POBLACIÓN (y bomba demográfica)
“Bueno, parece que ha caído … “
“¡Pero no ha explotado!”
Hace medio siglo, en 1968, el biólogo estadounidense Paul R. Ehrlich, de la Universidad de Stanford, de Palo Alto (California), publicó el libro “La Bomba Demográfica” (The Population Bomb). De esta obra se vendieron más de tres millones de ejemplares, en el mundo. En ella aparecen afirmaciones como la siguiente, tan tajante como falsa: “La batalla por la alimentación de la humanidad, ya está perdida. Durante los años 70 cientos de millones de personas se morirán de hambre a pesar de los programas de choque que puedan adoptarse ahora. En esta tardía fecha, nada puede hacerse ya para evitar un incremento sustancial de la tasa mundial de mortalidad …”
Paul Ehrlich, su bomba demográfica y sus múltiples otras falsedades
Es sabido que muchos organismos públicos y autores antes que él se habían percatado de la aceleración del crecimiento demográfico mundial, de la mano de las mejores condiciones sanitarias y económicas en multitud de regiones del planeta, tras la Segunda Guerra Mundial, y de la expansión del capitalismo.
La “aportación” específica de este genio -Paul Ehrlich- estriba precisamente en su desmedido alarmismo. Paul R. Ehrlich es uno de los creadores de las teorías e ideologías catastrofistas que se han establecido en el mundo occidental desde hace varias décadas (y en casi todos los organismos internacionales) y que todavía, desgraciadamente, nos asolan, las más de las veces de la mano de los ecologistas radicales.
Otras de las muchas perlas “científicas” del Sr. Ehrlich -todas ellas falsas-, son las siguientes:
a) el Reino Unido desaparecería –prácticamente- en el año 2000 ya que no sería más que “un pequeño grupo de islas empobrecidas, habitadas por 70 millones de personas hambrientas”; (sin comentarios)
b) India experimentaría como una maldición; (sin embargo, su tasa de pobreza se ha reducido drásticamente, del 45,3% en 1993, al 21,9% en 2011. La expectativa de vida al nacer, ha aumentado de 58 años en 1990 a 69 años en 2016. La mortalidad infantil, ha caído de 126 en 1990, a 43 en 2016) La maldición es tener que aguantar a estos pájaros de mal agüero.
c) la edad media de los estadounidenses caería a 42 años, hacia 1980 … (En 1980, Sr. Ehrlich, la esperanza de vida de los nacidos en aquel año en EE.UU. fue de 73,7 años. ¡Casi atina, Vd.! Sólo se ha equivocado en 31,7 años. Un ligero error, del 75%. Y la expectativa de vida en EE.UU. siguió creciendo, alcanzando los 76,4 años, para los nacidos al finalizar el siglo XX)
(En abril de 2019 publiqué un artículo sobre otras previsiones climáticas catastrofistas, que tampoco llegaron a cumplirse)
Innumerables equivocaciones del catastrofismo
En cualquier actividad, ya no solo científica, sino meramente racional, entre personas honestas, un personaje como Paul Ehrlich hubiera sido definitivamente descalificado, considerándosele un manipulador sin escrúpulos.
Pero los tres millones de ejemplares que Ehrlich vendió de su libelo a partir de 1968, evidenció a sus colegas que en Occidente había una verdadera demanda –incluso, una avidez- por las doctrinas catastrofistas y no iban a dejar pasar esta oportunidad.
Lo que resulta más escandaloso es que todavía en la actualidad haya un gran número de científicos, medios de comunicación y organizaciones que pretendan salvar a Ehrlich y su libelo de la total refutación que ha sufrido a manos de la evolución de la humanidad en este pasado ¡medio siglo! (1968 – 2018).
En 2014, Paul Ehrlich continuaba con sus sabias “historias para no dormir”: “Pronto nos estaremos preguntando si está bien comernos los cuerpos de nuestros muertos porque estamos demasiado hambrientos”. Un escenario, el del canibalismo, al que cree nos estamos acercando a una velocidad asombrosa.
Según Ehrlich, en su momento su alarmismo cumplió el rol de sensibilizar a la población en general, sobre las cuestiones medioambientales, introduciendo de lleno el tamaño de la población en los debates referentes al futuro de la humanidad.
Si actuar de este modo lo consideran aceptable Paul Ehrlich y sus compañeros progresistas, ya sabemos de que clase de gente estamos hablando.
La de Erhlich es una mente reaccionaria y deshonesta.
Su contrapunto fue el optimismo, racional y liberal del economista de la Universidad de Illinois, Julian L. Simon. Trece años después de la funesta obra de Erhlich, en 1981, Simon publicó su libro “El último recurso” (The Ultimate Resource).
Julian Simon, a diferencia del agorero Erhlich, no partía de lúgubres pronósticos de hambrunas mundiales, sino de la observación de que durante las 3 y media décadas desde el final de la Segunda Guerra Mundial la evidencia mostraba que la situación general iba mejorando, ya se midiera por la expectativa de vida al nacer, por la mortalidad infantil o por la ingesta calórica media. Como solía decir el optimista Simon, “la realidad es que vivimos en mitad de una epidemia de vida” (floreciente).
Donde Erhlich y los maltusianos sólo ven bocas a las que alimentar, Julian Simon (que falleció en 1998) encontraba “el último recurso”: la capacidad de innovación y avance de los seres humanos (empezando por la producción de alimentos), cuando se les proporcionan las condiciones apropiadas: si a las sociedades se las permite vivir y trabajar en mercados libres y se les garantiza el derecho de propiedad, se comprobará que promocionarán su nivel de vida y el de los demás.
