Depósitos como los Almacenes Estratégicos de material médico de EE.UU.
A pesar de la complejidad de la lucha contra la actual pandemia, en España y en casi todos los demás países europeos está siendo un grave problema la aguda escasez de una serie de equipos de protección personal (mascarillas, guantes, gafas de protección, batas …), que siendo elementales resultan críticos para contener la expansión del virus.
Lo mismo puede decirse de equipos médicos vitales, como los respiradores eléctricos, que presentan una cierta complejidad técnica y un gran número de componentes, así como de los kits de test para poder identificar la presencia del virus, persona a persona.
Al ir desencadenándose la crisis sanitaria en aquellos países, las autoridades de la mayoría de ellos se dieron de bruces con los dos siguientes tipos de problemas, relativos a los materiales de protección y para el tratamiento de la enfermedad:
1) Un número totalmente insuficiente de materiales de protección almacenados (de titularidad privada o pública) frente a pandemias, con los que podría haberse hecho frente a las necesidades de las primeras cuatro o seis semanas. A estas alturas, ya todos sabemos de la perentoriedad de que los sistemas sanitarios intervengan con celeridad para contrarrestar los primeros brotes de una nueva enfermedad, como ésta. Sin disponer de suficiente número de equipos de protección, la expansión de un virus proseguirá sin apenas barreras efectivas, perdiéndose el control de la situación.
Alemania y Francia prohibieron la exportación de material médico
2) Una escasa o nula capacidad de producción nacional de dichos equipos de protección, que deberían haber sido catalogados como de seguridad nacional, ante atentados de bioterrorismo o pandemias.
Como, tristemente, se ha comprobado en esta crisis del coronavirus, cuando se alcanza la situación de emergencia sanitaria las invocaciones a la “solidaridad entre naciones”, “sólo juntos saldremos adelante”, etc. resultan casi siempre palabrería hueca, puro buenismo, con la que no se debe contar ni siquiera respecto a países aliados y vecinos.
Los últimos días de febrero, estando ya desbordado por el coronavirus, el gobierno de Italia solicitó oficialmente, de modo perentorio, a los otros países de la Unión Europea ayuda en forma de suministros de equipos de protección, respiradores, etc.
Pero, Italia nunca recibió respuesta alguna de aquellos aliados. Por el contrario, la siguiente semana (ya a comienzo de marzo) Alemania, Francia y Chequia –que cuentan con sectores industriales de equipos y material médico de considerable tamaño, prohibieron toda exportación de dichos productos, incluso a sus socios de la UE.
Las sociedades europeas no deberían olvidar durante medio siglo este trascendental y triste suceso, para no volver a olvidarse de cómo debe prepararse cada país para las futuras pandemias que, sin duda, llegarán algún día.
¿Qué se pensaba hacer en Europa ante una emergencia?
Dos cosas.
I) No había nada que hacer, porque no iba a presentarse semejante problema. De entrada, por lo general, los gobernantes manejaban una previsión ilusoria, irreal que, en realidad, suponía una grave irresponsabilidad. Podría ilustrarse aquello con el siguiente interrogante: “¿Cómo va a pasar algo así –una grave pandemia- en nuestros países europeos, en el siglo XXI?”
Con ello, se proclamaba que la total imprevisión era lo único acertado, inteligente. No había por qué tener en consideración la eventualidad de ningún tipo de tragedia en Europa … más allá de la gran tragedia climática, que “es el mayor reto de la Humanidad”, nos dijeron mil veces.
Además, la soberbia que actualmente aparece por doquier -en gran parte de los gobernantes-, ha estado también en la base de tamaña imprudencia. ¿Acaso no se repite a diario, como una evidencia, que los humanos podemos cambiar el clima de un planeta, a la carta, tantos grados centígrados más si hacemos esto, tantos grados menos si nos abstenemos de aquello …?
