Casi dos años después de la toma de posesión de Donald Trump no se han cumplido ninguno de los pronósticos catastrofistas que los medios de comunicación progresistas anunciaron a bombo y platillo. Lo que se ha vivido es una amplia y seria reconsideración del programa radical de izquierda que Barack Obama introdujo: políticas de redistribución de la renta, a costa del crecimiento de la economía; primacía de las políticas climáticas, sobre la productividad de las empresas (base necesaria para cualquier subida general de los salarios); permisividad ante la inmigración ilegal; apaciguamiento frente a las potencias emergentes (Irán, Rusia, China); intensificación de la ingeniería social (ideología de género, matrimonio gay, feminismo radical, discriminación positiva …) y del denominado derecho al aborto. Las elecciones legislativas del día 6 determinarán si Donald Trump podrá proseguir con su reorientación conservadora de la economía y de la sociedad o si queda paralizado por el dominio del Partido Demócrata en ambas cámaras del Congreso. Dominio que también llevaría a un intento de destituir (impeached) a Trump, lo que no es nada fácil que lo consiguieran.
A quienes se elige el 6 de noviembre
Las elecciones a mitad de mandato (midterm), se celebran a los dos años de las presidenciales.
De los diversos comicios que tendrán lugar, los más importantes son las elecciones legislativas nacionales, parciales. Se elegirán los 435 escaños de la Cámara de Representantes. El mandato de los representantes es de sólo 2 años; viven en una inacabable campaña electoral. Sin embargo, los senadores disfrutan de una vida mucho mejor: su mandato es de 6 años. Ahora se renovará la tercera parte: 36 escaños.
Los republicanos gozan actualmente de mayoría en ambas cámaras: 235 a 193 (y siete vacantes) en la Cámara de Representantes y 51 a 49 en el Senado, con el voto de calidad del Vicepresidente Mike Pence, en caso de empate.
Por cierto, el jefe (Speaker) de la Cámara Baja, el eficaz, católico y provida Paul Ryan, de 48 años, anunció este verano que no se presenta a su reelección, abandonando de momento la política activa. Quizá aspire a la presidencia en 2020 o 2024. Encabezaba esta cámara desde hace ahora tres años (octubre de 2015), donde ha mantenido relativamente cohesionada a la bancada republicana (siempre contestataria y revuelta), en comparación al periodo anterior.
Sólo tras las elecciones legislativas comenzarán públicamente los movimientos para sustituir a Paul Ryan. La izquierda suele votar de manera bastante unificada, pero no siempre en bloque. Cada congresista goza de una independencia desconocida en España, por desgracia.
Seguramente, Mitch McConnell seguirá siendo el jefe de filas de los conservadores y, probablemente también el jefe del propio Senado, como hasta ahora.
Las elecciones parciales en los 50 estados, son también importantes, aunque no suele trascender al extranjero. En las elecciones a mitad de mandato se renueva la gran mayoría de los gobernadores: 35 de los 50. Los otros quince gobernadores, un año antes o uno después de esas fechas (conforme fijen sus constituciones estatales). En este momento la mayoría republicana es aplastante: 33 gobernadores, frente a sólo 16 de los demócratas y un independiente. La mayor ventaja de la derecha en unos 45 años. Casi todos los gobernadores tienen un mandato de 4 años (el resto de sólo dos).
Además, 43 de los 50 estados renuevan sus Congresos estatales (que casi siempre bicamerales, de acuerdo a sus constituciones) el mismo día que las elecciones a mitad de mandato. Al ser un sistema realmente confederal (aunque lo llamen “federal”), estos congresos disponen de considerables poderes, en sus territorios. Las legislaturas estatales son casi siempre de 4 años.
En la actualidad, los republicanos disponen de una mayoría histórica en los congresos estatales: dominan ambas cámaras en 32 estados; la izquierda lo hace en únicamente 13 estados; en el resto, cada partido controla una de las cámaras. Por ello, es casi imposible que el día 6 el GOP (Grand Old Party) pueda mejorar esos resultados, al igual que sucede con los gobernadores: sólo podrá haber retrocesos, pequeños o mayores.
