El Presidente Donald Trump pronunció anteayer su segundo discurso sobre el Estado de la Unión, ante los senadores y congresistas reunidos conjuntamente en el Capitolio. Habló en la nueva situación de cohabitación política, ya que la izquierda ostenta ahora la mayoría en la Cámara Baja (tras las elecciones del pasado noviembre), pero llamar a esto “Gobierno dividido” (como hacen no pocos periodistas españoles) es un solemne desconocimiento del idioma español, una burricie: ¿acaso están unos secretarios (ministros) enfrentados a otros? En inglés, si es correcto hablar de divided Government. Las congresistas demócratas montaron su numerito, vistiéndose de blanco, tratando de adquirir la dignidad que caracterizó a las valerosas sufragistas de hace casi un siglo, dignidad de la que no pocas de ellas carecen, en su privilegiado estatus actual. Como afirma el sabio refranero español: el hábito no hace al monje.
Se dice que Donald Trump disfruta en este tipo de ceremonias (políticas) civiles, como buen comunicador que es. Y casi todos los analistas han mencionado el tono presidencial que desplegó en su intervención, dejando de lado sus salidas de tono que a nadie nos gusta.
Nancy Pelosi, la nueva jefe demócrata (Speaker) de la Cámara de Representantes y por ello, la mujer con más poder en EE.UU., que se sentaba justo detrás del presidente, actuó con el comportamiento que se espera de alguien en su posición, recibiendo respetuosamente al presidente a su llegada. No en vano, es una demócrata moderada de la vieja época (tiene 78 años), aunque ahora está muy presionada por la abultada izquierda extrema en su partido, varios de cuyos representantes ya han anunciado su aspiración a la presidencia en 2020.
Cuando Trump aludió a los asuntos más controvertidos (la construcción del muro, los crímenes de inmigrantes ilegales …) nunca mencionó directamente al Partido Demócrata y a sus políticas, manteniendo un estilo poco partidista, que suele gustar especialmente al sector centrista de la población.
Algunos de sus pasajes merecieron incluso el aplauso de la Sra, Nancy Pelosi -puesta en pie-, como cuando Trump afirmó que “debemos rechazar la política de revancha, de resistencia y de represalia, y asumir el inagotable potencial de la cooperación, el acuerdo y el bien común”.
Una encuesta telefónica realizada justo al final del discurso, para la cadena de izquierda CNN, dio como resultado que el 87% de los encuestados que dijeron votar a los republicanos expresaron una opinión “muy positiva” del discurso. Pero, lo más importante, es que quienes se declararon independientes (el tramo intermedio de los ciudadanos), también valoraron “muy positivamente” el discurso en el 52% de los casos. Sumándoles quienes tuvieron una opinión simplemente “positiva” resultan, respectivamente, el 97% y el 82%.
(Nota sobre el enlace de más arriba: el diario digital estadounidense VOX, es de izquierda)
Según otra encuesta para la cadena, también de izquierda, CBS el 76% del conjunto de quienes vieron el discurso lo “aprobaron”, mientras que el otro 24% lo “desaprobó”.
Estos resultados son bastante favorables para el Presidente Trump. Naturalmente, en ambas encuestas el grado de aprobación de los votantes demócratas fue muy bajo.
La actuación de Donald Trump parece que ha sido exitosa en su vertiente de imagen, constituyendo su primer acto de la precampaña para las presidenciales de 2020. Pero casi nadie se hace ilusiones de que estos próximos dos años vayan a ofrecer una satisfactoria producción legislativa. Los avances van a ser escasos y de limitado alcance.
Es digno de mención que la bancada republicana (congresistas y senadores), con muy pocas excepciones, mostró en todo momento un gran respaldo al presidente, a pesar de las divergencias políticas internas que son evidentes y públicas. Buena cosa.
Asimismo, puede preguntarse: a dos años de la toma de posesión de Donald Trump ¿dónde están sus actuaciones autoritarias, fascistas, liberticidas y de destrucción de la democracia en EE.UU., que la izquierda estadounidense y europea anunciaron a bombo y platillo? Ni si quiera los muy rojos Javier Bardem y la P. (como dice Alfonso Ussia) se han sentido obligados a escapar del país -¿a Cuba?- ante semejantes peligros históricos.
