“Auténtica chapuza en Alemania”. Der Spiegel. 06-05-2019
Si Alemania recorta sus políticas climáticas y la transición ecológica
Tras repasar el surgimiento del actual movimiento ecologista radical, el veterano periodista y editor canadiense Conrad Black considera el vuelco histórico que podría producirse en los próximos meses en la posición del Estado alemán respecto a las políticas climáticas que ha venido practicando: la Energiewende, transición ecológica. Pinchando aquí, accederá a extractos reproducidos por la británica GWPF.
El empresario canadiense Conrad Black, de 76 años de edad, ha sido editor de varios diarios conservadores en su país, en Reino Unido (como el The Telegraph) y del Jerusalem Post en Israel. Nacionalizado británico, accedió a la posición de miembro de la Cámara de los Lores.
El 8 de mayo, Black publicó un interesante artículo en el histórico diario The New York Sun, que desde 2009 únicamente aparece en su versión digital. Por aquí accederá a la versión completa del artículo.
A continuación, reproduzco extractos traducidos de dicho artículo.
[Nota: los textos aclaratorios entre corchetes, las negritas y los posibles errores de traducción, son míos]
Al final del todo, añado una breve explicación sobre las dificultades y contradicciones que está teniendo la transición ecológica en Alemania, la Energiewende, y sobre el accidente nuclear de Fukushima, en 2011.
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Formación de la alianza de fuerzas ecologistas y de izquierda
“Fueron organizaciones de Naciones Unidas [IPCC, UNFCCC, UNEP …] las que [en su día], inspiradas por prejuicios [ideológicos, antioccidentales] semejantes a los que recientemente han desacreditado a la OMS (Organización Mundial de la Salud), gestaron la [teoría del] calentamiento global”.
“[La crisis del] Coronavirus está teniendo, al menos, el beneficio no previsto de dejar en un segundo plano y reducir las tediosas protestas contra el cambio climático … Si una crisis [global] es suficientemente seria, la opinión pública apenas logra preocuparse de más de una amenaza en cada momento …”
“Es cierto que los climatólogos suelen opinar que están sucediendo cosas inusuales en el clima [global], pero no está ni remotamente claro que esto se sitúe más allá de las variaciones de los ciclos normales de la temperatura mundial, ni si eso sucede por influencia de la actividad humana …”
“El conjunto de la alianza de profesores universitarios y de pensadores que llegaron a desconfiar [del objetivo] del crecimiento económico, se fundieron con un amplio espectro de ecologistas. Esto supuso que [personajes] del Club de Roma, e incluso los seguidores del [economista canadiense, de los años 50 a 80] Johun Kenneth Galbraith … hicieran causa común con [poderosas organizaciones ecologistas, como] Sierra Club y Greenpeace, y con quienes observan las aves, se oponen a la caza de animales y [estudian y] coleccionan mariposas”.
“Lo que hizo arrancar esta alianza [que en EE.UU., llaman también una “coalición”] y … la convirtió en un ariete contra los sectores agrario e industrial [de las economías nacionales] fue la adhesión espontánea y abrumadora de la izquierda internacional”.
Tras la desintegración de la URSS la izquierda improvisó
“La izquierda improvisó, de manera ingeniosa, tras el colapso del comunismo internacional, el fin de la Guerra Fría, la desintegración de la Unión Soviética y la conversión de la República Popular China a las bondades del crecimiento económico”.
“La izquierda comprendió que el modo más efectivo de obstruir el capitalismo no era [ya] mediante la subversión revolucionaria de los Estados occidentales o de los países en vías de desarrollo (aunque algo de eso hubo, particularmente en América Latina), sino por medio de un movimiento aparentemente apolítico que [sin embargo] asaltaba el capitalismo bajo la tapadera de “Salvar el Planeta”, convirtiéndolo en un feliz santuario natural …”
“India, emulando a China, persigue el crecimiento económico. Chinos e indios representan el 40% de la población mundial, y ni China ni India ni Rusia, ni casi ningún otro país fuera de Europa Occidental, Norteamérica y Australasia, prestan ninguna atención a los fanáticos del cambio climático …”.
