Dimite Liz Truss
Que la innovadora y reformadora primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, se haya visto forzada a dimitir -ayer, 20 de octubre- a sólo 44 días de su toma de posesión (el 6 de septiembre), son muy malas noticias para su país e, indirectamente, para el conjunto de Europa.
Después de 12 años de sucesivos gobiernos conservadores (desde 2010, con David Cameron), doce años de pusilánime seguidismo respecto a las políticas económicas progresistas (por parte de David Cameron, Boris Johnson y Theresa May), muchos de los parlamentarios tories han dejado sola a la gobernante que se proponía emprender una nueva política económica, caracterizada por la bajada de impuestos -que hoy están en el punto más alto de los pasados 40 años- y la liberalización del sistema económico, cuya sobrerregulación ha reducido la productividad y el emprendimiento en el país.
Durante aquel largo periodo los conservadores mantuvieron -e incluso incrementaron- la presión fiscal sobre familias y empresas. Actualmente, está al nivel más alto en varias décadas y los laboristas se permiten -sin faltar a la verdad- echárselo en cara a los tories.
Al mismo tiempo, el gasto público no ha dejado de aumentar, alcanzando el paroxismo tras la crisis del Covid, con los elefantiásicos “planes de apoyo”, de cientos de miles de millones de libras esterlinas … como si no fueran a tener profundas y duraderas consecuencias negativas.
Finalmente, las reglamentaciones públicas sobre toda clase de actividades económicas se han ido multiplicando, hasta resultar asfixiantes para todo tipo de empresas y negocios, grandes y pequeños.
Los conservadores centristas hacen de Liz Truss su cabeza de turco
Como los editorialistas del principal diario conservador estadounidense, The Wall Street Journal (WSJ), se han apresurado a afirmar, “La Sra. Truss dimitió este jueves [día 20] tras el fracaso de su gobierno, pero la culpa dista mucho de ser sólo de ella. Se está haciendo de la Sra. Truss [que sólo ha estado como primera ministra 44 días] el chivo expiatorio de los errores de política económica que los conservadores han cometido durante sus 12 años en el poder y, especialmente, en el periodo de Boris Johnson desde 2019”.
“Pero no es la Sra. Truss quien ha creado una inflación del 10,1% [la más elevada en 40 años], más bien el responsable ha sido el Banco de Inglaterra [con su política monetaria excesivamente expansiva desde la crisis del Covid en 2021] … [Tampoco ha sido Liz Truss] quien ha provocado el insuficiente suministro de energía, ni los repuntes de los precios [energéticos], sino los dos últimos primeros ministros [Boris Johnson y Theresa May] … Todo esto estaba ya en marcha antes de que ella [Liz Truss] se hiciera cargo [del gobierno]”.
Excesiva reacción de los mercados financieros y retirada de apoyo de parlamentarios conservadores
Nadie puede negar que Liz Truss ha carecido de la suficiente capacidad -a pesar de su espíritu combativo- para sortear las numerosas dificultades -políticas y económicas- a que se ha visto sometida nada más hacerse con el timón del gobierno nacional.
Concretamente, incluso sus aliados le han criticado no haber realizado una adecuada labor de comunicación pública sobre el profundo cambio de política que se proponía emprender para estimular el crecimiento económico, que viene siendo muy débil desde hace más de una década.
Pero ha sido extremado el modo como reaccionaron los mercados financieros (esto es, las instituciones de la City londinense) a finales de septiembre, nada más hacerse público el detalle de las propuestas económicas de Liz Truss (y de su leal ministro de hacienda, Kwasi Kwarteng), sin dejar ni tiempo a que fueran presentadas formalmente a la Cámara de los Comunes. La City no ha querido que se abandone la política financiera ortodoxa que se ha venido fraguando en este comienzo de siglo, de la mano de los políticos y académicos progresistas.
Cuando, finalmente, a comienzos de octubre, la Primera Ministra Liz Truss cedió a la presión de muchos de sus parlamentarios y a la resistencia de los altos funcionarios (entre ellos, del Banco de Inglaterra), retirando varias de las medidas que había propuesto y deshaciéndose de su ministro de hacienda (Canciller del Exchequer), que era uno de sus más próximos aliados y también pertenecía al ala derecha del partido, su suerte quedó echada.
… y sin embargo, era lo correcto
Que una dirigente que ha colocado en el centro de su programa político general la creación de condiciones para que su país retomara un alto ritmo de crecimiento económico, reduciendo la presión fiscal y proponiendo un recorte -a medio plazo- del gasto público haya acabado de un modo tan deshonroso, parece sugerir que ningún otro líder en Europa vaya a plantearse el mismo -acertado- empeño. Sin embargo, con independencia de los errores específicos que Liz Truss haya cometido, aquella es la política que requiere Reino Unido y, también, varios otros países europeos, actualmente resignados a un lento crecimiento, a un escaso aumento de los salarios y eso sí, decididos a reclamar a sus ciudadanos una nueva era de austeridad y “sacrificios”.
Como una información adicional, no conviene olvidar que quienes dentro del Partido Conservador han provocado la caída de Liz Truss, enseguida han proclamado que la práctica de la fracturación hidráulica -o fracking- no debe ser nunca autorizado en Reino Unido. De hecho, la tarde anterior a la dimisión de Liz Truss, en una confusa sesión en la Cámara de los Comunes, quedo aprobada una iniciativa que, una vez más, impedirá que pueda extraerse gas natural mediante el fracking. Esto es, a la “ortodoxia financiera” los rebelados son firmes partidarios de la “ortodoxia ecologista”.
El relevo
La oposición laborista y el Partido Liberal, para desgastar a los conservadores están reclamando elecciones anticipadas, pero de sobras saben que según las normas electorales establecidas es el Partido Conservador (los tories) -que ganó los comicios de diciembre de 2019- a quien le toca gobernar hasta diciembre de 2024. En esos dos años, aunque es una tarea ardua, quizá los conservadores consigan dar la vuelta a las encuestas que, hoy en día, les son muy adversas frente a los laboristas.
La dimisionaria Liz Truss ha negociado con su grupo parlamentario un proceso muy rápido para elegir a su sustituto al frente del gobierno nacional, proceso que concluirá -como tarde- a mediados de esta próxima semana, evitando así un largo periodo de interinidad.
Como los editorialistas del Wall Street Journal (WSJ) afirmaron rotundamente unos pocos días antes de la dimisión de Liz Truss, si los parlamentarios conservadores continúan forzando a la primera ministra a abandonar más medidas en favor del crecimiento económico -como algunas reducciones de impuestos- que ya había anunciado, “se pondría en evidencia lo mucho que los tories se han convertido en un Partido Laborista en versión light”.
En estos próximos días veremos quien gana posiciones para convertirse en el nuevo primer ministro británico. En el ínterin, lo que ya puede decirse es que Boris Johnson sería uno de los peores candidatos imaginables; salvo en el -importante- asunto del Brexit, en todas las demás políticas ha actuado efectivamente como un gobernante laborista light.
Otros artículos de mi blog sobre este asunto:
El próximo Primer Ministro británico. 27 de julio de 2022.
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