Escalada de precios de la electricidad. ¿Por qué no se habla del elefante que los gobiernos han metido en nuestras casas, destrozándolo todo?
Lo que estamos viviendo estos últimos meses (desde marzo), en España y en la mayoría de los países europeos (Reino Unido, Alemania, Holanda, Francia …), con fortísimas subidas del precio de la electricidad, forma parte de un nuevo shock internacional de la energía. Quizá vaya a ser algo menos intenso que los de 1973 y 1979, pero igualmente disruptivo: no se va a poder seguir por la misma senda en la que nos han embarcado.
Entonces y ahora, la crisis procede del lado de la oferta, de insuficiencias –profundas- en el suministro de las energías necesarias para que el mundo siga funcionando y progresando.
Lo dicho no significa, en absoluto, que esta crisis se deba a unas impersonales e imprecisas fuerzas del mercado capitalista. Todo lo contrario.
El actual shock, que está poniendo nuestras economías patas arriba, sumiendo en la pobreza energética a decenas de millones de ciudadanos y amenazando la quiebra de numerosas empresas (algunas, en Reino Unido, ya han cerrado plantas de fertilizantes, que son intensivas en el uso de energía), no es achacable al funcionamiento del mercado energético.
Esta gran crisis no está causada por las condiciones normales de la oferta y de la demanda, ni por la “codicia” de las empresas eléctricas, como repite el embustero y fracasado presidente del Gobierno de España, el izquierdista Pedro Sánchez (PSOE), para desviar hacia otros su propia y directa responsabilidad por este desastre.
Esta crisis será duradera, aunque tendrá altibajos, y procede de las equivocadas políticas aplicadas en Occidente
Este serio desastre no ha hecho más que comenzar. No hay ninguna duda de que estos próximos meses de invierno van a ser el periodo crítico de esta crisis (ya que es cuando despunta la demanda de energía, para calentar hogares y oficinas), pero la simple llegada de la primavera no acabará con las causas de esta catástrofe, sino que sólo aliviará pasajeramente sus manifestaciones, esto es, sobre todo el precio de la electricidad.
La presente crisis internacional (especialmente aguda en Europa) es consecuencia directa de las muy erróneas decisiones que han venido tomando los gobiernos occidentales –muy especialmente, los de Europa occidental (Reino Unido, Alemania, España, etc.)- desde hace unos 30 años (la década de los 90). En ausencia de semejantes políticas, no nos encontraríamos ahora en esta grave tragedia.
Lo que ha fallado no es el mecanismo del mercado, sino la actuación de los estados, de los partidos políticos convencionales, que han sometido todas sus decisiones a las contraproducentes políticas climáticas … para “Salvar al Planeta”.
El actual izquierdista Gobierno de España (y el de su descerebrado predecesor José Luis Rodríguez Zapatero, también del PSOE, quien elevó el 72% la tarifa de la electricidad para los hogares, con las renovables) y los gobiernos (de izquierda y de derecha) de los principales socios europeos, son los responsables directos del empobrecimiento general de la población que estamos presenciando en estos momentos.
Los intereses de los consumidores para mejorar sus condiciones de vida, las necesidades de las empresas para prosperar en sus negocios (y que no tengan que huir a China), han sido sistemática y radicalmente relegados y abusados, con prohibiciones, mandatos estatales de obligado cumplimiento (propios del intervencionismo de una economía de planificación central) y subidas de impuestos.
Es una crisis anunciada que se agudizará este invierno
Todo esto, supone una crisis anunciada desde hace muchos años (tres décadas) por los críticos del cambio climático, pero esta advertencia ha sido no sólo desoída sino tildada de negacionista (esto es, prácticamente, criminal) y “contraria a la ciencia” y, por tanto, censurada de hecho en los medios de comunicación, públicos y privados.
Sin ir más lejos, en diciembre de 2019 expuse con cierta extensión las nocivas consecuencias de las políticas climáticas, en los países occidentales.
En la prestigiosa agencia internacional de noticias de negocios Bloomberg, varios analistas de la energía titulan del siguiente modo su crónica sobre la génesis de esta crisis:
“Europa se encamina a una desoladora crisis de la energía este invierno que lleva fraguándose desde hace años”.]
Si se entorpece deliberadamente el desarrollo de los combustibles fósiles, éstos llegan a ser insuficientes
Aquella obcecación política ha obstaculizado, a toda prisa, con infinidad de medidas, durante 30 años, la extracción, el transporte (gasoductos y oleoductos) y el uso de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), que son la única fuente de energía que ha permitido el desarrollo de todas las economías avanzadas que existen en el mundo.
