Los resultados electorales de anteayer, día 6, dieron motivos de satisfacción a ambos partidos. Los demócratas, básicamente, obtienen la mayoría en la Cámara Baja del Congreso, aunque por escaso margen. Pero el Presidente Trump y el Partido Republicano evitaron la “marea azul”: el gran retroceso electoral que -por los antecedentes históricos de anteriores elecciones a mitad de mandato (midterm)- debería haber tenido lugar y que la izquierda pronosticaba desde comienzos de 2018. Otro pronóstico truncado de los medios progresistas. La “indignación” (que se diría en Europa) y el movimiento de “resistencia” contra el más odiado presidente conservador, han pinchado en hueso en la responsable sociedad estadounidense. Aquellos movimientos subsisten, pero han fracasado en su propósito central: barrer a los republicanos, a los dos años de la presidencia de Trump. Ya no serán factibles grandes cambios legislativos conservadores en los próximos dos años; en eso se traduce el fracaso electoral -parcial- de la derecha. Pero sí que podrán sacar adelante leyes de segundo rango y las regulaciones amparadas en las prerrogativas ejecutivas del presidente y de la Administración y agencias federales. Lo más seguro es que el Congreso viva un cierto bloqueo, ante la falta de actitud constructiva de la izquierda “resistente” y la crispación general existente.
Resumen de los resultados electorales parciales
La principal victoria de los demócratas, obtener la mayoría en la Cámara de Representantes, tras ocho años (desde 2010), supone un cambio considerable en el equilibrio de poder en Washington. Pero lo han conseguido con una pequeña mayoría; necesitaban una ganancia neta de 23 escaños y -en estos momentos, pendientes unos cuantos recuentos- han logrado 26.
Hasta ahora, la izquierda ha obtenido 229 escaños y los republicanos 206. La mayoría se sitúa en 218. Faltan 17 escaños por adjudicar.
La actual jefe de la bancada demócrata, Nancy Pelosi, de perfil moderado (teniendo en cuenta la radicalización de los más jóvenes), podría convertirse -una vez más- en la jefe (Speaker) de la Cámara Baja, aunque su edad (78 años) es aducida en su contra por los jóvenes radicales. Ella sería preferible a muchos de los otros posibles aspirantes.
Con sus modales suaves y educados y su prolongada experiencia, Nancy Pelosi podría intentar seducir a Donald Trump para que se aparte del establishment republicano, aceptando compromisos legislativos contrarios al programa del Partido Republicano, con tal de cosechar acuerdos bipartidistas. Ella estaría jugando su papel y si Trump se deja engañar sería responsabilidad suya y de sus más cercanos colaboradores.
Aquella escasa diferencia de escaños en los resultados electorales de la Cámara de Representantes facilitará que los conservadores ganen, de vez en cuando, votaciones ofreciéndoles a unos cuantos demócratas ventajas para sus electores en algunos proyectos de ley, y aguando algo el proyecto en sí mismo. Esta vía, aunque difícilmente viable en los asuntos más decisivos, dará resultado varias veces para las iniciativas legislativas no trascendentales del GOP.
No hay que olvidar que, por ejemplo, en el recorte de la emblemática ley Dodd-Frank, aligerando los excesivos controles públicos que Obama estableció sobre las instituciones financieras tras la crisis de 2008 (una de sus leyes estrella), cerca de 50 congresistas de izquierda votaron con los republicanos, en mayo de 2018.
Los representantes demócratas no pueden limitarse a obstruir todas las propuestas legislativas que les lleguen del Senado (republicano), presentándose ante los electores en 2020 con las manos vacías. Estarán forzados a entenderse en varias leyes. Lo mismo cabe decir de los conservadores. Pero los asuntos cardinales, seguramente permanecerán en el tintero durante el próximo bienio, reproduciéndose un bloqueo de la labor legislativa del Congreso.
Los republicanos han mantenido tras las elecciones del día 6 su control del Senado, ampliando incluso su bancada: de 51 escaños (de los 100) van a pasar a 53 o 54 (dependiendo con lo que suceda en Arizona), ofreciéndoles una holgada diferencia; en esta cámara las diferencias casi nunca son mucho mayores. Además, esta mayoría estará reforzada por el voto de calidad del Vicepresidente Mike Pence, en caso de empate.
El jefe del Senado, el senador Mitch McConnell, ha salido muy reforzado y es casi seguro que repetirá en este puesto. Será el principal interlocutor del presidente en el Congreso, de quien más dependerá la suerte de las iniciativas legislativas conservadoras.
