EE.UU. recorta subvenciones a las renovables y vehículos eléctricos
¿Han escuchado o leído Vds. esta noticia en los medios de comunicación convencionales de España? ¿Acaso, carece de importancia? ¿Necesitan los medios que se les recuerde que EE.UU. es la primera economía del mundo?
Antes de Nochebuena, el día 17 de diciembre, ambas cámaras del Congreso de EE.UU. (y los congresistas de ambos partidos) alcanzaron un acuerdo sobre una serie de impuestos (y de exenciones fiscales) que –cada Navidad- deben ser renovados o desparecerían. Estas medidas fiscales forman parte del presupuesto federal de gastos (más exactamente, de la apropiación del gasto) para 2020 que se negoció y aprobó en paralelo.
Esta vez, en el terreno de las políticas climáticas han ganado claramente los congresistas republicanos y el Presidente Donald Trump. Con ellos, ha salido triunfado también el movimiento internacional de oposición a las políticas climáticas radicales.
El conjunto de la derecha política estadounidense ha dado un vuelto, rebajando intensamente las medidas impositivas –y subvenciones directas- en favor de las energías renovables y de los vehículos eléctricos.
Por cierto, estas ayudas públicas a una actividad económica en español se llaman “subvenciones”, aunque en inglés se denominen “subsidies”. En español, se habla –por ejemplo- de subsidios a los desempleados, ayudas a ciertas personas. ¿Carecerán de diccionarios en las redacciones de los medios españoles?
Las políticas climáticas salen perdiendo
Como resalta el diario Houston Chronicle:
“Más de 25 años después de que el Congreso [mediante la ley EPACT, de 1992] estableciera bonificaciones fiscales [tax credits o tax breaks] para estimular el desarrollo de las energías renovables –aerogeneradores y paneles fotovoltaicos-, dentro de poco tiempo deberán apañarse por sí solas como nunca antes”.
La ley sobre el presupuesto federal de gastos “se consideraba una de las últimas vías restantes antes de las elecciones presidenciales de [noviembre de] 2020, para sacar adelante alguna legislación con políticas climáticas”. (Washigton Post, del 18 de diciembre)
Por eso, las noticias en EE.UU. sobre estos recortes, por ejemplo en el Washington Post, se titulaban así:
“Las energías limpias sufren grandes pérdidas en la ley del presupuesto [federal] de gastos” para 2020.
De hecho, son los primeros recortes de importancia de las subvenciones a las renovables que se adoptan en EE.UU. en los pasados 26 años. En ese cuarto de siglo dichas medidas se renovaron o expandieron, pero apenas nunca se recortaron.
No hay que olvidar que este cambio de tendencia respecto a las ayudas a las energías renovables era una de las promesas electorales de Donald Trump en 2016 y que, como viene siendo su norma, ahora la ha cumplido. Sus electores le eligieron para que hiciera esto, entre otros compromisos.
Naturalmente, la izquierda está jugando con la eventualidad de llegar a la presidencia a fines de este año y anular los futuros recortes de subvenciones ahora acordados. Pero, ¿qué seguridad tienen de que Trump no revalidará su mandato? Además, sería imprescindible la decisión del Congreso, cuyo dominio tampoco tienen asegurado.
Lo más probable es que los futuros recortes programados lleguen a aplicarse, para el bien del país.
La suerte del Acuerdo de Paris ya está echada
Al medio año de llegar a la Casa Blanca, en junio de 2017, el Presidente Trump tuvo la determinación de anunciar que sacaba a su país del Acuerdo del Clima de Paris, como expliqué en un artículo conectado al vínculo de este párrafo.
Tras la tramitación establecida, de un par de años de duración, aquella decisión se hará realidad el 4 de noviembre de 2020, con independencia de quien haya ganado las elecciones presidenciales en EE.UU. el día anterior, el 3 de noviembre.
Por sus propios motivos, ni China, India, Brasil, Australia, Rusia, ni Japón (que son casi todos los principales emisores de CO2) se toman en serio y respetan sus obligaciones bajo el Acuerdo de Paris, construyendo sin parar centenares de centrales térmicas de carbón o de gas, que es lo que más beneficia a sus economías y a sus ciudadanos.