Ahora, nos encontramos con que su precio (el del gas natural) está por las nubes y sus depósitos estratégicos (públicos y privados) muy por debajo de los niveles necesarios para poder estabilizar encarecimientos temporales y garantizar el suministro imprescindible de electricidad para que no se produzcan grandes apagones de luz en regiones enteras de nuestros países como, posiblemente, sufriremos en el futuro, como ya ha sucedido en Australia, a casi 2 millones de personas, por el mismo motivo.
O sea, la actual producción mundial de gas natural es insuficiente para estabilizar el mercado y asegurar la producción de electricidad requerida.
Esto se produce a pesar de que nunca antes han estado localizadas en el mundo mayores reservas de gas, comercialmente viables, perfectamente disponibles para ser explotadas, sin necesidad de ninguna subvención, de modo rentable.
El suicidio energético de Europa
Por ejemplo, Europa cuenta con gigantescos yacimientos de gas de esquito
–perfectamente identificados- (en Polonia, Francia, Rumanía, Dinamarca, Reino Unido, Holanda …). Su magnitud es tal que en más de media docena de países de la UE sus recursos de gas esquisto podrían cubrir, enteramente, su consumo durante entre dos y cinco décadas. Pero España no se encuentra entre esos afortunados.
Ahora bien, esa ingente riqueza no está siendo explotada porque aquellos estados –motu proprio o presionados por la nefasta Comisión Europea- lo han prohibido –lisa y llanamente-, pretextando los gravísimos peligros que los ecologistas aducen que comporta la técnica del fracking, contra toda evidencia científica y práctica.
En estos años, no se extrae en toda Europa ni un sólo metro cúbico de gas de esquisto al año, salvo en los yacimientos submarinos del Mar del Norte … que los ecologistas de Greenpeace, WWF y los demás lobbies también reclaman que se abandonen: ¡Dejemos los combustibles fósiles bajo tierra!
Muy bien, el ecologismo radical consiguió una verdadera victoria, de gran alcance, al impedir que en Europa se reprodujera la bonanza económica que en EE.UU. y Canadá trajeron la técnica del fracking (o fracturación hidráulica), para acceder a yacimientos de gas y petróleo antes inexplotables.
Europa ha renunciado a toda independencia energética, para Salvar el Planeta. Muchos partidos políticos europeos son los responsables
En Europa irresponsablemente, hemos dejado esa gran riqueza (sobre todo, gas natural) “bajo tierra” y, ahora, nos vemos obligados a pagar altísimas tarifas de la luz, por los altos precios del gas natural y por las carísimas energías renovables.
Sean o no conscientes de ello, quienes hayan votado estos pasados años a los partidos políticos europeos de izquierda, centro (como el del francés Emmanuel Macron) y derecha (como la alemana Angela Merkel, los primeros ministros británicos Boris Johnson y Theresa May y el español Partido Popular) partidarios de esta locura ecologista, han contribuido al desencadenamiento de la actual crisis.
Digamos, de paso, que es imperativo, durante los próximos años, exigir responsabilidades a los partidos políticos que han creado –a lo largo de décadas- las condiciones responsables de la actual tragedia.
Finalmente, si se hubieran explotado nuestros propios recursos gasísticos europeos –lo que todavía es totalmente posible hacerlo-, habríamos ganado un considerable grado de independencia en el suministro de tan trascendental recurso económico. Por el contrario, en estos momentos, para intentar aliviar la crisis de suministro, estamos sometidos a los gasoductos de uno de los principales enemigos estratégicos de Europa, ahora y para el futuro: Rusia.
Todos saben que hay una segunda posible fuente alternativa para que Europa se aprovisione del tan necesitado gas natural: el procedente de nuestro aliado EE.UU., transportado por barco en forma de gas natural licuado (GNL). Pero siempre resulta más sencillo y barato transportar el gas por gasoducto y, además, Europa tendrá que competir con la enorme demanda que existe en Asia (especialmente, China) para obtener el gas exportado por EE.UU.
Estados Unidos se está viendo mucho menos afectado que Europa por esta crisis porque ha logrado la autonomía energética
Porque, no hay que olvidar –aunque muchos pretendan que es algo intrascendente- que gracias a la exitosa técnica del fracking (o fracturación hidráulica), a la gran capacidad e inventiva de la industria petrolera privada estadounidense y, last but not least, al constante apoyo que recibieron de la Administración de Donald Trump, EE.UU. es ya el principal productor mundial de gas natural y petróleo. Gracias a ello, ha logrado una absoluta independencia energética frente al exterior y, además, dispone de un excedente que le ha convertido en exportador neto de los combustibles fósiles: carbón, gas y petróleo.
