Los incendios forestales en el mundo disminuyen desde, por lo menos, 2003 (NASA).
Superficie quemada global (normalizada). 2003 – 2015.
El gráfico de arriba, procede del portal Earth Observatory, de la NASA (Researchers Detect a Global Drop in Fires), al que se puede acceder pinchando aquí. El eje vertical no s expresa en ninguna de las unidades empleadas frecuentemente (como km2 o miles de hectáreas), sino que lo estima NASA a partir de diferentes factores y por eso le denomina normalizado.
La demagogia que no cesa
“Los bosques arden, el planeta se calienta. En un círculo vicioso, el cambio climático estresa a los bosques sometiéndolos a mayores temperaturas y mayor sequedad, retroalimentando la virulencia y frecuencia de los incendios.”
“Nuestra casa [la Tierra] se quema. No solo está más caliente, se quema”. “Incendios en África”. “Incendios en Siberia”. “Incendios en Indonesia”.
¿Les suena a Vds. de algo este tipo de propaganda alarmista, con la que nos bombardean los medios de comunicación a diario? Sí, es la típica falsificación del lobby ecologista radical Greenpeace International, en su web en español.
Estos demagogos profesionales, muy bien pagados, rematan la operación con el título mismo de su panfleto: “Los incendios forestales en todo el mundo agudizan la crisis climática”.
¿De qué crisis hablan, del comportamiento histórico –habitual- de los ecosistemas del Planeta?
La realidad milenaria sobre los incendios forestales
“La Tierra ha sido acertadamente llamada el ¨planeta del agua¨, por el elevado porcentaje de su superficie que está cubierta por los océanos [a diferencia de todos los demás planetas hasta ahora conocidos]. Pero, para el 30% que es tierra [firme], el mejor nombre sería el de ¨el planeta del fuego¨”.
“Siempre hay algo quemándose, en alguna parte”. Está implícito que se refiere a la actualidad y en toda anterior época.
Quien así se expresa, sabe muy bien de lo que habla. El Dr. Niels Andela es un científico del Centro Espacial de Estudios Goddard, de la NASA, que en agosto de 2019 presentó un nuevo atlas global de los incendios (Global Fire Atlas), esto es, una base de datos, de acceso libre, cuya elaboración él había dirigido.
Como explicaba en unas declaraciones, esta base de datos “comprende las dinámicas de 13,3 millones de incendios observados por los instrumentos de la NASA [desde satélites] mediante el espectrorradiómetro de imágenes de resolución moderada (MODIS), entre 2003 y 2016”.
El hecho de que yo mencione en el título de este artículo el año 2003, sólo se refiere a que dicho estudio no cubrió ningún año anterior.
El Dr. Andela, prosigue: “Se produce fuego en casi todas las biomasas de la Tierra. En las selvas tropicales primarias de Sudamérica y en el área tropical de Asia [como el gran archipiélago de Indonesia] las personas aprovechan los periodos cálidos para quemar árboles y, en las superficies despejadas, establecer granjas y pastizales. También en los bosques de coníferas de Rusia, Escandinavia y Canadá, la aparición del fuego nos recuerda [cada año] de la llegada del calor estival y de los rayos eléctricos”.
La superficie forestal quemada en el mundo entre 1998 y 2015 disminuyó 24%
En la sección del portal de la NASA denominada “Researchers Detect a Global Drop in Fires”, se afirma que “según un nuevo estudio publicado [en 2017] en la revista Science, la superficie forestal quemada en el mundo entre 1998 y 2015 disminuyó un 24%. Los investigadores encontraron que el retroceso de tierras quemadas ha sido mayor en áreas de sabanas y praderas …”. (Parece que esta sección del portal fue colgada en 2018)
Además, los responsables de aquel portal de la NASA colgaron un mapa con la estimación de la distribución geográfica del fenómeno de contracción de la superficie global quemada, procedente del mismo estudio publicado en Science. El periodo cubierto es, por tanto, el mismo: 1998 a 2015, esto es, 18 años.