Ya puede decirse que el Acuerdo de Paris es papel mojado, por mucho que lo airee la Comisión Europea, Naciones Unidas y el presidente francés Macron y por mucha histeria que hayan desplegado en el año 2019 los lobbies ecologistas occidentales: Greenpeace, WWF, Extintion Rebellion …
El fracaso de la cumbre climática en Madrid este pasado mes de diciembre (la COP25) -que abordé en un artículo-, es una prueba más del callejón sin salida en que se encuentra este planteamiento extremista del cambio climático.
Resumen de las medidas energéticas y climáticas
Las subvenciones para los aerogeneradores se suprimirán en 2025 y las correspondientes a la energía fotovoltaica y los coches eléctricos serán recortadas drásticamente en unos pocos años.
Tampoco han conseguido los congresistas de izquierda la creación de nuevas subvenciones en favor de la energía eólica offshore, ni de la fabricación de grandes baterías para almacenar electricidad.
La única subvención importante a las renovables que ha prorrogado ahora el Congreso, es la que resulta más beneficiosa políticamente a los republicanos de cara a las elecciones de noviembre: la que reciben los biocombustibles (biofuels), más específicamente los productores de maíz de Iowa (donde se celebran las primeras primarias en febrero 2020) y en otros estados del Midwest, que en 2016 se volcaron en favor de Trump.
No hay que olvidar que, como explica el Houston Chronicle, “en 2017, los promotores de [instalaciones] eólicas y solares recibieron bonificaciones fiscales por valor de 11.600 millones de US$, según el Servicio de Estudios” del Congreso de EE.UU. (Congressional Research Service), en su informe de marzo de 2019 (mirar el Summary).
En la cifra de arriba no están incluidas las subvenciones a los vehículos eléctricos (VEs), ni las destinadas a eficiencia energética para los edificios, pero si las correspondientes a los biocombustibles. (Ver el Table 2, en la pág. 6 de aquel informe)
En otras palabras, más del 60% de las subvenciones federales a todo tipo de energías, se dirigen a las renovables y a los biocombustibles
Supresión de subvenciones para la energía eólica
Las subvenciones a la energía eólica por medio de la tarifa eléctrica (energy production tax credit) –que se crearon en 1994-, explica el Houston Chronicle, “le proporciona [en la actualidad] aproximadamente 2 centavos de dólar por kilovatio hora, que [comenzará a descender en 2022] hasta llegar a cero en 2025”.
Ya que no para de repetir la izquierda que las renovables son ya casi tan eficientes y baratas como las energías convencionales –lo que no es cierto, como expliqué en este artículo- , no debería importarles que se suprimiera esta subvención, después de más de 25 años de sopa boba ¿no?
Debe tenerse presente que la energía eólica es ya una tecnología bastante madura (con escasa posibilidad de progresos sustanciales) –por lo que no debe recibir ninguna ayuda más-. Sin embargo, en la fotovoltaica todavía caben mejoras de consideración y algunas rebajas en sus altísimos costes presentes, varias veces superiores a la electricidad procedente de fuentes convencionales, como el gas natural, el carbón y las centrales nucleares.
Por cierto, el interés mostrado hacia este asunto por el diario de Houston, no es casual. Por sus condiciones climatológicas, Tejas es el estado que dispone de más capacidad instalada de energía eólica: más de una cuarta parte del total del país.
Además, hay que decir que los demócratas han intentaron conseguir en el Congreso que se expandiera el sistema de subvenciones a los aerogeneradores instalados en el mar (offshore) –que son los más costosos y que apenas existen en EE.UU.-, pero tampoco lo han logrado.
Reducción de subvenciones para la energía solar
Las bonificaciones impositivas a la inversión en instalaciones fotovoltaicas (investment tax credit), según explica el Houston Chronicle, que han venido “reembolsando el 30% del coste de las instalaciones, empezarán a reducirse en [enero de 2020], llegando a ser de únicamente el 10% … a partir de 2022”. Esto es, se mantendrá sólo la tercera parte de esta subvención. De 2020 a 2022 se producirá un aumento de las instalaciones, para cosechar las “últimas” subvenciones significativas, cayendo luego fuertemente.
Recorte de la subvención federal a los vehículos eléctricos
En la actualidad, la mayoría de los VEs que se venden en EE.UU. reciben una subvención federal de 7.500 US$, cantidad que es entregada al comprador del vehículo. Por otro lado, ya que todos estos programas se justifican como necesarios para el lanzamiento inicial de un nuevo producto, se estableció hace años un máximo de ventas por cada fabricante: 200.000 unidades de coches eléctricos.
