Andrew McCafe (FBI) James Comey (FBI) Rod Rosenstein (Dep. Just.) Miembros del complot contra Trump
Ahora es ya una verdad oficial -comprobada a fondo por el fiscal especial Mueller- que no hubo ninguna complicidad del equipo de campaña de Trump con Rusia para alterar las elecciones presidenciales de noviembre de 2016. Entonces, ¿cómo es posible que esta falsa acusación, este infundio, haya embarrado los dos primeros años de la presidencia de Trump, cuestionando su legitimidad y obstaculizando la acción de gobierno de la nueva Administración? “Había múltiples indicios”, se ha dicho hasta la saciedad. Pero, en realidad, no hubo nunca ninguna pista seria: solo ruido, mucho ruido mediático y un complot político.
De lo que si hay múltiples indicios es de que todo esto ha sido el resultado de una maquinación del Partido Demócrata y de sus congresistas, de los directores nombrados por Obama al frente del FBI y de la CIA y de la brunete mediática progresista de EE.UU.
Las indagaciones ya realizadas en estos dos años sobre la trama de la izquierda, quedaron tapadas ante la opinión pública por la omnipresencia de la investigación Mueller. Ahora hay que finalizar las pesquisas y pedir responsabilidades penales o políticas a sus varios protagonistas, cuando proceda hacerlo.
El fiscal especial Mueller pudo investigar con total libertad
Resulta muy importante reconocer que lo correcto ha sido dejar desempeñar su labor al fiscal especial Mueller -una vez nombrado- sin impedimentos de ningún tipo. Si Trump se hubiera salido con la suya y hubiese destituido a Mueller habría sido una catástrofe, para el país y para la derecha. Sus colaboradores de la Casa Blanca y su abogado Rudy Giuliani, se han ganado el sueldo logrando que Trump entrara en razón. Mueller, en la práctica, ha podido investigar con total libertad.
El corresponsal de ABC en Washington, David Alandate, ha tenido el acierto de entrevistar la semana pasada -sobre este asunto- a un experimentado jurista y catedrático de derecho de Harvard, Alan Dershowitz. En 2016 este personaje votó a Hillary Clinton -no a Trump-, pero su opinión profesional discrepa de la de la trama progresista.
“Usted lleva meses diciendo que [Trump ] sería exonerado. ¿Por qué estaba tan seguro de ello? Porque sabía que tenía razón. Lo que quiere decir que absolutamente todos los demás analistas [de la izquierda] estaban equivocados … [pero] ahora, me siguen atacando … [Yo] no apoyo a Trump … Lo único que apoyo es la Constitución”. “La cobertura de la CNN ha sido una vergüenza”.
Este complot contra Trump ha sido más grave que el Watergate
Según opinan algunos analistas, esta maquinación contra un presidente electo, luego el Presidente Trump, ha sido mucho más perjudicial para el sistema político de EE.UU. que el escándalo Watergate. En éste intervinieron personas privadas contratadas por el Partido Republicano, para espiar en las oficinas electorales de los demócratas en el edificio Watergate, junto al río Potomac; el posterior intento de cobertura por parte de Nixon y su perjurio, fue otro asunto, que le costó la presidencia, teniendo que dimitir.
Por lo que ya se sabe, en 2016 y 2017 -durante el periodo de transición y después-, tomaron parte en el complot tanto varios altos cargos del FBI, como altos funcionarios del Departamento de Justicia; instituciones que deben mantener una estricta neutralidad y aún más durante periodos electorales. De ahí, la extrema gravedad de lo sucedido.
El FBI y el Departamento de Justicia están, por ello, sumidos en una aguda crisis y, como afirma Kimberly Strassel (WSJ), “en desesperada necesidad de una infusión de credibilidad”. “El Departamento de Justicia (DoJ) … ha hecho pedazos su reputación, perdiendo la confianza del Congreso y del público”.
Con lo que estamos viendo, las posibilidades de que el Partido Demócrata plantee en la Cámara Baja la recusación (impeachment) de Trump, se han reducido muy sensiblemente. En todo caso, sería paralizado en el Senado, pero seguramente no se dé ni el primer paso. La opinión pública está un poco harta de esta cuestión, salvo los profesionales de la “resistencia” de extrema izquierda.
