Probable victoria de Trump en las elecciones del 3 de noviembre
Tras prácticamente cuatro años de funcionamiento de la Administración Donald Trump, existen más que elementos de peso para hacer un balance de su gobernación. Más allá de la perplejidad que –a todos- nos produjo su victoria de noviembre de 2016, trascendiendo de las mil anécdotas (a menudo desagradables) que –inevitablemente- ha producido el presidente menos convencional en más de un siglo, es obligado formular un juicio de lo que este personaje outsider realmente ha puesto en marcha, evitando que la hojarasca nos impida ver el bosque, esto es, nos impida ver su acción de gobierno durante cuatro años.
La izquierda, y los abundantes tontos útiles de la derecha –como, por ejemplo, acabamos de ver en España con la infamia cometida ayer por el Partido Popular en nuestro parlamento nacional- se empeñan en limitar la discusión electoral en EE.UU. al personaje Donald Trump. Y, como dice nuestro refranero, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Pero lo decisivo de un gobernante no es lo que dice, o tuitea -con ser eso importante-, sino lo que hace con el poder que ostenta. Es aquí adonde hay que llevar la discusión.
Trump “Provocará la mayor ruina económica de EE.UU.” ¿No se habrán olvidado Vds. de la sabia previsión de la prensa izquierdista estadounidense y del Partido Demócrata, ante la victoria de Trump? Ahora resulta incuestionable que el nuevo presidente ha logrado justo lo contrario, llevar la tasa nacional de desempleo al envidiable 3,5%, lo que no sucedía desde hace 50 años.
Trump es una irresponsable en quien no se puede confiar como comandante en jefe
“Nos meterá en cualquier aventura militar, equivocada, que hundirá nuestro país”. Otro gran acierto de los agoreros y manipuladores progresistas. Hay que retroceder muchos años para encontrar un periodo de tiempo con una menor intervención estadounidense en el exterior, que bajo Donald Trump, durante su primer mandato.
Cuando Trump ha echado un pulso a alguna de las potencias enemigas, como la República Islámica de Irán, justo a comienzos de este año, ha logrado evitar un enfrentamiento militar abierto, al tiempo que conseguía los objetivos diplomáticos que se había propuesto.
Si acaso, a Trump se le podría criticar una excesiva retirada de fuerzas del nuevo teatro bélico de Siria –dejando un excesivo margen de actuación a Rusia en Oriente Medio- y, también, de los conflictos clásicos e inacabados: Irak y Afganistán.
Supuesta amenaza autoritaria a las libertades
Trump “Destruirá nuestro sistema de libertades y lo reemplazará por prácticas dictatoriales”.
Uno de los rasgos distintivos de los déspotas populistas (¡hasta la excelente fundación conservadora española FAES llegó a comparar a Donald Trump con Perón y Vladimir Putin!) es que aprovechan cualquier oportunidad para centralizar el poder político y económico en sus manos.
Pues bien, nuevamente, el Presidente Trump ha promovido, deliberadamente, el proceso inverso:
1) la extensión de las atribuciones de los estados frente al poder federal de Washington, impulsando el llamado federalismo. No ha habido una ley general de descentralización territorial, sino multitud de decisiones de los departamentos (ministerios) y de las poderosas agencias federales, en aquella dirección;
2) ha devuelto recursos (dinero, de impuestos federales) y campos de actuación al sector privado de la economía y a los consumidores, mediante la gran reducción de los impuestos y la liberalización económica (deregulation) de multitud de actividades, restringiendo el intervencionismo que practicó Barack Obama de un modo abusivo, como suele hacer la izquierda …
En definitiva, el presidente supuestamente populista ha reducido el poder federal, central, el que él ha dirigido hasta ahora, como expliqué en mi artículo de agosto de 2018.
¿Retroceso de conquistas sociales o corrección de abusos?
El nuevo presidente, decían también los medios y los profesores universitarios progresistas a finales de 2016, “echará marcha atrás los grandes logros sociales (“culturales”, los llaman allí) de las pasadas décadas”.
Pues, en esto, sí que tenían razón, pero malinterpretaban su verdadero significado.
Lo que para la progresía son “logros sociales” para una gran parte de la sociedad estadounidense –que llevó a Donald Trump al poder en una muestra de rechazo a la pasada evolución social- suponen atropellos, abusos de poder, recortes de libertades esenciales (como la libertad religiosa) y transformaciones sociales contraproducentes, que han estado degradando y envileciendo el país.
El presidente saliente, Barack Obama, había convalidado repetidamente esta interpretación, durante la campaña.