Finalmente, unas 15 de las 100 mayores ciudades eligen a sus alcaldes el mismo día de las elecciones a mitad de mandato (para periodos de 4 años). Las demás ciudades lo hacen en fechas muy variadas de este año 2018 (49, en total) y de otros años. Entre las que votarán el día 6 destacan las siguientes: San Francisco, Washington, D.C., Phoenix (Arizona), Austin (Tejas), San Jose (Calif.), Reno (Nevada), Alexandria (Virginia), Providence (Rhode Island) …
También se celebran elecciones para las administraciones de bastantes de los condados, que normalmente agrupan a varios municipios, ofreciendo servicios comunes, como los policiales y de bomberos. En zonas rurales de escasa densidad de población, no existe nada por debajo de algunos condados y se dan otras situaciones variopintas respecto a los condados.
Destituir a Donald Trump, el núcleo del programa de la izquierda
Poner en marcha el proceso de destitución únicamente requiere la mitad simple de la Cámara Baja, 218 votos (del total de 435), lo que los demócratas harán con toda seguridad si obtienen la mitad más uno de los escaños. Han evitado hablar de esto durante la campaña, para no despertar a la base electoral de Trump, pero su intención es meridiana.
Normalmente, en estas elecciones a mitad de mandato, lo que el partido en la oposición se propone es moderar el programa del presidente, y colocarse en condiciones de promover proyectos bipartidistas que -en tanto que tales- deban recoger aportaciones de ambos partidos.
Estas situaciones de “cohabitación política” -tal como son llamadas en Europa-, en EE.UU. se las conoce como divided goverment. Frustran a los presidentes y a buena parte de su electorado, pero han sido muy habituales y pueden resultar fructíferas … siempre que ambos partidos realmente adopten una actitud constructiva, pero todo indica que los demócratas están ahora decididos a practicar un absoluto obstruccionismo: la nefasta “resistencia”, de los sectores más radicales.
Respecto a la cohabitación, Ronald Reagan, por ejemplo, en sus dos mandatos en los años 80 no contó en ningún momento con la Cámara Baja y, en los dos últimos años (1987-88) perdió también el Senado, sin que esto paralizara la aprobación de importantes leyes ni le impidiera reorientar la evolución del país.
En el Senado son precisas las 2/3 partes de los votos para decidir la destitución: 66 (de los 100) escaños, lo que está totalmente fuera de las posibilidades de los demócratas en estas elecciones legislativas. Tan sólo si aparecieran graves causas de inculpación de Donald Trump, 10 o 15 senadores republicanos podrían cambiar su voto.
Pero la realidad es que tras 18 meses de investigación del fiscal especial Mueller, no ha aparecido ni una sola prueba inculpatoria sobre la supuesta colaboración del equipo de campaña de Trump con las autoridades de Rusia para alterar fraudulentamente las elecciones presidenciales de noviembre de 2016. O son muy inútiles los investigadores de Mueller, y él mismo, o no hay nada sobre dicha colaboración y habría sido todo un montaje de la izquierda (y del director del FBI -James Comey- y de la CIA -John Brennan-) para cuestionar la legitimidad del Presidente Donald Trump y obstruir sus tareas de gobierno desde el primer día de su mandato.
En diciembre de 1998 el Presidente Bill Clinton fue recusado por una mayoría simple de la Cámara Baja (no por el affair con la becaria Monica Lewinsky, sino por mentir a un gran jurado y por obstrucción a la Justicia), pero al año siguiente no prosperó su destitución en el Senado.
Algo así es lo que podría suceder en 2019. De todos modos, que se abra dicho procedimiento detraería muchas energías del equipo de la Casa Blanca, ralentizando la gobernación del país y la ejecución del programa presidencial.
