Representación del fenómeno El Niño de octubre de 2015. Explicaciones, más adelante. Fuente: NOAA (EEUU)
Habitualmente, en la actualidad, las personas de los países occidentales –bombardeadas a diario por los activistas del cambio climático y por los medios de comunicación convencionales- asumen que cualquier suceso relacionado con el clima del que se pueda hablar e informar (frecuencia e intensidad de las lluvias, temperaturas atmosféricas o de los océanos, el deshielo de glaciares, etc.) forma parte integral de aquella teoría. Pero no es así.
El importante fenómeno denominado El Niño, que se repite cada cierto número de años y que afecta profundamente al clima de la mayoría del continente americano e, incluso, extiende su acción –a veces- a otras regiones del mundo, no tiene ninguna relación con la teoría del cambio climático.
Adelantemos, ya desde ahora, que este amplio fenómeno –aunque lo traten de ocultar los ecologistas- antecede con mucho a la supuesta intervención de los humanos en el clima mundial en muchísimos miles de años y, por tanto, tiene que ser independiente de la teoría del cambio climático, que se basa en la pretendida influencia decisiva de los humanos sobre el clima … desde mediados del siglo XIX (digamos 1850), a lo sumo.
Todo esto, en realidad, resulta una obviedad: ha habido variaciones (grandes, pequeñas y gigantescas) en el clima del planeta Tierra desde hace –literalmente- millones de años. Pero como hoy en día la acción propagandística en curso –secundada por los gobernantes occidentales- remite exclusivamente a la posible acción humana sobre los cambios climáticos, hay que repetir las verdades de perogrullo …porque están siendo sistemática y conscientemente ocultadas y tergiversadas.
“Causas naturales” de cambios del clima que siempre han actuado de modo decisivo
Dichos cambios en el clima mundial -y por regiones- han sido puestos en marcha durante milenios y eones por “causas naturales”, que es una expresión que aterra a los ecologistas radicales.
Si dichas numerosas y complejas “causas naturales” son capaces de explicar la inmensa mayoría de los cambios en el clima, ¿qué pintarían en adelante los hoy encumbrados y endiosados ecologistas y sus contraproducentes y comunistoides políticas?
Diferencia de los cambios climáticos según áreas geográficas. Importancia de los factores locales
Por otro lado, como señaló el antiguo ministro británico, bajo la premier Margaret Thatcher, Nigel Lawson, en su decisiva obra “Una mirada fría al calentamiento global” (Colección Gota a Gota. 2008): “no sólo a lo largo del tiempo muestra el clima de la Tierra su considerable variabilidad natural … [sino que el clima] también parece estar expuesto a variaciones geográficas”.
En un mismo periodo de tiempo (años, décadas o siglos), distintas áreas geográficas de la Tierra pueden experimentar variaciones climáticas diferentes o incluso, divergentes: unas pueden calentarse, mientras otras sufren un proceso continuado de enfriamiento o estabilidad. Ciertas regiones pueden desertizarse, al tanto que otras expanden intensamente su cubierta vegetal.
Esto implicaría que no existe un único y omnipresente proceso de cambio climático (provocado por los humanos y sus combustibles fósiles) en todo el planeta, que domina siempre sobre cualquier factor local.
Dicho de otro modo, la concentración de CO2 en la atmósfera terrestre no es en modo alguno tan determinante para el clima de la Tierra como pretende el ecologismo.
Los factores locales aún parecen dominar muchas de las variaciones del clima (región a región) y, en consecuencia, en cada región serían necesarias diferentes políticas.
No hace falta un enorme pacto global, de todos los países, que planifique y regule todos los aspectos de la vida humana, para conseguir objetivos comunes: detener el nivel del CO2 en la atmósfera del planeta.
Resulta innecesario un único programa mundial para combatir el “cambio climático”.
Sobran los planes fotocopiados, uniformes, para las peligrosas “transiciones ecológicas”.
Lo pertinente serían debates y acciones geográficamente diferenciados, en función de sus propias características geográficas y locales.
