Trump ha estabilizado Oriente Medio. Firma del acuerdo de paz entre Israel y
Emiratos Árabes Unidos. 15 sept. 2020, en la Casa Blanca.
El 11 de diciembre Israel y Marruecos han hecho pública su decisión de iniciar la normalización de sus relaciones diplomáticas. Con ello, Marruecos se convierte en el cuarto país árabe en dar este paso en los últimos meses.
Emiratos Árabes Unidos (EAU) –el segundo país sunní más potente del Golfo Pérsico, tras Arabia y el más abierto a Occidente- fue el primero en reconocer a Israel, a mediados de agosto de 2020, tras años de discretos contactos entre ambas partes.
De modo casi simultáneo, Bahréin anunció que se proponía normalizar sus relaciones con Israel y, luego, Sudán –que se encuentra en plena frágil transición desde la larga dictadura de Omar al-Bashir (que acogió a Bin Laden) hacia un estado menos fundamentalista y más pro-occidental-, dio un paso semejante a finales de octubre.
Como relató el diario conservador The Washington Times, “el acuerdo [entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos] fue de hecho la culminación … de contactos motivados por la creciente oposición a Irán”, como la más agresiva potencia regional.
La eliminación del general iraní Qasem Soleimani pareció convencer a los indecisos
La persona que mejor personificaba las injerencias del Irán revolucionario y pro terrorista en toda la región, desde hacía más de dos décadas, era el general Qasem Soleimani, comandante de las fuerzas de élite de la Guardia Revolucionaria de Irán.
Al ejecutar el Presidente Trump en enero de 2020 a aquel siniestro personaje (principal financiador de los movimientos terroristas), autorizando el lanzamiento de un misil desde un dron, a la salida del aeropuerto de Bagdad, dejó claro a todos los actores de la región que –a diferencia de otros presidentes, como Obama- él iba en serio cuando hablaba de detener el expansionismo iraní, al tiempo que evitaba emprender una peligrosa aventura militar.
Aquella intervención militar muy limitada de Trump, parece haber aportado uno de los elementos finales para que varios de los países árabes se hayan decidido a acometer un giro histórico: el reconocimiento diplomático y la colaboración permanente con Israel, en lugar de buscar su destrucción, como hace Irán.
En este punto, no debe olvidarse que dos de los estados árabes más prósperos y estables –Egipto y Jordania-, ambos fronterizos con Israel, llevaron a cabo esta iniciativa hace ya mucho tiempo: Egipto en 1979 (siendo presidente el demócrata Jimmy Carter) y Jordania en 1994 (auspiciado por el demócrata centrista Bill Clinton). En la actualidad, lógicamente, ambos se han mostrado comprensivos con las decisiones que están tomando otros estados árabes para normalizar sus relaciones con Israel.
El Acuerdo Nuclear con Irán inhibía la aproximación árabe a Israel
La equivocada política del Presidente Barack Obama y del Partido Demócrata en general de cara a Oriente Medio, que se plasmó en el Acuerdo Nuclear con Irán, de 2015, hacía casi imposible que se materializara el acercamiento a Israel de varios países árabes sunníes, que deseaban hacerlo. La UE, que a menudo practica el seguidismo internacional respecto de los presidentes demócratas de EE.UU., se embarcó en la misma errónea iniciativa.
Dicho acuerdo nuclear suponía una postura de apaciguamiento hacia la potencia ascendente y agresiva que era –y sigue siendo- la República Islámica de Irán, en toda la región. Apaciguamiento que, como suele suceder, reconocía –y respetaba- el papel hegemónico regional de la potencia chiita y persa (no árabe): el régimen islamista de Irán.
Al apartarse del Acuerdo nuclear Trump ha favorecido el acercamiento árabe – israelí
Por el contrario, la acertada decisión del nuevo presidente, Donald Trump, de abandonar el acuerdo nuclear con Irán, en mayo de 2018, ha facilitado enormemente el acercamiento a Israel que buscaban –por iniciativa e intereses propios- varios países árabes.
La retirada del Presidente Trump del acuerdo nuclear suponía señalar claramente a la potencia iraní como la principal causa –actual- de la desestabilización general que vive Oriente Medio.
El nuevo planteamiento de la Administración Trump representa, por tanto, un desplazamiento explícito de lo que debe ser el núcleo central de los graves conflictos en Oriente Medio en la actualidad.
