La energía es el principal motivo de la inflación en Europa. Inflación anual de la zona euro, de julio 2022 (sobre 12 meses antes). Fuente: Eurostat, Oficina Estadística de la UE.
Como muestra, de manera clara, el gráfico de portada, son los precios de la energía (electricidad, combustibles fósiles para vehículos, gas natural para la calefacción doméstica, etc.) los que se han disparado en los pasados doce meses, causando la descontrolada inflación que -desde entonces- vivimos en nuestro continente, afectando a otros muchos bienes y servicios, aunque con un cierto retraso.
Entre julio de 2021 y julio de 2022 los precios de los productos energéticos han subido casi el 40%, mientras que los del sector servicios y los precios de los productos industriales no energéticos, han aumentado en torno al 4%, esto es, casi diez veces menos que los energéticos.
Ahora bien, los precios agrarios (que en el gráfico aparecen como “Alimentos, bebidas alcohólicas y tabaco”) han experimentado un fuerte incremento, de casi el 10%. Esto era inevitable ya que la producción, transformación y transporte de los productos agrarios son bastante intensivos en el uso de energía.
Como se explica en un artículo del boletín del Banco Central Europeo (Issue 4/2022):
“Los altos precios de la energía inciden en la inflación de los precios de los alimentos por tres vías. Primero, la producción y procesamiento de los alimentos es intensiva en energía. Por ejemplo, su producción se apoya fuertemente en combustibles para la maquinaria agraria, por cuanto el encarecimiento de la energía tiende a transmitirse con rapidez a los costes [de las explotaciones agrarias]”.
“En segundo lugar, el gas natural es uno de los inputs [de importancia] para [la fabricación de] los fertilizantes. Por último, el encarecimiento del transporte [de los productos agrarios finales] también afecta a su precio [final]”.
Otras causas de la subida general de precios
Siendo la inflación un fenómeno complejo, hay otros factores -además de la energía- que explican su surgimiento en 2021. Entre ellos, la reactivación de la demanda general de bienes y servicios, tras los años de restricciones por la pandemia; también, el excesivo aumento del gasto público en casi todos los países europeos y los problemas surgidos en las cadenas de distribución internacionales de productos y la excesiva dependencia de China.
Ahora bien, como siempre, es importante identificar la principal causa de esta escalada general de precios, que no es otro que el enorme encarecimiento de la electricidad, los combustibles y otros productos energéticos.
Cuando surgió la actual inflación
Comenzando en julio de 2021 (como puede verse en el gráfico de más abajo) la inflación en Europa superó el 2%, que es el objetivo que tenía el Banco Central Europeo y la gran mayoría de los respectivos 27 estados miembros de la UE.
(Nos referimos aquí exclusivamente a la inflación media de los 19 países que componen la “zona Euro”, esto es, los que han adoptado el Euro como su moneda. Las cifras de aumentos de precios para el conjunto de los 27 países de la UE son más elevadas, aún)
Desde entonces, la inflación se ha desbocado y la última cifra disponible (la de julio de 2022) es ya del 8,9%.
Desde que en 1999 (hace 24 años) la Oficina Estadística de la UE (Eurostat) comenzó a calcular los datos conjuntos, nunca la inflación se había ni acercado a dicho valor, del 8,9%, tal como muestra el gráfico, más abajo.
De hecho, únicamente en un par de ocasiones (durante la crisis financiera internacional de 2009) se había superado una inflación del 4%.
Esto es, la presente aceleración inflacionista no se conocía en Europa desde la época de 1980, hace cuarenta y pico años.
“La energía es el principal causante de la inflación [en Europa, actualmente]”. HICP: Harmonised Indices of Consumer Prices, de la zona euro. (Imagen 7). Fuente: Eurostat, Oficina Estadística de la UE.
La inflación en Europa comenzó antes que la guerra en Ucrania
La evolución desbocada de la inflación en Europa en estos pasados doce meses -desde el verano de 2021– pone en evidencia un fortísimo desequilibrio en las economías europeas, que requiere una explicación convincente.
En los años 70 y comienzos de los 80, del pasado siglo, el origen de la inflación fue claramente del sector energético, de procedencia externa. Esto es, fueron un par de crisis de oferta del sector energético; los países occidentales -entonces los principales consumidores- dejaron de recibir durante un tiempo los cargamentos de petróleo de Oriente Medio, al tiempo que dichos países árabes elevaron fuertemente el precio al que vendían su crudo, a partir de 1973 y, luego, en 1979.
Dicho de otro modo, se produjeron sendos “choques” del precio del petróleo, procedentes de los países productores de Oriente Medio, agrupados en la OPEC.
En 2021, sin embargo, no se apreciaba ningún “choque” equivalente, de origen externo a las economías europeas, relativo al sector energético. Los problemas de suministro del gas de Rusia, vinieron mucho más tarde, ya en marzo de 2022.
En julio de 2021, comienzo de la inflación de los precios al consumo -y de la crisis del coste de la vida-, no había ninguna guerra. La invasión rusa de Ucrania arrancó medio año más tarde, el 24 de febrero de 2022.
Como se aprecia en el gráfico derecho, de más arriba, a finales de febrero de 2022 la inflación ya había alcanzado casi un altísimo 6%. Por consiguiente, el arranque de la gran subida general de precios al consumo en Europa no se debió a la guerra en Ucrania, su origen tiene que ser otro. Esta contienda bélica ha agravado la crisis de los precios (y la prolongará en el tiempo), pero no es su principal motivo.
