Protesta en Canadá, ante el Parlamento nacional en Ottawa
El pujante movimiento de protesta contra la prolongación de las medidas sanitarias públicas restrictivas, amparándose en la pandemia del Covid-19 –ya muy debilitada-, movimiento iniciado en Canadá a finales de enero, se extiende ahora rápidamente por Occidente, a EE.UU., Francia, Bélgica, Holanda, Australia, Nueva Zelanda, etc. Un hartazgo general por los abusos que se siguen cometiendo ahora desde el poder –sin suficiente fundamento médico-, se está haciendo patente.
Quiero dejar constancia, desde el comienzo, que yo me procuré la vacunación la pasada primavera y, más adelante, la dosis de refuerzo.
Pero, una cosa es creer en la conveniencia de adoptar individualmente estas medidas de precaución, de modo voluntario, y algo muy diferente propugnar la inacabable sucesión de imposiciones desde la mayoría de los gobiernos, incluso con medidas coercitivas (multas, prohibiciones de desplazarse, etc.), –por parte, sobre todo, de gobernantes de izquierda y centro- y la interminable prolongación de la emergencia sanitaria cuando las cifras sobre la pandemia ya no son nada alarmantes en la mayoría de los países de nuestro entorno, hasta el punto de que no resulta necesario ser recordadas aquí.
El inicio: camioneros canadienses rechazan la prohibición de salir del país sin estar vacunados
Esta historia –relativa al denominado “Freedom Convoy” (Convoy de la Libertad)- creo que ya es conocida. Desde los últimos días de enero, centenares de camioneros de Canadá, con sus camiones, –casi todos ellos enarbolando la bandera nacional- se concentran en la capital, Ottawa, para reclamar el fin del pasaporte de vacunación (exigido por el Primer Ministro progresista Trudeau), sin el que no pueden salir hacia EE.UU. con las mercancías que transportan. El mercado americano es el principal para la economía canadiense y para los camioneros.
Durante los primeros once días, la protesta ha sido totalmente pacífica, no produciéndose ni una sola denuncia, ni detención, por parte de la policía de la capital. Recientemente, sí que han tenido lugar unas pocas detenciones.
A pesar de ello, el Primer Ministro Justin Trudeau –una de las estrellas del firmamento progre internacional – les acusó desde el primer día de “acoger a extremistas de derecha”, “no respetar el orden público” y que “suponen un peligro para nuestra democracia”.
En realidad, sólo se vio en la concentración a una sola persona portando una bandera con la cruz gamada; persona que llevaba la cara tapada y podía ser un agente provocador de los progresistas o de otras fuerzas de parecido signo.
Los camioneros, en realidad, han estado ejerciendo su derecho constitucional a protestar, de manera pacífica. Esto, como sucede hoy en día a menudo con los gobernantes progresistas, le pareció “una perturbación del orden” al ridículo Primer Ministro Trudeau, adalid de todas las causas progres y woke de la actualidad.
Primer Ministro Justin Trudeau
Con independencia de que sea pro-LGBT, ¿no tiene un cierto aire de niñato?
La hipocresía de los gobernantes canadienses de izquierda. El sabotaje ecologista de 2020
Como expliqué en un artículo, en febrero de 2020, “Por tercera semana consecutiva, el Gobierno nacional del muy progresista Primer Ministro Justin Trudeau (dirigente del Partido Liberal) está permitiendo –con su inacción– que la economía de este inmenso país se vea perjudicada por los sabotajes a la circulación de los ferrocarriles por parte de los ecologistas radicales”.
Aclaraba que “Veinte días después de su comienzo, buena parte del transporte de pasajeros y mercancías por ferrocarril sigue paralizado en [muchas zonas a lo largo de] Canadá”, por los activistas-saboteadores del ecologismo radical, que protestaban –con uso de la fuerza- contra la construcción de un gasoducto en la costa del Pacífico, el Coastal GasLink.