José María Aznar se asombraba de que gobernantes creyeran poder cambiar el clima del planeta
Como afirmaba el antiguo Presidente del Gobierno José María Aznar en su libro de 2009 (España puede salir de la crisis; pág. 41), referido a los años anteriores a la crisis financiera de 2008: “El mundo se creyó que había alcanzado la era de las expectativas ilimitadas … El éxito global parecía una mera cuestión de tiempo; aún más, de poco tiempo … poder vivir por encima de las posibilidades sin apenas trabajar, como algunos ofrecían en España; incluso pretender incidir en el clima del planeta …”
Lástima que Aznar no se haya atrevido a extraer las consecuencias de esa breve reflexión, alejándose de las desastrosas políticas climáticas de sus compañeros del Partido Popular Europeo, Angela Merkel, David Cameron …
Sólo se contemplaba echar mano de China como suministrador
II) En términos prácticos, como último remedio –en el improbable caso de que llegara a ser necesario, alguna vez- se echaría mano de la fábrica global: China. Además, allí todo se fabrica más barato. Como si el precio de un suministro fuera lo único a sopesar para este tipo de productos. Al comenzar 2020, alrededor del 80% de la producción mundial de objetos de protección médica estaba concentrada en China.
Como ha dicho recientemente la periodista francesa Laure Mandeville, con la crisis del coronavirus “emerge una reflexión de más largo alcance sobre el fracaso estruendoso de la globalización [ahora] interrumpida, el retorno con fuerza de las naciones y la necesidad de relocalización de nuestras industrias [de vuelta a nuestros países]”.
Pero tan poco en serio se tomaban los gobernantes europeos dicha eventualidad, de una grave nueva enfermedad, que ni cayeron en la cuenta de que ante una pandemia -por definición, casi global- todos los países acudirían al mismo proveedor, China, con los consiguientes cuellos de botella en el aprovisionamiento, como está pasando, con efectos trágicos para los médicos, el resto del personal sanitario y las fuerzas de seguridad.
A continuación, revisaré la experiencia -exitosa- de Estados Unidos con los depósitos estratégicos, volviendo luego la mirada al caso de Francia: un éxito, luego desbaratado.
El Depósito Estratégico Nacional (SNS) de EE.UU.
La primera superpotencia mundial no se puede permitir las ridículas y decadentes ensoñaciones de los ciudadanos de Europa occidental: los alemanes, franceses, británicos, suecos, etc.
Ya en 1999, ante la posibilidad de atentados biológicos o químicos (Al Qaeda estaba en alza), el Congreso de EE.UU. decidió la creación de una primera entidad que, veinte años después, se denomina el Strategic National Stockpile (SNS), y cuenta con un presupuesto anual de 7.000 millones de dólares. No sólo se ha mantenido año a año, renovándose el material que va agotando su periodo de validez, sino que lo van ampliando, para cubrir más riesgos potenciales. Quien considere ese gasto excesivo, que lo compare con las pérdidas billonarias, nunca antes conocidas, de la actual crisis económica mundial.
Esta red está constituida por un cierto número –no desvelado- de gigantescos almacenes, a lo largo y ancho del país, cuyos emplazamientos también son materia reservada, si bien se sabe que uno de ellos se encuentra en la zona de Washington, D.C.
Dichos almacenes reúnen en todo momento enormes cantidades de medicinas esenciales, antivirales, diversas vacunas y todo tipo de equipos y material médico, que se necesitarían en caso de atentado –o guerra- biológica o química y también ante pandemias. Todo ello colocado en estantes hasta una altura equivalente a cinco pisos.
Este sistema de depósito actúa de respaldo nacional del almacenamiento de vacunas, medicamentos y equipos con el que cuentan las administraciones de los estados y municipios ante situaciones de emergencia sanitaria, como la presente.
Encaje administrativo del sistema e información adicional
Esta amplia infraestructura está gestionada por el Departamento (federal) de Sanidad (HHS), conjuntamente con el Departamento de Seguridad Interior (Homeland Security).
De lo que estamos hablando, no es de un simple sistema de logística, bien gestionado. Al frente de dicha red se encuentra un Subsecretario de Preparación y Respuesta [ante desastres] (Assistant Secretary of Preparedness and Response), de la Secretaría de Sanidad y Servicios Sociales (HHS).
Pinchando aquí, puede ver un vídeo sobre esta red, y acceder en abierto a un artículo explicativo, de hace un par de años, del Washington Post.
Para obtener una explicación un poco más técnica, al tiempo que concisa, debería pinchar aquí:
EE.UU. cubrirá casi dos meses con el Depósito Estratégico
Haber dispuesto de este valiosísimo (aunque costoso) instrumento de respuesta ante emergencias, está posibilitando que en EE.UU. las insuficiencias de equipos de protección médica estén siendo infinitamente inferiores a las existentes en países como Italia y España, donde son dramáticas.
