Causa del encarecimiento del gas. “Los precios del gas DEBEN aumentar para cubrir los costes de [la lucha contra el] cambio climático”, exigen al Gobierno británico en 2021.
A medida que se prolonga la cruel guerra causada por la invasión rusa de Ucrania (que ya dura 43 días) y que la mayoría de los países europeos se apresuran a buscar suministros alternativos de gas natural para dejar de comprarlo a Rusia, se ha ido creando la sensación de que es esto –la guerra- lo que, ante todo, está provocando el encarecimiento del gas natural en Europa.
Pero la realidad histórica es que casi 11 meses antes de la invasión lanzada por Putin el 24 de febrero de 2022, se había ido fraguando ya una grave crisis energética internacional, con particular virulencia en Europa, con un intenso y continuado encarecimiento del gas natural desde abril de 2021.
La conclusión está clara: la invasión rusa de Ucrania únicamente ha venido a empeorar una gravísima crisis global de oferta de gas, ya preexistente.
Fuente: Trading Economics (Nueva York).
¿Cómo no iba a producirse una escalada del precio internacional del gas si casi todos los gobiernos occidentales llevan 20 años obstaculizando y prohibiendo la extracción de más gas natural, en aplicación de las políticas climáticas?
Un calculado obscurantismo está dominando las discusiones públicas sobre esta crisis energética. Parecería que “ha caído del cielo” o que supone una cierta “maldición divina”, imposible de comprender.
Se quiere ocultar la evidencia, que es bastante sencilla, aunque intervengan también muchos factores secundarios, como sucede siempre en estas crisis globales.
Si se reduce sistemática y duraderamente, desde los poderes públicos –con medidas coercitivas-, el crecimiento de la producción mundial de gas, el precio de esta mercancía tiene que incrementarse, de manera sostenida, durante años y más años, que es lo que estamos viviendo ahora … y lo que nos queda.
Pero, como examinaré a continuación, no es sólo la extracción global de gas la que se ha recortado –intencionadamente-, sino que también está siendo dificultada la labor normal de prospección de nuevos yacimientos y, por tanto, las reservas mundiales probadas de gas han detenido su crecimiento de las pasadas décadas.
Actualmente, cuando los ecologistas y sus acólitos políticos (de izquierda y derecha) tienen la impostura de aludir a una “incipiente falta de reservas mundiales de gas” ocultan que son justamente sus políticas climáticas el origen de este fenómeno, creado artificialmente.
Cuando los poderes nacionales e internacionales proclaman que hay que acabar totalmente con la extracción de gas (y de los otros combustibles fósiles), las grandes inversiones para nuevas explotaciones se posponen o abandonan
Las sucesivas Conferencias de las Partes sobre el Clima Mundial (COPs, de NNUU) –la última de las cuales tuvo lugar en Glasglow en noviembre 2021-, desde hace más de una década, vienen reiterando que hay que poner fin, cuanto antes, a la extracción del gas natural, el petróleo y el carbón.
Los gobiernos de las principales potencias económicas, como el dirigido por Barack Obama y –ahora- Joe Biden en EE.UU., el conservador británico Boris Johnson, el presidente centrista de Francia Emmanuel Macron, la desnortada Canciller alemana Angela Merkel (a lo largo de 16 años), los sucesivos primeros ministros de Italia, etc. no han cesado de adoptar medidas para obstaculizar la extracción de gas en sus países, desincentivar su consumo y encarecerlo intencionadamente como, por ejemplo, creando la tasa sobre el carbono (o impuesto al CO2), que es totalmente artificial e innecesaria.
En estas condiciones, con una perspectiva de “cancelación” de las actividades mineras del gas natural, ¿cómo van a emprender las empresas energéticas –privadas o públicas- las cuantiosas inversiones a largo plazo que requiere poner en explotación nuevos yacimientos o ampliar la actividad en los existentes?
Es, por tanto, comprensible que desde comienzos de los años 2010 se esté experimentando un estancamiento del volumen de las reservas mundiales de gas y petróleo, que habían venido creciendo desde hacía décadas … y podrían seguir haciéndolo si no se impidiera la normal actividad de las empresas petrolíferas.