Lo marcado en azul son las zonas donde la tendencia a lo largo de aquel periodo (1998-2015) fue a una menor superficie quemada anualmente. Se señala en rojo donde los incendios han tenido una tendencia creciente.
Se sobreentiende que para las áreas dejadas en blanco, los investigadores no encontraron una tendencia estadísticamente significativa (esto es, que resultaba inferior a su desviación estándar). Lo anterior comprende zonas tan amplias y vitales como la selva del Amazonas y de la República Democrática del Congo.
En el mapa se aprecia que son las principales zonas de sabanas donde más ha disminuido la superficie quemada: sobre todo, en la franja El Sahel (al sur del Sahara) y en una segunda franja inferior de sabana con bastante arbolado; también destaca una extensísima zona del norte de Australia y en parte de la sabana brasileña denominada El Cerrado (al sur de los bosques tropicales amazónicos).
El obscurantismo de los ecologistas radicales
Pregunta retórica: ¿alguno de Vds. ha encontrado en algún medio de comunicación o web de alguna entidad relacionada con los fenómenos forestales o climáticos referencia a aquel estudio de 2017, a pesar de haber sido publicado en la prestigiosa revista Science?
Censura total. ¡Ojo a quien esté pensando en saltarse esta prohibición! Y los medios, entran por el aro mansamente, otros por convicción ideológica.
¿Alguien se ha atrevido a cuestionar la maliciosa propaganda ecologista sobre, por ejemplo, que “la crisis climática no deja de empeorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos”, como los habitantes de El Sahel africano?
Se producen incendios forestales desde hace más de 300 millones de años
Aunque sea una obviedad, en el enrarecido ambiente creado últimamente por el ecologismo radical, conviene recordar que desde que hay matas, arbustos y árboles sobre el planeta Tierra (incluso simplemente llanuras de hierba, estepas o sabanas), se han producido incendios naturales, por la acción de los rayos. Y, esto, desde hace más de 300 de millones de años: desde, por lo menos, el periodo carbonífero, que se caracterizó por la expansión de grandes bosques en muchas zonas de la Tierra que, millones de años tras quedar enterrados -en determinadas condiciones- dieron lugar a los actuales yacimientos de carbón, petróleo y gas natural.
No es el hombre “el causante” de que “el fuego se haya expandido a partes del planeta adonde antes no llegaba”, como engañosamente titulaba un artículo del principal diario de izquierda del Reino Unido, The Guardian (el equivalente a El País en España). Y, no son los hombres los causantes de los fuegos en California, Australia y Siberia -mencionados por The Guardian-, porque los incendios no son allí ninguna novedad.
Basado en observaciones que pueden ser parcialmente ciertas, la conclusión que extrae el artículo es más que previsible: “Los expertos piensan que las pautas cambiantes de los incendios se deben a factores humanos …”.
¿De qué tipo de “incendios forestales” estamos hablando? Definiciones internacionales
En España existe la percepción popular, generalizada, de que un “incendio forestal” se refiere exclusivamente al fuego incontrolado en una superficie arbórea, esto es, en unos bosques, y que –por otra parte- sólo la quema de bosques tiene relevancia. Pero eso no es así.
De hecho, la metodología estadística internacional (como la de la FAO y la UE), fijada desde hace décadas, para la medición de los llamados “incendios forestales” (wildfires, en inglés) comprende tres grandes tipos de “superficies”:
1) los bosques. (Su definición, para la FAO y los demás organismos internacionales, son “tierras con una cubierta de copas de árboles superior al 10 por ciento”, como requisito principal);
2) las zonas de matorrales (shrublands, en inglés) que, además, pueden o no tener arbustos –de hasta 4 metros de altura, según las definiciones internacionales- y suelen disponer de varios estrechos troncos, no sólo de uno; y
3) las praderas, cuya vegetación predominante –pero no la única- es la herbácea.