El grano y la paja
Lo más importante en este periodo es saber distinguir el grano de la paja, esto es, los flecos pendientes. El grano es la exoneración del delito de colaboración con Rusia, que era lo más grave. El resultado “en tablas” sobre la obstrucción a la justicia, es un fleco, aunque un fleco de relieve.
Por cierto, el jurista Alan Dershowitz opina lo siguiente sobre este aspecto: “Me preocupa esa decisión [de Mueller, ni acusar, ni exonerar a Trump en esto] porque sí que debería haber llegado a una conclusión. ¡Ese era su trabajo, debía haberlo hecho!”.
El grano es también comprender que ahora todo debe cambiar en este asunto, sin dejarse distraer por el vocerío de los medios progresista y la insistencia en “los flecos”.
La derecha estadounidense ha de pasar de una acertada, paciente y prolongada actitud defensiva en este terreno, a una claramente de contraataque: investigar a fondo sobre el complot y exigir responsabilidades, contra quien proceda.
Aunque esto debe hacerse dejando suficiente visibilidad pública a los asuntos que más directamente preocupan a los ciudadanos de cara a las elecciones de 2020, como el empleo, las consecuencias de la importante reforma fiscal de diciembre de 2017, la mejora de la asistencia sanitaria -sin intentar reproducir el modelo público europeo (por mucho que nos guste a los europeos)-, la crisis de los opiáceos y otros temas que interesen principalmente a los votantes centristas, que seguramente decidirán las presidenciales de 2020.
Hace un año, en marzo de 2018, abordé el asunto de esta confabulación, bajo el siguiente título: ¿Hubo connivencia del FBI con el equipo de campaña del Partido Demócrata en las presidenciales de 2016 y posteriormente?
Es vital llevar a fondo la investigación sobre el complot contra Trump
La realidad es que la ofensiva progresista en torno a la supuesta complicidad de Trump tapaba todo lo demás. Aunque en EE.UU. la derecha no ha dejado de suscitar estas dudas y posibles delitos, apenas ha podido trascender a España.
En el presente, los medios y los políticos conservadores están denunciando día si, día no, la actitud manipuladora que han mantenido los medios y los políticos progresistas en este asunto.
Por otra parte, el presidente (republicano) del Comité de Asuntos Judiciales del Senado, Graham Lindsey, está tratando con el Fiscal General (esto es, el Secretario de Justicia), William Barr, sobre la posibilidad de nombrar un nuevo fiscal especial para que investigue los orígenes de la investigación contra Trump, que ahora ha concluido.
Además, tras conocerse las principales conclusiones del Informe Mueller, los nueve congresistas de derecha del Comité de Inteligencia de la Cámara Baja, solicitaron el 28 de marzo la dimisión del presidente demócrata del comité, Adam Schiff. Éste, hace ahora dos años, declaró que había “más que evidencias circunstanciales” sobre la complicidad del equipo de Trump con Rusia; evidencias que nunca ha llegado a concretar. Eso, en EE.UU., no se deja pasar sin más.
El denominado Inspector General del Departamento de Justicia, Michael Horowitz, por su cuenta e iniciativa (como parte de sus competencias), lleva justo un año investigando minuciosamente las irregularidades o delitos cometidos por su departamento y el FBI para conseguir en 2016 una orden de registro del delicado tribunal FISA, sobre contrainteligencia. Probablemente estas indagaciones concluyan durante el presente año, lo que muy seguramente pondrá en un aprieto a ex–altos funcionarios de la izquierda.
La prudencia de Obama antes de las elecciones de 2016, fue un cálculo partidista
Mi artículo del día 25 de este mes, sobre el informe final de Mueller, acababa del siguiente modo:
“Aquellas campañas de desinformación y de ataques cibernéticos rusos tuvieron lugar a lo largo de 2016, enteramente bajo el mandato de Barack Obama quien no dejó la Casa Blanca hasta el día 19 de enero de 2017. Luego sería a él a quien habría que investigar por fracasar tan estrepitosamente en su deber de defender la integridad de las elecciones presidenciales”.
En realidad, no se trató sobre todo de ineficacia, aunque algo de esto hubo. Obama y el Partido Demócrata no quisieron impulsar a fondo la investigación sobre la comprobada injerencia de Rusia, ni darle apenas proyección mediática, hasta saber quién era elegido el 8 de noviembre de 2016.