Además, la construcción de una planta de gas natural licuado (GNL) en la provincia de Columbia Británica (en la costa del Pacífico) –a la que también se oponían los piquetes de ecologistas en 2020- va a ser la mayor inversión privada en toda la historia de Canadá: 40.000 millones de dólares canadienses (unos 27,5 miles de millones de euros). Planta que será la primera en territorio canadiense, lo que aumentará considerablemente sus exportaciones e ingresos.
La sistemática connivencia del Primer Ministro Trudeau con el extremismo ecologista quedó expuesta a plena luz del día, sin importarle en 2020 los elevadísimos perjuicios que estaban ocasionado esas paralizaciones a gran parte de la economía nacional canadiense.
Los actuales cortes del tráfico en la frontera entre Canadá y EE.UU. no son admisibles
En estos pasados días, unas decenas de camioneros canadienses están bloqueando el tráfico en el puente Ambassador, entre Detroit (centro de la producción automovilista americana) y Canadá.
Aducen los piquetes que el gobierno canadiense no les escucha, lo que es cierto, pero eso no justifica que atenten contra la libertad de circulación de mercancías y personas por dicho importante puente internacional.
En España, durante un largo pasado, rechazamos –con razón- que los agricultores de Francia –a menudo- asaltaran y destrozaran las verduras que transportaban camiones españoles hacia sus mercados, con una clara inacción de las fuerzas del orden francesas. La coherencia es obligada.
Siendo esto un hecho censurable, que debe acabar cuanto antes, sólo es imputable a una exigua minoría de los camioneros canadienses que están protestando en el llamado “Freedom Convoy”, a lo largo del país.
Los camioneros canadienses que protestan están recibiendo un amplio apoyo social y de los conservadores
La relevancia de esta protesta y del apoyo social que está concitando es aún más relevante, por el hecho de que alrededor del 85% de ellos están vacunados y, por tanto, pueden continuar con su trabajo. Esto es, los no-vacunados son una minoría, pero la saciedad por las restricciones sanitarias está bastante extendida, entre los camioneros y entre la sociedad en general.
En unos pocos días, los camioneros recolectaron varios millones de dólares, de muchos miles de pequeños donativos, a través de la aplicación GoFundMe.
Análogas protestas a la de Ottawa se están produciendo en numerosas ciudades de Canadá, desde Vancouver (en la costa del Pacífico), hasta la ciudad de Québec (en la desembocadura del rio San Lorenzo, en la costa este), pasando por Winnipeg (en las grandes Praderas), Toronto, Montréal …
En el ámbito político, la izquierda canadiense –que ya no puede pretender representar a las familias trabajadoras– se está poniendo casi histérica, al ver como se debilita su gobierno, que Trudeau dirige con una mayoría minoritaria desde las últimas elecciones.
En el Partido Conservador, la protesta ha logrado ya una victoria importante. Quien venía siendo su líder -y perdiendo las pasadas elecciones-, O’Toole (que se había venido desplazando a una diletante postura centrista), ha perdido una votación de confianza entre los diputados de su partido. Todavía no se ha elegido a su sucesor, pero la mayoría de los posibles candidatos ya han expresado su rotundo apoyo al “Freedom Convoy” y a retomar posiciones más conservadoras, en términos generales.
La protesta se está expandiendo a EE.UU.
Este domingo, día 13, se celebra en Los Angeles un importante partido anual de rugby, de alcance nacional, denominado Super Bowl. Al parecer, podrían producirse allí concentraciones de camioneros, oponiéndose a las medidas sanitarias restrictivas que –por lo general- siguen adoptando diversos gobernantes del Partido Demócrata (en California, Nueva York, Chicago, etc.) y el propio Presidente Biden.
Además, parece que se está preparando un convoy que, partiendo de California, atravesaría todo el país, llegando al Capitolio en Washington, D.C. un mes más tarde.