Las praderas o pastizales (grasslands, en inglés) son, por ejemplo, lo que en España se llaman dehesas (de zonas climáticas templadas y que disponen de una cierta densidad de árboles); también hay pastizales en las zonas tropicales o subtropicales (conocidas como sabanas, que también pueden contener arbustos y árboles); finalmente, en las zonas frías, existen las estepas (en inglés, steppes), donde algunos matorrales o arbustos pueden estar presentes.
En España, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), sigue la misma clasificación para los incendios. Denomina “superficie forestal” quemada al conjunto de aquellos tres tipos de vegetación y, normalmente, especifica la parte que corresponde a “superficie arbolada” quemada, esto es, a los bosques quemados.
Imágenes y mapas de incendios y zonas de vegetación en el mundo
En la primera fotografía aparece una típica zona de matorral (shrublands, en inglés) de California, en llamas.
Muchos de los abundantes fuegos que hay en este estado se producen en este tipo de vegetación; no suelen tener árboles, sino tan sólo arbustos que, según la definición de la FAO, pueden ser de hasta cuatro metros de altura. Los arbustos tienen una estructura leñosa, pero casi siempre no es única, sino que está formada por varios delgados troncos desde la tierra misma, como se aprecia en esta fotografía.
Estos fuegos pueden adquirir gran extensión y avanzar con rapidez, arrasando fincas agrarias, viviendas y pueblos a su paso.
Gran incendio en unas colinas de matorrales y arbustos en California
Viviendas en Carlsbad (California) amenazadas por un fuego, en zona de matorrales y arbustos.
En el mapa de abajo, aparecen en color marrón claro las principales superficies de sabanas del planeta. Como puede verse, se concentran en América del Sur (como el Cerrado, en Brasil) y en África (como la franja del Sahel -bajo el Sahara-, en África oriental, etc.). También hay extensos territorios con sabanas en una extensa área del norte de Australia.
Todos los años se producen incendios en bastantes de estas superficies.
A menudo, las sabanas están situadas en los bordes de áreas boscosas, pudiéndose trasladar los incendios de unos a otros tipos de vegetación. En Brasil, por ejemplo, la enorme sabana denominada El Cerrado –que destaca en el mapa de abajo-, cierra el bosque amazónico por su parte sur. En el África subsahariana, al sur de la franja llamada el Sahel, comienzan los bosques tropicales.
En marrón claro las principales zonas de sabanas del mundo
Imágenes de áreas de sabana
Gran parte de los incendios forestales recogidos en las estadísticas oficiales de Brasil, se desarrollan en esta inmensa sabana, llamada El Cerrado, que se encuentra principalmente al sur del bosque tropical del Amazonas. Ocupa actualmente 440.000 kilómetros cuadrados, lo que representa más del 10% de la superficie forestal del Amazonas, que es de 4 millones de km2. El Cerrado supone una quinta parte de la extensión de Brasil.
Sabana El Cerrado (estado de Goiás). Al sur de la selva amazónica. Brasil
La foto inferior, de una sabana al noroeste de Australia (en Kimberley), corresponde a una zona muy escasamente poblada del país, por cuanto la intervención humana ha de ser escasa en desencadenar estos sucesos.
Incendio en zona de pastizales en una sabana de la región Kimberley (NO de Australia)
La NASA, en la presentación de su atlas global de los incendios, apunta que “los incendios de nuestra base de datos, que duraron un mayor tiempo sucedieron en zonas del norte de Australia, en las que predomina la sabana. Los diez incendios de Australia que tuvieron una más larga duración, se prolongaron una media de 102 días. En comparación, … [los diez incendios más largos] en Europa, fueron de una media de 41 días”.
La agencia federal estadounidense aclara que “las fuerzas contraincendios en otras partes del mundo [más pobladas] consiguen detener los grandes incendios. Pero, en estas zonas del norte de Australia, se deja que –estos incendios que suelen proceder de la incidencia de rayos- se desarrollen de manera natural por largos periodos de tiempo [sin apenas intervenir]”.