Contenido y anuncios del discurso del Estado de la Unión
A los impresionantes logros en el terreno económico dedicó Donald Trump el comienzo de su intervención.
En los dos años desde su toma de posesión, en enero de 2017, hasta este mes de enero, se han generado 4,9 millones de nuevos empleos, de acuerdo con la Oficina de Estadísticas Laborales (la BLS, en inglés). De ellos, 436.000 fueron en el sector industrial (manufacturing). En los 7 años de Barack Obama, desde que la economía salió de la recesión en junio 2009, se crearon tan sólo 900.000 empleos industriales.
A finales de 2018 las tasas de desempleo de los empleados negros, hispanos y de origen asiático se situaban en los mínimos de sus respectivas series históricas, de entre 30 y 40 años.
Actualmente, la economía estadounidense está creciendo a un ritmo casi doble al mes en que tomó posesión: enero de 2017. En el tercer trimestre de 2018 (último disponible) se creció al 3,4%, frente al 1,8% en enero de 2017.
En términos medios, durante todo el periodo de 7 años en que la economía de EE.UU. había superado la recesión, bajo Obama, la economía creció a un escaso 2,1%, casi la mitad que en los anteriores periodos de expansión económica.
Donald Trump obtuvo uno de los aplausos más intensos cuando mencionó que durante 2018 -bajo su mandato- fueron las mujeres quienes obtuvieron un mayor número de los muchos empleos que se crearon. A las congresistas vestidas de blanco, no les quedó más remedio que ponerse en pie y aplaudir.
El sector del petróleo y el gas de EE.UU. se está colocando en estos años a la cabeza de todos los países del mundo, con el apoyo de la Administración Trump, al contrario de la de Obama que trató de impedirlo con un sinfín de reglamentaciones superfluas, con el propósito de dejar estas riquezas enterradas, como desea el ecologismo radical. En septiembre de 2018 superó la producción de petróleo de tanto Rusia como Arabia Saudí, situándose como número uno mundial; avance que se debe enteramente al empleo generalizado de la técnica del fracking.
¿Se acuerdan Vds. de cuando la izquierda estadounidense y los diarios españoles El Mundo, El País y algunos corresponsales de ABC (como el izquierdista David Alandete) alertaban de la ruina económica que Donald Trump iba a provocar en su país … y quizá en el mundo entero? ¿Algunos de Vds. les han escuchado ahora disculparse por su interesado catastrofismo de entonces y el fallo estrepitoso de sus pronósticos?
El presidente dedicó también un cierto tiempo a hablar sobre el aumento de la seguridad en la frontera sur, con Méjico, que es actualmente el mayor punto de discrepancia entre Trump y la izquierda. Evidentemente, confirmó su determinación de incrementar dicha seguridad, levantando más kilómetros de algún tipo de valla metálica, quizá en lugar de un muro de cemento.
Aparte de repetir los argumentos ya conocidos, se abstuvo -afortunadamente- de anunciar una declaración de emergencia nacional si fracasaran las negociaciones en curso. Dicha declaración podría ser fácilmente cuestionada en los tribunales y, por otro lado, constituiría un precedente de puentear al Congreso por parte de un futuro presidente de izquierda.
En estos momentos, ambos partidos en el Capitolio están llevando a cabo intensas negociaciones para definir un plan para la frontera sur con tres elementos:
a) reforzamiento y ampliación de los muros y vallas existentes;
b) más personal para su vigilancia (agentes de fronteras) y para la aplicación de las leyes inmigratorias (jueces y fiscales);
y, c) más medios electrónicos de vigilancia en la frontera (cámaras, sensores, drones, etc.).
Los demócratas están abiertos a un acuerdo en los dos últimos asuntos, utilizando el asunto del muro/valla como forma de desgastar la autoridad de Trump.
Respecto a la política exterior efectuó uno de sus principales anuncios: que los días 27 y 28 de febrero se reunirá por segunda vez con el presidente de Corea del Norte, Kim Jong Un, en Vietnam, para impulsar el abandono de los planes para el arma nuclear y los misiles para su lanzamiento por parte de Corea del Norte.
