Durante las cinco pasadas cosechas de cereales se han ido obteniendo cantidades elevadísimas en el mundo. Además, los precios mundiales han disminuido. La FAO y la OCDE juzgan que este buen comportamiento se repetirá durante los próximos 10 años. Las cantidades disponibles para el consumo humano podrían aumentar.
Fuente: FAO.
A comienzos de diciembre de 2017, la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura, de NNUU) ha dado a conocer que la previsión de la producción mundial de cereales en la cosecha 2017/18 es de 2.626,7 millones de toneladas, que sería la más elevada nunca alcanzada.
Las existencias (al final del periodo) supondrían también un récord: 725,8 millones de toneladas. En consecuencia, la “oferta” mundial de cereales se situaría en 3.331 millones de toneladas que no sólo cubren sobradamente el consumo previsto sino que también se conservaría un gran stock para hacer frente a futuros posibles problemas de la producción, como sequías, plagas u otros, que antes o después se producirán, como es inevitable que suceda.
En el cuadro de arriba puede observarse que las producciones previstas en la actual temporada para el trigo, el arroz y para los cereales secundarios (maíz, cebada, etc.) se situarán en cifras muy elevadas. Estos tres tipos de cereales mantienen prácticamente todas las necesidades básicas de alimentación para la población mundial. El trigo y el arroz forman la base de la alimentación humana y los cereales secundarios lo son para los piensos destinados a la ganadería y, por tanto, para la producción de las proteínas animales.
La actual es la quinta cosecha consecutiva (desde la de 2013/14) en que cada año se va superando la producción total de cereales. Tomando las 11 últimas cosechas de cereales, se aprecia una clara tendencia ascendente.
El escaso crecimiento de la demanda mundial de cereales los abarata desde 2012
Frente a la producción en ascenso, en los años recientes la demanda de cereales ha crecido poco (en un ambiente económico internacional de bajas tasas de crecimiento), dando lugar a una caída de los precios mundiales de los cereales desde 2012. En la actualidad, el índice de precios de los cereales de la FAO se encuentra a un nivel semejante al de hace diez años (2007). El muy bajo nivel de los precios de los combustibles (gasolinas, gasóleos …) desde 2015 está contribuyendo al abaratamiento de los cereales (ya que son consumidos en los tractores y otra maquinaria agrícola), así como la apreciación del dólar de EE.UU. país que es el principal exportador de cereales.
De hecho, en los grandes países exportadores de cereales (como EE.UU., Canadá, Australia y Rusia) los agricultores están sometidos estos años a tensiones económicas derivadas de los bajos precios de los cereales.
Las optimistas previsiones de la FAO para las cosechas de cereales hasta 2025
En 2016 la FAO preveía que en 2025 la producción mundial de cereales habrá crecido un 12% con respecto a aquella cosecha, esto es, unos 300 millones de toneladas más. Semejante aumento será superior al crecimiento previsto de la población mundial (menos del 10%), por cuanto mejorará algo la disponibilidad de los cereales en términos per capita.
Es importante destacar que la FAO contempla que aquel aumento de la producción mundial de cereales se debería “principalmente a incrementos en los rendimientos, con una expansión muy limitada de la superficie cultivada”. Esto segundo reduce el efecto negativo sobre las superficies no cultivadas, que constituyen el hábitat de la inmensa mayoría de las plantas y de los animales.
El progreso técnico en la producción agraria ha dejado en evidencia al catastrofismo de Thomas Malthus y de sus actuales seguidores: los ecologistas
Esto mismo viene sucediendo desde hace bastantes décadas. El constante incremento de la productividad agrícola (gracias a la nueva maquinaria, métodos de cultivo, uso de pesticidas y herbicidas, la extensión del riego, etc.) han echado por tierra durante dos siglos las catastrofistas predicciones del estudioso británico Thomas Malthus, de principios del siglo XIX.
No se han producido las generalizadas y permanentes hambrunas y las muertes por decenas de millones que pronosticó Malthus ante el crecimiento de la población. Se equivocó, básicamente, al considerar que la productividad agrícola mejoraría a un ritmo muy lento, ignorando la innovación que en este sector económico aporta la economía de mercado.
Como se ha dicho, los factores del aumento de la productividad en el cultivo de los cereales son muchos; uno de ellos es el crecimiento de la concentración del CO2 en la atmósfera, ya que estimula la producción de todo tipo de materia vegetal a través de la fotosíntesis, como ya traté en otro artículo. Esto no es una suposición ni una teoría, sino un hecho comprobado en los invernaderos y a escala planetaria gracias a las imágenes tomadas por satélites desde hace décadas.