Este tipo de enfoque quebraría el desmesurado poder político del que disfrutan hoy los ecologistas radicales y los numerosísimos políticos que les hacen el juego, en todo Occidente.
Condiciones atmosféricas normales en las costas de Perú y Ecuador
El portal de la reputada agencia federal estadounidense sobre los océanos y la atmósfera (National Oceanic and Atmospheric Administration, NOAA) explica dichas condiciones, sucintamente:
“En las condiciones normales del océano Pacífico, los vientos alisios [trade winds] sobre el ecuador terrestre soplan [de manera muy predominante] hacia el oeste, desplazando el agua caliente [superficial] de las costas de Sudamérica hacia Asia” [y Oceanía].
El desplazamiento continuo hacia el oeste de las aguas superficiales de la costa de América del Sur, facilita que se eleven las aguas muy profundas y frías del fondo de las empinadas costas del norte de Perú y de Ecuador. Estas aguas emergentes aportan, con ellas, grandes concentraciones de nutrientes: nitratos, fosfatos, materia orgánica en descomposición en las simas …
Estos nutrientes en ascenso sirven para alimentar intensamente la base de toda la cadena alimenticia oceánica, que son los diminutos organismos acuáticos conocidos como fitoplancton, que viven en las aguas poco profundas al necesitar la luz solar.
El fitoplancton, a su vez, mantiene grandes bancos de peces en dichas aguas. Todo va bien en estos periodos para los abundantes pescadores de esas costas.
Este fenómeno oceanográfico –de elevación regular de aguas- se denomina surgencia (o afloramiento; upwelling) y sólo sucede en áreas costeras de gran profundidad, como ocurre frente a Ecuador, Perú y el norte de Chile, donde los Andes “caen” al mar y continúan descendiendo hasta más de 7.000 metros de profundidad.
Estas profundísimas simas corresponden, en gran medida, con la llamada fosa de Atacama o fosa de Perú-Chile. Su existencia se debe a que es una zona de subducción geológica de la placa del Pacífico, que va hundiéndose lenta y progresivamente bajo la placa continental de América del Sur, sobre la que se encuentran los Andes.
El fenómeno El Niño
Nadie debería pensar que dedicar unos minutos a leer sobre estos sucesos supone una pérdida de tiempo, ya que la agencia estadunidense NOAA considera que “El Niño es uno de los más importantes fenómenos climáticos de la Tierra”.
Esta agencia estadounidense aborda, de la siguiente manera, la explicación del fenómeno El Niño:
“Durante El Niño, los vientos alisios [procedentes del este, sobre la franja ecuatorial del océano Pacífico] se debilitan. El agua caliente se ve empujada de vuelta hacia el este, hacia las costas de América del Sur”.
También puede suceder que la superficie marina a lo largo de esa franja tropical (de 13.000 km de longitud) aumente de modo natural y autónomamente de temperatura, por la razón que sea. Pero suele suceder simultáneamente al decaimiento de la fuerza de los vientos alisios, al que se ha referido la NOAA.
Aquel fenómeno –el desplazamiento de agua caliente hacia el este- hace que el movimiento ascendente de las aguas profundas frente a las costas sudamericanas disminuya sensiblemente y, en consecuencia, el afloramiento de nutrientes sigue la misma suerte. La producción de fitoplancton sólo puede resentirse, lo cual ahuyenta o mata de hambre a los peces en superficie.
A causa de lo anterior, El Niño ha sido desde hace siglos un fenómeno que no podía pasar desapercibido para los colonos españoles y los nativos que se incorporaron a una intensa pesca en esas costas. Cuando se producía este fenómeno climático, se resentía toda la economía de esas regiones, por su dependencia de las actividades pesqueras.
Duración y frecuencia de este fenómeno climático
Habitualmente, un fenómeno El Niño dura entre 8 y 10 meses, pero esta duración puede variar bastante de una a otra vez, acercándose en alguna ocasión a los 2 años. La frecuencia de estos episodios tampoco es regular, pero puede decirse que por término medio tienen lugar cada 5 años.
Este fenómeno también es conocido en la literatura especializada por las siglas ENSO, correspondientes al nombre inglés “El Niño-Southern Oscillation”.
