Los españoles no cometieron ningún genocidio americano
Ahora que se aproxima el aniversario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón el 12 de octubre, como cada año se reactivará la corrección política de la izquierda estadounidense que tratará al gran navegante y descubridor como a un genocida. Por ello conviene volver a recordar la verdadera causa de aquellas muertes en masa, que llegaron a liquidar a tribus enteras en Norteamérica y por todo el continente.
Causa que no tiene nada que ver con el comportamiento de los conquistadores españoles, británicos ni franceses, sino con la incapacidad del sistema inmunológico de las tribus nativas de indios para reaccionar eficazmente frente al contagio de las enfermedades infecciosas (sobre todo, la viruela, el sarampión y la gripe) que llevaron con ellos los europeos.
Pero esto no constituyó ningún genocidio americano, como pretende el progresismo y los indigenistas.
La hipócrita decisión adoptada el día 13 de septiembre de 2018 por la californiana Universidad de Stanford de retirar el nombre de Fray Junípero Serra de varias de las instalaciones de su campus (justo al sur de San Francisco), guarda relación con el tema de este artículo, pero se tratará específicamente en uno próximo.
La verdadera razón de la mortandad
El siguiente relato en el principal diario nacional de la derecha estadounidense, el Wall Street Journal, da idea de la gravedad de aquel problema (pero sólo puede accederse al enlace de más abajo por suscripción):
“En 1615 un navío mercante francés se hundió en la costa [atlántica] de Massachusetts. Uno de los cuatro supervivientes estaba enfermo de viruela y la transmitió a la tribu Wampanoag. Las curas tradicionales al uso, tales como hacer sudar al paciente o arroparle, únicamente sirvieron para difundir el virus. A los 20 años, nueve décimas partes de las tribus de Nueva Inglaterra [el 90%] habían desaparecido”.
(Nota: se denomina Nueva Inglaterra al conjunto de 6 de los primeros estados situados al NE del país, al norte de Nueva York, esto es: Connecticut, Rhode Island, Massachusetts, Nuevo Hampshire, Vermont y Maine).
En todo el continente americano, tras los primeros encuentros con los europeos las poblaciones locales quedaban literalmente diezmadas (perecía en torno al 90% de ellas), hasta que varias décadas más tarde, los supervivientes empezaron a desarrollar su sistema inmunológico para hacer frente a las nuevas amenazas sanitarias.
Un artículo del diario de centro-izquierda The Washington Post, al aproximarse el 500 aniversario del descubrimiento (1992), lo explicaba del siguiente modo:
“Las verdaderas riquezas del continente americano resultaron ser las plantas comestibles como el maíz y la patata [procedentes de México y de los Andes, respectivamente], no el oro y la plata, ya que indirectamente hicieron posible el crecimiento de las ciudades europeas y la revolución industrial. Y los verdaderos agentes del genocidio de los indios americanos no fueron los conquistadores de España sino las enfermedades que sin saberlo trajeron con ellos”.
No ha lugar a referirse a genocidio
Nadie de quienes han estudiado este fenómeno niega que las enfermedades importadas involuntariamente fueron, con gran diferencia, el principal motivo de las muertes generalizadas que se produjeron en el conjunto del continente americano cuando sus habitantes originarios entraron en contacto con los europeos.
A pesar de esto, el buenismo de profesores, estudiantes universitarios y periodistas -sobre todo, de izquierda- de EE.UU. hace que cada 12 de octubre se siga invocando “el genocidio americano” o el “genocidio español”, lo que supone una manipulación de la verdad histórica.
Ni españoles, ni británicos, ni franceses difundieron intencionadamente aquellas enfermedades, luego el término “genocidio” resulta totalmente inapropiado, una mentira, acorde con la Leyenda Negra contra España.
Por el contrario, resulta sumamente expresiva de la actitud de fondo que el Reino de España tuvo hacia los indígenas del continente americano el que, nada más ser descubierta en Inglaterra la primera vacuna, contra la viruela, la Corona organizara a toda prisa, en los primeros años del siglo XIX (1803-1806), una expedición naval para aplicarla en sus dominios americanos y para organizar equipos locales que prosiguieran con dicha ejemplar labor durante muchos años. Constituyó la primera campaña sanitaria internacional de gran amplitud.
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Otro artículo sobre este asunto:
España ayudó con celeridad a los colonos e indígenas de sus territorios contra la viruela
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Los tres mundos anteriores al siglo XVI
Hasta el final mismo del siglo XV en el mundo había tres grandes masas de tierra incomunicadas entre ellas:
1) Afroeurasia;
2) el continente americano,
y, 3) Australia.
África, aunque prácticamente separada de Europa y Asia, mantenía una intensa comunicación con aquellos dos continentes, a través del Mediterráneo y por la península del Sinaí. Las enfermedades, por tanto, eran bastante comunes entre estos tres continentes, al transmitirse por humanos y animales en movimiento.