Como se dijo en un anterior artículo, esta mayoría en el Senado garantiza -por si misma- que siga produciéndose -ahora con más facilidad- la confirmación de jueces federales con planteamientos cabalmente conservadores, a medida que surjan vacantes.
Esto está transformando en profundidad el tercer poder, para mucho tiempo. Muy probablemente, ésta será la pieza más valiosa del legado que deje la presidencia de Donald Trump. De haberse perdido ahora el Senado, sólo habrían podido prosperar propuestas de jueces centristas o progresistas moderados.
Dicha misma circunstancia, también agilizará la confirmación de las personas propuestas por Trump para altos cargos de la Administración federal, algunos de los cuales llevan casi un año de espera, por el obstruccionismo demócrata, jugando con el reglamento. Esto servirá para reforzar la nueva Administración que, en departamentos como Justicia, Estado (asuntos exteriores), la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) y otros, siguen repletos de altos cargos de la época Obama.
Por otro lado, el Senado cuenta con una posición relevante en el proceso de tramitación de las leyes presupuestarias de la Administración, en la vertiente del gasto federal.
En la esfera de los estados, se votaban a una buena parte de los gobernadores y de las cámaras legislativas estatales.
De los 50 gobernadores, 36 se votaron anteayer, de los que 26 eran republicanos, por lo que estaban más expuestos. De momento, en total el Partido Republicano mantiene 25 puestos, frente a 21 los demócratas. Los ganadores de 4 elecciones aún no se han resuelto.
En cualquier caso el partido GOP mantendrá una mayoría: en torno a 27 gobernadores, y habrá algún independiente. Aquello implica una pérdida considerable, de aproximadamente 6 puestos, con respecto a los 33 que ostentaba; la izquierda tenía 16 gobernadores. No obstante, aquella cifra de 33 era anormalmente elevada (en términos históricos), habiéndose reequilibrado ahora.
Junto a esta ganancia de los demócratas, aún no se conocen los resultados electorales para los Congresos estatales (casi todos, bicamerales) de los 23 estados en los que se votó anteayer.
Hasta ahora, los republicanos dominaban -en total- ambas cámaras en 32 estados; la izquierda lo hacía en únicamente 13 estados, mientras que en los otros cinco, cada partido controlaba una de las cámaras.
Algunas conclusiones sobre la campaña y las votaciones
Para el principal y único diario nacional de la derecha estadounidense, el Wall Street Journal, la derrota parcial de los republicanos supone también una derrota -parcial- de Donald Trump, ya que hizo de estos comicios un referéndum sobre sus dos años de presidencia. (Sólo puede accederse al WSJ mediante suscripción)
Los editorialistas del Wall Street Journal constatan que el presidente apenas ha intentado ahora ampliar la base electoral (la coalición electoral, dicen en ese país) que le llevó a la Casa Blanca -por un estrecho margen- en las elecciones de noviembre de 2016. Y concluyen que si Donald Trump no realiza serios esfuerzos continuados para atraerse a las mujeres, a los votantes centristas y a los hispanos, tendrá muy difícil ganar las presidenciales de 2020.
Esto parece anticipar que si Trump consigue controlarse y ganar apoyos, la mayoría del establishment republicano y de los medios conservadores le darían un amplio respaldo para 2020. Si eso no fuera así, podrían promover aspirantes de peso para disputarle la candidatura.
Por otro lado, la campaña para las elecciones a mitad de mandato (midterm) de anteayer, es en la que más dinero han gastado los partidos: 5.200 millones de dólares, conforme al Center of Responsive Politics. El anterior máximo fue en 2016: 4.400 M$, y el anterior en 2010 (a los dos años de acceder Obama a la presidencia).
La izquierda, es de suponer que habrá puesto el grito en el cielo: “dinero sucio”, “interferencia de los multimillonarios”, “compra de elecciones” … NO. Ni una palabra de eso, a pesar de haberse batido todos los récords. Sencillamente, porque ellos se han llevado la parte del león: unos 2.500 M$ los demócratas, frente a 2.197 M$ los republicanos, y 460 M$, otros candidatos.
Demostración de honestidad, que ha ido de la mano del dinero proporcionado por los multimillonarios de izquierda extrema y ácratas (anarcoides) de Silicon Valley.
¿Qué ha sido de los candidatos radicales de la izquierda?
Los candidatos más progresistas del Partido Demócrata, quienes se forjaron en las huestes del “socialista democrático”, el senador por Vermont Bernie Sanders, en las presidenciales de noviembre de 2016, han cosechado sonoras derrotas. No han logrado la confianza de la izquierda moderada ni de muchos de los votantes que se autodenominan independientes. Ambos grupos son muy importantes para las elecciones presidenciales, ya que pueden oscilar hacia uno u otro lado.
