Trump absuelto (acquitted) por el Senado
Ha fracasado el nuevo intento de la izquierda de invalidar –fraudulentamente- el resultado de las elecciones presidenciales de 2016, en su última maniobra puramente partidista, como castigo a los ciudadanos que votaron –libremente- en favor de Trump. Estos ciudadanos no se lo perdonarán.
Ayer, día 5 de febrero, el pleno del Senado rechazó ampliamente la propuesta del Partido Demócrata de condenar al Presidente Trump por dos vagas acusaciones y, con ello, destituirle de su cargo al frente del país.
La derrota fue categórica: frente a los 67 votos que necesitaba la izquierda, tan sólo logró 47 votos (los suyos), en la primera votación (referida a la obstrucción de la investigación parlamentaria) y 48 votos (respecto al supuesto abuso de poder en el caso de Ucrania). En este segundo caso, el senador republicano Mitt Romney votó con la izquierda.
Además, ha sido una derrota contundente, ya que únicamente un senador del Partido Republicano se ha sumado a la izquierda, en una de las dos votaciones, no en la otra.
Un columnista del Washington Post, expresa claramente en el título de su artículo de hoy la perplejidad actual de la izquierda:
“Los demócratas han lanzado contra Trump todo lo que tenían [a mano]. Pero él sigue en pie”.
Este desenlace se vislumbraba desde hace meses y yo, personalmente, lo formulé en noviembre de 2019, bajo un título sin ambages: “La destitución de Trump no prosperará. Adios impeachment”. Y lo ratifiqué en diciembre de 2019.
Únicamente los más graves delitos merecen poner en marcha un impeachment
Los demócratas no han logrado convencer a los congresistas ni senadores de derecha de la gravedad de sus acusaciones contra Trump, como tampoco a otros ciudadanos más allá de sus propios votantes, como veremos respecto a una muy reciente encuesta nacional Gallup.
Por eso han perdido la votación de ayer en el Senado y, además, han perdido de un modo tan rotundo.
El mecanismo del impeachemnt (recusación) está concebido por los redactores de la Constitución como un procedimiento excepcional, que únicamente ha de ser empleado en situaciones extremas.
Circunstancias excepcionales en las que el partido de la oposición esté en condiciones de lograr arrastrar a parte de los congresistas y ciudadanos del partido de un presidente. Los Padres de la Constitución no querían que se empleara como un arma más de desgaste político para la oposición, que es lo que los demócratas han hecho: un abuso partidista de este instrumento.
Sólo “graves delitos y fechorías” (high crimes and misdemeanors), como la traición, el soborno, la confabulación con poderes extranjeros, etc. por parte de un presidente -claramente ausentes en este caso-, autoriza echar mano del proceso de destitución.
La acertada tradición de EE.UU., consiste en dejar en manos de los votantes de la nación el futuro político de un presidente que haya cometidos errores políticos, aunque sean serios errores políticos. Para eso están las elecciones.
El uso que ha hecho la izquierda de este extraordinario mecanismo ha debilitado las instituciones nacionales, creando un precedente para que en el futuro se vuelva a emplear de un modo tan partidista, dividiendo innecesariamente al país y medio paralizando el funcionamiento de las instituciones durante largos meses.
Ha sido el ala izquierdista de los demócratas quien ha impuesto el impeachment
Pero el ala izquierdista actual del Partido Demócrata (encabezado por la sectaria Elizabeth Warren y el dinosaurio marxista Bernie Sanders) no se ha dejado someter a tan sensatos planteamientos. Para ellos –desde la misma noche electoral del 8 de noviembre de 2016- “todo vale” para impedir que el presidente elegido gobernara e, incluso, para destituirle. Pero la gente ha tomado nota.