¿Por qué se le llama El Niño a este fenómeno climático?
Según infinidad de testimonios documentales ese nombre se viene empleando desde hace cientos de años. La agencia NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), entre otros muchos autores, nos ofrece la explicación:
“El nombre completo que empleaban los pescadores [de siglos pasados] para este fenómeno era ¨El Niño de Navidad¨, porque adquiría su apogeo en torno al mes de diciembre”. No se debe olvidar que diciembre es el apogeo del verano en el hemisferio Sur.
La agencia de EE.UU. detalla también el origen histórico de este nombre:
“Los pescadores sudamericanos advirtieron por primera vez periodos de aguas anormalmente calientes en el océano Pacífico en los años 1600”, esto es, en el siglo XVII.
Parece bastante comprensible que debieron ser los colonos españoles quienes acuñaron aquel nombre y quienes lo incorporaron a numerosos de sus documentos, aún conservados en un archivo municipal de la ciudad costera peruana de Trujillo y en el Archivo General de Indias, en Sevilla. Este último archivo contiene los documentos del periodo colonial, hasta comienzos del s. XIX, por cuanto cubre el periodo más antiguo.
Por tanto, El Niño es muy anterior a la posible incidencia humana en el clima y ajeno a la teoría del cambio climático
Existe realmente un amplio consenso en que tan sólo desde, aproximadamente, el año 1850 pueden las actividades industriales, agrícolas y de transporte de los humanos haber incidido algo en el clima global.
En consecuencia, es indudable que el fenómeno El Niño ha estado causado durante cientos de años, documentados, –en realidad, miles de años- por factores ajenos a dichas actividades humanas. Esto es, El Niño es independiente de la teoría del cambio climático, que pretende dar explicación a todo cuanto sucede en el clima mundial presente y pasado.
Estos ciclos climáticos llamados El Niño se vienen produciendo desde hace muchos miles de años, por los rastros que han dejado en diversos ambientes naturales, como los sedimentos de los fondos de los lagos, los anillos de crecimiento de los troncos de los árboles, etc.
Reciente estudio del clima en Sudamérica en base al crecimiento de los anillos de los árboles
Un grupo de investigadores de universidades, principalmente, de Chile, han publicado en :2020 un extenso estudio en la revista especializada internacional Quaternary Science Reviews, sobre la evolución milenaria del clima en toda el área meridional de Sudamérica (que incluye, entre otros países, Ecuador, Perú y Chile), a lo largo de los pasados 5.680 años.
Referido a este subcontinente y a este asunto, éste es el estudio que cubre un periodo más prolongado de tiempo, a fecha de hoy.
La base para esta reconstrucción ha sido el estudio del crecimiento de los anillos de los árboles de dicha zona. Técnica ésta que se viene empleando, con éxito, en un gran número de áreas geográficas desde hace unos cuarenta años.
En su resumen, los investigadores encuentran serios indicios de que es la energía procedente del Sol el principal condicionante (factor de forzamiento) de la evolución a largo plazo del clima en la región, en términos de siglos. Hasta aquí, nada sorprendente.
Ahora bien, “a escala interanual y entre décadas, la reconstruida [evolución] de la temperatura [a lo largo de esos 5.680 años] está principalmente relacionada con la variabilidad climática interna del océano Pacífico, incluyendo El Niño Southern Oscillation (ENSO) y otras oscilaciones [cíclicas del clima] de más larga duración”.
La conclusión es que el fenómeno El Niño ha sido uno de los principales causantes de los cambios en el clima a medio plazo (décadas) en la zona meridional de Sudamérica, a lo largo de aquellos 5.680 años.
En consecuencia, del estudio de los anillos de crecimiento de los árboles en dicha región, se desprende que El Niño tiene –como mínimo- una antigüedad de 5.680 años. Realmente, debe ser una antigüedad mucho mayor, pero carecemos aún de estudios detallados de periodos más remotos.