El anterior paradigma era el enfrentamiento contra Israel de todas las fuerzas árabes y musulmanas (sunníes y chiitas), colocando la “cuestión palestina” en primer plano. El nuevo enfoque es una cierta coalición de los principales países árabes con Israel contra la potencia agresiva iraní, aplazando la resolución del asunto palestino para más adelante, aunque sin ignorarlo por completo, al tener presente que esto estaba bloqueado desde hacía dos décadas.
Si bien todo el mundo sabe que en esa región del mundo existe un gran número de factores y conflictos enquistados que coadyuvan a una inestabilidad regional, casi permanente, en la etapa actual es la República Islámica iraní la que está detrás de la mayoría de los conflictos de la región.
Las injerencias de Irán en la región
En Líbano, respaldando a la poderosa Hezbollah, organización que EE.UU. y Reino Unido consideran terrorista (y la UE mantiene una postura ambigua), Irán interviene constantemente en el país para hostigar a Israel desde el norte.
Las diversas y poderosas organizaciones paramilitares proiraníes en Irak, que –por supuesto- escapan realmente al control de las autoridades en Bagdad, impiden la estabilización política del país y mantienen una influencia decisiva para formar el gran arco de influencia y suministro de misiles y de todo tipo de otras armas ofensivas, desde Irán hasta Líbano.
En la Siria aún dominada por el Presidente genocida Bashar al-Ásad, Irán supone la potencia extranjera más influyente, sólo a un nivel semejante al jugado por Rusia.
En los territorios palestinos, gracias a la estrecha colaboración con la organización terrorista Hamas, Irán ha obtenido una intervención decisiva –desde la Franja de Gaza, férreamente controlada por Hamas- en su plan de acosar y –finalmente- echar al mar a los israelíes.
Por último, para mencionar sólo las injerencias más destacadas de Irán, en Yemen la República Islámica al abastecer de armas y pertrechos al grupo rebelde chiita Huti, mantiene un embarazoso e interminable conflicto bélico a las puertas mismas de su gran contrincante sunní, Arabia Saudí.
Realineamiento diplomático entre Israel y países árabes
El nuevo alineamiento general que se está creando en Oriente Medio supone un vigoroso movimiento de repulsa y oposición al expansionismo del régimen iraní. Realineamiento que ha contado, en todo momento, con el respaldo activo de la Administración Trump y, en particular, de su Secretario de Estado Mike Pompeo.
Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Kuwait, Omán, Egipto, Jordania, etc. perciben que en las nuevas circunstancias están en condiciones de frenar e impedir las injerencias inamistosas de la República Islámica de Irán en todo el mundo sunní.
Es probable que en los próximos meses, salvo que el nuevo Presidente Biden haga descarrilar este movimiento, Omán se sume a la nueva posición de colaborar abiertamente con Israel. Sin embargo, otros varios países árabes se resistirán a imitar su cambio de posición, como Catar, Kuwait, Argelia …
Por su parte Israel, nunca antes, en toda su historia, se ha sentido más seguro que ahora, con el nuevo mapa de alianzas que se está diseñando bajo la Administración Trump.
Joe Biden probablemente no dará marcha atrás
“Incluso bajo [el nuevo Presidente Joe] Biden, los palestinos apenas tienen esperanzas de conseguir lo que desean. Mientras que seguramente el presidente-electo [Biden] restablecerá los cientos de millones de dólares en ayuda que Trump recortó y los representantes palestinos podrán reabrir su oficina de representación en Washington, D.C., la Embajada de EE.UU. probablemente permanecerá en Jerusalén a pesar de las protestas palestinas”, adonde Trump la trasladó desde su anterior sede en Tel Aviv, en donde siguen casi todas las demás emabajadas”.
Así se ha expresado hace unos días Jonathan Ferziger, investigador principal de los programas para Oriente Medio del centro de estudios (think tank) Atlantic Council, de Washington, D.C.
Lo más importante que ha dicho aquel investigador sobre este asunto, es lo siguiente:
“Para decepción de los palestinos, [hace poco] Biden ha ensalzado la nueva voluntad de los países árabes de avenirse con Israel y, seguramente, alentará esa misma tendencia cuando se haga con las riendas de la política exterior hacia Oriente Medio el próximo mes” de enero, 2021.
El Sahara occidental
La cadena de TV conservadora, Fox News, informaba hace un par de días que, “en compensación [por el reconocimiento de Israel por parte de Marruecos], EE.UU. ha reconocido la soberanía de Marruecos sobre el disputado territorio del Sahara occidental”.
