Las vacunas contra el Covid-19 que funcionan son fruto de las empresas capitalistas
De momento, han sido sólo dos las vacunas contra el Covid-19 -de empresas de países occidentales– las que están siendo comercializadas desde algún momento del mes de diciembre de 2020, ambas de laboratorios principalmente de EE.UU.: primero la denominada Pfizer-BioNTech, de la estadounidense Pfizer, en colaboración con la compañía alemana BioNTech, y la de la empresa estadounidense Moderna, con sede en Cambridge (Massachusetts).
Ayer, día 4 de enero de 2021, comenzó a emplearse (al principio sólo en Reino Unido) una tercera vacuna occidental, la británica Oxford/AstraZeneca. Ha sido desarrollada conjuntamente por la Universidad de Oxford y por el laboratorio privado británico AstraZeneca (curiosamente, con sede en Cambridge).
Merece ser destacado que este proyecto británico recibió una ayuda de 1.200 millones de dólares de la Administración Trump, a partir de mayo de 2020, a través del programa federal Operation Warp Speed (OWS), a cambio de que EEUU reciba 300 millones de dosis en 2021.
También recibieron este tipo de ayudas Moderna, así como otras compañías estadounidenses: Johnson & Johnson, Novavax, Sanofi, GlaxoSmithKline …
Las tres vacunas a las que me he referido, comportan la inoculación de dos dosis por persona, separadas por unas pocas semanas.
Hay otras varias vacunas en desarrollo en países occidentales, pero están en un estadio bastante menos avanzado que las anteriores. Suelen carecer aún de una 3ª prueba, clínica (esto es, sobre humanos), que es la etapa en la que se estudia más detenidamente la eficacia de las vacunas. Esta tercera fase, por otro lado, debe comprender varias decenas de miles de personas voluntarias en las que son probadas.
Especialmente, es el caso de la vacuna alemana desarrollada por la empresa CureVac, que en diciembre ha lanzado su 3ª prueba.
Las vacunas suponen el principio del fin de la pandemia pero tras un cierto periodo
El 10 de diciembre, el Dr. Anthony Fauci, inmunólogo, que es el director del Instituto Nacional de Alergias y de Enfermedades Infecciosas y que está siendo uno de los principales responsables de dirigir en EE.UU. la estrategia para derrotar la pandemia del Covid-19, declaró lo siguiente, referido a su país.
Si “conseguimos que se vacune un 75% u 80% de la población [total de EE.UU.] … de un modo eficiente a lo largo del segundo trimestre [abril a junio] de 2021, [ya que en el primer trimestre se vacunará a los sectores más vulnerables –ancianos y ciertos enfermos- y a médicos, sanitarios, etc.] … al final del verano [esto es, en torno al mes de agosto] podríamos disponer … de suficiente inmunidad de grupo [también llamada inmunidad de rebaño] protegiendo a nuestra sociedad”.
EE.UU. es el tercer país más poblado del planeta (331 millones de habitantes, en 2020) y está teniendo una mortalidad no despreciable: 333.000 personas, hasta finales de diciembre, esto es, el 1 por 1.000 de la población total, lo que se asemeja a la mortandad anual por gripe en varios de los pasados años.
El Dr. Anthony Fauci añadía que “a fines de 2021 estaremos muy cerca de haber logrado una cierta normalidad, esto es, [una situación] muy parecida a la anterior [a la pandemia]”.
Mientras tanto, coinciden los especialistas en que, junto a la campaña de vacunación, habrá que seguir practicando las medidas de seguridad (uso de mascarillas, lavado de manos …) y distanciamiento que, en cada lugar y momento, estimen oportunas las autoridades sanitarias correspondientes.
Lógicamente, en los países desarrollados las cifras de mortalidad y la reducción de la sobrecarga de los sistemas sanitarios deberían empezar a reflejar el progreso de la vacunación desde la primavera de 2021, en unos tres meses.
¿Son totalmente seguras estas vacunas?
Esa pregunta expresa una preocupación totalmente lógica y legítima, pero dicho así no estaría bien planteada ya que en el mundo real no hay casi nada que sea “seguro al 100%”, sin riesgo alguno. Tampoco ninguna de las vacunas elaboradas en el pasado.
Ciertamente, el primer motivo para sentir prevención ante estas vacunas que se han creado en algo menos de 12 meses, esto es con una asombrosa rapidez de desarrollo.
El Dr. William Petri, profesor de Medicina en la Universidad de Virginia, especialista en enfermedades infecciosas. Según él, “normalmente las vacunas necesitan al menos una década para ser desarrolladas, probadas y fabricadas”.
Para que nuevas vacunas puedan ser administradas a la población en general -a diferencia de a unos pocos miles de voluntarios- deben ser aprobadas por los organismos nacionales de regulación de los medicamentos: en el caso de la UE, la Agencia Europea del Medicamento (AEM), que en EE.UU. se denomina Food and Drug Administración (FDA).