Los senadores y precandidatos Elizabeth Warren y Bernie Sanders
La izquierda intenta ocultar el alcance de su derrota en el impeachment
Pero, una vez que han sido trasquilados de su ilegítimo intento, pretenden que son los republicanos quienes casi han perdido esta batalla. Para ello, como hacen los editorialistas del diario de izquierda dura The New York Times, intentan confundir a los lectores arguyendo que la derecha ha salido mal parada porque no ha logrado ni un solo voto de izquierda, ni en la Cámara de Representantes ni en el Senado. Eso hubiera sido una victoria aún mayor, pero los únicos derrotados son los progresistas y su torticera maniobra. Ellos eran los obligados a obtener votos “del otro lado del pasillo”.
Los izquierdistas del New York Times, también pretenden que fueron los republicanos quienes “han corrompido” el Senado al votar en contra de su sectaria maquinación. Argumento que tiene la misma validez que si una prostituta acusara a una madre de familia de corromper la institución familiar por criticar que ella hubiera ofrecido sus servicios a su marido. El cinismo de la izquierda, una vez más, no tiene límites.
Hipocresía de los demócratas sobre los procedimientos del impeachment
¿Es preciso volver a recordar que la jefe de la Cámara Baja, Nancy Pelosi, puso en marcha los trámites del impeachment sin llevar a cabo –durante semanas- una votación del pleno, porque le venía bien a su partido? ¿O que Nacy Pelosi y sus adláteres impidieron que los abogados de la Casa Blanca presentaran una sola argumentación en defensa del presidente? ¿O que en dicha Cámara Baja tampoco autorizaron a que se llamara a declarar a ningún testigo en favor de Trump? ¡Ya está bien de hipocresía de la brunete mediática progre! Este párrafo se alargaría mucho con el cúmulo de corruptelas y sectarismos que ha llevado a cabo la izquierda parlamentaria desde el comienzo del proceso de impeachment, a finales de septiembre de 2019.
En esto, es muy semejante lo que pasa en España y en EE.UU. Es la izquierda la que, con mucha diferencia, más hace por corromper las instituciones, en beneficio propio a corto plazo, sin preocuparles las consecuencias. Y, luego, pretenden dar lecciones a los demás …
El único presidente sometido al proceso de impeachment que se presentará a unas presidenciales y, además, probablemente las gane
Esto, no sólo supone algo sin precedentes, sino muestra que la mitad de los ciudadanos estadounidenses no conceden veracidad alguna a las acusaciones lanzadas por la izquierda contra Trump, en lo relativo a Ucrania.
El poder mediático de la izquierda en EE.UU. es enorme y dominante –como expliqué en mayo de 2019-, pero allí los ciudadanos no comulgan fácilmente con ruedas de molino, por mucho que se lo repita la brunete mediática progre, con la CNN a la cabeza.
Parece que a la maniobra demócrata le está saliendo el tiro por la culata
Ya el pasado mes de octubre se manejaba la siguiente posibilidad sobre las verdaderas intenciones del Partido Demócrata, que yo reflejé del siguiente modo: “El caso es que aunque la izquierda perdiera el impeachment contra Trump -que es lo más probable-, se daría por satisfecha si consigue debilitar las posibilidades del actual presidente en las elecciones de noviembre de 2020“.
Pero ya entonces se contemplaba la eventualidad de que la incidencia en las elecciones fuera la contraria a la buscada, tan torticeramente. Y eso es lo que parece estar sucediendo entre los votantes.
El gráfico de abajo, publicado por la prestigiosa empresa demoscópica Gallup, muestra a Trump obteniendo ahora (el 29 de enero de 2020) el respaldo del 49% de los ciudadanos, a tan sólo 10 meses de las presidenciales del 3 de noviembre. Esto es, el mejor resultado de toda su presidencia.
Parece que algunos ciudadanos moderados se han hartado de las maniobras demócratas.
Aprobación de la labor del Presidente Trump
(De febrero 2017 al 29 enero 2020)
(Aprobación, en verde claro. Desaprobación, en verde obscuro)
(29 enero 2020: 49% aprueban. 50% desaprueban)
Fuente: Gallup (https://news.gallup.com/poll/203207/trump-job-approval-weekly.aspx)
Además, como señala un columnista del diario de centro-izquierda The Washington Post:
“el número de ciudadanos que quieren que Trump sea destituido ha disminuido. En octubre [cuando empezó el impeachment] una mayoría del 52% lo deseaba, mientras que actualmente [diciembre 2019] el 52% se opone” y sólo el 46% es favorable, según otra encuesta de Gallup.