Hoy en día en los países más avanzados no más del 4% de la población ocupada proporciona los alimentos al resto, produciéndose un excedente alimentario exportable. En EE.UU. es el 1,4%, en Canadá el 1,6%, en España el 4,1%, en Francia el 2,8% y en Italia el 3,5%. En el conjunto de la UE-28 (casi toda Europa, menos el grueso del antiguo bloque soviético), el empleo agrícola supone alrededor del 5% del total.
Las previsiones de la OCDE también son optimistas, pero desaconsejn las subvenciones a los biocombustibles
Ya vimos que la FAO prevé un aumento de las cosechas de cereales del mundo durante los próximos 10 años. La OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, que agrupa a 35 de las más avanzadas economías de mercado del mundo), por su parte, estima que a lo largo de los 10 años venideros los precios mundiales de los alimentos descenderán ligeramente (en términos reales).
Sin embargo, la OCDE no considera factible que se regrese a los bajos niveles de precios de los cereales de los primeros años de este siglo (2000-2006) -como sería deseable y factible- debido al aumento de la demanda provocada por las políticas estatales de países desarrollados (como EE.UU. y los de la UE) de forzar la producción de biocombustibles a partir de, entre otros alimentos, maíz, cebada y trigo.
La OCDE recomienda “el recorte de las subvenciones públicas” en favor de los biocombustibles, lo que aumentaría la oferta de cereales para la alimentación humana y para la obtención de carne, bajaría sus precios y se reduciría su actual volatilidad.
Los catastrofismos nacieron de la mano de las teorías agoreras de Thomas Malthus
Desde los albores del movimiento ecologista, en los años 60, sus principales pensadores asumieron las teorías de Thomas Malthus, a pesar de que habían fracasado desde hacía siglo y medio. Actitudes tan irracionales como éstas denotaban el carácter retrógrado del moderno ecologismo.
Pero hay que reconocer que las previsiones apocalípticas de Malthus les fueron –y les siguen siendo- de enorme ayuda para atemorizar a la población, lo cual es un factor esencial para controlar a las personas y hacerlas aceptar las dañinas políticas ecologistas.
El danés Bjorn Lomborg, en su obra El ecologista escéptico, de 2001, nos lo explica del siguiente modo (en el Capítulo 5), citando a otro autor, de fines de los 60, Paul Ehrlich:
“La batalla por alimentar a la humanidad ha terminado [en derrota]. Durante la década de los años 70 el mundo experimentará una hambruna de proporciones trágicas –cientos de millones de personas morirán de hambre”. «Esta era la introducción de uno de los libros más influyentes sobre el tema del hambre, ¨La bomba de la población¨, publicado por Paul Ehrlich en 1968. Se vendieron más de tres millones de ejemplares”. Ehrlich era un ecologista formado en la Universidad de Standford circunstancia que, como se ve, no es excluyente con que formulara disparates descomunales, totalmente ajenos a la realidad.
El danés Lomborg, prosigue: “Algo similar ocurrió con Lester Brown, que más tarde pasaría a ser presidente del Worldwatch Institute, quien escribió en 1965 que “El problema de la alimentación que está apareciendo en el mundo menos desarrollado, puede llegar a ser uno de los retos más difíciles a los que se enfrentará el hombre en las próximas décadas””. Pero las cosechas de cereales no dejaron de crecer.
El «escologista escéptico», Bjorn Lomborg, desautorizó a ambos agoreros
El intréprido Lomborg concluía que “Ambos [autores] se equivocaron … Cada vez hay menos gente que pasa hambre, a pesar de haberse doblado la población mundial desde 1961 [hasta 2001, fecha de la publicación]. La alimentación es ahora más barata y en lo que a alimentos se refiere, el mundo es un lugar mejor para mucha más gente … Básicamente, ahora tenemos más comida por persona que antes.”
“El argumento [maltusiano] se hizo muy popular en los años 70, gracias al exitoso libro de 1972 “Los límites del crecimiento económico””, elaborado por el MIT (Massachusetts Institute of Technology) por encargo del Club de Roma.