La “marea azul” que ha desaparecido
Hasta mediados de septiembre -desde principios del año- todas las encuestas nacionales mostraban una gran diferencia entre la disposición del electorado de izquierda a ejercer el voto, y la de los electores de derecha.
Hay que tener en cuenta que, históricamente, el grado de participación en este tipo de elecciones es muy bajo: en torno al 40%, frente al 60% en las presidenciales. Un aumento sustancial sobre aquel 40% trastocaría el resultado previsto, en términos de partidos.
Hasta hace mes y medio, la diferencia en la predisposición de ir a votar era de 13 puntos porcentuales: 54% frente a 41%, en relación a quienes estaban “muy interesados” en ir a votar. Esta circunstancia (a la que se denomina “enthusiasm gap”) era suficiente -junto con otros parámetros- para anticipar una toma del control por los demócratas de ambas cámaras del Congreso, y por considerables márgenes.
En noviembre de 2010, a los dos años de la llegada de Obama a la Casa Blanca, los republicanos -activados por el movimiento Tea Party, de rechazo a las políticas de Obama- ganaron ampliamente en la Cámara de Representantes, mejorando en 63 escaños.
Algo así es lo que podía esperarse hasta septiembre de este año, pero en favor de la izquierda, esta vez. Como el color del Partido Demócrata es el azul, a dicho resultado se le llamaba la “marea azul”.
También podría haber arrasado la izquierda en la elección de 36 de los 50 gobernadores de estados, que se votan el día 6.
Sin embargo, durante la segunda mitad de septiembre aquel indicador cambió drásticamente. Aquella brecha se redujo de casi 13 a 7 puntos porcentuales.
Desde entonces, las encuestas muestran un considerable cambio: los republicanos tienen casi asegurado el control del Senado -incluso ampliando sus escaños- y su pérdida en la Cámara Baja será reducida, no estando asegurados los 23 escaños que necesitan para dominar esta cámara.
Todo el mundo conoce ya la gran volatilidad electoral que se vive en EE.UU. y en el mundo occidental, en general. Nadie tiene certeza de lo que acabamos de afirmar, pero los sondeos evidencian un cambio desde la segunda mitad de septiembre en favor de la derecha.
Algo parecido ha ocurrido con el porcentaje de ciudadanos que desaprueban y aprueban la labor de gobierno de Donald Trump, desde mediados de este mes de septiembre. La organización de estudios de izquierda, Real Clear Politics, confecciona una reconocida media de todas las encuestas. El 14 de septiembre había casi 13 puntos de diferencia entre quienes desaprobaban y quienes aprobaban la labor de Trump. Hoy, 5 de noviembre, esa brecha ha quedado reducida a 9,6 puntos.
¿Cuál es el principal motivo de dicho cambio en las encuestas nacionales desde mediados de septiembre?
Como la perspicaz comentarista del Wall Street Journal, Kimberly Strassel, apuntó recientemente, la causa más poderosa es “la emboscada [que los demócratas organizaron en esas semanas] al propuesto por Trump para ser magistrado del Tribunal Supremo, Brett Kavanaugh. La izquierda, sus protestas y [las tergiversaciones de] sus medios aliados mostraron algunas de las tácticas políticas más viles que nunca se hayan visto en Washington”.
Pinchando a continuación podrá ver los altercados montados dentro del edificio del Senado en el que estaban teniendo lugar las audiencias sobre las no confirmadas acusaciones de abusos sexuales contra el juez propuesto, Brett Kavanaugh. Hace un par de días, una de las mujeres (Munro-Leighton) que acusaron al juez de haberla violado, recibiendo de inmediato el “sí, te creo” por los demócratas, ha reconocido ahora que todo fue un montaje, una mentira … ¡pero había que creerla porque es una mujer! Afortunadamente, van a procesarla.