Por último, según aquel columnista, “el fracaso del impulso [demócrata, previsto desde hace más de un mes] por destituir a Trump está descorazonado a las bases demócratas”. Una encuesta nacional de Associated Press, muestra que los votantes republicanos se muestran entusiasmados, mientras que entre los demócratas predomina la preocupación.
El complot de la izquierda comenzó justo después de las elecciones de 2016
Este intento de destitución (o recusación) de Trump, a tan sólo 10 meses de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, ha sido –desde el primer momento, el pasado mes de septiembre- una descarada maquinación partidista contra un presidente que, simplemente, no les gusta.
A continuación, repasaremos, brevemente, algunos de estos vergonzosos intentos que se han producido todo a lo largo de la presidencia Trump.
1) Trump obtuvo menos votos populares que su contrincante
Nada más conocerse el resultado electoral, la noche del 8 de noviembre de 2016, enarbolaron una supuesta ilegitimidad de la victoria de Trump por el hecho de que el número de votantes en favor de Trump fue inferior al número de votos populares que obtuvo la corrupta y derrotada candidata demócrata Hillary Clinton.
Pero el sistema vigente en el país desde hace más de doscientos años –recogido en la propia Constitución– para la elección de un presidente, no es el recuento directo de votos, sino quien logra más componentes en el Colegio Electoral Nacional, constituido por 538 electores, distribuidos por los 50 estados y el Distrito de Columbia. Mientras el sistema no sea modificado, a través del proceso de reforma constitucional, no hay otro criterio de legitimidad en cualquier elección presidencial.
Con esta –también perdida- batalla política, son los demócratas los únicos que han visto deslegitimadas sus credenciales democráticas, pretendiendo haber cambiado las reglas en mitad del partido.
2) La supuesta y luego descartada colaboración electoral de Trump con Rusia
Desde mediados de noviembre de 2016, hasta marzo de 2019 -cuando el Fiscal Especial Robert Mueller concluyó su exhaustiva investigación-, a lo largo de casi 2 y medio años la izquierda mediática y parlamentaria bombardeó al país con la patraña de una ilegal colaboración de Donald Trump (y sus colaboradores de campaña) con las autoridades de Rusia. El supuesto caso de collusion.
Ni un solo colaborador de Trump fue condenado por colaborar con Rusia, sino por evasión fiscal, mentir a los fiscales y otros diversos delitos o faltas, como puede comprobarse en el cuadro que elaboré.
Esta gravísima acusación resultó ser radicalmente falsa, como concluía el informe del Fiscal Especial Mueller, que exoneraba a Trump de los delitos de los que se le acusaba.
Esta insidiosa campaña de dos y medio años de duración (y obstrucción de la acción de gobierno), no fue otra cosa que un intento ilegítimo de poner en cuestión la elección popular de Donald Trump, en noviembre de 2016.
Y los ciudadanos de EE.UU. se toman este tipo de maquinaciones con la gravedad que merecen. No están perdonando a la izquierda que haya intentado arrebatarles la elección popular de 2016.
Hace un año, en marzo de 2019, los medios progresistas trataban de quitar importancia a aquella conclusión del informe Mueller, repitiendo que “quedaban hilos sueltos” sobre una probable obstrucción a la Justicia por parte de Trump, que Mueller ni afirmaba ni negaba en su informe.
Casi 12 meses después, ahora, los congresistas demócratas no han movido un dedo para tratar de averiguar “tan graves cuestiones pendientes” … porque las posibilidades de que prosperaran en los tribunales eran nulas. Más cortinas de humos, para opacar la exoneración del Presidente Trump y la gran derrota que eso supuso para los demócratas.
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