Sabana en el Sahel (Mali) con hierbas, matorrales y algunos árboles
Diversos factores climáticos que influyen en los incendios no tienen nada que ver con la teoría del cambio climático
Habitualmente, las personas –bombardeadas a diario por los activistas del “cambio climático”- asumen que cualquier factor climático del que se pueda hablar, en relación a cualquier asunto (incendios, frecuencia e intensidad de las lluvias …) forma parte integral de aquella teoría. No obstante, no es así.
Por ejemplo, en aquella presentación del atlas global de los incendios, de la NASA, se afirma que “décadas de datos obtenidos por satélites han dejado claro que los ciclos [climáticos llamados] El Niño y La Niña juegan un papel decisivo en la abundancia y la distribución [global] de los incendios”.
Cuando aparece un episodio de El Niño, en las costas de Perú y Ecuador, sobre el océano Pacífico, se calientan las aguas marinas superficiales y aumenta también la temperatura atmosférica en esas comarcas. Además, tienen lugar grandes lluvias, con frecuentes desbordamientos de los ríos e inundaciones en las zonas de planicie.
Una vez más, estos ciclos climáticos se vienen produciendo desde hace muchos miles de años, por los rastros que han dejado en diversos ambientes naturales, como los sedimentos de los fondos de los lagos, los anillos de crecimiento de los troncos de los árboles, etc.
Conviene aclarar que no se trata de un suceso anual, sino que se produce cada cuatro a siete años, de un modo irregular.
Siendo auténticamente milenarios, El Niño y La Niña son absolutamente ajenos a cualquier influencia que la humanidad haya ejercido desde mediados del siglo XIX, que es el comienzo convencional de la –posible- incidencia de las actividades industriales o agrícolas sobre el clima mundial.
Dicho de otro modo, sí que existe un acuerdo general en que antes de –digamos- 1850, las actividades humanas no tenían intensidad suficiente para haber incidido en el clima global.
Desde el siglo XVII están documentados episodios de El Niño
La web de la reputada agencia federal estadounidense sobre los océanos y la atmósfera (National Oceanic and Atmospheric Administration, NOAA) afirma lo siguiente:
“Los pescadores sudamericanos advirtieron por primera vez periodos de aguas anormalmente calientes en el océano Pacífico en los años 1600”, esto es, en el siglo XVII.
La razón de que los pescadores de hace varios siglos se molestaran en observar la variación –cada x número de años- de la temperatura del agua en la que pescaban es bastante imperiosa: cuando se produce el fenómeno de El Niño, los grandes bancos de peces que suelen haber en dichas aguas, se contraen fuertemente. Con el número de peces, se reducen las capturas de los pescadores y sus ingresos económicos, causando –en aquellas lejanas fechas- una crisis económica en las zonas costeras.
Hay que recordar que fue en 1532 cuando en el actual territorio de Perú se implantó –embrionariamente- el poder de la Corona de España y, desde luego, no se ocuparían de la pesca hasta bastante tiempo después.
Quiero decir, que estos fenómenos climáticos no empezaron a producirse en el siglo XVII, sino muchísimo antes. Ahora bien, únicamente fue en dicho siglo cuando los colonos y los nativos que pescaran percibieron estos cambios y fueron recogidos en documentos españoles en la ciudad costera de Trujillo, desde finales del s. XVI. También, le pusieron un nombre –“El Niño de Navidad”-, porque el momento más intenso del fenómeno solía tener lugar durante algunos meses de diciembre.
Digamos, muy brevemente, que La Niña es el periodo de enfriamiento –de una cierta rapidez- que suele tener lugar tras el calentamiento provocado por un fenómeno El Niño. Sus consecuencias no son traumáticas y casi siempre restauran una situación de normalidad climática en aquellas regiones de la costa de Sur América.
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