La ruptura entre Trump y Steve Bannon, a cuenta de la publicación de un libro, debilita mucho el populismo en el seno de la Administración Trump y en la amplia opinión pública de corte conservadora. La presidencia se desplaza hacia el centro y progresan las oportunidades electorales del Partido Republicano.
La Presidencia y el Partido Republicano salen reforzados
Hace dos días se filtró a la prensa extractos de un libro a punto de ser lanzado al mercado sobre los primeros meses de la Presidencia de Donald Trump, titulado “Fuego y Furia: En el interior de la Casa Blanca de Trump” (Fire and Fury: Inside the Trump White House), cuyo autor es el periodista Michael Wolff. Entre los personajes que fueron entrevistados para esta obra el más destacado y quien ha levantado el mayor escándalo ha sido Steve Bannon, ya que dirigió los últimos tres meses de la campaña electoral de Donald Trump (desde agosto de 2016). Luego fue nombrado estratega en jefe del nuevo Presidente en la Casa Blanca –lo que le daba un acceso continuo a Donald Trump-, donde permaneció 7 meses, hasta ser despedido en agosto por el recién incorporado nuevo Jefe de Gabinete, el general de Marines retirado John Kelly, con el asentimiento de Trump, aunque se presentó como una dimisión voluntaria. Bannon, lógicamente, conoce a fondo los entresijos de aquellos primeros 7 meses de la Presidencia de Trump.
Para asombro de todos, ya que hasta este momento Bannon había sido un estrecho colaborador e inspirador de Donald Trump, primero en la Casa Blanca y luego desde el exterior (manteniendo una frecuente comunicación telefónica), Bannon ha transmitido al autor del libro toda una serie de opiniones ofensivas sobre los hijos y el yerno de Trump e, incluso, descalificatorias sobre el propio presidente.
Del hijo mayor de Trump, Donald Junior, dice que el que se reuniera con unos intermediarios rusos en junio de 2016 fue un comportamiento “traidor”. A su hija, Ivanka, la califica de “boba” (dumb), etc. Todo esto ha aparecido en los medios; no hace falta repetirlo aquí.
Inmediatamente después de esta filtración Donald Trump se pronunció de manera inequívoca por una ruptura total con Steve Bannon. Pero, una vez más, Trump dio un paso equivocado: ordenó a sus abogados tratar de impedir la distribución de dicho libro, ya impreso. No parece que exista base legal para que –en unos pocos días, hasta su salida al mercado- un juez pudiese adoptar esa decisión, por cuanto lo único que ha conseguido es multiplicar la atención pública hacia esta obra, cuya distribución la ha adelantado el editor para hoy mismo; las grandes cadenas de librerías están recibiendo una avalancha de peticiones para su adquisición.
Los medios de izquierda, como el Washington Post y la CNN, así como el diario de izquierda extrema The New York Times han aprovechado la ocasión, como es natural. Lo que no resulta comprensible es que el corresponsal en Nueva York del diario decano de la prensa española se haya sumado –como hace casi siempre- a la misma campaña del progresismo mediático estadounidense de denigración de la presidencia de Trump, haciendo el juego a la izquierda. En su crónica del 4 de enero decía: “El último giro tragicómico del “trumpismo” lo ha provocado un libro sobre el presidente y uno de sus protagonistas, Steve Bannon”. El titular era: “Trump declara la guerra a Bannon”.
Ambas afirmaciones son ciertas, pero la idea que transmite en su crónica es algo así como: “Una nueva trifulca de Trump, otra vez sin sentido alguno”. Trifulca si la está habiendo, pero al ocultar el significado y consecuencias del suceso este corresponsal está dejando a sus lectores en la confusión.
Permitanme que de un breve rodeo.
Trump y Steve Bannon se apartan sustancialmente
Cuando Bannon fue despedido de la Casa Blanca en agosto de 2017, dije en un artículo que “Bannon había sido protagonista de varios de los más sonados fracasos del Presidente Trump”, desde el mismo primer día de su toma de posesión.
El chocante e inapropiado discurso de toma de posesión de Trump el 20 de enero de 2017, había sido redactado por Bannon. La desastrosa redacción, a los pocos días, de la orden ejecutiva para frenar la entrada de refugiados e inmigrantes originarios de varios países de mayoría musulmana fue obra de un joven colaborador de Bannon, Steven Miller, bajo la inspiración del propio Bannon.