A estos efectos, Afroeurasia es lo que se ha conocido como el Viejo Mundo.
Razones de la elevada resistencia al contagio en el Viejo Mundo
Afroeurasia comprendía las mayores concentraciones de personas: India, China, Mesopotamia, Europa, Egipto …
Por el contrario, en América y Australia la concentración humana era por lo general mucho más baja, con núcleos dispersos de poco tamaño, con la excepción de lo que ahora es Méjico, zonas mayas de Centroamérica y áreas incas de los Andes (principalmente en el actual Perú). Y los poblamientos de los Andes estaban bastante aislados de las otras dos subregiones.
Elevadas concentraciones humanas, ciudades de cierto tamaño -relacionadas entre sí-, incrementaban las posibilidades de contacto con enfermedades de otras personas y de viajeros, desarrollando con el tiempo respuestas inmunológicas de cierta eficacia.
Estas circunstancias son las que predominaban en el Viejo Mundo, tras la expansión de las actividades agrícolas, algunos milenios antes.
Un segundo factor que dejó a los humanos primitivos de América débilmente capacitados para resistir los virus originarios de Europa, fue su escaso contacto con animales domesticados. En Afroeurasia del siglo XVI se había difundido intensamente la ganadería de prácticamente las mismas especies que siguen siendo explotadas en la actualidad: animales vacunos, ovinos, porcinos, aves domésticas, de raza caballar, mular, etc.
Al ser dichos animales domesticados el origen de la mayoría de las enfermedades infecciosas que sufrimos los humanos (en las regiones no tropicales), el estrecho contacto con ellos fue inmunizando en gran medida a los europeos, asiáticos y africanos a lo largo de milenios.
Puede ampliarse el conocimiento sobre esta compleja relación histórica en el Centro Nacional para la Información Biotecnológica (NCBI), que forma parte de la Academia Nacional de las Ciencias (National Academy of Sciences) de EE.UU.
Por las dos anteriores razones, las ¾ partes de las enfermedades infecciosas humanas, de las zonas templadas, se originaron en Afroeurasia.
Condicionantes de una débil respuesta inmunológica en América
En el continente americano, por el contrario, apenas se conocía ni se practicaba la ganadería. El perro era el único animal domesticado presente en casi todas las regiones del continente, pero carece de relevancia para lo que nos ocupa.
De manera muy localizada, había cobayas, llamas y alpacas domesticadas en áreas incas de los Andes (que practicamente no transmitieron enfermedades a los humanos); el pato criollo, en las zonas tropicales, y el pavo en Méjico. El caballo y las mulas fueron introducidos por los españoles en el continente americano desde finales del s. XV, así como los cerdos, ovejas, cabras, vacas, otros mamíferos y aves domésticas.
Fuera de las zonas tropicales (americanas, africanas o asiáticas), los europeos apenas sufrieron graves epidemias en sus viajes por el mundo. Marco Polo no describió grandes mortandades de otros viajeros europeos o de Oriente Medio al llegar a Asia central o China. Tampoco se produjo con los europeos en la India, ni viceversa.
Por su parte, los esclavos negros originarios de África, al llegar a América sobrevivieron con bastante facilidad, aparte de la elevadísima mortandad en los viajes marinos por las pésimas condiciones de higiene en los navíos que los transportaron.
La idílica América precolombina … que no fue tal
Al escuchar las bellísimas historias que los progresistas se han inventado acerca de la vida de los indígenas americanos anteriores a la llegada de los españoles, parecería que hablaran del mismísimo Edén, sin mácula alguna.
Pero si Colón, Hernán Cortés y Pizarro hubieran realizado unas encuestas a las tribus con las que se iban encontrando, salvo las dominantes en cada región, habrían escuchado el deseo de salvarse a toda costa de la muy cruel dominación de, por ejemplo, los mexicas de Moctezuma en Méjico, base del imperio azteca, el más poderoso de todo el continente.
Esclavitud, sacrificios humanos en masa y canibalismo
Además de someterles a una despiadada esclavitud, los mexicas empleaban a las tribus oprimidas para tratar de satisfacer a sus dioses (al tiempo que servía de forma de sojuzgarles) mediante sacrificios humanos en número de varias decenas de miles cada año.
Tampoco hay que olvidar el simpático canibalismo practicado por aquellos “buenos salvajes”, a quienes tanto admiraba el sabio Rousseau y que le sirvieron para sembrar el germen de la futura ideología indigenista, que aún sufrimos.
A estas extendidas prácticas sí que se les podría denominar con propiedad de genocidio americano, pero brillan por su ausencia (o figuran distorsionadas) en los bucólicos relatos de los buenistas estadounidenses y españoles.