Según recoge el diario The Washington Post, sólo ahora (a principios de abril) están comenzando a agotarse los materiales médicos almacenados en los Depósitos Estratégicos –aunque siguen habiendo-, tales como mascarillas, guantes, batas, etc. Las necesidades extraordinarias –por el coronavirus-, durante unos dos meses, han podido ser atendidas en su mayor parte por los productos almacenados en el sistema nacional SNS.
Se sobreentiende que, aún en mitad de esta grave pandemia, continúa habiendo en esos enormes almacenes elevadísimas cantidades de antibióticos, tratamientos especializados para numerosas enfermedades infecciosas, vacunas contra la viruela (aunque oficialmente está erradicada, podría utilizarla una organización terrorista), vacunas contra el ántrax (carbunco) y para infinidad de otros virus, así como numerosos equipos médicos.
Naturalmente, durante este mes y pico, se ha tenido la oportunidad de ir reforzando, a toda prisa, la producción nacional de este tipo de materiales.
Respuesta espontánea de varias corporaciones
Grandes empresas, como Ford y General Electric, por iniciativa propia, se están volcando, con suma agilidad y eficacia, en la producción en masa de respiradores eléctricos (lo que encierra un cierto grado de complejidad), que comenzará el 20 de abril. Se proponen alcanzar una cifra de fabricación de 30.000 unidades al mes, a partir de junio.
No obstante, dada la insuficiencia de la capacidad productiva nacional ante las fábricas que se han deslocalizado a China durante los 20 años de la gran globalización, también EE.UU. está tenido que efectuar grandes pedidos a la fábrica global para reponer sus existencias, pero sin sufrir las angustiosas y graves escaseces de Italia y España, por ejemplo.
Respecto a los muy necesarios respiradores eléctricos (que en inglés se llaman ventilators), para los pacientes aquejados de graves insuficiencias respiratorias por este virus, se ha sabido que hasta el día 28 de marzo, 8.100 de estos equipos ya han sido distribuidos desde el Depósito Estratégico de EE.UU.
Quedan todavía unos 10.000 respiradores, que se entregarán a los estados en estas próximas semanas, en función de las cambiantes necesidades territoriales.
Escasísima capacidad en España y las dificultades de cierta sustitución de importaciones en Europa
Estos días, en España, aparecen noticias de que en tal provincia se han repartido unas pocas decenas de respiradores, lo que permite apreciar la enormidad del suministro que se está realizando en Estados Unidos, a partir del Depósito Nacional.
Una de las dos o tres empresas que los fabrican en España, Hersill S.L., hasta hace unas semanas venía produciendo 40 respiradores al mes, cifra que tienen intención de tratar de multiplicar por 100, a 4.000.
Esperemos que esta valerosa pequeña empresa de Madrid (con tan sólo 60 empleados) no acabe en la ruina. Eso es lo que casi le sucedió a una empresa de material de protección en EE.UU. durante la crisis del H1N1, en 2010.
Las autoridades le alentaron a expandir fuertemente sus instalaciones, asumiendo un gran endeudamiento, pero cuando se salió de la crisis sanitaria la demanda de sus equipos descendió bruscamente. Por otro lado, sus productos seguían siendo bastante más caros que los de la competencia china y los compradores regresaron a surtirse de los fabricantes de aquel país.
Se necesitarán nuevas políticas industriales y comerciales
Eso será lo que volverá a suceder esta vez, a menos de que las autoridades nacionales (europeas y norteamericanas) diseñen una nueva política industrial y comercial, operativa, para asegurar la supervivencia de los fabricantes nacionales, a pesar de sus mayores costes, a lo largo de los años.
Se requerirá un conjunto de normas en favor del “Made in …” para las mascarillas, guantes, gafas de protección, respiradores y un largo etcétera de material médico, farmacéutico y de otros tipos que se juzguen de interés para la seguridad nacional.
Asimismo, deberán renegociarse muchos de los acuerdos comerciales internacionales vigentes. Los presupuestos de las entidades compradoras públicas de dichos productos (como los hospitales) habrán de ser incrementados de manera permanente. Habrá que preservarse unas condiciones de competencia entre los fabricantes nacionales de los subsectores implicados.
Podrán suscribirse acuerdos para compartir suministros médicos entre pequeños grupos de países, y con países que sean aliados, no con China que es y seguirá siendo un enemigo estratégico. Como ha dicho el ex Ministro de Exteriores Hubert Védrine, tras esta crisis del coronavirus “resultará necesario … regionalizar más las corrientes económicas”.