Unos días después de la elección de Donald Trump el 8 de noviembre de 2016, yo recordaba que “El propio Barack Obama viene diciéndonos desde hace meses el significado que para él tendría una hipotética victoria de Trump … Los ciudadanos del país estarían expresando un rechazo global a los ocho años [de Obama] en la Casa Blanca”.
Eso fue lo que sucedió. Con ello, Trump obtuvo un mandato ciudadano para aplicar su programa de corrección de los desatinos e insensateces progresistas del anterior cuarto de siglo.
Y uno de los principales aspectos repudiados por los votantes, había sido la tiranía de lo políticamente correcto, que Barack Obama había llevado a un extremo nunca antes padecido.
Yo rememoraba entonces, que “la columnista del WSJ, Peggy Noonan, [que durante los 80s redactó discursos a Ronald Reagan], había declarado antes de las elecciones de 2016 que ¨durante el pasado cuarto de siglo [desde comienzos de los 90s] nadie en nuestro país se ha librado de ser reprobado o humillado alguna vez por usar un concepto equivocado o por tener ideas consideradas inapropiadas¨”.
Se ha ido cercenando la libertad de expresión al someterla al pensamiento único
La libertad de expresión en EE.UU. –y la libertad de pensamiento en sus universidades- había ido siendo restringida a medida que se iban imponiendo a partir de los años 90 las teorías y planteamientos del feminismo radical, del “derecho al aborto”, la ideología de género, el laicismo intransigente (enemigo de la libertad religiosa), el indigenismo antioccidental, la denominada justicia racial (hostil a los ciudadanos blancos y a los Padres Fundadores de EE.UU.) y otros movimientos progresistas, como las únicas teorías aceptables, como un pensamiento único que negaba cualquier intento de disidencia intelectual.
Efectivamente, el recién elegido Presidente Trump –a pesar de haber tenido una vida personal no muy ejemplar- deseaba firmemente “echar para atrás” todo lo anterior, corregir esos desaguisados izquierdistas.
Dicho de otro modo, el candidato Trump se ofreció claramente a los votantes no de izquierda para poner coto y revertir el gran ciclo histórico de los excesos progresistas estadounidenses del anterior cuarto de siglo. Ninguno de los otros muchos precandidatos republicanos de 2016, ni siquiera Jeb Bush (hijo y hermano de presidentes), representaban una oferta semejante y los votantes de las primarias republicanas se inclinaron –acertadamente- por Trump, haciéndole el candidato oficial del partido.
Por eso, por ejemplo, Trump se comprometió públicamente durante la campaña electoral a proponer jueces conservadores, opuestos al “derecho al aborto”, cuando se produjeran vacantes en el Tribunal Supremo. Las encuestas a pie de urna (exit polls), la tarde electoral, mostraron que ese decidido compromiso ganó el voto de muchos ciudadanos que habían permanecido indecisos ante el candidato Donald Trump.
Y el Presidente Trump ha cumplido sus compromisos electorales
¿Por qué todavía muchos de los políticos y periodistas conservadores de Europa siguen sin querer comprender el éxito electoral de Trump en 2016 y el gran apego hacia él –ahora- de un amplio sector de la población de EE.UU.?
Las decenas de millones de votantes de Trump querían un líder para “parar los pies” a la izquierda radicalizada y recuperar la defensa de los valores que han definido a Estados Unidos desde hace siglos, así como para activar la economía y reducir el desempleo. Donald Trump, un personaje atípico y claramente mejorable en sus formas y modales, prometió hacerlo y, cuatro años después, es innegable que ha cumplido lo prometido en la campaña.
Hasta la irrupción del Covid-19, en marzo de este año, la economía estadounidense crecía con vigor, elevaba la productividad media, lo que permitió que aumentaran los salarios de trabajadores manuales y de personas que suelen estar en paro.
A pesar del gran parón provocado por los confinamientos de marzo y abril, desde el mes de mayo está en marcha una intensa recuperación económica que, por otra parte, sería de gran ayuda al candidato Joe Biden si llegase a la presidencia.
Mejora de los trabajadores negros
Los trabajadores de raza negra y los de origen hispano han disfrutado de los niveles de desempleo más bajos en muchas décadas. Según un informe del Wall Street Journal (WSJ), basado en los datos del Bureau of Labor Statistics (BLS), “la tasa de desempleo entre la población negra ha caído por debajo del 6% [los pasados años], lo que no sucedía desde 1972”.
Además, el nivel de vida de la comunidad negra de EE.UU. ha mejorado sensiblemente. Según aquel mismo informe, “El índice de pobreza entre los ciudadanos negros cayó por debajo del 20% [estos pasados años], por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial”.