Steve Bannon alimentó sin descanso las inclinaciones al proteccionismo comercial internacional que Trump siempre tuvo. Fue él quien inspiró el abrupto abandono de Trump del Partenariado Trans-Pacífico (TPP), sobre el que se había alcanzado ya un acuerdo total con otros 11 países de la cuenca del Pacífico –dejando fuera a China, acertadamente, para contener su influencia-. Bannon, además, le insistía continuamente a Trump para que rompiera el acuerdo comercial NAFTA con Canadá y Méjico, en vigor desde 1994, que tan positivos resultados ha proporcionado a los 3 países; otra cosa muy distinta es negociar una reformulación de varias de sus disposiciones, que es lo que –de momento- se está haciendo, esperemos que con éxito.
Fue también Bannon quien una semana antes de su cese en agosto aconsejó reiteradamente a Trump que realizara las erróneas declaraciones sobre los enfrentamientos sobre temas raciales en Charlottesville, en las que Trump casi se alineaba con los supremacistas blancos.
Digámoslo claramente, no se trata de responsabilizar exclusivamente a Steve Bannon de estas y otras serias equivocaciones cometidas por Donald Trump, pero sí de resaltar la influencia muy negativa que ha ejercido sobre el nuevo presidente. Trump y Steve Bannon se encuentran ahora como es más conveniente.
En mi artículo de agosto, anteriormente mencionado, ya decía que con la salida de Bannon de la Casa Blanca, ésta “gana en unidad, seriedad y gira hacia el centro”, y así ha sido.
Y es que, además de propugnar unas posturas políticas extremadamente erróneas fue Bannon quien más desorden y división creó en la administración presidencial, en la Casa Blanca, “haciendo la guerra por su cuenta”. En esto, como es lógico, a Trump le corresponde una parte esencial de responsabilidad, pero desde que entró John Kelly como nuevo Jefe del Gabinete en agosto ha puesto coto en gran medida a las banderías y el funcionamiento de la Casa Blanca ha ganado mucho en coordinación y eficacia. Ojala que John Kelly pueda continuar mucho tiempo, aunque Trump siga provocando estragos con su caótico uso personal de Twitter, sin control de su equipo.
Como ha afirmado el Wall Street Journal en uno de sus editoriales: “El divorcio entre Trump y Steve Bannon constituye un alivio político … Los peores errores del presidente se han producido cuando éste ha prestado atención al propósito de Bannon de hacer saltar por los aires el statu quo …”. “Los aciertos del presidente han tenido lugar en periodos de actuación ordenada, al tiempo que ha hecho suyos elementos del programa político convencional conservador como en lo relativo a la judicatura, la reforma fiscal, la desregulación y la política exterior”.
¿Puede alguien dudar seriamente de que esta ruptura va a restringir sensiblemente los excesos populistas y proteccionistas del Presidente Trump, aproximando a esta Administración hacia políticas centristas y del ideario republicano tradicional?
No sólo Steve Bannon acaba de perder toda influencia sobre el presidente, sino que está quedándose aislado con respecto a muchos de los donantes y otras fuerzas conservadoras que han venido financiando y respaldando sus iniciativas y podría, incluso, ser despedido como primer ejecutivo del periódico digital Breibart, que constituye su más importante plataforma de influencia.
Todo lo cual garantiza que su peso dentro de la opinión pública conservadora va a reducirse muy notablemente. El Partido Republicano, en particular, tiene hoy mejores perspectivas de éxito electoral que antes de este escándalo. Bannon se proponía intentar renovar por su cuenta los congresistas y senadores que salgan de las elecciones legislativas de noviembre de 2018, promoviendo para las primarias a candidatos propios, de su línea política populista, frente a los candidatos convencionales del GOP. La mayoría de los candidatos de Bannon, en caso de derrotar a los aspirantes del establishment conservador, no tendrían apenas posibilidades de éxito, lo que hubiera favorecido a los candidatos del Partido Demócrata en su intención de arrebatar al GOP el control del Senado o de la Cámara de Representantes. A partir de ahora este plan de Bannon va a quedar casi desmantelado, despejando las oportunidades a los aspirantes más convencionales.
El alma populista-nacionalista dentro de la Administración Trump acaba de perder gran parte de su peso y, además, la corriente ciudadana de este mismo signo se ha quedado sin uno de sus principales dirigentes, siendo ambas magníficas noticias para los conservadores y su partido, el GOP (Grand Old Party), así como para la nación estadounidense. Trump y Steve Bannon, por fin se han distanciado.
Resulta sorprendente que el mencionado corresponsal en Nueva York no haya caído en la cuenta de nada de los que acabamos de mencionar y haya dejado a sus lectores in albis.
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