Banderas de la OTAN, EE.UU. y de los países democráticos de Europa
Parece que nos encontramos en la cuenta atrás final hacia lo que sería una sangrienta y desastrosa invasión rusa de Ucrania. Me ha sorprendido –e inquietado aún más- enterarme de que, en esos momentos, Rusia ha concentrado en torno a las fronteras norte, este y sur de Ucrania suponen el 70% de todas sus tropas, esto es, unos 160.000 efectivos, entre los que figuran casi todas sus fuerzas especiales. Miles de estos soldados han tenido que ser transportados desde las lejanas tierras orientales de la Federación Rusa, a varios miles de kilómetros de distancia.
El viernes, día 18 de febrero, el Presidente Joe Biden fue totalmente inequívoco sobre este conflicto. Fox News, como casi todos los demás medios –en una inusual coincidencia- titulaba del siguiente modo esta noticia:
“Biden declara ¨estar convencido¨ de que Putin va a invadir Ucrania [en los próximos días]”
Nunca antes se había pronunciado Biden de este modo tan tajante. Es de temer que tiene razón.
Tanto EE.UU., como Reino Unido, Canadá, Australia, Alemania, Holanda y otros varios países occidentales han cerrado sus embajadas en la capital ucraniana, Kiev, desplazando a toda prisa a parte de su personal diplomático y consular al extremo occidental del país, a la ciudad de Lviv (Leópolis, en español), cerca de la frontera con Polonia.
Rusia reconoce a las minirrepúblicas secesionistas del este de Ucrania
Ayer, 21 de febrero, finalmente, Putin ha anunciado su decisión de reconocer internacionalmente a los pequeños y corruptos miniestados títeres de Donetsz y Lugansk, que sus fuerzas y sus aliados ucranianos crearon en el este de Ucrania, junto a la frontera de Rusia, tras su invasión rusa parcial y medio encubierta de 2014.
Esto supone el abandono definitivo por parte de Rusia de los que, en realidad, constituían unos erróneos e injustos Acuerdos de Minsk, que Francia y Alemania negociaron en 2014 con Rusia y que Ucrania no tuvo más remedio que aceptar, ante la inhibición del entonces Presidente Barack Obama.
Una vez más, un presidente de Francia –en este caso, Macron- ha vuelto a fracasar en sus gestiones diplomáticas –de carácter equidistante– con Rusia.
Tras esta grave decisión unilateral de Putin (intentar cambiar las fronteras europeas mediante la fuerza), la invasión parece todavía más probable y cercana.
La crisis entre Rusia y Ucrania es ante todo un asunto europeo que nuestros países deberían estar asumiendo con mucha más decisión y unidad
Aunque, en realidad, resulta evidente, no viene nada mal que un sagaz comentarista australiano de política internacional, Greg Sheridan, nos recuerde lo siguiente a los europeos:
[Que tropas de EE.UU.] “vayan a ser muy necesarias en los países fronterizos de Rusia y Ucrania [si se produce la invasión] … subraya el fracaso de las democracias de Europa occidental”.
“Al margen de las armas nucleares, estas naciones tendrían que ser capaces de encargarse de Rusia militarmente”.
“Pero, aparte de Estados Unidos e Israel, todas las sociedades occidentales han decidido no acometer un esfuerzo serio en materia de defensa”, de ahí la necesidad de que EE.UU. deba volver a tener que ponerse en cabeza para hacer frente a este conflicto europeo.
El siguiente cuadro estadístico confirma la opinión del periodista australiano, sobre la clarísima insuficiencia de la respuesta de los mayores países europeos democráticos a la que, desgraciadamente, las sociedades europeas se han acostumbrado como si fuese algo normal e inevitable.
https://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.CD
https://data.worldbank.org/indicator/MS.MIL.XPND.CD?locations=RU
https://data.worldbank.org/indicator/SP.POP.TOTL
Contando, tan sólo, la población de esos 6 mayores países europeos, 363 millones de habitantes, se comprueba que suponen 2,5 veces la población de Rusia: 144 millones.