En este otro vídeo se contempla el obstruccionismo de los propios senadores demócratas, el primer día de las audiencias, saltándose las normas de funcionamiento y la cortesía parlamentaria. Exigían varios miles más de páginas de documentos … pero no admitían que ya habían recibido 500.000 páginas sobre Kavanaugh, semanas antes. Su única preocupación era retrasar y suspender las audiencias, para que Kavanaugh no tomase posesión, ¡a cualquier precio!
Kimberly Strassel concluía afirmando acertadamente que “si el martes [día 6 de noviembre] los demócratas ganan, será a pesar de aquellos tumultos, no gracias a ellos”. Esto es, da la sensación de que les salió el tiro por la culata a los demócratas, por el extremismo y la violencia desplegados en aquellas semanas, cuando ya disponían de una apreciable ventaja en las encuestas.
La campaña y los candidatos de la izquierda
TVE está ofreciendo una visión distorsionada del perfil más característico de los candidatos demócratas en estas elecciones legislativas. Menciona, unilateralmente, que por primera vez en varios distritos electorales del país los jóvenes candidatos de la izquierda se están definiendo como “socialistas” -lo que ha sido impensable anteriormente- y que sus programas se han escorado mucho hacia las propuestas más extremas. Se refiere TVE a los candidatos activistas de la “resistencia” como si fuesen una legión.
Esto, efectivamente, está sucediendo -véase a la muy joven aspirante hispana a congresista por N.Y., Alexandria Ocasio-Cortez, quien ganó en las primarias a una de las figuras del establishment, etc-, pero lo que predomina, con mucho, son candidatos que permanecen en posiciones más centristas y tradicionales del Partido Demócrata. Es particularmente llamativo el número de candidatos elegidos en las primarias demócratas entre veteranos de las fuerzas armadas, lo que desagrada a los más progresistas.
Kimberly Strassel señaló hace poco que “el suceso más importante, pero que [los medios progresistas] han acallado, es el grado en que los demócratas han escogido a candidatos con credenciales conservadoras, o a candidatos que no han dejado de alejarse de las posiciones más progresistas” (esto es, liberals).
Que no pocos periodistas españoles traduzcan “liberals” por “liberales”, da idea de su nivel profesional y (des)conocimiento del inglés, incluso a veces en ABC y en El Mundo.
Tras las elecciones habrá que comprobar cuantos de los candidatos más extremos (“liberals”) han conseguido realmente un escaño. En cualquier caso, su número siempre se situará muy por debajo de los ganadores centristas.
Esa comprobación será importante porque supondrá un eficaz indicio de si semejantes candidatos izquierdistas -como el senador por Nueva Jersey, Cory Booker, o la senadora por Massachusetts Elizabeth Warren, etc.- pueden tener buenas oportunidades a la presidencia en 2020 o si serán candidatos más tradicionales quienes vayan a competir con Donald Trump, como el exvicepresidente con Obama, Joe Biden.
Cómo ha sido la campaña que hoy termina
A diferencia de las elecciones a mitad de mandato de las pasadas décadas, la de mañana ha despertado un gran interés y con toda seguridad va a producirse una participación mucho más elevada de lo habitual, bien por encima del 40%. La única excepción a esto fueron los comicios de 2010 (a los dos años de ser elegido Obama) a los que ya nos referimos; entonces sí que se produjo una “marea roja”, un gran vuelco en favor de los republicanos y de los activistas del llamado Tea Party, que finalmente fueron despareciendo e integrándose en el Partido Republicano.
En la actualidad, los activistas de izquierda de la “resistencia” parecen reproducir el fenómeno de 2010 del Tea Party, en versión inversa. Estos últimos sí que lograron ser elegidos en grandes números, mañana se verá si los resistentes lo consiguen también, lo que no está asegurado.
Aparentemente ha habido una gran polarización en la campaña, pero si los candidatos demócratas realmente elegidos son mayoritariamente centristas, en realidad no habrá habido tanta división.