Las llamadas energías renovables no pueden reemplazar a los combustibles fósiles y conducen al desabastecimiento de electricidad
Aquellos partidos políticos convencionales están –literalmente- forzando (con medidas coercitivas) la adopción de las llamadas energías renovables (principalmente, la eólica y solar fotovoltaica).
Desde hace un par de años, están acelerando al máximo la aplicación de sus políticas mucho más allá de lo que figura en el Acuerdo del Clima de Paris, de 2015. Así, han dado el peligrosísimo paso de proporcionar rango de ley al objetivo de la total descarbonización de sus economías, esto es, el objetivo del Cero Neto hacia 2050.
Además, a muy corto plazo, este mismo trimestre en la COP26 en Glasgow, quieren –prácticamente- prohibir la extracción de carbón, en el mundo, lo que dejaría sin electricidad a decenas de millones de africanos, asiáticos … Es más, todavía en la actualidad unos 600 millones de personas en África carecen de acceso a la electricidad debido, en gran medida, a que el Banco Africano de Desarrollo y el Banco Mundial llevan décadas negando toda financiación a que se instalen centrales térmicas de carbón, que son –con gran diferencia- las más baratas.
Pero las energías llamadas renovables, en realidad son totalmente insostenibles, financiera y empresarialmente. La prueba incuestionable es que requieren de ingentes sumas de subvenciones públicas, cada año, durante décadas, para que no quiebren sus empresas explotadoras. Y ello, por la sencilla razón de que la electricidad que generan las renovables sigue sin ser –en absoluto- competitiva con respecto a la de las centrales de carbón, gas natural y las nucleares.
Sirva como ejemplo, que la Agencia Internacional de la Energía calculó que en 2018 se concedieron en el mundo –sobre todo, en el industrializado- subvenciones a las energías renovables por un importe de 162.000 millones de US$.
El impuesto sobre el carbono y los costes ocultos de las energías renovables y
Cuando los políticos que están causando la actual crisis (como hace de continuo el gobernante español Pedro Sánchez) afirman, taxativamente, que las energías renovables son las fuentes de electricidad más baratas, están mintiendo.
El tema es complejo, claro, pero las dos principales causas de dicho embuste son las siguientes:
A) la existencia de cuantiosos componentes reales del coste de las renovables que no se contabilizan como tales en los estudios oficiales, a los que –de modo apropiado- se les conoce como los costes ocultos de las renovables. Los expondré brevemente en este apartado,
B) El impuesto sobre el carbono, que encarece –intencionadamente- la generación de electricidad por gas natural y carbón. Esto es, someten a estas dos fuentes a un impuesto (pero no a las renovables) y luego dicen que esa electricidad de los combustibles fósiles “no es tan barata” … Este asunto lo veremos en un siguiente apartado.
Los cuantiosos costes ocultos de la electricidad generada por las energías renovables
Aquí haré un sucinto resumen, pero quien desee obtener una explicación más extensa, puede consultar mi artículo de abril de 2019.
La metodología establecida, conocida como los costes normalizados de la energía (LCOE, del nombre en inglés), no incorpora los siguientes 3 componentes al precio “oficial” de las renovables, que son los que se manejan en las comparaciones con la nuclear, con las centrales de carbón y de gas.
1) Al ser las renovables intrínsecamente intermitentes –e incluso desaparecer con frecuencia, como la solar todas las noches y la eólica si el viento amaina- resulta imprescindible mantener operativas –en todo momento- una red de centrales de respaldo (peaker power plants). Casi siempre son de gas natural o carbón. Esto es, existe siempre una duplicación de infraestructuras de generación eléctrica. Justo a la duplicación de la inversión acometida, también se multiplican los costes operativos, porque las centrales de respaldo no son nunca rentables al ser empleadas a tan bajo nivel de funcionamiento: sólo cuando cae la producción de las renovables. Por tanto, el Estado debe pagarles unas cantidades –todos los días del año, a veces más y otras veces menos- para que cubran costes, consigan un pequeño beneficio y no tengan que cerrar.
Las nuevas necesidades de las redes nacionales de transporte de electricidad, también son costosas
2) Costes de enlace (connection costs) correspondientes a las nuevas infraestructuras de la red eléctrica nacional para transportar la electricidad de las renovables desde donde se producen, hasta los centros de consumo. Las centrales nucleares y las térmicas de carbón y gas generan grandes volúmenes en un único emplazamiento, cuya conexión a la red nacional es sencilla y barata. Pero los aerogeneradores y los –mal llamados- huertos solares están siempre dispersos y cada pequeña instalación –a menudo en lo alto de montes- necesitan de una larga conexión a la red nacional.
