El Gobierno británico autoriza la extracción de gas de esquisto a la empresa Cuadrilla
Con la reciente autorización del Gobierno nacional a la empresa Cuadrilla el Reino Unido se podrá colocar en cabeza de la explotación del shale gas en Europa, siempre que el Alto Tribunal se pronuncie favorablemente en otro proyecto. El obstruccionismo del ecologismo actual versus los naturalistas.
El 6 de octubre 2016 el gobierno británico ha autorizado a la compañía británica con nombre español Cuadrilla, a llevar a cabo la explotación de un pozo (al que se denomina Preston New Road) para la extracción de gas de esquisto en el condado de Lancashire, en la costa occidental de Inglaterra, al norte de Gales.
A pesar de haber recibido la autorización administrativa, parece que la empresa Cuadrilla no pondrá en marcha la perforación hasta que el Alto Tribunal de Londres resuelva si autoriza o no otro proyecto de fracking de gas, cuya autorización ha sido recurrida. Una sentencia negativa en este otro caso, podría afectar los planes de Cuadrilla.
Uno de estos dos proyectos podría ser el que abriese la explotación del gas de esquisto en el Reino Unido, ya que ningún de los demás ha conseguido todavía una autorización definitiva para operar.
La extensión de terreno que ocupa una plataforma para llevar a cabo la fracturación hidráulica o fracking durante la fase de exploración es aproximadamente de unos 2,0 km2, como un campo y medio de fútbol, como aparece en la foto situada en la cabecera de este artículo. Esta fase inicial de instalación de la plataforma y las subsiguientes perforaciones requiere unos 9 meses de tiempo.
Finalizadas aquellas dos tareas, comenzaría la extracción propiamente dicha del gas que durará varios años o décadas, según las condiciones del pozo y del mercado. Todas las infraestructuras son retiradas, permaneciendo sólo una cabeza del pozo, semejante a la que muestra la foto colocada a continuación. El terreno ocupado pasa a ser de entre 200 y 1.000 m2.
El fracking en Europa
Según la estadounidense Energy Information Administration (EIA) las principales reservas de gas de esquito (pizarra) en Europa se situaban hace un par de años, por este orden, en Polonia, Francia, Rumanía, Dinamarca, Reino Unido y Holanda. Sin embargo, las reservas de petróleo no convencional ahora conocidas en Europa son reducidas. Por esta circunstancia, la apertura de pozos de fracking en Europa provocarán menos problemas medioambientales: la extracción de gas es mucho menos sucia que la de crudo.
Conforme al estudio alemán BGR de 2013, tomado como referencia por el Parlamento Europeo, las reservas técnicamente recuperables de gas de esquisto en la UE-28 son 2,5 veces superiores a sus reservas convencionales (básicamente las del Mar del Norte y alguna en Alemania e Italia), que se encuentran en un proceso de agotamiento, con producciones anuales decrecientes. Las primeras son de 13,3 tcm (trillones –anglosajones- de metros cúbicos), frente a 5,2 tcm las convencionales.
Dicho de otro modo, en más de media docena de países de la UE (con casi la mitad de la población de la UE) sus recursos de esquisto podrían cubrir enteramente su consumo de gas entre dos y cinco décadas, aunque sus reservas resultasen ser muy inferiores a las indicadas más arriba. España no es uno de los afortunados; sus reservas estimadas son limitadas.
Es llamativo que las fuerzas de diversa índole contrarias al progreso del fracking han conseguido que caiga en el olvido un dato relevante, haciendo creer que los recursos en nuestro continente son de escasa entidad. En realidad, y nuevamente según el estudio BGR, las reservas técnicamente explotables de la UE-28 (13,3 tcm) son tan solo una quinta parte inferior a las que en EE.UU. (16,1 tcm) están sosteniendo ya un acelerado crecimiento económico en muchas zonas del país, creando cientos de miles de empleos y que han proporcionado ya la independencia de suministro de gas frente al exterior.
Hay que reconocerse que en Europa los yacimientos están más dispersos que en EE.UU. donde las grandes cuencas existentes facilitan su explotación. Pero, al mismo tiempo, esto implica que su impacto ambiental no estará concentrado espacialmente.
Otro de los obstáculos al desarrollo del gas de esquisto en los países europeos es que, con alguna excepción (como Alemania), sus estados no han tenido la precaución de llevar a cabo una investigación geológica suficiente para delimitar y conocer a fondo los yacimientos mineros, en general. La Administración federal de EE.UU. dedicó casi 20 años a esta labor, comenzando en los 80s, obteniendo ahora los frutos en forma del boom del shale gas y shale oil.