Alemania, “penoso e inerme gigante”, podría dar un vuelco a sus políticas climáticas
“Alemania es la mayor potencia de Europa y, junto a EE.UU. y China, debería ser una de las grandes potencias del mundo. Pero, por complicadas razones [históricas] …, todavía está sumida en el sonambulismo político, aliada con todo el mundo …”, [incluida Rusia. GJ]
“El Estado cuyo militarismo aterrorizó, intermitentemente, al mundo entre 1871 [creación del imperio alemán, tras la unificación, que duró casi medio siglo, hasta 1918] y 1945 [fin de la Segunda Guerra Mundial], se ha convertido en un muñeco de peluche de centro-izquierda, en un país que está cerrando sus eficientes y avanzadas centrales nucleares y se está convirtiendo a sí mismo en un Estado energéticamente dependiente [del gas natural] de la desvencijada Rusia del Presidente Putin …”
“La poderosa Alemania, el país de Bismark, Adenauer y Helmut Kohl, de la cultura de Goethe, Beethoven y Thomas Mann, habiéndose convertido –según la expresión admonitoria de Richard Nixon- en un ¨penoso e inerme gigante¨, está finalmente flirteando con la idea de que no puede permitirse por más tiempo infligirse heridas [con las políticas] verdes”.
“Si Alemania altera su trayectoria en las políticas climáticas, [el resto de] Europa le seguirá, y el conjunto del movimiento en pro de la desindustrialización, habría finalizado”.
(Fin de la traducción de pasajes del artículo)
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Trascendental polémica interna en la Unión Cristiana Demócrata (CDU) de Alemania
Cuando el editor canadiense Conrad Black se refiere a que Alemania “está finalmente flirteando con la idea de que no puede permitirse por más tiempo infligirse heridas [con las políticas] verdes”, está dando por conocidos recientes sucesos que están teniendo lugar en el interior del partido CDU/CSU (Unión Cristiano Demócrata, y su partido hermano, el bávaro Unión Social Cristiana). En España, como de costumbre, dicho debate interno apenas ha trascendido, por lo que lo resumo a continuación.
Anteayer, día 10 de mayo, trascendió en la prensa alemana el último episodio de esta polémica en el seno del partido alemán de centro-derecha, que la Canciller Merkel ha desplazado sistemáticamente hacia el centro-centro o el centro-izquierda, perdiendo en este viaje buena parte de sus votantes.
El diario Deutschland Today desvelaba que mientras “en su reciente discurso en el Diálogo Petersberg sobre el Clima [la Canciller] Angela Merkel apoyó [que se adopten] los objetivos [de más recortes de las emisiones de CO2] que la Comisión Europea está proponiendo para 2030 … el grupo parlamentario CDU/CSU en el Bundestag [el parlamento alemán] está criticando estos mismos [nuevos] objetivos” para 2030.
La UE ya adoptó hace tiempo, unilateralmente (no dentro de una negociación internacional), su compromiso político de suprimir el 40% de sus emisiones de CO2 en el año 2030 (en relación a 1990), lo que constituye un monumental disparate. Se profundizaría la desindustrialización de Europa y el estancamiento, en tasas muy bajas, de su crecimiento económico durante esta década que comienza.
Ahora, la Comisión Europea –dentro de su propuesta de paquete de Pacto Verde [European Green Deal], aún no aprobado- plantea que en dicho año se fuerce una reducción de entre el 50% y el 55%. Esto es lo que está siendo objeto de debate en la CDU/CSU.
No obstaculizar la recuperación económica con nuevas reglamentaciones
Por su parte, el diario digital de Bruselas sobre noticias de la UE, EuroActiv (partidario de las políticas climáticas), recogía ayer extractos del borrador de declaración preparado por el grupo parlamentario CDU/CSU: “La crisis sanitaria ha modificado considerablemente la situación económica de los empleados y de las empresas, en nuestro país y en Europa”. El propósito es evitar “cuanto sea posible [nuevas] cargas sobre los empleados y las compañías, [incorporadas] en [nuevas] leyes y reglamentaciones”.
El grupo parlamentario conservador en el parlamento de Berlín añadía que el Nuevo Pacto Verde Europeo debe ahora “ser diseñado de tal manera que no haga peligrar, sino que refuerce la gestión de la [crisis derivada de la] pandemia del Coronavirus”.
Como ya expuse en un artículo de abril, Alemania es el único de los grandes países europeos (junto con Italia) que conserva un considerable sector industrial: el 18,5% del empleo total en Alemania, en 2018 y del 16,8% en Italia. Los demás (Francia, Reino Unido y España) están ya en torno a un escuálido 10%.
Como no puede haber recorte sustancial de las emisiones de CO2 sin desindustrializar un país, Alemania sufriría en esta década una paralización económica mayor que las demás grandes economías de la UE.