Fuente: Elaboración propia.
Datos: BP Statiscal Review of World Energy. «Proved reserves». Entrar en:
https://www.bp.com/en/global/corporate/energy-economics/statistical-review-of-world-energy.html Pinchar en: «Statistical Review of World Energy – all data, 1965-2020».
No faltan yacimientos en Europa ni el resto del Planeta, sino que se imposibilita el acceso rentable a ellos, desde los poderes públicos.
La Europa democrática ha recortado –voluntariamente- su producción conjunta de gas natural un 20% durante la última década, cuando podría haber crecido intensamente e independizarse del gas de Rusia
https://ec.europa.eu/eurostat/databrowser/view/NRG_CB_GAS__custom_2184076/default/table?lang=en
Como expliqué, con cierto detalle, en un artículo del 2 de marzo:
i) La reducción en una 1/5 parte de la producción europea de gas (sin contar Rusia ni Turquía), entre 2011 y 2019, se ha debido enteramente a decisiones políticas para poner en práctica el plan global del Cero Neto de emisiones de CO2.
ii) Holanda, Alemania y Reino Unido han sido los países que más han recortado su extracción de gas, por sus políticas climáticas. Por el contrario, Noruega ha expandido su producción, favoreciendo con ello considerablemente la independencia energética de Europa.
iii) La Comisión Europea y el Parlamento Europeo han contribuido activamente a este intenso e irresponsable recorte de la extracción de gas en Europa.
En diciembre de 2021, antes del comienzo de la guerra en Ucrania, publiqué un artículo titulado: “El fracking en Europa del gas natural es primordial para superar la actual crisis energética y bajar el precio de la electricidad”. En él, explicaba lo siguiente:
iv) “En más de media docena de países de la UE sus recursos de gas de esquisto [o shale gas] podrían cubrir enteramente su consumo de gas, entre dos y cinco décadas”. España, es uno de ellos.
v) “Retirando los múltiples obstáculos que los gobiernos europeos y la Comisión Europea han introducido para impedir el desarrollo de este sector de la economía, podrían alcanzarse elevadas cifras de producción, a lo largo de varias décadas, que cubrirían gran parte de las necesidades de aquellos países y … reducir su peligrosa dependencia de Rusia”.
Desde su primer día Joe Biden obstaculizó la producción de gas natural y petróleo, buscando su total desaparición
La prestigiosa revista de negocios estadounidense Forbes, de centro-izquierda, arrancaba de este modo uno de sus artículos en agosto de 2021:
“No es ninguna revelación descubrir que la Administración Biden se propone suprimir el sector del gas y del petróleo en EE.UU. Pero resulta sorprendente la rapidez con que está actuando para conseguirlo …”
Veamos, brevemente, algunas de sus actuaciones. Para una enumeración más completa, pinche aquí.
A) “Biden suspende las licitaciones para [nuevas explotaciones de] petróleo y gas natural [en terrenos y aguas federales, en su primer día en la Casa Blanca]”
Así tituló una noticia, el 20 de enero de 2021, la cadena de centro-izquierda CNBC.
El gas extraído de tierras federales supone alrededor del 10% del total del país, y Biden podía actuar en ello inmediatamente tras llegar a la presidencia.
Aún a comienzos de marzo de 2022, en plena crisis energética y bélica (en Ucrania), la Administración Biden sigue oponiéndose a reemprender aquellas licitaciones. “Estoy en contra de que se perfore [en busca de gas y petróleo] en las tierras federales”, declaró tajantemente Nancy Pelosi, la líder de la Cámara Baja y, por tanto, la tercera persona más poderosa del Partido Demócrata.
Asfixiar financieramente a las empresas productoras de petróleo y gas
B) John Kerry, el representante especial del Presidente Biden para cuestiones climáticas, en marzo de 2021 demandó públicamente a los grandes bancos estadounidenses que “actuaran en consecuencia con sus proclamas favorables a las políticas climáticas”, esto es, dicho en español de la calle, que asfixiaran financieramente al sector del gas y del petróleo y apoyaran a las energías renovables y a los vehículos eléctricos.