¿Cuál ha sido la política energética que se ha seguido en Europa los pasados 25 años?
Parece que nadie quiere recordar ahora que, desde mediados de la década de 1990, la Comisión Europea y los principales países miembros (Alemania, Reino Unido, Francia, etc.) se embarcaron en un drástico giro de sus políticas energéticas, con el pretexto de que “vamos hacia un desastre ecológico global, que puede acabar con la Humanidad”.
La seguridad en el suministro de energía y la independencia nacional en este terreno, dejaron de ocupar el papel central de la política energética, como había venido haciéndose, acertadamente.
La obstaculización de la extracción y consumo en Europa de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) y su sustitución -forzada y muy subvencionada- por las energías renovables (eólica y solar) ha pasado a constituir el objetivo primordial de las políticas energéticas europeas.
Desde la década de los años 2010, los países miembros de la UE -con el impulso decisivo de la Comisión Europea- prohibieron (de forma directa o indirecta) la explotación de los abundantes yacimientos de gas de esquisto (shale gas) que existen en Europa y que requieren el empleo de la técnica del fracking.
La extracción del gas natural convencional (que no emplea el fracking) también ha sido gravemente recortada, por motivos políticos, en Holanda, en el Mar del Norte británico, en Alemania, etc.
El empleo de carbón para la generación eléctrica ha quedado casi eliminado. La energía nuclear venía sufriendo ya un parón y recorte desde el accidente nuclear de Chernóbil en 1986, lo que no estaba en absoluto justificado, como ahora se está reconociendo, al reactivar planes para la construcción de nuevas centrales.
La nueva energía es más cara, inestable e intermitente
La sistemática propaganda ecologista repite que las energías eólica y solar son ya más baratas que las convencionales, pero eso es sólo fruto del engañoso método para calcular los costes relativos de cada una de aquellas fuentes: el llamado coste normalizado de la energía (LCOE, de su denominación inglesa).
Este método deja fuera del cálculo varios elevados importes que comportan las energías renovables: las centrales de respaldo, de gas (para cuando no hay sol o viento), las largas líneas de conexión con la red de transporte de la electricidad, las subvenciones a las renovables, etc.
Pero, comparando el precio de la electricidad para los hogares en los diferentes países europeos, con la penetración que hayan alcanzado las renovables (en el total de la producción eléctrica de un país), resulta evidente que cuanto más combustibles fósiles (gas y carbón) y energía nuclear usa un país, menor es el precio de su electricidad, como se aprecia en el gráfico de aquí abajo, que publiqué hace casi un año.
Precio electricidad para hogares. 2º sem. 2019 (Cént. € / kWh) (En el eje horizontal).
Los países que usan más combustibles fósiles y nuclear tienen la luz más barata en Europa (como los que aparecen en el gráfico en rojo, violeta y azul obscuro). Fuente: Elaboración propia. Datos: Eurostat y EurObserver.
Alemania, Dinamarca y España, entre los países europeos con una electricidad más cara
Alemania y Dinamarca son los países europeos que más empleo hacen de las renovables y sus facturas de la electricidad son las más caras del continente … y del mundo.
Respecto a España, se encontraba -más o menos- en la envidiable posición que hoy tiene Rumanía, pero el izquierdoso Presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero (2004 – 2011), quien expandió mucho el empleo de las renovables, nos colocó aproximadamente en donde estamos en la actualidad, entre los países europeos con una electricidad más cara.
En 2019 (datos del gráfico), la electricidad para los hogares en España era casi el doble que en Hungría, donde prácticamente no usaban energías renovables, sino nuclear (48%) y combustibles fósiles (45%).
Las energías renovables dejan de funcionar frecuentemente y de modo imprevisto
Las centrales térmicas de gas, carbón y nucleares son sumamente estables y su buen funcionamiento sólo depende de que dispongan del combustible adecuado, aparte de los parones temporales, programados, para efectuar labores de mantenimiento.
Pero las eólicas y solares son, por definición, intermitentes.
Las solares están inactivas todas las noches … pero también cuando entran frentes nubosos que reducen drásticamente la radiación solar que alcanza la tierra y las células fotovoltáicas.
Las eufemísticamente calificadas “granjas eólicas” (¡unos monstruos metálicos de más de 20 pisos de altura!) sólo producen electricidad un reducido número de horas diarias (por falta de viento) y, lo que aún es peor, esto sucede de un modo imposible de prever, lo que complica y encarece enormemente la gestión de la producción eléctrica de un país.
Otros artículos de mi blog sobre estos temas:
Principal causa del encarecimiento del gas natural en los mercados internacionales. 7 de abril de 2022.
Considerable recorte de la extracción de gas en Europa occidental, durante los pasados años. Aumento de la dependencia respecto a Rusia. 2 de marzo de 2022.
El gas natural y la energía nuclear aceptada por la Comisión Europea. Histórica derrota del ecologismo. 7 de febrero de 2022.
El fracking en Europa del gas natural es primordial para superar la actual crisis energética y bajar el precio de la electricidad. 20 de diciembre de 2021.
La electricidad es mucho más barata en Europa en los países que usan más combustibles fósiles (gas y carbón) y energía nuclear. En Hungría cuesta menos de la mitad que en España. 27 de octubre de 2021.
El accidente nuclear de Chernóbil se debió principalmente al régimen soviético, no a la tecnología nuclear. 27 de noviembre de 2020.
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