Muy improbable acuerdo sobre el reparto de la desindustrialización entre los países EU
Es por ello, que lo que el grupo CDU/CSU está demandando es que “Nuestros socios europeos deben contribuir al objetivo [de recortes] climáticos con esfuerzos equiparables” a los que Alemania soportaría.
Pero, la posibilidad de que Polonia. Chequia, Hungría y otros países de Europa central acepten incrementar su desindustrialización, es prácticamente cero … afortunadamente.
La cuadratura del círculo, que a menudo se logra en el seno de la UE (con compensaciones cruzadas en favor de los países que acepten sacrificios en algún campo), esta vez parece casi del todo imposible. Es en junio, esto es en tan sólo 30 días, cuando debería aprobarse este asunto, si es que encuentran una solución viable políticamente.
De no alcanzarse el equilibrio milagroso entre Estados, en junio se producirá un sonoro bloqueo en la UE y, por primera vez en décadas, fracasará una de las grandes propuestas climáticas de la Comisión Europea y de los Estados de Europa occidental.
El probable fracaso de la transición ecológica en Alemania del que informaba Der Spiegel en mayo de 2019
El amplio informe que publicaba el conocido semanario Der Spiegel, hace justo doce meses, en el ejemplar cuya portada he colocado en la cabecera de mi artículo, puede consultarse libremente en este enlace, en su versión inglesa (aunque contiene algunos errores de traducción). El título de este reportaje es “Auténtica chapuza en Alemania” (A Botched Job in Germany). Su subtítulo: “La transición energética en peligro de malograrse”.
Lo que en España se denomina transición ecológica, en Alemania recibe el nombre de transición energética: Energiewende. Allí, fue aprobada en el otoño de 2011 por el Gobierno de Angela Merkel, con el Partido Liberal, en el que no participaba el Partido Socialdemócrata.
El accidente en Fukushima y la decisión de Angela Merkel
Entre otras muchas drásticas medidas, se decidió cerrar –progresivamente- todas las excelentes centrales nucleares de Alemania (17; el 13% de la electricidad total, en 2016), con el pretexto del accidente en Fukushima, a pesar de que nunca había habido ningún accidente serio en el país. Tampoco había muerto ningún trabajador de las centrales alemanas, en más de 40 años (desde 1969) de funcionamiento, esto es, unos 600 año de vida de una central nuclear. ¿No es esto seguridad suficiente?
La irresponsabilidad y demagogia de Angela Merkel en esta decisión, pasará a los libros de historia.
El 11 de marzo de 2011 se produjo un tsunami en Japón, que ocasionó una explosión química (no nuclear, porque es totalmente imposible) en la central de Fukushima. Ni una sola persona murió, ni nadie estuvo gravemente enfermo, por efectos de la radicación que escapó de la central, ni entre los trabajadores de la planta, ni entre el público en general, hasta mayo de 2013, fecha del informe. (Ver pág. 11, párrafo 38, del informe de la Comisión Científica ad-hoc de NNUU, de 2013, al que se accede desde el enlace de arriba)
Sin embargo, unas 18.300 personas perecieron por el tsunami propiamente dicho, según cifras de la Policía Nacional japonesa, entre muertos y desaparecidos. Pero la propaganda ecologista habló durante años de muertos por el accidente nuclear y eso es lo que todo el mundo piensa que pasó. Una nueva –y exitosa- campaña de mentiras y manipulación de Greenpeace, Amigos de la Tierra, etc.
Los 160.000 millones de euros y los temores del presidente de Alemania
El informe del semanario Der Spiegel parte de una constatación: la inmensa cifra de dinero que Alemania está dedicando a este objetivo. Según “El Tribunal Federal de Cuentas … la transición energética ha costado, por lo menos, 160.000 millones de euros durante los pasados 5 años [2014 – 2018]”.
Con una población de 82,8 millones de habitantes (en 2018), la anterior cifra equivale a 386 euros por persona, cada uno de aquellos 5 años o 1.546 euros por familia de cuatro miembros, por año. Esto mide el coste de la transformación del sistema, no la factura eléctrica de cada familia.
Según sabe todo el mundo, lo que queda por hacer hoy en día en esta carrera hacia la ruina, es muchísimo más de lo ya avanzado. Dicho de otro modo, la inmensa mayoría del coste de la transición ecológica está aún por llegar, en esta nueva etapa.
Según Der Spiegel, Kay Scheller, el Presidente de la República Alemana, dijo en otoño de 2018 que “el esfuerzo [que ha hecho la sociedad] resulta desproporcionadamente duro en comparación con los mediocres preparativos” [que había hecho el Estado para manejar tan ingente labor].
