuándo va a llorar esta gente por unos pedazos de madera? Objetivamente esto [muestra] vuestro delirio de hombrecillos blancos”. Y, como remate de su faena, añadió lo siguiente esta simpática hija de emigrantes: “Me importa un bledo Notre-Dame de Paris, porque me importa un bledo la historia de Francia”.
Esta muy respetable dirigente estudiantil y honorable representante de la izquierda buenista francesa, ya había llamado en el pasado a “gasear a los blancos”.
Hafsa Askar. Una dirigente nacional del sindicato universitario l´Unef
La avalancha de mensajes de total repulsa, obligó a esta exponente del multiculturalismo a cerrar aquel mismo día su cuenta en Twitter.
Angela Merkel se equivoca
Estimada y decante Canciller Angela Merkel: ¿Wellcome (a estos) Refugees?
¿O puede que no pase de ser una simple cuestión de libertad de expresión, como a diario argumentan -en todo tipo de situaciones- las buenistas organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch?
Para finalizar, reproduzcamos otro comentario de la filósofa Chantal Delsol.
“En unos días, o quizá algunas semanas, [estas personas] reemprenderán su discurso habitual para decirnos que el multiculturalismo es el futuro del mundo, que nosotros los europeos somos igualmente musulmanes que cristianos, que somos esencialmente -de partida- asesinos que llevamos a cabo las Cruzadas, o colonizadores genocidas, y que nuestro destino es solicitar perdón por todo aquello …”
El título de este artículo, lo he tomado prestado del del profesor de historia contemporánea en la Universidad Paris-Est-Créteil Guillaume Cuchet, publicado igualmente en Le Figaro.
Nota: Cualquier error de traducción, me corresponde a mí.
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