En EE.UU., a diferencia de en la mayoría de los países europeos, los políticos conservadores del Partido Republicano –desde hace varios meses-, están reduciendo considerablemente las medidas restrictivas contra la pandemia, en sus respectivos ámbitos de gobierno: estados (como Florida), municipios …
Hace un mes, el Tribunal Supremo echó abajo una importante orden ejecutiva del Presidente Biden, que obligaba a las empresas de más de cien empleados a obligarles a estar vacunados para poder incorporarse a sus puestos de trabajo. El Supremo argumentó que el Presidente carece de competencia para imponer esta exigencia, sin contar con el Congreso. Varios otros tribunales también han paralizado diversos mandatos y restricciones impuestas por gobernadores y alcaldes demócratas, que estaban asimismo extralimitándose (overreach) en el ejercicio de sus competencias.
En los medios de comunicación conservadores estadounidenses, comenzando por la cadena FOX, está en marcha una intensa campaña de información y de respaldo a este tipo de protestas.
A nivel ciudadano, EE.UU. es uno de los países occidentales en el que existe un más amplio rechazo al uso que los gobernantes de izquierda (y algunos conservadores) están haciendo de la pandemia para extender y prolongar excesivas medidas de control sanitario.
En Europa los franceses han sido los primeros en tomar el testigo de los canadienses
Hoy, viernes, 11 de febrero, por motivos parecidos a los de Canadá, está convocada una gran concentración de camiones y automóviles en Paris, que marcharán en convoy desde muchas ciudades del país: Bayonne, Toulouse, Perpignan, Niza, Lyon, Brest, Lille … La intención de los convocantes, entre los que figuran algunos promotores del movimiento de los “chalecos amarillos” de fines de 2018 y principios de 2019, es mantener un cierto atasco de tráfico en la región parisina durante todo el fin de semana.
Finalmente, la concentración de ámbito europeo en Bruselas, sede principal de las instituciones de la UE, se ha retrasado al lunes, 14 de febrero, como continuación de la de Paris.
El objetivo inmediato del “Convoy France” o «Convoi de la liberté«, que ha sido promovido principalmente por medio de las redes sociales, es rechazar la obligación de vacunarse, pero sus propósitos generales, según lo expresa su comunicado, es la recuperación de todo lo siguiente:
La Libertad. Los derechos fundamentales. El acceso incondicional a la sanidad, la educación y la cultura. Poner fin a los sacrificios causados a los niños y jóvenes.
Como pasó en el comienzo de la protesta de los “chalecos amarillos” –a lo largo de varios meses-, la actual movilización no cuenta con una estructura organizada y sus objetivos son múltiples y habrá que ver cómo evolucionan en las próximas semanas.
Una protesta contra la sociedad de control
Hace unos pocos días, en una entrevista al sociólogo Michel Maffesoli en el principal diario conservador francés, Le Figaro, aquel declaraba, como resumen de su interpretación de estos movimientos contrarios a los controles sanitarios excesivos en la actualidad, en varios países, lo siguiente:
“Los [diversos] convoyes de la libertad muestran que muchas personas están hartas de una sociedad de control”
Añadiendo: “[Estas personas] sienten que ya han sufrido suficientes barreras en su vida cotidiana, esa especie de totalitarismo suave, de distanciamiento de los demás”. “Muchos de ellos no son antivacunas”.
Michel Maffesoli concluía que “Esencialmente, [las concentraciones en Francia este fin de semana] se deben a un desfase entre el pueblo y las élites. Nos encontramos en un momento de desconexión y de desacuerdo”. “Cuando los mensajes de los poderes públicos ya no convencen, las explosiones emocionales pueden ver la luz”.
También están concentrados camioneros en la capital de Australia y en Nueva Zelanda
El diario de centro-izquierda The Washington Post (contrario a este movimiento), informaba el día 8 que “los congresistas han expresado sus temores a que las protestas contra las vacunas en la capital de Australia [Canberra], inspiradas en las de los camioneros de Canadá, puedan intensificarse”. “Las protestas en Canberra … han durado ya 8 días y se espera que continúen hasta, por lo menos, este fin de semana”. Protestas que se están desarrollando de modo pacífico. También las ha habido en la ciudad de Melbourne.
También se han producido concentraciones de personas en protesta ante el Parlamento nacional en Wellington, la capital de Nueva Zelanda.
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