De acuerdo al semanario alemán, “el Presidente Scheller incluso atisba el riesgo de que los ciudadanos podrían perder pronto la confianza en la acción [de las autoridades] públicas, por esta metedura de pata [blunder, en inglés] desde las más altas esferas” del poder nacional, en alusión a los importantes errores que se están cometiendo en una cuestión tan relevante para ellos y tan costoso.
Antecedente en Francia de una revuelta ciudadana rural
Preocupación política, del presidente de Alemania, -añado yo- que adquiere toda su gravedad y sentido ante la gran revuelta ciudadana que se produjo en Francia bajo la denominación del movimiento de los “chalecos amarillos”, entre noviembre de 2018 y abril de 2019. El detonante de estas protestas no fue otro que el intento del gobierno Macron de aumentar el impuesto ecológico sobre los carburantes (gasóleo y gasolina), lo que supone una carga muy inferior a la repercusión de la Energiewende sobre los alemanes.
Complejidad e ineficacia de un sistema eléctrico basado en las renovables
Continúa Der Spiegel: “La Energiewende, el mayor proyecto político [nacional] desde la reunificación [de las dos Alemanias, a partir de julio de 1990], está en riesgo de fracasar …”
“Las encuestas muestran que la gran idea de la transición energética está desembocando en una gran frustración [de la sociedad alemana]”.
A pesar de semejante gasto y esfuerzos, por parte de una organización como las administraciones públicas de Alemania, los redactores del informe de Der Spiegel (convencidos ecologistas) reconocen que “las emisiones de CO2 [sólo] han descendido [en Alemania] de manera insignificante durante la década [de los años 2010]”.
“Ahora, el cambio del sistema [energético y de todo lo demás] se ha quedado atascado a mitad de camino. La expansión de los huertos [sic] eólicos y de las centrales solares [fotovoltaicas] ya no progresan. Hay una carencia de todo: de redes eléctricas [para el transporte de electricidad a largas distancia], de sistemas de almacenamiento [especialmente críticos, por el carácter intermitente de las renovables] y, sobre todo, de voluntad política y capacidad de gestión”.
El atraso de la expansión de la red eléctrica alemana
“Hace más de diez años [2008], el gobierno federal decidió construir rápidamente líneas de transporte eléctrico; se calculó que eran necesarios 7.700 km [adicionales] para el conjunto del país. De ellos, [hasta fines de 2018] solo se han realizado 950 km. [Por ejemplo] En 2017, se completaron 30 kilómetros en todo el territorio nacional”.
Y estamos hablando de una de las tres naciones del mundo que dispone de mayor capacidad tecnológica, industrial y administrativa del mundo.
Situación del plan de expansión de la red eléctrica nacional de Alemania.
De 2008 a finales de 2018
Azul claro = Realizado. Naranja = En construcción. Azul obscuro = Aprobado, pero no en ejecución.
Las zonas más ventosas del país se encuentran al norte; además, en las costas del Mar del Norte y del Báltico se han levantado grandes plantas eólicas off-shore. Las actividades industriales, sin embargo, están localizadas en el centro y sur de Alemania.
Emplazamiento de plantas eólicas (2007). Alemania
Resistencia ciudadana y lenta tramitación de los proyectos
Las causas de aquel tremendo retraso en la instalación de las nuevas redes eléctricas, lo que ya ha creado grandes cuellos de botella en el trasporte de electricidad hacia el sur, pueden agruparse en dos conceptos:
1) Resistencia de la población rural.
2) Gran lentitud de la tramitación administrativa de los proyectos, entre otros motivos por una excesiva legislación medioambiental.
En España los medios de comunicación no hablan apenas de la considerable resistencia que ya existe en Alemania contra la rampante y generalizada contaminación paisajística de los altísimos aerogeneradores eólicos (de hasta 100 metros, lo que equivale a un edificio de 30 pisos, y ¡los llaman “granjas eólicas”!) y de las grandes torres de los tendidos eléctricos, pero existe. Como dicen en España los gallegos: “haberlas haylas” (la resistencia), como las brujas.
En palabras del Der Spiegel, “los políticos temen la resistencia de los ciudadanos contra las torres [y los aerogeneradores]. Porque por casi todos los lugares donde se vayan a construir nuevos tendidos eléctricos o grandes aerogeneradores, aparece la resistencia. [Por ello] Los gobernantes decidieron enterrar gran parte de los cables para el transporte eléctrico, lo que resulta varias veces más caro y conlleva mucho más tiempo [para su construcción]”.