También en esta área, insistió en su plan de retirada militar de Siria, pero -a diferencia de su anuncio intempestivo en diciembre- no dijo que fuese inmediata ni dio plazo alguno. Lo mismo hizo respecto a la prevista reducción a la mitad del contingente militar en Afganistán. Una vez más, sus secretarios (ministros) y demás altos funcionarios (incluidos los de la Casa Blanca), han conseguido encauzar sus decisiones irreflexivas, del mes de diciembre.
En relación a la investigación que está llevando a cabo el fiscal especial Robert Mueller, desde hace casi dos años (17 de mayo de 2017), el presidente la denominó una “ridícula investigación partidista”. Lo cierto, es que en todo ese tiempo el fiscal Mueller todavía no ha efectuado ni una sola acusación de colaboración con autoridades de Rusia por parte de colaboradores de Trump durante su campaña electoral. Las acusaciones judiciales efectuadas se refieren a fraude fiscal, haber mentido a los ayudantes de Mueller, etc., lo que es algo muy distinto a connivencia con Rusia.
Todo indica que Mueller va a tener que concluir su investigación en los próximos meses, tras haber podido efectuar su labor con total libertad. Lógicamente se habrá guardado algún conejo en la chistera para el final -para justificar su nombramiento y el dinero gastado- … pero podría resultar un simple gazapo o menos.
No puede decirse que el tono bipartidista de Trump se limitó a lo meramente verbal, porque anunció, entre otras, una medida práctica que los demócratas vienen reclamando desde hace bastante tiempo -pero que el propio Barack Obama no aprobó en 8 años-: la creación en el ámbito nacional del permiso pagado por maternidad (paid family leave).
Trump también se comprometió a reforzar el esfuerzo (presupuestario) en la lucha contra el SIDA (HIV), con el propósito de erradicarlo del país en el plazo de 10 años. Anunció también un aumento presupuestario para combatir los cánceres infantiles.
Hacia el final de su discurso, Trump hizo la siguiente acertada proclamación, que sorprende que tenga que ser formulada:
“Aquí, en EE.UU., estamos alarmados por los llamamientos [que se están produciendo] a que se adopte el socialismo en este país. América se fundó con libertad e independencia, no con coacción, dominio ni control estatales. Nosotros nacemos libres y permaneceremos libres. Esta noche, renovamos nuestra determinación a que América nunca llegue a ser un país socialista”.
Declaración que fue recibida con una cerrada ovación de los congresistas de derecha, mientras que Nancy Pelosi se limitó a un aplauso protocolario.
Donald Trump también renovó la confianza de sus electores al mencionar en su alocución un tema que ha estado ausente de este tipo de discursos desde hace mucho, mucho tiempo: la necesidad de que el Congreso legisle sobre el aborto. Concretamente, de que prohíba el aborto durante el último trimestre del embarazo, cuando el feto es totalmente viable.
El final de su intervención sobre este punto, es algo que resultaría inaudito en nuestro país.
“Trabajemos para construir una cultura que aprecie la vida de los inocentes. Y reafirmemos una verdad fundamental: que todos los niños -los nacidos y quienes aún no lo están- reflejan la imagen sagrada de Dios”.
Por otro lado, esta declaración de Donald Trump ha constituido un agudo contraste con lo que el Gobernador de Virginia Ralph Northam, del Partido Demócrata, ha explicado abiertamente hace unos días. Habló sobre como en su estado, tras practicar un aborto en los meses finales del embarazo, se “cuida con esmero” al feto viable ya nacido, mientras la madre y su médico deciden -tranquilamente- si dejarlo vivir o acabar con él: esto es, si comenten un infanticidio. Un relato enternecedor … que, además, rebela una actitud muy inclusiva.
Un comentarista del diario de izquierda The Washington Post dedica su artículo a un asunto para él escandaloso: que Trump ni se dignó mencionar una vez la lucha contra el cambio climático. Con los problemas muy reales que existen, para qué perder el tiempo con imaginaciones sobre posibles catástrofes, dentro de ni se sabe cuantas décadas, previsiones que ya no se han cumplido en el pasado …
El Congreso y la Casa Blanca deben sellar un acuerdo sobre los presupuestos de una parte de la Administración federal antes del 15 de febrero, incluida la financiación para el reforzamiento del muro con Méjico. De fracasar este intento, podría renovarse el cierre parcial de la Administración, algo que Trump tratará de evitar por el alto coste que supondría para él.
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