Durante 2019 tanto Tesla como General Motors alcanzaron dicho techo, dejando sus coches de ser elegibles para la subvención. Nissan se encontrará en semejante situación dentro de unos 3 años.
Tanto los fabricantes de automóviles, como los ecologistas y sus aliados del Partido Demócrata han venido haciendo lobby para que se incrementara mucho aquel cupo por fabricante, hasta 600.000 unidades, por ejemplo. Pero el acuerdo alcanzado en diciembre en el Congreso no lo contempla.
Por consiguiente, Tesla y General Motors están ya en el frio, sin la sopa boba de los 7.500 US$ por coche, teniendo que competir en el mercado como Dios manda, como hacen casi todos los demás empresarios del país, que es lo que crea riqueza. General Motors es una empresa de verdad, pero la burbuja Tesla se balancea y se apresta a buscar nuevos mercados a toda prisa para no tener que cerrar.
Origen de las subvenciones a los VEs
Desde 2008 (bajo el Presidente George Bush hijo) comenzaron a concederse subvenciones al desarrollo de los vehículos eléctricos. En 2009 (con Barack Obama), en el plan general de inversiones frente a la crisis financiera (ARRA), empezaron a darse subvenciones también a los compradores de este tipo de automóviles, programa que –con algunos cambios- ha continuado hasta nuestros días, esto es durante 11 años.
En 2017, 800 millones de US$ se destinaron a este programa de subvenciones (que procedía de la época Obama), ascendiendo a 1.200 mill. US$ en 2018. (Ver cuadro en la pág. 6 de aquel informe del CRS)
El coste total de este programa para los contribuyentes, en sus 11 años de vigencia, ha sido de casi 8.000 millones de US$.
Subvenciones en favor de los ricos
Además, es importante tener en cuenta lo siguiente. Un estudio en EE.UU. (del Energy Institute at Haas-Berkeley), muestra que la mayoría de los compradores de este tipo de automóviles –que son muy caros-, disfrutan de una renta familiar anual superior a los 200.000 $.
En definitiva, como dice la web Real Clear Energy: “Las subvenciones a los VEs canalizan el dinero de los contribuyentes a los ricos”.
A la izquierda de este siglo, le interesan mucho más los ecologistas de las grandes ciudades que los trabajadores.
Además, el resultado que ha conseguido este costoso programa es insignificante: en 11 años de subvenciones (desde 2009) y de otro tipo de ayudas (a las infraestructuras de carga) y de presiones desde los gobiernos municipales, menos del 1% de los 158 millones de vehículos vendidos en EE.UU., han sido de VEs: concretamente, 1,2 millones de unidades.
Y, a más a más (que dicen los catalanes), la compra de este tipo de coches responde a las habituales obsesiones ridículas de los californianos, quienes han sido los compradores del 50% del total de coches EVs, en 2017. Por lo que puede decirse que los agricultores y trabajadores del centro del país (el Midwest) están transfiriendo –inintencionadamente- dinero a los caprichosos adinerados de California por medio del programa federal en favor de los vehículos eléctricos.
Otras medidas
Congresistas de la izquierda han fracasado, asimismo, en su propósito de establecer un sistema de subvenciones a las baterías de gran capacidad, para un uso general de almacenamiento de electricidad, no para los coches eléctricos (VEs).
El progreso técnico en el tema de las baterías –que es mucho más lento de lo que se suele decir-, ayudaría al gran problema que para las renovables supone que su producción a menudo tiene lugar a unas horas del día en las que la demanda no es muy elevada, resultando inútil y reduciendo enormemente su eficacia. Cuando, en algún lejano día, pudiera almacenarse su electricidad, aquel grave problema actual quedaría aliviado.
Por otro lado, y aprovechando que el rio Pisuerga pasa por Valladolid (expresión española, que denota el aprovechamiento de una oportunidad), los congresistas republicanos han logrado incorporar “la extensión de la subvención [existente] a la producción de carbón en las reservas de los indios” (Inside Climate News. 20 dic. 2019).
¿Quién iba a osar oponerse a mantener un beneficio en favor de los indígenas, también llamados –en el leguaje de la corrección política- nativo-americanos?
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