Respecto a la tramitación administrativa, “En el pasado transcurrían menos de 40 meses desde la adjudicación de un proyecto hasta su puesta en explotación. En la actualidad, los operadores saben que, por lo menos, pasarán 60 meses [esto es, 5 años]”. Estos plazos corresponden a las plantas eólicas, pero el alargamiento también se ha producido para los tendidos eléctricos.
Los motivos de esto, son varios y complejos. Pero una de las razones relevantes es la excesiva profundidad y amplitud establecida para los estudios de impacto ambiental (EIA).
Ni las centrales nucleares ni las de combustibles fósiles ocasionan esos problemas
A) Las centrales térmicas de gas natural o carbón, y las nucleares, evitan casi en su totalidad aquellos ingentes inconvenientes que está acarreando en Alemania la multiplicación de los aerogeneradores: construcción de larguísimas redes de transporte de electricidad, de alta tensión, de un extremo al otro del país.
Sencillamente, aquellas centrales convencionales se emplazan bastante cerca de los grandes centros de consumo de electricidad. Se alejan algo, sólo por razones de seguridad y para que su producción de contaminantes-de-verdad (no el CO2, que no lo es) afecten menos a la población. Digamos, entre 40 km y 90 km. En el caso de Alemania, los principales centros de consumo eléctrico se encuentran en el centro y sur del país
Por el contrario, entre Stuttgart (donde se encuentran las sedes y fábricas de Mercedes Benz, Robert Bosch, Porsche …) y la costa del Mar del Norte (donde están instalando –carísimas- centrales eólicas off-shore), hay más de 700 km de distancia. Lo mismo sucede con las off-shore en el Mar Báltico.
Los costes ocultos de las renovables, no se contabilizan
B) De acuerdo a las normas que se han convertido en dominantes en Occidente para calcular los costes de las energías renovables (y de las convencionales), que se denominan “costes normalizados” (LCOE), ni uno sólo de aquellos 160.000 millones de euros figuran –oficialmente- como coste de la energía eólica en Alemania.
Estos son unos de los costes ocultos del uso de renovables, concretamente los llamados “costes de enlace” o grid costs, como expuse con algún detalle en mi artículo de abril de 2019.
Hay otros dos tipos de costes ocultos de las renovables:
i) Costes de las centrales de respaldo (de gas natural o carbón), que tienen que estar siempre disponibles dada la intermitencia e imposible control sobre cuando producen las renovables, y
ii) Las descomunales e interminables subvenciones públicas. Tampoco se cuenta ni uno de sus euros como coste de las renovables. Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA, en inglés) –cuyos dirigentes y empleados son en su gran mayoría convencidos del credo del cambio climático-, en 2018 se concedieron –no menos de- 000 millones de US$, en su inmensa mayoría en los países occidentales.
También en EE.UU. los estudios de impacto ambiental obstaculizan innecesariamente casi todas las obras públicas
En EE.UU. viene sucediendo algo parecido, con su repercusión en los costes y en el alargamiento del tiempo de tramitación, ante lo que la Administración Trump acaba de emprender en enero de 2020 la que quizá sea una de las “medidas de liberalización económica más relevante de su mandato” [de Trump], en palabras del Secretario del Interior en la actualidad, David Bernhardt.
Como dije en mi artículo de enero, “Aquellos estudios de impacto ambiental son imprescindibles para obtener la autorización para la construcción de carreteras y puentes, ampliación de aeropuertos, líneas ferroviarias y de tranvías urbanos. También para el tendido de oleoductos y la apertura de nuevas minas”. La instalación de nuevos tendidos eléctricos, también están comprendidos.
Continúo con mi artículo: “Siguiendo el editorial del Wall Street Journal, “Uno de los elementos destacados [de la reforma] es que el proceso [para los estudios EIA] quedaría sometido a [ciertas] limitaciones: dos años y [una extensión de] 300 páginas para un estudio completo de impacto ambiental; un año y 75 páginas, para un estudio de menor alcance””.
Hasta hoy en día, en EE.UU., por término medio la elaboración de los estudios de impacto ambiental (EIA) para los grandes proyectos ha llevado 6,5 años. En la mayoría de los proyectos, la extensión de los EIA se contaba por muchos cientos de páginas e incluso varios miles de ellas.
“Esta medida de liberalización, forma parte de la política general de reducir el intervencionismo público en la actividad económica que Donald Trump puso en marcha desde que llegó a la Casa Blanca”.
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