Y esto sólo será el comienzo de los reajustes a acometerse en numerosas otras áreas.
Hace casi medio siglo que ningún gran país se ha embarcado en semejante reindustrialización, bajo un manto de proteccionismo, aunque fuera referido a una determinada categoría de productos, no al conjunto. No será fácil, pero es seguro que se conseguirá. No hay más remedio.
Donald Trump no está prohibiendo la exportación de equipos y materiales médicos a otros países
Resulta un hecho tan llamativo como positivo, que –a diferencia del bochornoso comportamiento de Francia y Alemania-, como relata el diario de centro-izquierda Washington Post (en el artículo citado un poco más arriba, “No hay indicios de que la Administración Trump esté haciendo ningún esfuerzo por paralizar [esto es, prohibir] los embarques [de material y equipos médicos] hacia el extranjero, ni por apoderarse de las existencias para destinarlas a los hospitales de EE.UU.”.
Observen que es la izquierda, representada por el Washington Post, la que allí reclama prohibir la exportación a otros países. La misma izquierda que un día sí y otro también, tiene la desfachatez de intentar lecciones morales a todo el mundo y, todavía más, a los conservadores.
La caterva progresista no tardará en responder “es que beneficia a las empresas estadounidenses”, como si eso descalificara aquella decisión, cualquiera otra decisión. Pero, ¿acaso no beneficia también a las poblaciones de los países que puedan adquirir dichos equipos y materiales médicos procedentes de EE.UU.? Es inútil ese tipo de personas, no tienen arreglo … salvo ser vencidas en las urnas.
En Francia un gran acierto médico inicial fue desbaratado luego por la izquierda y el centro
Durante 2009 y 2010, en gran número de países y también en Francia, se desarrolló la crisis de la gripe denominada H1N1, que la OMS calificó de pandemia.
En Francia, a la cabeza del Ministerio de Sanidad estaba entonces la Sra. Roselyne Bachelot (licenciada en farmacia), quien desplegó con firmeza una acertada y valiente iniciativa sanitaria. Iniciativa que, a día de hoy, está siendo reivindicada y ha hecho que ella se haya convertido ahora en el personaje público preferido de los franceses, según la encuesta Odoxa, publicada a fines de marzo, a pesar de haber abandonado la vida política hace 10 años. Menos mal que los ciudadanos despiertan.
Roselyne Bachelot. Ex Ministra de Sanidad, 2009.
El principal diario de derecha, Le Figaro (que habitualmente supera a Le Monde en número de venta de ejemplares impresos), recoge las siguientes declaraciones, actuales, de la Sra. Bachelot:
“[En 2009] Vacunamos a cerca de 6 millones de personas, lo que contribuyó a la extinción de la epidemia. Al vacunar a los más frágiles, evitamos que [personas] contaminadas se mezclaran con la población general”.
Su segunda gran medida, buscaba preparar a su país para las pandemias que el futuro traería, como está sucediendo actualmente. Para ello, organizó grandes depósitos nacionales con elevadas cifras de diferentes tipos de vacunas, medicamentos y unos 1.000 millones de mascarillas de protección, entre otros varios equipos médicos.
Pues bien, durante muchos meses de 2009 y 2010 tuvo lugar una campaña nacional de desprestigio y rechazo frontal de sus dos grandes decisiones que, de paso, buscaba la demolición política de la Sra. Bachelot quien fue cruelmente burlada e insultada. Finalmente, en noviembre de 2010, se vio forzada a dimitir, abandonando la vida política.
Linchar políticamente a una ministra no es ejercer la oposición
Es preciso afirmar, que el problema no fue el natural y saludable cuestionamiento y el debate sobre la acción de un gobierno. François Fillon, candidato a las presidenciales de 2017 por el partido de centro-derecha (Les Républicains – LR), era el primer ministro en la época del H1N1: 2009. Ahora, Fillon ha hecho público que “Nosotros mismos dudamos [en cuanto a la decisión a tomar], se produjeron discusiones [internas] muy duras. Algunos de los miembros del gabinete, de nuestro equipo, opinaban que estábamos actuando de un modo excesivo”.
Lo que la izquierda (el Partido Socialista de Francia, la extrema izquierda de Francia Insumisa – Mélenchon …) hizo en 2009 y 2010, fue algo radicalmente diferente a una labor de oposición. Adoptó una postura demoledora para sacar provecho político de las lógicas dudas y temores existentes entre la población.