Si Hillay Clinton hubiese salido elegida no se habría realizado ninguna investigación
De haber ganado Hillary Clinton, apenas se habría visto empañada su legitimidad por las manipulaciones de Rusia. Pero al vencer Trump, Obama y todas las fuerzas de izquierda pusieron el ventilador a pleno rendimiento, sin descanso, para cuestionar la legitimidad del mandato de Trump, colocando la intervención rusa en primer plano de la actualidad nacional desde mediados de noviembre de 2016, al tiempo que se afirmaba con rotundidad que Rusia había contado con la segura colaboración del equipo de Trump.
Tan inteligentes consideraciones proceden de alguno de los columnistas del Wall Street Journal (WSJ), de quien no archivé su aportación y ahora no puedo colocar aquí su enlace, como suelo hacer. Quizá fuera de la Sra. Kimberly Strassel, quien es una analista de gran agudeza y excelentes contactos.
A comienzos de diciembre de 2016, llegó el turno de los jefes de las principales agencias policiales y de inteligencia -los nombrados por Obama-, quienes también habían aguardado a comprobar qué caballo ganaba la carrera el 8 de noviembre.
Así lo expliqué yo en marzo de 2018:
“Poco más de un mes después de las elecciones, en diciembre de 2016, el FBI y las agencias de inteligencia de EE.UU. entregaron al entonces Presidente Obama y al Presidente electo Trump, varias informaciones relativas a la intervención rusa en las elecciones y, además, supuestas pruebas sobre la complicidad con Rusia de personas del equipo de campaña de Trump. Entre éstas últimas pruebas, figuraba el resumen de un cierto dossier (compuesto de 17 documentos)”. Éste, se trataba del denominado dossier Steele, aunque a veces se le conoció como el dossier Trump.
En realidad, ¿de qué confabulación estamos hablando?
Al final de este artículo, presento una detallada cronología de estos complejos asuntos.
Por otro lado, deseo aclarar que a pesar de la constante labor investigadora e informativa realizada por el diario Wall Street Journal en este asunto, no incluyo enlaces con sus artículos ya que el acceso precisa suscripción por cuanto estarían fuera del alcance de casi todos los lectores.
Todo comienza en torno al dossier Steele (17 informes, de un total de 35 páginas), confeccionado por un exagente del MI6 británico (el equivalente a la CIA), llamado Christopher Steele, en el periodo entre junio y noviembre de 2016. Como se ve, estaba programado para que saliera del horno para justo después de las elecciones presidenciales, por si hiciera falta -como fue el caso-. Esto lo traté extensamente en mi artículo de marzo de 2018.
Quien contrató este trabajo fue una sociedad dedicada a realizar investigaciones en el campo político: Fusion GPS, domiciliada en Washington, D.C. Compañía que subcontrató enteramente el estudio al consultor británico Steele quien, en gran medida, está fuera del alcance de la Justicia estadounidense.
Enseguida expondremos el amplísimo uso que se hizo de este dossier, al más alto nivel de la Administración Obama. Pero, empezaremos por el final. ¿Quién encargó, realmente, al exespía Christopher Steele dicho dossier, en junio de 2016?
El dossier de marras había sido pagado por la dirección del Partido Demócrata
Esto si que se trató como un secreto de Estado, oculto bajo siete llaves por los dirigentes de la izquierda hasta que, como dije hace un año:
“el 24 de octubre de 2017 [casi al año de las elecciones] el diario The Washinton Post efectuó una revelación impactante: quienes financiaron la elaboración del dossier por parte de Steele, fueron: i) el equipo de campaña de la candidata demócrata Hillary Clinton, y ii) el Comité Nacional Demócrata (DNC), la cúpula del partido”.
Esto es, la sociedad Fusion GPS sólo era un intermediario, una tapadera de aquellas dos entidades del Partido Demócrata.
Por consiguiente, el dossier Steele se trata de un documento encargado por el Partido Demócrata. De haberse sabido esto desde el comienzo su impacto habría sido ínfimo, su credibilidad muy escasa.
El director del FBI (James Comey), el de la CIA (John Brennan), etc. tenían que conocer esta circunstancia (¿acaso no se dedican a eso?), pero la ocultaron deliberadamente durante meses.
Todo fue un montaje, una maquinación partidista y de altos gobernantes de la izquierda, para tratar de destruir al presidente elegido por los estadounidenses.