Elevadas normas de eficiencia del combustible van arrinconando a los coches de gasolina y gasóleo
C) Normas de eficiencia del combustible para los nuevos automóviles.- La Administración Biden introdujo en noviembre de 2021 una fuerte subida, aplicable entre 2023 y 2026, de la norma vigente para los automóviles que se fabriquen. De las 43 millas por galón (que fijó Donald Trump, en 2018) a 55 mpg: un incremento del 28% en la eficiencia en el uso de los combustibles (gasolina y gasóleo).
Como los fabricantes ya se han visto sometidos a normas cada vez más exigentes desde 2007, ahora resulta más costoso lograr una mayor eficiencia en el uso del combustible, por lo que los automóviles deberán subir de precio, por este motivo.
En realidad, lo que se busca no es tanto mejorar el rendimiento de los coches con motores de combustión interna, sino ir desplazándolos al encarecerlos y forzar la compra de coches eléctricos.
Las prohibiciones u otras restricciones municipales de que coches con motor de gasolina o gasóleo entren en los centros urbanos, tienen el mismo objetivo; la protección medioambiental no tiene nada que ver con estas políticas.
La agencia estadounidense de centro-izquierda Associated Press (AP), titulaba de este modo su noticia:
“Biden refuerza las normas de economía del combustible para combatir el cambio climático”.
Paralizando oleoductos y gasoductos la Administración Biden está estrangulando el transporte del crudo y del gas, “dejándolos bajo tierra”
D) El mismo día en que tomó posesión, el 20 de enero de 2021, Biden anuló el permiso (dado por Donald Trump) para finalizar la construcción del oleoducto Keystone XL, que hubiera transportado 500.000 barriles diarios de crudo desde Alberta (en el interior de Canadá), que ahora apenas puede venderse de otro modo.
En agosto de 2021, frente a unos ya crecientes precios de la gasolina en EE.UU., el Ministro de Energía de la provincia de Alberta calificó de “hipócrita” la petición de Biden para que los países de la organización OPEP (de productores del Medio Oriente y otras áreas) incrementaran su extracción de crudo, lo que se podía haber conseguido –de manera permanente- dejando completar el oleoducto Keystone XL.
Hoy en día, en plena crisis energética y militar, congresistas republicanos están presionando para que se retome este proyecto, ya que se encuentra en avanzado estado de ejecución.
Incluso en plena crisis energética internacional, en noviembre de 2021, la Administración Biden estaba estudiando cerrar el oleoducto L5 de Michigan (de la empresa Enbridge), que –cada día- transporta a EE.UU. 550.000 barriles desde el oeste de Canadá.
El “coste social del carbono” fuerza la electrificación de la economía
E) En febrero de 2021 la Administración Biden multiplicó el denominado “coste social del carbono” de 1 US$ por tonelada de emisión de carbono –que había fijado la Administración Trump- a 51 US$/ton CO2. No debe confundirse este concepto –de carácter analítico-, con el impuesto sobre el CO2.
Esta valoración trata de cuantificar cual es el perjuicio que podría causar a la sociedad las emisiones de carbono. El uso del gas natural y del crudo resultan desaconsejados, mediante este elevado “coste social”.
El CO2, de manera directa, no tiene ningún efecto negativo para los humanos, animales, ni plantas. Como debería saberse, el CO2 no constituye un factor de contaminación.
No obstante, el ecologismo radical mantiene que el CO2 produce efectos indirectos negativos, por el calentamiento global. Otros afirman que, en realidad, el CO2 aporta grandes beneficios para la vegetación mundial y los humanos.
Al fijar un “coste social” muy alto, los estudios de coste-beneficio sobre todo tipo de proyectos (energéticos, infraestructuras del transporte, industriales …), dan un resultado muy adverso respecto a la conveniencia de usar combustibles fósiles, como el gas natural y el petróleo.
Al mismo tiempo, dicho alto “coste social” sobrevalora –desmesuradamente- los supuestos beneficios de la electrificación de toda la economía, como –por ejemplo- la expansión de los vehículos eléctricos, tratando de justificar las inmensas cifras de subvenciones públicas que se están dedicando a las energías renovables y a los automóviles eléctricos.
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