En consecuencia, en Europa la evaluación de las reservas explotables es todavía incierta y acrecienta el riesgo de cada proyecto empresarial.
Otra dificultad a la que se enfrenta el sector en Europa es la mayor profundidad de sus formaciones de esquistos (pizarras) en comparación con las estadounidenses, encareciendo la perforación. Ahora bien, una vez se alcance la profundidad adecuada, el gas aflorará con mayor fuerza, por la presión existente.
Por este y otros factores parece que los costes de la perforación, cuando menos, duplicarán los de EE.UU.
Por otro lado, un motivo de índole coyuntural está retrayendo intensamente estos últimos años los proyectos en Europa: los bajos precios del gas natural desde finales de 2014. La extracción no convencional de gas se encontraba plenamente consolidada en Estados Unidos al producirse el desplome de los precios y está pudiendo soportar la tensión, pero los costes resultan mucho más elevados durante los primeros años de explotación de una cuenca y las empresas en Europa paralizan sus actividades de prospección y aguardan a mejores tiempos.
Por el contrario, tiene poca relevancia un falso mito sobre las supuestas decisivas diferencias de las condiciones urbanas en Europa y en Estados Unidos con respecto a los efectos del fracking en nuestro continente. Nadie desconoce la mucha menor densidad de población al otro lado del Atlántico, pero el error está en aducir que allí los pozos de fracking sólo existen en áreas casi deshabitadas. Entre 2000 y 2013, 9,4 millones de estadounidenses vivieron a menos de una milla (1,6 km) de un pozo activo de fracking en EE.UU. La fuente de este dato es la más ecologista de las administraciones federales: la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), en la página ES-5 de su informe de 2015. Entre 2011 y 2014 se perforaron cada año unos 25.000 nuevos pozos, en 25 Estados. La EPA estudió 38.000 pozos en explotación (de gas o petróleo). Entre las principales conclusiones del estudio (página ES-6) figura la siguiente: “No encontramos evidencia de que estos mecanismos [que por la superficie o bajo el terreno podrían potencialmente afectar a los recursos acuíferos] hayan provocado impactos generalizados o sistemáticos en recursos de agua potable en Estados Unidos”. Toda la propaganda que aparece en cientos de webs ecologistas sobre los graves riesgos y accidentes de contaminación de acuíferos y sus efectos sobre niños y tortugas, son mentiras. El estudio de 38.000 pozos activos, cuenta la historia real, aparte de anécdotas menores.
El impulso imparable del shale gas en EE.UU. y su casi total estancamiento en Europa, junto con otros factores, está contribuyendo a que la diferencia de precios de los productos energéticos a uno y otro lado del Atlántico sea ya muy considerable: el gas es casi 4 veces más caro en Europa y lo mismo sucede con la electricidad de los países que más subvencionan las renovables (Alemania y Dinamarca). En casi todos los Estados de EE.UU. (fuente EIA), salvo en los habitualmente gobernados por los demócratas (que subvencionan las renovables), como Nueva York, Connecticut y California, el precio de la electricidad a comienzos de 2016 era de unos 10 centavos de dólar por kwh. En Alemania y Dinamarca (fuente Eurostat) casi lo cuadriplicaba, 38 c$/kwh. En España era de unos 24 c$/kwh: “solo” dos y media veces más cara que en la otra orilla atlántica.
A medida que cada año el sector del fracking en EE.UU. incrementa su productividad y eficiencia tecnológica, las economías europeas pierden competitividad con respecto a Estados Unidos y Canadá.
Reacciones en los países europeos
Los seis países con mayores reservas (Polonia, Francia, Rumanía, Dinamarca, Reino Unido y Holanda), excepto Francia, a comienzos de la actual década (2011-2012) se interesaron por este recurso económico, concedieron licencias de exploración o reformando su legislación para favorecer el fracking, en búsqueda de alguna independencia energética, particularmente frente a Rusia.
La excepción fue Francia que con su suministro autónomo y barato de electricidad garantizado gracias a las centrales nucleares fue el primero en aprobar una ley en 2011 prohibiendo el fracking. Al año siguiente, le siguió Bulgaria.
En el periodo de 2012 a 2015 en Polonia se perforaron 75 pozos, obteniendo gas en 25 de ellos. En este país tanto la mayoría de la clase política como sus ciudadanos son firmes partidarios del gas de esquisto. En Rumanía la sociedad estadounidense Chevron empezó a perforar justo antes de la caída de los precios del gas, deteniendo sus planes al poco tiempo. En Lituania, también Chevron, suspendió sus planes de exploración más o menos al tiempo que en Rumanía. En Dinamarca la empresa francesa Total efectuó varias perforaciones, pero en 2016 detuvo su actividad. En Holanda se concedieron algunas licencias de exploración pero apenas llegaron a emplearse; finalmente, en 2015 el gobierno decretó una moratoria hasta 2020.