Extraños resultados para un presidente al que se acusa sistemáticamente de racista. Yo pensaba que racista es aquel que quiere perjudicar a los ciudadanos de raza negra, no quien les beneficia.
En tan sólo tres años Trump ha logrado casi recuperar la potencia militar del país, que Barack Obama había dejado debilitarse gravemente. Al finalizar sus ocho años, el gasto en defensa de Obama había descendido un 20%, en términos reales.
Según la oficina OMB de la Casa Blanca (ver el Table 3.2), en el año fiscal (FY) 2020 (finalizado este 31 de septiembre) el gasto estimado fue de 724,5 miles de millones de dólares, frente a los 598,7 m.m. $ de gasto realizado en el FY2017: esto supone un aumento del 21%, en tres años. Para el FY2021, cuyo presupuesto de defensa ya está aprobado (767,1 m.m.$), supondría un nuevo incremento, del 5,9% respecto al del año anterior.
EE.UU. primer productor mundial de petróleo y gas
Cuando a la inventiva del sector privado de los hidrocarburos se ha sumado el apoyo decidido de la Administración Trump, el resultado ha sido la conversión de EE.UU. en el mayor productor de energía del mundo desde finales de 2018, por delante de Arabia Saudí y Rusia.
Este fortalecimiento del sector energético, gracias a la fracturación hidráulica o fracking, ha proporcionado a EE.UU. una casi total independencia energética y unos precios bajísimos de estos dos combustibles. En EE.UU. el precio del gas natural es unas 3 veces inferior al vigente en los países europeos. Además, EE.UU. ha logrado una influencia considerable sobre los mercados internacionales, debilitando al cartel de la OPEP.
Por otro lado, este sector proporciona 9,8 millones de empleos, altamente retribuidos; esto supone el 5,6% del total nacional de empleos.
Como comparación, en España, en 2018, el empleo en el muy importante sector del automóvil (incluida la venta y reparación), 575.500 personas, no alcanzó el 3% del total (19,56 millones).
El futuro de los hidrocarburos en EE.UU. depende totalmente del resultado de las presentes elecciones. Joe Biden y el Partido Demócrata son partidarios de dejar estos valiosos recursos bajo tierra, para salvar no sé qué planeta …
Éxitos en la lucha antiterrorista internacional
La Administración Trump, que tomó posesión en enero de 2017, para octubre de ese año había casi liquidado el autodenominado Califato, que ocupaba extensísimos territorios en Siria y en Irak. En octubre 2017 yo escribí que “En la actualidad, el Estado Islámico (conocido como ISIS o Daesh) ha pasado a controlar apenas el 20% del territorio bajo su poder a mediados de 2015, momento de máxima expansión del autoproclamado Califato Islámico”.
A “comienzos de 2016 casi 6 millones de personas, en Siria e Irak, habían quedado bajo su control, ocupando gran parte de las orillas densamente pobladas del río Eúfrates” … “Esta situación –de millones de personas sometidas durante años a una organización terrorista- no se había dado nunca en el mundo moderno”.
Naturalmente, a lo largo de 2016 –bajo Obama- las tropas americanas ya combatieron al ISIS, pero fue en 2017 –con Trump- cuando se recuperaron las dos grandes ciudades: Mosul (1,8 millones) en Irak y Raqqa (220.000 habitantes) en Siria, en julio y octubre respectivamente.
Barack Obama, es cierto que pudo vanagloriarse de haber cazado y liquidado a Osama Bin Laden, el creador y dirigente de Al Qaeda, en 2011, diez años después de los atentados del 1 de septiembre de 2001.
Donald Trump, por su parte, no se quedó corto, cazando dos piezas muy importantes del terrorismo internacional. Dos años tras la toma de Mosul, en octubre de 2019, un comando de la Fuerza Delta mató al sanguinario fundador del Estado Islámico, al-Baghdadi; aquel que mandaba decapitar ante cámaras de vídeo a multitud de occidentales, así como quemarlos vivos con gasolina dentro de jaulas. Algún progre acusó a Trump de islamofobia … no comment.
Victoria también ante el terrorista en jefe de Irán
En enero de 2020, tras una serie de provocaciones violentas de Irán contra intereses o aliados occidentales en el Golfo Pérsico (destrucción de la principal refinería de petróleo de Arabia Saudí y ataques a petroleros), Trump mandó quitar del mapa –mediante un eficaz dron- al general Qasem Soleimani. Este siniestro personaje era el comandante de las fuerzas de élite de la Guardia Revolucionaria de Irán, con 125.000 efectivos, totalmente fieles al régimen totalitario.
Personalmente, el general Soleimani era el principal instigador y financiador del terrorismo internacional, como saben todos los estados occidentales.