Límites que todavía se espera que se muestren en la realidad –en el medio y largo plazo-. Porque, tras cada periodo de fuerte encarecimiento de alguna materia prima, antes o después se han encontrado nuevos yacimientos, buenos sustitutos o se han inventado nuevos modos para su explotación, como ha sucedido con el fracking que está permitiendo extraer inmensas cantidades de petróleo y gas de yacimientos antes considerados agotados, por inalcanzables
Lo que sí que pueden generar crisis alimentarias mundiales (como se afirma en la nota de la OCDE de abril 2016, ya referida) son las intervenciones públicas –equivocadas- en los mercados.
Un ejemplo es el fomento mediante subvenciones públicas y obligaciones de contenidos mínimos de materias vegetales en los combustibles, del uso de cereales (como el maíz, cebada y trigo) y otros alimentos (como la caña de azúcar, remolacha, sorgo, aceites de soja, palma y colza, etc.).
Todos los principales estudios sobre la primera gran subida de los precios de los alimentos en 2007 y 2008 señalan al –insensato- desvío de cereales hacia los biocombustibles, aunque intervinieron también otros factores. La UE y EE.UU. están impidiendo que bajen más los precios de los alimentos, por sus ayudas a los biocombustibles.
Los sombrios augurios no se han cumplido pero al New York Times le interesa mantener la historia de que viene el lobo
Como sucede una y mil veces con las previsiones de los ecologistas, la hambruna generalizada y permanente y la muerte de cientos de millones de personas cada año por el hambr, no se materializó en los años 70, ni en los siguientes 37 años, hasta nuestros días. La FAO y la OCDE dicen que hasta el 2026 no hay el más mínimo indicio de semejante hecatombe (cosechas de cereales en brusco declive), pero el catastrofismo es reafirmado por sus autores y la más elemental autocrítica brilla por su ausencia. Este es la noción de pensamiento científico y racional que guía a los ecologistas radicales actuales.
Y hasta hoy en día siguen con el cuento del lobo. En el New York Times del 1 de abril de 2014 un tal Eduardo Porter, quien fue editorialista de este diario, publicó un artículo titulado, ¡cómo no!, “La vieja previsión de la hambruna puede resultar cierta”. El problema al que se enfrentan estos profesionales del pensamiento reaccionario es el mismo que el de la antigua fábula del pastor y el lobo: cuanto más veces gritaba el pastor ¡Que viene el lobo!, menos caso le hacían los demás.
El 8 de junio de 2015, Paul A. Murtaugh publicó en el New York Times un artículo titulado “El alegato de Paul Ehrlich sobre la bomba de la población estaba en lo cierto”. La mentira se siente más reivindicada que cualquier verdad. Las fake news no son ninguna novedad, para los progresistas.
Otro artículo del New York Times, del 15 de junio de 2017, de Eugene Linden, tiene por título: “¿Recuerdan la bomba de población? Continúa con su tic-tac”.
El izquierdismo estadounidense no quiere soltar el espantajo … a pesar de que han transcurrido ya más de dos siglos de refutación fáctica del pensamiento maltusiano.
El IPCC de Naciones Unidas ha intentado engañar sobre el futuro de las cosechas
No hace mucho tiempo, en 2007, el organismo de NNUU para el cambio climático, el IPCC, en su principal informe –que se renueva cada siete u ocho años-, el 4º Informe de Evaluación, coló previsiones totalmente falsas sobre un supuesto grave peligro que amenazaba las cosechas del norte de África a causa del mal-universal: el cambio climático. Amenaza que hacía extensiva a gran parte del continente africano.
En uno de mis artículos de febrero de 2010, afirmaba lo siguiente: “Su informe de 2007 sobre el cambio climático predecía que en una fecha tan próxima como 2020, los cultivos del norte de África que no contasen con riego suficiente, reducirían su producción a la mitad debido al calentamiento global. Ahora se ha desvelado su total falsedad”.
Y añadía, yo: “El informe IPCC, además, hacia extensiva indirectamente esta predicción a buena parte de África, lo que le permitía concluir que “esto afectaría adversamente a la seguridad alimentaria en el continente (africano)” (WG II, capítulo 9, Resumen ejecutivo, página 435, tercer párrafo, versión inglesa)”.
Ante el escándalo que se produjo, y a pesar de la soberbia y del espíritu anticientífico que caracterizan a los ecologistas radicales, traten Vds. de encontrar afirmaciones análogas en el 5º Informe de Evaluación, que apareció en 2014.
Este suceso da idea de la falta de honradez con que se comportan los altos responsables, de perfil político, que dirigen el organismo IPCC. Son ellos, no los científicos de segundo nivel, quienes tienen la última palabra en las principales decisiones a tomar.
Deja una respuesta