3) Costes adicionales de la administración del sistema eléctrico nacional (system costs), por la intensa incidencia desestabilizadora de la red que ocasiona el carácter intermitente de las energías renovables.
La generación de electricidad mediante gas natural o carbón es fuertemente grabada por el impuesto al carbono
En 2005 la UE creó un régimen de comercio de emisiones (RCDE. ETS, siglas del nombre inglés), al que -en lenguaje periodístico- se conoce como impuesto al carbono, tasa al carbono o fiscalidad ambiental.
Se aplica a unas 10.000 grandes instalaciones industriales de la UE, que son muy intensivas en energía (cementeras, fabricantes de aluminio y otros metales, cerámica, productos químicos orgánicos, etc.) y que son las mayores emisoras de CO2 a la atmósfera. Todas las centrales eléctricas de gas natural y carbón, también están comprendidas.
A cada una de ellas se le asigna anualmente una cuota máxima de emisiones de CO2, por la que no deben pagar nada. Cuota que cada año va disminuyendo. Cuando estas instalaciones tengan que exceder la correspondiente cuota anual, han de pagar por comprar nuevos “derechos de emisión”. Las cifras que se abonan cada año son muy elevadas y crecientes.
Prácticamente, en todo momento, las centrales de gas y de carbón están soportando el impuesto del carbono, al superar sus reducidas cuotas.
Además, cuando no sopla suficiente viento, las centrales de respaldo de gas y carbón lo pagan aún más
Pero, además, como por su naturaleza, la energía eólica y la solar fotovoltaica son intermitentes y un tanto imprevisibles, a menudo son incapaces de cubrir las necesidades eléctricas del momento. Cada noche, desaparece la electricidad de las solares, pero se reducen también los días y semanas más nublados. La intensidad del viento puede reducirse sustancialmente, durante semanas o meses, en amplias zonas, como ha sucedido este verano de 2021 en el norte de Alemania y en el Mar del Norte, donde Dinamarca, Holanda y Reino Unido cuentan con muy numerosas centrales eólicas, en la costa y en el mar.
Cuando esto sucede, las centrales de respaldo, de gas y carbón, tienen que cubrir el déficit de suministro acelerando su actividad y, en ese caso, hacen frente al dichoso impuesto del carbono, encareciendo –artificialmente- el coste de esa electricidad.
El verdadero objetivo de dicho impuesto es encarecer los combustibles fósiles … y eso es lo que está sucediendo
Este mecanismo del impuesto del carbono, no es ninguna nimiedad. Según la propia UE, “el régimen de comercio de emisiones … es una de las piedras angulares de la política de lucha contra el cambio climático” de la UE.
La finalidad de este sistema lo explicaban así, más abiertamente que la Comisión Europea, unos expertos que participaron en 2019 en un debate en la Universidad de Barcelona:
“La conclusión de los participantes es que la fiscalidad ambiental es un instrumento clave para encarecer, desmotivar y penalizar el uso de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas): una poderosa herramienta que puede ser eficaz para poner coto a emisiones que calientan peligrosamente el planeta” … “Puede ser la espoleta que estimule la transición energética”.
Más claro, imposible. El encarecimiento progresivo del gas natural, el carbón y el petróleo (los combustibles fósiles) en los países de la UE no es accidente casual, temporal, sino un propósito central de la “política de lucha contra el cambio climático” de la UE y de la Comisión Europea.
El gran descontento que se está creando puede hacer tambalearse las políticas climáticas y sus partidos políticos
Desde siempre, desde los años 90, la mayoría de los gobiernos europeos (menos los de Polonia, Hungría, Chequia, Bulgaria …) se habían propuesto que ocurriera este fuerte encarecimiento. Entonces, ¿a qué viene el revuelo actual?
Este creciente alboroto político se debe a que, como al aprendiz de brujo de la película de Walt Disney, la situación se les ha escapado de las manos, y decenas de millones de europeos van a sufrir un brusco empobrecimiento (la pobreza energética), no van a poder pagar las crecientes facturas de la luz y del gas para calentarse este invierno (ni los siguientes) y, un poco antes o un poco después, van a ponerse en marcha en países europeos amplios movimientos populares opuestos a estas perversas políticas. Movimientos de los que el de los chalecos amarillos en Francia a fines de 2018 y comienzos de 2019 suponen un perfecto ejemplo.
Iniciadas estas revueltas ciudadanas, con diferentes formas y con peticiones más o menos confusas al comienzo, finalmente, los partidos políticos convencionales que han protagonizado esta locura, empezarán a sufrir severas pérdidas de votos. Votos que acabarán, en buena parte, en los partidos que se unan al rechazo de dichas políticas.
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