Para un enfrentamiento militar, incluso para el juego de ejercer presión política entre unos y otros bloques de países, la potencia económica respectiva resulta muy relevante. Pues bien, el Producto Interior Bruto conjunto de aquellas seis naciones representan casi 9 veces la economía de Rusia. De hecho, la economía de Rusia es sólo un 8% mayor que la española y muy inferior a la de Italia, etc.
Considerando los gastos en defensa de esos mismos seis países europeos democráticos, su cifra conjunta (en 2020) -224.000 millones de dólares US- supera a la de Rusia 3,6 veces.
Insalvable desproporción entre capacidad económica y humana y (falta de) determinación política
¿Cómo es posible que, salvo la postura firme y destacada de Reino Unido y Polonia (dentro de sus posibilidades), las demás potencias europeas se comporten –una vez más- como unos enanos en términos militares y diplomáticos?
A) La debilidad y confusión ideológica, el extendido pacifismo, la decadencia moral y cultural, haber colocado las políticas climáticas por encima de los imperativos de seguridad nacional (como ha hecho la Alemania de Angela Merkel, multiplicando su dependencia del gas de Rusia), la mala conciencia derivada del pensamiento políticamente correcto imperante en la mayoría de las sociedades de Europa occidental, son las principales explicaciones de semejante despropósito.
Un miembro de la Cámara de los Lores británica, Charles Moore, lo expresa del siguiente modo, en el principal diario conservador, The Telegraph:
“Occidente tiende a pensar que [todo esto] puede ser culpa suya. Nos sentimos culpables de las acusaciones de Rusia …”
Charles Moore, añade: “[en la actualidad, a los occidentales] nos cuesta entender que algunas personas son verdaderamente enemigos nuestros y que no van a cambiar [como Putin]”. “Preferiríamos perdonar a nuestros enemigos y ¨seguir adelante¨”.
Francia casi siempre ha roto la unidad atlantista –como ahora- para intentar sobresalir a costa de la acción conjunta
B) Por otro lado, también contribuye gravemente a dicha debilidad colectiva europea los trasnochados sueños de grandeur de la mayoría de los gobernantes de Francia: en el pasado, los conservadores Charles de Gaulle y Jacques Chirac, el socialista François Mitterrand (1981-1995) y, en la actualidad, el centrista Macron.
En España parece nos hemos olvidado de que a lo largo de 43 años –de 1966 a 2009– Francia se autoexcluyó de la estructura militar de la OTAN, permaneciendo tan sólo en su estructura política (como la Asamblea Parlamentaria de la OTAN), cuyo alcance es deliberativo y poco más.
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También puede leer: La respuesta de Europa ante la amenaza de Rusia contra Ucrania está siendo insuficiente y desunida. 9/02/2022
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En materia de defensa, es preferible que los países europeos actúen básicamente bajo el paraguas de la OTAN y se olviden de crear un ejército europeo de la UE
En el presente, 21 de los 27 estados miembros de la Unión Europea (UE) pertenecen también al Tratado del Atlántico Norte (OTAN), entre ellos todos los grandes y medianos (a excepción de Suecia y Finlandia, que se lo están pensando).
Algunos políticos franceses de carácter gaullista y unos pocos de otros países, han sacado a relucir de vez en cuando –como tras la anexión rusa de la península de Crimea, en 2014- la propuesta de crear un ejército conjunto europeo. No sólo es esta una idea muy equivocada (que prácticamente acabaría con la soberanía nacional de los estados de la UE), sino que esto nunca va a suceder, afortunadamente.
Además, aquella idea supondría una costosa e innecesaria duplicación de gastos de defensa, sembrando la semilla de la desunión entre los miembros europeos de la OTAN y EE.UU., que es lo que suelen buscar los gobernantes de Francia.