Territorio aquel que, como conocemos bien los españoles, estuvo administrado por nuestro país hasta que en 1975, justo cuando cayó gravemente enfermo y luego falleció el general Franco, Marruecos organizó la denominada “marcha verde” (de 300.000 marroquíes civiles desarmados), que comenzó el 6 de noviembre de 1975, creando una situación insostenible para España en pleno fin de la dictadura franquista.
El 14 de noviembre de 1975 se firmó en Madrid el Acuerdo Tripartito, entre España, Marruecos y Mauritania, por el que España se comprometía a retirarse del territorio en febrero de 1976. Por otra parte, se establecía una administración temporal formada por un representante marroquí, otro mauritano y un tercero saharaui, que nunca llegó a actuar propiamente dicho.
Por tanto, en la actualidad, 45 años después de la marcha verde, permanece sin completar el proceso de descolonización del Sahara Occidental.
Como es lógico, la presente decisión de EE.UU. de reconocer la soberanía marroquí sobre el territorio no cambia nada su estatus legal antes Naciones Unidas, pero si la situación diplomática sobre el Sahara Occidental, ahora mucho más favorable para Marruecos.
“No habrá acuerdos entre Israel y países árabes, sin una solución previa de la cuestión palestina” (John Kerry. 2016)
John Kerry fue el Secretario de Estado (Asuntos Exteriores) durante el segundo mandato del Presidente Obama: 2013-2016. Por tanto, tenía que ser una autoridad en Oriente Medio. Por otro lado, hace unas pocas semanas ha sido propuesto por el presidente electo Biden para actuar de embajador ambulante de EE.UU. para las políticas climáticas.
Pues bien, como nos recuerdan los editorialistas del Wall Street Journal (WSJ), hace cuatro años (diciembre de 2016) el Secretario de Estado John Kerry se pronunció de una forma tan contundente como recojo en el título de este apartado, en una conferencia en el centro de estudios Brookings Institution:
“No habrá acuerdos por separado entre Israel y [los países] del mundo árabe”.
Y repitió su pronóstico: “No va a haber ningún progreso de [acuerdos de] paz [de Israel] con el mundo árabe, mientras que no haya un proceso y una paz [negociada] con los palestinos. Todo el mundo debe entender esto, lo que constituye una dura realidad”.
Lo que sí que debe ser ahora muy duro para el Sr. Kerry, es comprobar la enorme equivocación de sus rotundos pronósticos de hace –sólo- cuatro años.
Y todavía ha de serle más duro que haya sido un presidente a quien se ha calificado mil veces de ignorante de las relaciones diplomáticas, como Donald Trump, quien está logrando hacer realidad lo que John Kerry calificaba de “imposible”: acuerdos de paz por separado de Israel con países árabes –ya van cuatro de ellos-, sin que haya precedido una solución global a la cuestión palestina.
Barack Obama y otros demócratas pensaban como John Kerry
Naturalmente, no era sólo John Kerry quien pensaba de aquella manera. El Presidente Barack Obama, cerca del final de sus mandatos, en enero de 2016, se manifestó de un modo muy pesimista –incluso fatalista- con respecto a Oriente Medio, según nos informaba el diario de centro-izquierda The Washington Post:
“Oriente Medio está sumido en una transformación que durará una generación, que parte de conflictos que datan de hace milenios”.
Algún periodista debería preguntarle ahora a Obama cómo es que no vislumbraba –hace unos cinco años- la posibilidad de que la situación general en Oriente Medio pudiera mejorarse tanto como lo que está logrando la Administración Trump.
Además, los dirigentes demócratas que se ocupaban de la política exterior mantenían visiones parecidas a las de John Kerry y Barack Obama. Visto desde la realidad actual, parece que todos ellos estaban colocando el carro delante del caballo, como se podría expresar.
Todo lo anterior nos conduce hacia el proceso de paz en Oriente Medio y las razones de su constante fracaso. ¿Habrá estado mal planteado, por ejemplo, por Barack Obama?
El Proceso de Paz en Oriente Medio y la cuestión palestina
Estos asuntos desbordan ampliamente las posibilidades de este artículo. No obstante, conviene apuntar unas pocas consideraciones para tratar de entender lo que ahora está sucediendo en esta región y que la cuestión palestina haya sido desplazada de una posición central.