Estos dos organismos reguladores han dado por válidos los resultados de los ensayos clínicos de las dos vacunas estadounidenses, Pfizer/ BioNTech y Moderna. A la primera se le ha calculado una tasa de efectividad del 95%. Para la vacuna de Moderna su eficacia se ha estimado en el 94,5%. En ambos casos, los efectos secundarios observados han sido muy escasos y de reducida intensidad.
El principal diario de izquierda de EE.UU., New York Times, informó de que las pruebas de aquellas dos vacunas “han sobrepasado con creces el requisito de la agencia del medicamento FDA, de que vacunas contra [cualquier tipo de] coronavirus debe ser al menos efectiva al 50% para ser aprobada”.
La vacuna británica Oxford/AstraZeneca dispone de una eficacia menor, en torno al 70%, pero cuenta con otro tipo de ventajas, como poder almacenarse a pocos grados bajo cero, un precio reducido, etc.
¿Menos muertos o más certeza?
Sean o no conscientes de ello, quienes argumentan que no están dispuestos a asumir el –limitado- riesgo de ser inoculados ahora por una vacuna que se ha desarrollado en mucho menos tiempo que las anteriores, están afirmando que hay que dejar sin apenas reducir el número de quienes fallecen cada semana por esta pandemia, hasta que dentro de uno, dos o tres años se pueda disponer de una vacuna “suficientemente” probada y “casi” totalmente segura.
No parece una decisión acertada, ni para ellos ni para el resto de la sociedad que, en caso de que no se llegase, aproximadamente, a un 75% de vacunados, seguirá sin derrotar definitivamente la pandemia.
Millones de personas han recibido ya la vacuna sin apenas incidentes
En EE.UU., según estadísticas federales (de la CDC, Centers for Disease Control and Prevention) durante varias semanas de diciembre se inoculó la primera dosis a 2,8 millones de personas. De ellas, tan sólo 11 personas sufrieron alguna reacción alérgica seria, pero ninguna de ellas falleció; el ratio de personas con reacciones serias ha sido de una por cada 250.000 personas vacunadas.
En Reino Unido, también durante varias semanas de diciembre, se vacunaron (con la primera dosis) a más de 940.000 personas, teniéndose información de sólo dos casos de reacciones alérgicas graves.
En ambos países, los -13- casos de reacciones alérgicas serias se han producido casi siempre en personas con historiales previos de patologías de alergia de cierta gravedad. Por ese motivo, se han impartido recomendaciones para detectar cuanto antes estas posibles reacciones tras ser vacunados.
Las vacunas comunistas y los izquierdistas occidentales
Antes de continuar adelante, me es preciso expresar mi sorpresa a que los izquierdistas españoles (y otros) no se estén organizando –incluso desde el Gobierno nacional de España, que ahora dirigen- para conseguir aplicarse la vacuna que ha sido desarrollada por la principal potencia comunista mundial: la República Popular China.
¿Acaso no denuestan a diario los horrores de las empresas capitalistas? Ahora tienen la oportunidad de evitarlas y, de paso, ensalzar las bondades de las vacunas comunistas.
Eso sí, el Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y su Vicepresidente Pablo Iglesias, deberían ensalzar aquellas vacunas con su propio ejemplo, vacunándose ellos y sus familiares con dicho maravilloso producto del régimen chino.
Vacunas que están siendo usadas entre la población antes de haber finalizado en estudio de los resultados de la 3ª fase de las pruebas clínicas (en humanos); en opinión de casi todos los especialistas occidentales, la información publicada por China es totalmente insuficiente para dar el paso de inocularlas a una amplia población. Lo anterior supone una irresponsabilidad y una muestra del obscurantismo que caracteriza a los regímenes totalitarios, como el de China.
Las dos vacunas chinas en un estado más avanzado de desarrollo, y que la República ha permitido que sean usadas de manera limitada entre la población, son la llamada Convidecia, desarrollada por la empresa privada CanSino Biologics, en colaboración con el Instituto de Biología (de la Academia Militar de Ciencias Médicas). La segunda vacuna china es CoronaVac y pertenece a la compañía privada Sinovac.
Hay que recordar que en el sistema de capitalismo de estado chino, incluso las grandes empresas denominadas “privadas” cuentan con muy estrechos lazos e incluso dependencia con el predominante sector público de la economía y con el poder político nacional.
Las empresas capitalistas y las ayudas de la Administración Trump han hecho posible las vacunas eficaces
Pese a los –a menudo comprensibles- pesimismos de sectores de la sociedad con respecto a la seguridad y eficacia de las vacunas –occidentales- contra el Covid-19, a medida que pasen los meses y vaya creciendo por decenas de millones las personas vacunadas, todo hace pensar que se irá imponiendo su sorprendente aportación a la superación de la actual pandemia.