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En mi artículo del 10 de diciembre de 2017, sobre las cosechas mundiales de cereales record que se están produciendo en la actualidad, ya traté sobre el fracaso de las previsiones maltusianas sobre la supuesta incapacidad de alimentar a una población mundial en aumento. A continuación reproduzco el apartado sobre esta cuestión.
El histórico catastrofismo ecologista
“Desde los albores del movimiento ecologista, en los años 60, sus principales pensadores asumieron las teorías de Thomas Malthus, a pesar de que habían fracasado desde hacía siglo y medio. Actitudes tan irracionales como éstas denotaban el carácter retrógrado de buena parte del moderno ecologismo. Pero hay que reconocer que las previsiones apocalípticas de Malthus les fueron –y les siguen siendo- de enorme ayuda para atemorizar a la población, lo cual es un factor esencial para controlar a las personas y hacerlas aceptar las políticas ecologistas.
“El danés Bjorn Lomborg, en su obra El ecologista escéptico, de 2001, nos lo explica del siguiente modo (Capítulo 5):
“La batalla por alimentar a la humanidad ha terminado. Durante la década de los años 70 el mundo experimentará una hambruna de proporciones trágicas –cientos de millones de personas morirán de hambre”. “Esta era la introducción de uno de los libros más influyentes sobre el tema del hambre, “La bomba de la población”, publicado por Paul Ehrlich en 1968. Se vendieron más de tres millones de ejemplares”. Ehrlich era un ecologista formado en la Universidad de Standford circunstancia que, como se ve, no previene que formulara disparates.
Lomborg, prosigue: “Algo similar ocurrió con Lester Brown, que más tarde pasaría a ser presidente del Worldwatch Institute, quien escribió en 1965 que “El problema de alimentación que está apareciendo en el mundo menos desarrollado puede llegar a ser uno de los retos más difíciles a los que se enfrentará el hombre en las próximas décadas””.
Concluyendo el danés (Lomborg) que “Ambos se equivocaron … Cada vez hay menos gente que pasa hambre, a pesar de haberse doblado la población mundial desde 1961 (hasta 2001, fecha de la publicación). La comida es ahora más barata y en lo que a alimentos se refiere, el mundo es un lugar mejor para mucha más gente … Básicamente, ahora tenemos más comida por persona que antes.”
“El argumento (maltusiano) se hizo muy popular en los años 60 gracias al exitoso libro “Los límites del crecimiento””, elaborado por el MIT (Massachusetts Institute of Technology) por encargo del Club de Roma, en 1972. Límites que todavía se espera que se muestren en la realidad –en el medio y largo plazo-, porque tras cada periodo de fuerte encarecimiento de alguna materia prima, antes o después se han encontrado buenos sustitutos, nuevos yacimientos o se han inventado nuevos modos para su explotación, como ha sucedido con el fracking que está permitiendo extraer inmensas cantidades de petróleo y gas de yacimientos antes considerados agotados.
Las políticas públicas equivocadas auspiciadas por los ecologistas si pueden provocar catástrofes
Lo que sí pueden generar crisis alimentarias mundiales son las intervenciones públicas –equivocadas- en los mercados. Un ejemplo es el caso del fomento mediante subvenciones públicas y obligaciones de contenidos mínimos de materias vegetales en los combustibles (los biocombustibles), del uso de cereales (como el maíz, cebada y trigo) y otros alimentos (como la caña de azúcar, remolacha, sorgo, aceites de soja, palma y colza, etc.). La primera gran subida de los precios de los alimentos en 2007 y 2008 fue un caso claro de lo ya dicho (aunque intervinieron otros factores) y, desde entonces, la demanda artificial de alimentos para los combustibles generada por las autoridades políticas de Estados Unidos y de la Unión Europea están impidiendo que bajen más los precios de los alimentos, como sucedería si los alimentos solo se usaran para alimentar a las personas y a los animales destinados al mercado de carne.
Como sucede una y mil veces con las previsiones de los ecologistas, la hambruna generalizada permanente y la muerte de cientos de millones de personas cada año por el hambre no se materializó en los años 70, ni en los siguientes 37 años, hasta nuestros días. La FAO y la OCDE dicen que hasta el 2026 no hay el más mínimo indicio de semejante hecatombe, pero el catastrofismo es reafirmado por sus autores y la más elemental autocrítica brilla por su ausencia.
Y hasta hoy en día siguen con el cuento del lobo. En el New York Times del 1 de abril de 2014 Eduardo Porter, quien fuera editorialista de este diario, publicó un artículo titulado, ¡cómo no!, “La vieja previsión de la hambruna puede resultar cierta”. El problema al que se enfrentan estos profesionales del pesimismo es el mismo que el de la antigua fábula del pastor y el lobo: cuanto más veces gritaba el pastor ¡Que viene el lobo!, menos caso les hacen los demás.
El 8 de junio de 2015, Paul A. Murtaugh publicó en el New York Times el artículo titulado “El alegato de Paul Ehrlich sobre la bomba de la población estaba en lo cierto”.
Otro artículo del New York Times, del 15 de junio de 2017, de Eugene Linden, tiene por título: “¿Recuerdan la bomba de población? Continúa con su tic-tac”.
El izquierdismo estadounidense no quiere soltar el espantajo … a pesar de que han transcurrido ya más de dos siglos de refutación fáctica del pensamiento maltusiano.
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