Los conquistadores pudieron aliarse con la mayoría indígena sometida por las tribus dominantes
A estas alturas, nadie puede negar que si el denostado Hernán Cortés logró conquistar el imperio azteca (cuyos guerreros sobrepasaban ampliamente los 100.000), con unos 500 hombres (al comienzo, que eran 250 en la batalla final de 1521), fue porque la tribu totonaca y, luego, la tlaxcalteca -y varias otras menores- se aliaron con los españoles para liberarse de la extrema crueldad del sistema de opresión instaurado por los mexicas, que ellos sí que practicaban un genocidio americano.
Es asimismo indudable que la alianza de dichas tribus sometidas con los conquistadores españoles fuese un éxito para ellas.
Desde entonces, por muchas injusticias que han sufrido, sin lugar a dudas, durante cinco siglos nunca han vuelto a estar sojuzgadas con tal crueldad como bajo los buenos salvajes de Moctezuma.
La salud de los indígenas venía deteriorándose mucho antes de la conquista
Por otro parte, el diario radical de izquierda The New York Times, daba cuenta en octubre de 2002 de un extenso estudio (de 12.500 esqueletos, de hasta 7.000 años de antigüedad) que mostraba que las condiciones sanitarias entre las poblaciones indígenas de América venían deteriorándose desde hacía 1.000 años antes de la llegada de Cristóbal Colón.
Aquel periodista añadía que “Este estudio debe subsanar la idea erróneamente extendida de que el Nuevo Mundo permanecía prácticamente libre de enfermedades antes de 1492”.
Uno de los autores del estudio, afirmaba que “la sorpresa … [había sido] que los precolombinos no estaban mejor alimentados ni disfrutaban de mejor salud” que sus descendientes posteriores a 1492.
Para otros autores del estudio, la vida media de los indígenas precolombinos raramente excedería la edad de 35 años.
Cómo acabaron los indígenas bajo los españoles y los estadounidenses
Los creyentes de la corrección política de EE.UU. (y de España) siguen tratando de rescatar el concepto de “genocidio español”, respecto a Méjico, por ejemplo.
Extraño genocidio americano el que, tras casi 300 años de dominación española (1521 a 1810) sobre Méjico, dejó a habitantes indígenas que suponían entre el 50% y el 60% del total, y alrededor del 21% de población mestiza (mezcla de europea e indígena). Porcentajes referidos a 1810, año del comienzo de la lucha mejicana por su independencia, que solo alcanzaron plenamente en 1821, a pesar de que España había estado invadida por Napoleón un lustro (1808 – 1813).
Muy al contrario que los españoles, la nación estadounidense, dirigida principalmente por descendientes de británicos, no dejó a un solo indígena en los 3.000 km. de la costa atlántica del país y en una franja de unos 1.000 km hacia el interior. ¿Cómo se atreven los estadounidenses a acusar a los españoles del crimen que sus antepasados sí que cometieron en su tierra?
El verdadero genocidio americano
A mediados del s. XIX, poco más de 66 años tras la Declaración de Independencia, de 1776, los supervivientes de las últimas tribus indias de Florida fueron obligadas a trasladarse a miles de km. de distancia, al Midwest: actuales estados de Oklahoma, Kansas y otros más al norte, a los que se denominó “Territorios Indios”.
Esta política general de traslados hacia el lejano centro del país, se aceleró tras la aprobación en mayo de 1830 de una ley (la Indian Removal Act), promovida por el Presidente Andrew Jackson, a quien puede considerarse uno de los fundadores del Partido Demócrata, en 1828.
El Presidente Jackson (1829 – 1837) destaca como el dirigente de EE.UU. que más atropellos cometió contra los indios desde la Casa Blanca. Y en los quince anteriores años, sobresalió también por haber sometido a los indios (situados aún al este del rio Misisipi) a unos procedimientos de combate y hostigamiento crueles al frente de milicias ciudadanas y, a veces, de fuerzas militares federales convencionales. Mujeres, niños y ancianos no se salvaron de su dudosa profesionalidad castrense.
¿Cómo se atreven los descendientes de Andrew Jackson y de sus milicias a achacar a los españoles el verdadero genocidio americano?
He leido dlvarios articulos que tratan de justificar el genicidio de España, Francia y Gran Bretaña realizado en la America, y afirmando que Colon fue su descubridor pero ninguno tan bajo y ruin como el presente articulo.
Estimado Sr. Alipio:
Veo que Vd. es una de esas personas a quien no le gusta que los datos reales le estropeen sus prejuicios ideológicos basados, en este caso, en una irreal obcecación sobre el genocidio de los españoles. Si Vd. no quiere distinguir entre efectos saniarios adversos -la transmisión de enfermedades infeccionsas- y la eliminación deliberada de los indios -lo que constituiría un genocidio, allá Vd. con su irracionalidad.
Gustavo Jaso