¿Tampoco Obama sabía nada de esto, ni su Secretaria del Departamento de Justicia, Loretta Lynch? ¿Ni el jefe demócrata en el Comité de Asuntos Judiciales de la Cámara Baja, Jerrold Nadler? ¿Ni su equivalente en el Comité Permanente de Inteligencia de la Cámara Baja, Adam Schiff? Estos dos congresistas, ahora encabezan los respectivos comités.
Si esto no es un complot …
Fase 1 de la campaña. El director del FBI, James Comey, utiliza alegaciones del dossier Steele para conseguir que en octubre de 2016 un reservado tribunal responsable de los asuntos de contrainteligencia (denominado FISA o FISC) interviniera las comunicaciones privadas de un colaborador de Trump, Carter Page, como un posible agente de Rusia, quien finalmente queda totalmente libre de cualquier acusación. El FBI no informó al tribunal que dicha información no estaba verificada (como era obligación del FBI), adulterando el procedimiento establecido, engañando al tribunal y cometiendo un abuso de autoridad contra los derechos individuales de Carter Page. El FBI, incluso negó haber empleado el dossier Steele con aquel fin.
Fase 2. Un par de semanas después de las elecciones del 8 de noviembre, el dossier Steele fue ampliamente circulado por todas las esferas del poder en Washington. También fue entregado a todos los medios de comunicación, como si de una acusación fundada y verificada se tratara. Incluso un distinguido senador del GOP (totalmente opuesto a Trump, el más destacado Never-Trumper) colaboró en esa más que dudosa tarea.
Esta fase 2 sembró el terreno para toda la campaña.
Fase 3, el director del FBI, James Comey, entrega al Presidente Obama y al presidente electo Trump, a comienzos de diciembre de 2016 un resumen del dossier Steele, según luego declararon, sin haber verificado adecuadamente sus alegaciones … no fuera que resultaran falsas, como luego sucedió.
Cuando se ponen en evidencia sus maquinaciones, tratan de escurrir el bulto
El director de la CIA bajo los últimos años de Barack Obama, John Brennan, fue uno de los más feroces opositores de Trump desde su elección el 8 de noviembre de 2016. Hizo todo lo posible por forzar su renuncia antes de la inauguración y, presumiblemente, para facilitar su recusación (impeachment) si llegaba a ocupar la Casa Blanca.
No hace mucho tiempo, en diciembre de 2018, por ejemplo, Brennan (fuera ya de la CIA) declaró que Trump debía estar preparado para afrontar “las revelaciones a punto de producirse sobre sus transgresiones y corrupciones”. Aparte de otras consideraciones, ha hecho el ridículo.
Ahora, tras conocerse las conclusiones del Informe Mueller, Brennan ofrece una evasiva insostenible: “Bueno, no se si recibí información deficiente pero pienso que sospechaba que había más de lo que realmente ha resultado haber”. Y, con sumo cinismo, añade que “me siento aliviado de que se haya concluido que no hubo ninguna conspiración criminal con el Estado ruso contra nuestras elecciones”.
Para comienzos del próximo año veremos si el conspirador John Brennan es acusado de algún delito. De momento, su reputación se acerca hacia la suela del zapato.
Que el director de la CIA trate de derribar a un presidente es muchísimo más grave que el escándalo Watergate.
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Cronología del asunto del dossier Steele y del complot contra Trump
(Tal como figuraba en mi artículo del 1 de marzo de 2018, con algún añadido posterior)
Junio de 2016.- La empresa Fusion GPS encarga al ex-agente británico Christopher Steele (residente en Reino Unido) la elaboración de unos informes sobre la intervención de Rusia en las elecciones del 8 de noviembre y también acerca de la supuesta colaboración de personas del equipo electoral de Donald Trump con las autoridades rusas.
Junio a noviembre 2016.- Steele prepara 17 documentos sobre los anteriores dos temas; el dossier.
Octubre 2016.- El FBI presenta parte del dossier Steele al tribunal especial FISA como principal prueba para intervenir las comunicaciones de Carter Page, un colaborador del equipo de Trump.
8 noviembre de 2016.- Elecciones presidenciales. Trump sale elegido.
Mediados de noviembre de 2016.- El Partido Demócrata pone en marcha su campaña sobre la complicidad (collusion) entre el equipo de campaña de Trump con las autoridades del Kremlin. Entregan el dossier Steele (sin verificar por el FBI) a todos los medios y a un gran número de dirigentes políticos.