La muy buena situación económica del país, ha subyacido al conjunto de la campaña. En qué grado influya, ya lo veremos; es difícil de cuantificar ahora.
El Presidente Trump ha convertido la campaña de ahora en un auténtico referendo sobre su liderazgo. El 32% dice que se propone votar como muestra de su apoyo al presidente; el 40% declara que su propósito es el opuesto. Sólo el 28% afirma que le mueve otros motivos, ajenos a Trump.
Cuál será el resultado de las elecciones legislativas del día 6 y qué pasará después
Las elecciones a mitad de mandato, prácticamente siempre, han proporcionado un avance sensible al partido opositor a un nuevo presidente. En este caso, la izquierda debería mejorar bastante su presencia en la Cámara Baja y un poco sus escaños en el Senado.
Como dijimos más arriba, hay indicios de que esta norma no se cumplirá en 2018, o que lo hará en una escasa magnitud. Parece que la derecha conservará -e incluso ampliará- su control del Senado, y que las mejoras de los demócratas en la Cámara Baja se cifrarán en torno a los 23 escaños que necesita, por debajo de lo que sería de esperar, aunque posiblemente gane el dominio, restableciendo seguramente a Nancy Pelosi como la jefe de la cámara.
Si se produce este resultado, constituirá una victoria pírrica para los demócratas, por su estrechez.
Los demócratas pondrán en marcha el proceso de destitución (impeachment) de Trump y, muy seguramente, también el del nuevo magistrado del Supremo, Brett Kavanaugh. Ambos encallarán en el Senado.
El presidente y los legisladores conservadores no podrán sacar adelante ninguna ley, sin el concurso de los congresistas de izquierda. La negociación entre ambas bancadas será constante y, a pesar del obstruccionismo demócrata, varias leyes importantes prosperarán, muy especialmente el plan de infraestructuras.
El presidente y su gabinete continuará desplegando su programa de liberalización de la economía y de recorte de la ideología de género y demás experimentos sociales, en cuanto lo permita sus competencias ejecutivas.
Si los republicanos continúan controlando el Senado, proseguirá a todo ritmo el nombramiento de nuevos jueces federales de orientación conservadora, de nuevos jueces de los 13 Tribunales federales de Apelación, a medida que vayan produciéndose vacantes. Y lo mismo sucederá si la magistrada de inspiración progresista del Tribunal Supremo Ruth Bader Ginsburg, de 85 años, finalmente decide dimitir. En cualquier caso, el efecto de Donald Trump sobre la judicatura federal ya está siendo muy intenso y se ampliaría aún más.
Por otro lado, la mayoría del Senado permitiría al Presidente Trump continuar obteniendo la confirmación de esta cámara a los numerosos nombramientos de más de cien altos funcionarios de la Administración y agencias federales que los demócratas han ido retrasando con argucias, como nunca antes había sucedido con un nuevo presidente. También le sería fácil efectuar sustituciones de altos cargos actuales, con la confirmación senatorial.
Los otros dos posibles resultados, serían los siguientes:
A) Los demócratas obtienen el control de ambas cámaras del Congreso. Constituiría una derrota de los republicanos y un debilitamiento de Donald Trump. Le restaría al presidente y a sus secretarios y directores sus prerrogativas ejecutivas, pero la iniciativa legislativa de la derecha se vería bastante mermada. De todos modos, dada la potestad de veto presidencial, los demócratas tampoco podrían hacer avanzar sus propuestas sin una negociación con la Casa Blanca, ya que carecerán de las mayorías cualificadas en el Congreso para invalidar el veto presidencial, esto es seguro.
B) Si los republicanos conservaran la mayoría en las dos cámaras, sería la izquierda la que habría sufrido una severa derrota, recayendo en la crisis a la que les llevó Obama. Sus perspectivas para las presidenciales de 2020 serían muy cuesta arriba. Donald Trump saldría muy reforzado para gobernar y para ser reelegido en 2020. Sería fantástico, pero es poco probable que suceda.
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