Donald Trump ha sido el mayor defensor de la causa provida de toda la historia del país
Empezando por la composición de su primer gabinete, de enero de 2017. Doce del total de los 30 altos cargos, entre secretarios (ministros) de departamentos y directores de agencias federales, eran personas públicamente provida. Durante la Presidencia de Barack Obama no hubo ninguno, ni lo habría habido bajo Hillary Clinton ni, muy seguramente, lo habría en una Administración presidida por Joe Biden.
Por primera vez, un vicepresidente del país, Mike Pence, siguiendo instrucciones del Presidente Trump intervino en persona, en 2018, en una de las marchas provida que se celebran en Washington cada año el 22 de enero, fecha de la sentencia Roe versus Wade de 1973, que legalizó el aborto.
La infinidad de medidas que la Administración Trump ha ido adoptando en estos cuatro años, podrán encontrarlas en mis siguientes artículos: uno, dos y tres.
De todos modos, la aportación más decisiva de la Administración Trump a la causa provida y la que ejercerá una influencia durante muchos años más desde que él abandone la Casa Blanca, son los nombramientos de magistrados que está haciendo en el Tribunal Supremo. Probablemente en unos pocos días, va a producirse un vuelco histórico conservador en esa Alta Cámara. Sobre este asunto, pueden consultar tres.
Donald Trump es el candidato de la ley y el orden frente al vandalismo urbano en curso
En este blog he ido informando todo lo que me ha sido posible, sobre el gravísimo problema de orden público que está viviendo EE.UU. en 2020. En toda sociedad siempre existen personas antisociales o, simplemente, salvajes, que tratan de saltarse todas las normas sociales de comportamiento que definen a una sociedad civilizada.
Pero lo más grave en la actual ola de violencia –organizada- en EE.UU. es su deliberada y sistemática justificación y manipulación por el Partido Demócrata y por los sectarios medios de comunicación izquierdistas (como el New York Times y la CNN) para amedrentar al resto de la sociedad e imponer por la fuerza –no por los votos- sus proyectos políticos extremistas.
La izquierda está abandonando desde hace décadas la primacía de la libertad individual –uno de los pilares de la Constitución del país-, como norma guía de la vida colectiva y política de una sociedad democrática. Y la está suplantando por sus enfermizas teorías sobre las políticas identitarias (los derechos pertenecen a los colectivos, no a las personas), los cupos sin fin (en favor de las mujeres, de los homosexuales, transexuales, cuatrisexuales y demás) y las discriminaciones positivas, por ejemplo, en favor de los ciudadanos negros en las universidades que –comenzadas, con acierto, en la época de los 1950s, hace casi 70 años-, actualmente resultan ya injustificables y suponen una clara injusticia para los ciudadanos no negros, sean blancos o de origen asiático.
Joe Biden no condena directamente a quienes provocan incendios y otras violencias
Ante la execrable utilización política de las quemas de negocios y de barrios enteros por los políticos demócratas del presente –incluido por el candidato Joe Biden, quien no condena claramente estas ilegalidades y crímenes-, no es raro que ya en el mes de julio la agrupación nacional (NAPO) de los tres la candidatura de Donald Trump.
A menudo, estas organizaciones policiales no toman bando en las elecciones presidenciales, pero en 2020 la izquierda estadounidense –en sentido amplio- está impulsando la exigencia de recortar drásticamente los presupuestos para las fuerzas del orden, expulsar –claro- a miles de agentes a quienes no podría pagarseles el sueldo y sustituir a los policías profesionales por “voluntarios” a sueldo, que procederían de hecho -¡cómo no!- de los colectivos extremistas tipo antifas o Black Lives Matter. El mundo al revés.
Es como si en España, en las provincias vascas, se formaran “milicias ciudadanas” para mantener el orden público con personas que, en realidad, procedieran del mundo batasuno, que ha estado apoyando activamente a los terroristas de ETA durante años.
Información adicional.
Quien quiera consultar lo que escribí con ocasión de la victoria electoral de Trump en las elecciones del 8 de noviembre de 2016, puede hacerlo en los siguientes enlaces.
— Donald Trump elegido Presidente de Estados Unidos. 10 de noviembre de 2016.
— Lo que los estadounidenses rechazaron el 8 de noviembre 2016. 15 de nov. 2016.
— ¿Por qué Donald Trump ganó las elecciones hace un año? 8 de noviembre de 2017.
— Balance del primer año de la Presidencia de Donald Trump. 20 de enero de 2018.
— Por qué tantos estadounidenses apoyan a Trump. 21 de noviembre de 2018.
— Tras medio mandato no puede calificarse a Trump de populista en sentido estricto. 6 de abril de 2019.
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