Como se apuntó más arriba, los yacimientos en Europa se encuentran a mayor profundidad y su estructura es más compleja (plegada) para ser activada horizontalmente. Salvo en Polonia, las prospecciones llevadas a cabo han sido muy insuficientes para poder determinar la rentabilidad y los métodos de explotación. Hará falta un mayor precio de los hidrocarburos y un ambiente regulatorio más favorable, aunque no se necesitarán subvenciones públicas, a diferencia del chorreo sin fin en favor de las renovables.
Alemania, finalmente, tras un largo debate nacional se inclinó en 2016 por la prohibición legal de la fracturación hidráulica. Como tras el tsunami en Fuyushima (accidente en el que no murió ni una sola persona por radiación nuclear, ni en los posteriores años) la Canciller Merkel tomó la segunda peor decisión de su carrera política –cerrar sus 17 centrales nucleares antes de 2022-, el país está abocado a una gravísima crisis energética y económica, que de momento ha colocado el precio de la electricidad al nivel más alto de Europa, junto al de Dinamarca. ¿Huertos solares en la Alemania encapotada? No, gracias.
En resumen, a finales de 2016 no hay todavía ningún pozo de fracking en explotación comercial en Europa.
En el Reino Unido el gobierno conservador de David Cameron expresó su propósito de impulsar esta fuente de energía, adoptando reformas administrativas y legales a mitad de la década. En 2015 comenzó a conceder licencias de explotación, que fueron bloqueadas por los condados o los tribunales. El gobierno estimó que podrían crearse 64.000 nuevos puestos de trabajo en el sector.
En estos meses finales de 2016 y a comienzos del nuevo año seguramente se despejen definitivamente los obstáculos judiciales a la extracción de gas de esquisto en el Reino Unido, abriéndose el periodo de explotación comercial en un país de Europa.
El alarmismo imperante y los naturalistas españoles
Como es bien conocido, el papel del alarmismo ecologista en Europa –y en particular en el Reino Unido- en la cuestión del fracking ha sido, para no variar, el de su total rechazo. Su propósito no es buscar la compatibilidad, el compromiso, que es imperativo en cualquier campo de la vida económica entre la necesidad de nuevas infraestructuras y nuevos procesos de fabricación y materiales y la definición de requisitos mínimos que reduzcan los efectos negativos que puedan ocasionar sobre el medio ambiente y la salud de las personas y los animales. Sus propuestas están guiadas por la radicalidad y un espíritu retrógrado, difícilmente compatible con el avance de la sociedad y la reducción de la pobreza en el mundo.
¡Qué diferencia con la actitud de los naturalistas razonables que actuaron y actúan con mérito, esfuerzo, sin apriorismos y con apego a la elaboración científica de sus postulados! La mera propaganda no figura entre sus ocupaciones, a diferencia de la divulgación de los conocimientos científicos y de los comportamientos sociales que de ellos se derivan.
Refiriéndonos específicamente a los españoles, hasta los años 80 destacaron Félix Rodríguez de la Fuente y José Antonio Valverde Gómez; este segundo contribuyó a fundar la Estación Biológica de Doñana y en 1969 ayudó en la creación el Parque Nacional de Doñana, del que Valverde fue nombrado su primer director.
Entre los naturalistas más recientes, cabe mencionar a Miguel Delibes de Castro, Javier Castroviejo Bolívar, (director de la Estación Biológica de Doñana, de 1975 a 1988) y el divulgador científico Manuel Toharia. Hoy se les considera obsoletos, desfasados, casi peligrosos porque ponen en evidencia el daño que causa el extremismo en boga entre el movimiento ecologista. La simple denominación de naturalista suele levantar sospechas entre quienes se autodenominan activistas ecológicos; primero fijan sus objetivos políticos y después buscan la posible justificación científica de los mismos.
“Han aparecido en los últimos años ciertos fundamentalismos excluyentes e intereses no siempre claros, que han hecho que algunos de nosotros lo haya pasado mal por el único pecado de intentar que la conservación tenga una base científica”. Quien así se expresaba en 2001, con ese tono de desilusión (“estuvimos tentados de tirar la toalla”), es Miguel Delibes de Castro, en el prefacio de su obra La Naturaleza en Peligro.
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