Florida es un estado oscilante (swing), sin una gran ventaja de la izquierda social y, por ello, constituía una prueba del grado de aceptación de un candidato radical. En las presidenciales de 2020, sólo ganará quien consiga el respaldo de los votantes centristas. Pues bien, el joven carismático y radical de raza negra Andrew Gillum perdió, con sus propuestas de enseñanza superior gratuita para todos, un aumento considerable del impuesto (estatal) sobre las sociedades, otras políticas análogas y su acusación de racismo -¡cómo no!- contra su contrincante blanco al puesto de gobernador del estado.
La candidata demócrata a gobernadora de Georgia -Stacey Abrams- era de la misma cuerda que el anterior y también ha perdido. Proponía ampliar el gasto público del estado, etc. El conservador Brian Kemp se centró en la defensa de la libertad religiosa, la libertad de elección de centro (en primaria y secundaria) y en secundar la política de mayores obstáculos a la inmigración ilegal.
El aspirante de la izquierda a gobernador de Ohio -Richard Cordray-, fue una figura relevante de la política financiera de Barack Obama (jefe de la agencia CFPB), de corte progresista, ha sido también derrotado por Mike DeWine, quien representaba al establishment republicano.
Varios de los candidatos de izquierda elegidos en las elecciones a la Cámara Baja habían oscilado hacia el centro a lo largo de la campaña electoral. En Colorado, Jarid Polis se expresó contrario a dos referendos estatales que proponían prohibir el fracking del gas de esquisto y aumentar los impuestos (estatales) a los tramos superiores.
En Connecticut (junto a N.Y.), el demócrata Ned Lamont ha ganado por un estrecho margen, oponiéndose a nuevos incrementos de impuestos. Su contrincante, Bob Stefenowski, defendía directamente la supresión de los impuestos estatales sobre las rentas, sociedades y bienes inmuebles.
Perspectivas de colaboración política bipartidista
Referido a los grandes asuntos, destacan tres: plan de infraestructuras, comercio exterior e inversiones extranjeras.
Tanto Trump (desde su campaña electoral) como los demócratas son favorables a poner en marcha, finalmente, un amplio programa de mejora y mantenimiento de las infraestructuras viarias, aeroportuarias, del transporte de cercanías y urbano, del suministro de agua, de los sistemas de diques de contención ante subidas del nivel del mar en casos de huracanes (no por subidas del mar por el cambio climático, que avanza a velocidad de un caracol), de la red digital y otras muchas.
Las desavenencias vendrán por el lado de la financiación del plan. La izquierda desea un gran aumento de los fondos federales, mientras que los republicanos exigen apoyarse en fórmulas de colaboración público-privadas (PPP).
En el comercio exterior, los demócratas llevan varias décadas criticando los acuerdos de libre comercio internacional, adelantándose mucho a Trump, en esta errónea opinión. Por tanto, aunque pidiendo compensaciones, la izquierda probablemente acabará facilitando la aprobación en el Senado del nuevo acuerdo de EE.UU. con Canadá y Méjico -cerrado al final de este verano-. Es muy importante que este acuerdo “de nueva generación” sea ratificado por el Senado, aunque no había necesidad de haberlo renegociado.
Más importante y positiva será la colaboración entre ambos partidos para sacar adelante en el Congreso las diversas leyes precisas para someter a una supervisión mucha más exigente de las tomas de control por parte de empresas de China de corporaciones estadounidenses de alta tecnología y de los sectores ligados a armamento y defensa.
Este es un asunto de gran trascendencia estratégica para el futuro de EE.UU. y del mundo libre, que abordaré próximamente. La ingenuidad occidental en cuanto a las condiciones en que se dejó acceder a China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001 (China no era, ni será en el futuro una plena economía de mercado, sino que dispone de un poderosísimo sector público), y la excesiva permisividad a sus inversiones en nuestros países, han de ser revisadas en profundidad y parece que ambos partidos podrán lograrlo en estos años.
Finalmente, aunque las posiciones están muy alejadas y enfrentadas entre ambos partidos en el terreno de la política sanitaria, hay un par de cuestiones especiales en que podrían alcanzarse acuerdos en el Congreso. Uno es la limitación a las grandes elevaciones de los precios de los medicamentos en el mercado interior. Otro serían medidas específicas para que los asegurados bajo planes públicos (Medicaid, Medicare …) puedan mejorar su cobertura de las enfermedades preexistentes.
Deja una respuesta