Como siempre sucede en las sociedades humanas, “el fracaso es huérfano, [pero] el triunfo tiene cien padres”. Incluso en estos tempranos momentos, son muchas las organizaciones que se empiezan a apuntar el muy previsible éxito de estas extraordinarias vacunas.
Nos lo recuerda Graham T. Allison, quien durante medio siglo ha sido profesor de Políticas Públicas (Government) de la Universidad de Harvard. Por otro lado, bajo el presidente demócrata moderado Bill Clinton, fue Secretario Adjunto de Defensa.
Ni Naciones Unidas, ni ministerios, ni ONGs
“Si no hubiesen existido la OMS [Organización Mundial de la Salud], ni la Fundación Bill Gates [que cuenta con varios programas contra las enfermedades infecciosas], apenas habría habido diferencia para lograr disponer de las vacunas”. De haber dependido de muchos departamentos ministeriales y agencias federales de EE.UU., “este milagroso desarrollo [de las vacunas] no habría tenido lugar”.
Las universidades de EE.UU., por su lado, es cierto que han contribuido a desarrollar las ciencias de base que han posibilitado las vacunas, pero desde el momento en que se declaró la pandemia, a comienzos de 2020, apenas han participado en el desarrollo de las vacunas. El caso de la Universidad de Oxford, en Reino Unido, es más bien una excepción.
Otras diversas organizaciones de Naciones Unidas, así como los vacuos ensueños del secretario general de la organización (el portugués Antonio Guterres) sobre “una vacuna de los pueblos, libremente disponible para todo el mundo, en todas partes”, no han servido tampoco para nada, da a entender Graham Allison.
Lo mismo es cierto respecto a toda la bandada de ONGs y fundaciones internacionales progresistas, que formularon grandilocuentes declaraciones en el bien pensante Foro de Davos.
Para el profesor de Harvard, Graham Allison, “hay claramente dos causas principales del [rápido desarrollo] de las vacunas contra el Covid-19”.
“La primera es el sistema capitalista, que ha facilitado la competencia entre compañías farmacéuticas y de biotecnología, en su búsqueda del beneficio, para hacer prosperar un producto que salve vidas” …
“Las empresas como la alemana BioNTech, …Moderna … y Pfizer … [han querido hacer algo bueno para las personas], … pero [también] querían alcanzar el caldero lleno de oro que se encontraba al final de este arcoíris”.
Programa específico de ayuda federal creado en mayo 2020
“La segunda [causa de que ya existan vacunas] es la Operation Warp Speed” (OWS. Operación Gran Velocidad), según Graham Allison.
“Las vacunas contra el Covid-19 estarían todavía ahora en fase de desarrollo, si Donald Trump no hubiese creado esta iniciativa [en mayo de 2020], [si no hubiese] nombrado como su director a una persona que conoce el mundo del desarrollo de vacunas [el investigador de origen marroquí Moncef Slaoui] y si no le hubiese autorizado a emplear 10.000 millones de dólares de un modo más expeditivo que mediante los procedimientos administrativos habituales”.
Aquellos fondos han permitido, entre otras cosas, poner en marcha rápidamente las sucesivas fases de prueba de las proyectadas vacunas, con decenas de miles de voluntarios.
Además, este programa está posibilitando reducir en términos de meses e incluso de años el considerable retraso que siempre ha habido desde que un proyecto de vacuna recibe la autorización de la agencia FDA y el momento en el que se haya montado la capacidad manufacturera para reproducir millones de vacunas.
En esta ocasión, por primera vez en la historia, los respectivos laboratorios han ido creando las grandes infraestructuras productivas en paralelo al desarrollo de la vacuna, lo que supone un considerable riesgo comercial adicional.
El Programa OWS ha cubierto parte de este riesgo adicional, a los diversos proyectos en desarrollo. De este modo, apenas una semana después de la autorización de cada una de aquellas tres vacunas (y posiblemente de otras, en los próximos meses), los laboratorios han podido empezar a distribuir millones de vacunas por semana.
El discurso del elemento denominado coronavirus sobre la población mundial, crea una espectacular demanda, «apareciendo» la oferta de la industria farmacéutica a niveles espectaculares con los rebrotes, nuevas cepas, etc. Un increíble negocio.
Estimado Osvaldo:
No cabe duda de que un suceso como esta pandemia proporciona una gran oportunidad para que los laboratorios farmacéuticos puedan ganar enormes beneficios. Pero, así es como funciona este sistema. Corresponde a las administraciones públicas (como la Agencia Europea del Medicamento) velar para que dichas compañías no cometan excesos o fraudes.
Recibe un cordial saludo,
Gustavo Jaso