En esa sectaria campaña tomaron parte infinidad de periodistas, presentadores de televisión, políticos, algunos médicos y, ¡cómo, no!, los miserables del semanario “satírico” Charlie Hebdo, quienes se mofaron de los labios, boca, hombros … de la Sra. Bachelot, sin que parezca que ni una sola feminista radical protestara por ello, como de costumbre, cuando la vejada es una mujer conservadora.
Las excusas para organizar semejante cacería política, eran de este porte: 1) “Se está derrochando, inútilmente, el dinero público”. “Todo esto sólo se hace para favorecer a los laboratorios privados”. 2) “Querrán que nos vacunemos, también, contra la lepra”, o “contra los dinosaurios”. Debemos reconocer que, en España, aquel tipo de demagogia barata anticapitalista, tiene todavía el terreno abonado, mientras no se defienda el importante papel de los empresarios.
Los presidentes François Hollande y Nicolas Sarkozy
Cuando, el socialista François Hollande llegó al Elíseo en 2012, se abandonó la prudente política de mantener almacenada una gran cantidad de medicamentos y equipos de protección.
Aclaremos, de paso, que el muy denostado Presidente Nicolas Sarkozy respaldó en todo momento a la Ministra Bachelot y sus políticas
De 1.000 millones de mascarillas en 2010 quedaban sólo 145 millones en febrero de 2020
Le Figaro dedica toda una crónica a este considerable vaciamiento del almacén, en cuanto a los productos a los que nos hemos referido.
Los ingenuos y los defensores a ultranza de cualquier tropelía izquierdista, responderían algo así como: “de todos modos, 145 millones de mascarillas, son muchas”.
Pero, ¿acaso no paran de quejarse los responsables de los hospitales, de las fuerzas de seguridad, etc. de la gran escasez de equipos médicos necesarios, aportando innumerables ejemplos? ¿Es que no cesan de llegar aviones desde China con estos suministros?
Fuentes citadas por Le Figaro cifran en 24 millones de mascarillas –que deberían usarse una sola vez- las necesarias para cada semana, incluyendo a los empleados de las tiendas de alimentación, de las compañías eléctricas, bancos, de los puertos y aeropuertos, etc.
En estos momentos, se están acabando las que estuvieron almacenadas hasta febrero. Con los 1.000 millones de unidades que había en 2010, se hubiera podido cubrir, tranquilamente, todas las necesidades de Francia –en sentido amplio- hasta junio, por lo menos, sin tener que reusarlas.
Los culpables son dos mujeres
Los culpables de haber diezmado el gran legado de la Sra. Roselyne Bachelot, durante los diez años desde que ella dimitió, tienen nombres, apellidos y rostros. Casualmente, son dos mujeres.
Marisol Touraine (PSF), fue Ministra de Sanidad entre 2012 y 2017, bajo el Presidente socialista Hollande.
Marisol Touraine (PSF)
Según Le Figaro, en 2013, apoyándose en un informe de la Secretaría General de la Defensa y de la Seguridad Nacional, “Marisol Touraine decidió no volver a restaurar lo almacenado [a los niveles anteriores], como ella misma admitió este lunes [23 de marzo 2020] en una entrevista en [el diario] Le Parisiene”.
El partido de Macron aceleró el desmantelamiento
Agnès Buzyn (del partido macronista, La République en Marche – LREM), ha sido Ministra de Sanidad desde la victoria de Emmanuele Macron, en 2017, hasta febrero de 2020, cuando dimitió para presentarse como candidata de ese partido a la alcaldía de Paris, elección que está aplazada por la pandemia.
Agnès Buzyn (Partido macronista – LREM)
Según su antecesora, la socialista Marisol Touraine, había unos 754 millones de mascarillas cuando ella abandonó el ministerio en 2017. Por otro lado, a principios de febrero 2020 había unos 145 millones. Por tanto, como afirma Le Figaro, las anteriores cifras “implicarían que el equipo ministerial de la ministra Agnès Buzyn hubo de haber realizado la distribución de unos 600 millones” de mascarillas, durante los dos y pico años de la Administración Macron.
En Francia, el responsable último de la gestión de aquellos almacenes es el titular del departamento de Sanidad, aunque es lógico pensar que las grandes decisiones serán consultadas con el primer ministro o incluso el presidente.
Deja una respuesta