Política Común de Seguridad y Defensa de la UE
Algo muy diferente, son las actuales y modestas formas de cooperación y coordinación entre algunos países de la UE –ya que es una opción voluntaria-, para contribuir a los siguientes objetivos: la intergobernabilidad de sus fuerzas militares, la organización de algunas fuerzas de intervención rápida para prevenir o controlar crisis, la acción –voluntaria- de algunas armadas europeas contra la piratería frente a las costas somalíes (operación Atalanta), la interoperatividad de los sistemas armamentísticos, etc.
Esta limitada acción militar exterior de algunos países de la UE, que arrancó en 1999, ha llegado a conocerse como Política Común de Seguridad y Defensa de la UE (PCSD) y su autoridad superior es el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, que en la actualidad es el socialista español José Borrell.
Por otro lado, aunque en España apenas es conocido, en los alrededores de Madrid, en la antigua base estadounidense de Torrejón, se encuentra el centro de satélites (SatCenter) de la UE que, entre otras funciones, proporciona inteligencia constante sobre la situación en los diferentes teatros de conflicto.
Ahora bien, los sucesivos tratados de la UE en el presente siglo XXI han ido determinando que esta política común ha de alinearse con la de la OTAN que, a fin de cuentas (aunque no se explicite), constituye –junto a las respectivas fuerzas armadas nacionales, que deben persistir indefinidamente- el fundamento de la defensa colectiva de los países europeos.
Si no se para los pies a Rusia, ¿qué hará después?
Invada o no más territorio de Ucrania, Putin ya ha demostrado que se propone desmembrar un país vecino, por la fuerza.
Si la nueva agresión rusa no es impedida o si tras la invasión Occidente no responde de manera unida y con determinación –durante meses y años-, no cabe ninguna duda de que en no mucho tiempo Rusia dará un nuevo paso en contra de los países vecinos y seguirá desgajando Ucrania.
¿Les tocará a los tres países bálticos? ¿Nuevamente a la República de Georgia, de la que ya “independizó” Rusia dos regiones en 2008, mediante sus tanques?
Está suficientemente claro que Rusia se propone imponer por la fuerza y ampliar su esfera de influencia en sus fronteras, negando la soberanía de sus vecinos.
En realidad, como Putin ha declarado ya varias veces los pasados años (y Occidente hizo como que no le oía), su objetivo es mucho más amplio y desestabilizador: poner fin al orden internacional en Europa que se implantó tras la caída del Muro de Berlín (en 1989) y la implosión y desmembración de la Unión Soviética (sin que EE.UU. tuviera que disparar un solo proyectil) en 1991, lo que para políticos como Putin supuso un desenlace humillante.
Un columnista del principal diario nacional conservador de EE.UU., The Wall Street Journal (WSJ), acaba de titular su artículo del siguiente modo:
“El objetivo final de Putin es echar atrás los acuerdos [de seguridad] posteriores a la Guerra Fría que humillaron a Rusia”
Esto es, 30 años después del final de la Guerra Fría, Putin pretende revertir las consecuencias negativas que tuvo el fracaso y desmembramiento de la Unión Soviética (decidido sobre todo, en agosto de 1991, por Rusia), que no fue ninguna conspiración de Occidente.
China observa qué sucede en Ucrania
En la distancia, China, por su parte, escrudiña si los países occidentales (en este caso EE.UU., Australia, Japón …) están suficientemente indecisos y débiles, para poder adueñarse ella de Taiwán por la fuerza.
Por cierto, esta isla que Peking considera parte inseparable de su nación, tan sólo ha formado parte de China 4 años en el pasado siglo y medio: entre el final de la Guerra Mundial en 1945 y la constitución de la República Popular en 1949.
Taiwán es una isla pequeña, pero aportaría a China una valiosísima plataforma desde la que proyectar su poder sobre gran parte del Pacífico que, hasta ahora, está dominado por EE.UU., garantizando la libertad de navegación comercial en esos mares, pero obstaculizando la acción de las fuerzas navales chinas.
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También puede leer: ¿Qué se propone Rusia en Ucrania? El expansionismo ruso. 18/02/2022
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