El fenómeno El Niño, a su vez, afecta al clima regional
El Niño influye, directamente, siempre, sobre el clima de la mitad occidental de Sur América. Al calentarse las capas superficiales del mar en las costas del Pacífico se generan grandes cantidades de nubes. Al llegar éstas al interior del continente, se ocasionan lluvias mucho más intensas de lo normal, dando lugar a frecuentes inundaciones, desbordamiento de ríos y otros estragos.
Sucesos éstos que tampoco dejarían indiferentes a los colonos españoles, que los recogieron en numerosos documentos, por ejemplo, en la ciudad peruana de Trujillo –como veremos más adelante-.
Durante los episodios de El Niño, también se produce un apreciable aumento de las temperaturas atmosféricas en toda la región, pero -como acabamos de indicar- este calentamiento no puede deberse a la concentración de CO2 en la atmósfera, sino a diversas causas naturales.
Cuando tienen lugar episodios intensos, El Niño también suele influir en el resto de América del Sur -en su mitad oriental- y en gran parte de Centro América y EE.UU.
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También puede leer:
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El clima global se ve influenciado por los episodios más fuertes de El Niño
En los ciclos realmente más intensos de El Niño (como en 1982-83, 1997-98 y 2015-16), todo el clima mundial se ve alterado. En concreto, la temperatura mundial experimenta apreciables aumentos, incluso picos.
No en vano la agencia NOAA estima que “El Niño es uno de los más importantes fenómenos climáticos de la Tierra”.
A menudo, los picos de la temperatura mundial están provocados por El Niño, no por el CO2
Varios de los mayores picos en la evolución de la temperatura global de las pasadas décadas, como en 1998 y 2016, se debieron casi enteramente al fenómeno El Niño, que se encontraba activo en esos momentos, no a la consabida teoría del cambio climático ni, por lo tanto, a la influencia de los humanos con su uso de combustibles fósiles.
El siguiente gráfico se basa en los datos sobre temperaturas globales estimados por la Universidad de Alabama en Huntsville (UAH), obtenidos por satélite. No muestra la estimación del valor de la temperatura en cada año, sino su desviación (departure) con respecto a la media del largo periodo 1981 – 2010. Dicha desviación se expresa en décimas de grados centígrados. Otro nombre de esta forma de medición de los cambios de temperatura, es anomalía climática: climate anomaly, en inglés.
El gráfico procede del blog del Dr. Roy Spencer, que es el investigador principal sobre temas climáticos de la Universidad de Alabama (UAH).
Desviación de la temperatura global respecto a su media, año a año. 1979 – 2019
(En décimas de grado Centígrado. En rojo, medias deslizantes de 13 años)
(Mayores puntas de temperatura en 1998 y 2016; que son años de fuertes El Niño)
Como puede apreciarse fácilmente en este gráfico, a lo largo de este periodo de 41 años las dos ocasiones en las que se produjo una mayor desviación con respecto a la media, fueron en 1998 y 2016, que corresponden, precisamente, con los dos episodios más fuertes de El Niño. Por lo tanto, estos dos picos de aumento de la temperatura global no se debieron al cambio climático ni a la concentración de CO2 en la atmósfera, sino a un conjunto de causas naturales, complejas, que esbozaremos a continuación.
¿Qué factores causan El Niño?
Se impone una aclaración de partida: venimos hablando de lo que sucede en la costa pacífica de Sur América, porque es tierra firme y es en este territorio donde existen registros históricos más antiguos y completos sobre los sucesos llamativos que se observaron. Pero, en realidad, el fenómeno El Niño abarca toda la zona ecuatorial sobre el océano Pacífico (y también algo más al norte), desde América del Sur (Ecuador y Perú) hasta las costas nororientales de Australia. En total, supone una franja de unos 13.000 km de longitud.
Octubre 2015. Desviación de temperatura en la zona tropical del océano Pacífico.
Las áreas rojas y naranjas más intensas reflejan temperaturas superiores a la media,
que indican la presencia de El Niño. Fuente: NOAA.