Enero 2017.- El director del FBI, James Comey, informa de palabra a Trump sobre un documento incriminatorio contra él (un resumen del dossier Steele), sin entregárselo y ocultándole quien lo había financiado, bajo el término “clientes privados” (en vez del Partido Demócrata y Hillary Clinton). Esto es, engañó al presidente electo.
10 de enero 2017.- Alguien filtra a una web privada (BuzzFeed) los textos completos de los 17 documentos del dossier Steele. Esta web -responsablemente- aclaraba que los textos “no están verificados y posiblemente no se puedan verificar”.
Siguientes meses de 2017.- Varias alegaciones importantes del dossier Steele no pueden verificarse. Serias dudas sobre su fiabilidad.
El director del FBI, James Comey, es destituido
9 de mayo de 2017.- James Comey es destituido por Trump como director del FBI.
17 de mayo de 2017.- Robert Mueller es nombrado fiscal especial para llevar a cabo una investigación sobre aquellos dos asuntos: injerencia de Rusia y connivencia del equipo Trump.
Julio 2017.- Christopher Steele, voluntariamente, es interrogado una vez por el FBI sobre el contenido de sus documentos. Al parecer, no rebela sus fuentes.
24 octubre 2017.- El Washington Post publica que el dossier Steele fue financiado por el equipo de campaña de Hillary Clinton y por la dirección nacional del Partido Demócrata.
Enero 2018.- Congresistas republicanos que investigan el asunto ruso, piden al Departamento de Justicia que considere procesar a Christopher Steele por delitos cometidos al elaborar su dossier. Steele reside en el Reino Unido, casi fuera del alcance de la justicia estadounidense.
22 de marzo de 2019.- El fiscal especial Robert Mueller entrega al Fiscal General W. Barr el informe final de su investigación.
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Cronología del asunto de la investigación sobre injerencia rusa y Trump
(Preparado en marzo de 2019)
14 de junio de 2016.- El Comité Nacional del Partido Demócrata (DNC, del inglés) hizo público por primera vez que su sistema informático había quedado comprometido por una serie de ataques, que comenzaron a mediados de marzo de ese año.
31 de junio de 2016.- Mes y medio más tarde de aquel anuncio, James Comey (entonces director del FBI) inicia una investigación sobre la injerencia rusa y la supuesta connivencia del equipo de campaña de Trump.
Finales de julio de 2016.- Wikileaks hizo públicos miles de emails comprometedores obtenidos del Comité Nacional Demócrata.
9 de diciembre 2016.- La CIA hace público un informe sobre la intervención de Rusia en las elecciones, concluyendo que actuó en favor de Trump, y no sólo para crear desconfianza hacia el sistema electoral estadounidense (como había dicho meses antes). La CIA llevaba preparándose este informe desde hacía meses, pero esperó a diciembre para anunciar sus conclusiones. Parece que no guarda relación con el dossier Steele.
Los directores del FBI y de la CIA remueven el complot
Comienzos de octubre 2016.- A un mes de las elecciones del 8 de noviembre, y tres y medio meses tras el anuncio del hackeo del sistema informático del DNC (el 14 de junio) las agencias de inteligencia de EE.UU. acusaron directamente al Estado de Rusia de ser el responsable.
6 de enero de 2017.- Los directores (nombrados por Obama) de las agencias de inteligencia entregan a Obama y a Trump un informe (de 14 páginas) –de carácter público– sobre las injerencias de Rusia y el propósito de su Estado de favorecer la campaña de Trump, lo que está bastante claro que realmente sucedió. No se basaba en el dossier, ni abordaba la posible complicidad de Trump con aquella campaña. Por tanto, no es trascendental para lo que nos ocupa, aunque en el torbellino de las noticias parecía secundar la tesis de la complicidad de Trump. Por otro lado, John Brennan, el director de la CIA, se prodigó por su cuenta en declaraciones respaldando dicha tesis de la complicidad (collusion).
17 de mayo de 2017.- Robert Mueller es nombrado para llevar a cabo una investigación especial sobre aquellos dos asuntos: injerencia de Rusia y connivencia del equipo Trump. También se le encomendó investigar “cualquier asunto que se derive o pueda derivarse directamente de [aquella] investigación”.
22 de marzo de 2019.- El fiscal especial Robert Mueller entrega al Fiscal General W. Barr el informe final de su investigación.
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