Desde el fracaso de la Cumbre de Camp David (residencia presidencial en los alrededores de Washington, D.C.) entre Israel y la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), entre mayo y julio de 2000, en varios ciclos, bajo el Presidente Bill Clinton, el llamado Proceso de Paz de Oriente Medio ha estado -básicamente- bloqueado.
Desde entonces, durante los pasados 20 años han corrido ríos de tinta sobre dicho proceso de paz –en realidad, estancado- y varios presidentes de Estados Unidos han formulado diversas propuestas, sin cosechar éxito alguno.
Es fácil comprobar que siempre se hizo un planteamiento semejante al de John Kerry en 2016: primero resolvamos la cuestión palestina y, sólo luego, podrán abordarse los acuerdos de paz con Israel por las naciones árabes.
Los propios países árabes eran los que más rotundamente defendieron aquel enfoque, en dos etapas, durante décadas.
Alejamiento de estados árabes respecto a la cuestión palestina
¿Qué ha pasado para que ahora varios de aquellos países árabes estén deseando apartarse de aquel planteamiento tradicional y negociar primero un acuerdo de paz con Israel?
Recordemos algo sumamente chocante y significativo que sucedió apenas un par de semanas después del anuncio del acuerdo entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), a mediados de agosto. Como informó el diario The Times of Israel, el día 9 de septiembre 2020:
“En un revés para los palestinos, la Liga Árabe se negó a condenar el acuerdo entre Israel y los EAU”, lo que había sido propuesto por la Autoridad Palestina (AP) en una reunión por videoconferencia de los ministros de Asuntos Exteriores de los países árabes.
Entre los países que rechazaron que la Liga Árabe efectuara esa condena figuraron, entre otros, Bahréin y Egipto. La Liga Árabe comprende veinte estados árabes, más la Autoridad Palestina, pero no Irán, lógicamente, al ser una nación persa.
Principales motivos de este alejamiento
Simplificando, pueden identificarse dos importantes razones.
En primer lugar, Irán ha desplegado un gran intervencionismo en la región, al tiempo que está avanzando hacia la construcción y dominio del arma nuclear, lo que les colocaría a las naciones predominantemente sunníes en una terrible inferioridad militar.
Por otra parte, se percibe un cierto cansancio –de los propios dirigentes árabes- hacia un proceso de paz con los palestinos, que parece no conducir a ninguna parte.
En una negociación tan compleja como aquella siempre existe una variedad de factores que influyen en el resultado. Pero, no obstante, son uno o dos de aquellos elementos los que suelen destacar como más relevantes.
Veamos lo que un diario de izquierda dura que, por tanto, ha sido bastante proclive a los palestinos, como el New York Times, relataba en julio de 2000 cuando la cumbre estaba a punto de sucumbir. El demócrata moderado Bill Clinton era el presidente de EE.UU.
“Al final de dos semanas de negociaciones maratonianas con los dirigentes de Israel y de los palestinos [esto es, de la OLP], un [Presidente] Clinton visiblemente fatigado anunció hoy que no habían sido capaces de alcanzar un acuerdo, ¨por ahora¨”.
“El Presidente [Clinton] y otros negociadores estadounidenses aclararon que había sido el dirigente palestino Yasir Arafat quien finalmente se opuso [a un acuerdo], y que había sido Jerusalén” el principal motivo de ello.
Para finalizar, “el Presidente Clinton, hablando desde la Casa Blanca, destacó [la actitud positiva] del Primer Ministro israelí Ehud Barak, por su disposición [favorable] para alcanzar compromisos difíciles”.
Más concretamente, puede afirmarse que Yasir Arafat rechazó, finalmente, el plan ofrecido por Israel en Camp David, sin proponer un plan concreto alternativo. Esta equivocación del líder palestino, de dimensiones verdaderamente históricas, supuso realmente el fin del proceso de paz.
Los dirigentes palestinos posteriores a Arafat tampoco han desbloqueado el proceso
Al no apartarse, hasta nuestros días, los sucesivos dirigentes de la Autoridad Palestina, de aquellos mismos planteamientos, de la misma falta de disposición a alcanzar un acuerdo, con inevitables concesiones de calado por ambas partes, dicho proceso no ha logrado superar el callejón sin salida al que se llegó en Camp David, en el año 2000.
Lo anterior, naturalmente, es una gran simplificación –no hay aquí espacio para más-, pero si que señala donde recae la principal responsabilidad de este fracaso en Oriente Medio, en la opinión de muchos analistas y dirigentes políticos internacionales.
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