Siguiendo la sucinta explicación de la Agencia Nacional sobre los Océanos y la Atmósfera (NOAA), “El Niño hace referencia a condiciones ambientales cíclicas que se presentan a lo largo de la zona tropical del océano Pacífico. Estos cambios son debidos a interacciones naturales entre el océano y la atmósfera. La temperatura de la superficie marina, las precipitaciones, la presión atmosférica y la circulación oceánica, todos ellas influencian a las demás”.
Puede resultar decepcionante no obtener una explicación clara y sencilla, pero es que este fenómeno climático y otros muchos de ellos, no son algo sencillo, sino sumamente complejos.
En cualquier caso, la machacona cantinela de la concentración de CO2 en la atmósfera, no aparece por ninguna parte. El Niño no tiene nada que ver con el cambio climático, ni con la intervención de los humanos.
¿Qué es La Niña?
Se llama La Niña al fenómeno climático inverso al que estamos observando y que, muchas de las veces, se produce después de un El Niño. Consiste en un anómalo enfriamiento de las temperaturas atmosféricas y de la superficie marina. Normalmente, se recuperan –más o menos- las temperaturas que imperaban antes de estos episodios climáticos, tras un cierto periodo de enfriamiento más allá de lo habitual. Asimismo, las precipitaciones suelen regresar a sus niveles habituales de cada época del año.
Fuentes documentales españolas y peruanas sobre El Niño
En junio de 2007, apareció en la revista especializada “Journal Of Climate” (de la Sociedad Meteorológica Estadounidense / American Meteorological Society) un extenso estudio sobre las fuentes documentales en el norte de la costa de Perú acerca de sucesos relacionados con El Niño, del periodo 1550 – 1900.
Sus autores fueron investigadores del laboratorio de estudios sobre la tierra (Universidad de Boulder, Colorado), un profesor de Ciencias de la Tierra de la Universidad Complutense, de Madrid y dos profesores del Instituto Argentino de Nivología y Glaciología, de Mendoza (Argentina).
Estos investigadores (ver pág. 1953) examinaron unas 250.000 páginas de documentos primarios.
El mayor número de estos documentos se encontraban en el Archivo Departamental de la Libertad, en la ciudad de Trujillo, en la costa norte de Perú, no lejos de la frontera con Ecuador. Trujillo fue fundada en 1534 por el adelantado Diego de Almagro, luego descubridor de Chile y del territorio que hoy es Bolivia.
Como cuentan los investigadores del estudio (pág. 1953): “Otras fuentes primarias adicionales sobre el área de Trujillo, también se encuentran en el Archivo General de la Nación, en Lima … Finalmente, el Archivo General de Indias, en Sevilla, alberga documentos relativos a la administración española de sus colonias en Sudamérica, incluido Perú”, hasta comienzos del s. XIX (1821), cuando Perú alcanzó su independencia.
Sucesos indicativos de un episodio de El Niño
El tipo de sucesos que ha interesado a los autores del mencionado artículo de 2007 eran, en primer lugar, lluvias de intensidad anómala. Trujillo suele tener un clima seco. Ese tipo de lluvias podían constituir una señal de la presencia de un episodio de El Niño. También resultaban significativas las anotaciones sobre episodios de altas temperaturas y grandes disminuciones de las capturas de la pesca que, como dijimos, suelen evidenciar el fenómeno climático que nos interesa. Secundariamente, los autores tomaron nota de otros varios indicios menores: desbordamiento de ríos, etc.
Para el año 1625, (ver pág. 1958 del artículo) los autores identificaron evidencias escritas de lo que interpretaron como un episodio particularmente intenso de El Niño. También identificaron otros casos de gran fuerza en 1725, 1820 y 1890. Naturalmente, con anterioridad a 1625, la presencia española en Trujillo no podía estar todavía muy organizada, para atender adecuadamente los archivos municipales.
¿Se producía mucha incidencia de los humanos en el clima del planeta en 1625, cuando en dicho siglo XVII había unos 600 millones de personas en toda la Tierra, frente a los 8.700 millones en la actualidad?
¿Se quemaban, entonces, elevadísimas cantidades de carbón y petróleo, que aumentaron la concentración de CO2 en la atmósfera, lo que determinó las alteraciones climáticas que conocemos como El Niño?
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